Latas vacías de cerveza, de refrescos, tarros para el cebo, cajetillas y colillas de tabaco, bolsas de supermercados y de snacks, en fin; todos los restos de una velada de pesca al lado del río tuve que soportar cuando me acerqué para disfrutar de su paisaje.Esa gente de la caña y el sedal, concretamente ésos domingueros que dejan las orillas de los ríos hechas un asco con sus desperdicios deberían saber que no, que los ríos no les pertenecen, ni deben menospreciarlos afeándolos con sus asquerosos desechos. No tienen ni idea de la dinámica de un río ni del aporte vital que destinan estas masas de agua a su entorno más próximo y a todos los seres vivos inmersos en sus entrañas, como tampoco de la importancia de su conservación para nuestras necesidades básicas. En los ríos no sólo han de existir peces que resuelvan su “extraño pasatiempo deportivo”, tiene que haber por encima de esos caprichos superfluos una biodiversidad protegida que contribuya al correcto equilibrio ecológico imprescindible en sus aguas, el mismo que al resto de personas nos gusta disfrutar. Por eso, ni los ríos son suyos, ni el monte es exclusivamente de los cazadores y, menos, de los escopeteros.Han de estar los ríos limpios de basura, y no arrasar los sotobosques que los protegen. Tenemos derecho a disfrutar de las bellas garzas bordeando sus corrientes, del martín pescador, de la nutria, del cormorán o de cualquier animal que representa la vida de estos cursos tan castigados. No tenemos por que soportar el comportamiento repugnante de un determinado tipo de personas degradadoras de estos espacios naturales. Aquellos “pescadores” que intentan eliminar de nuestros ríos diversas especies catalogándolas de alimañas por sus intereses, sólo pretenden apropiarse mediante una razón absurda de los ríos de todos y, ser ellos, quienes los gestionen a su capricho y antojo.
En un día nublado y ventoso la garceta común (Egretta garceta) prospecta las aguas del río Ebro en busca de alimento. La pupila delata la trayectoria de su mirada atenta hacia sus presuntas presas y mi observatorio.
Esta reflexión de Salomé que aparece a continuación, está extraída de su blog Hervás en cuatro saltos, creo que muy acertada para cerrar la distinta visión o “razonamiento” que muchos tenemos sobre el trato a nuestros cursos fluviales y naturaleza en general.SENTIDO Y SENSIBILIDAD“Hay gente para la que la razón pesa más que el plomo y vale más que el oro. Hay gente que, por su tozudez, acaba perdiéndolo todo pero vive feliz porque “yo tengo aún la razón”. Hay gente para la que la razón, su razón, es como el árbol que te tapa el bosque. Porque tan obsesionados viven por conservar su razón a toda costa, que en ella mueren ahogadas todas las razones. Hay gente que por su razón, por la quimera de esa puñetera razón absoluta que nunca ha existido, se pierde todas las verdaderas razones. Ésas que la vida ofrece pero ellos se empeñan en ignorar. Porque, gracias a las orejeras y los tapones que cuidadosamente se colocan, tiene los sentidos anestesiados".
(Salomé Guadalupe Ingelmo. Hervás, 10 de Junio de 2010)
Garceta grande (Egretta alba)