No
sólo hay buenas observaciones de
fauna silvestre en el monte, los parques, sobre todo los respetados y
cuidados por sus transeúntes, son un auténtico filón para disfrutar en
primera línea de las habilidades de sus inquilinos alados y terrestres.
Hyde Park es un parque municipal
ubicado en la zona central de la ciudad de Londres. Su tamaño es de 1.4 km² y se
inauguró en 1637; fue sede de la Gran
Exposición de 1851. Antes de abrirse al público, estaba
cercado como un parque de venados y usado para la caza.
Al acercarme al lago en un
estupendo día soleado, lo primero que encontré fue a una persona con su carrito
de compras y una bolsa llena de pan que, poco a poco, fue vaciando y
repartiendo entre las aves acuáticas. Todas agrupadas esperaban ordenadamente
la ocasión para lanzarse oportunamente hacia el alimento. Terminada su encomiable
tarea, el buen hombre, observó, como no puede ser de otro modo, su labor solidaria
con satisfacción. Anteriormente, quedé embelesado mirando con curiosidad y a
una distancia prudente, como una solitaria mujer ofrecía también manjares sobre
la palma de su mano y, como con paciencia absoluta, esperaba a que bajaran del
ramaje de un árbol herrerillos y carboneros. No me atreví a fotografiarla pero,
reconozco que estaba muy familiarizada con ellos.
Pero volviendo al lago, frente a las
aves expectantes, nos tocó el turno a nosotros. Por fortuna, todavía tenían
hambre. Curiosamente, siempre hay aves de tamaño medio y pequeño que merodean
cerca de la orilla; ánades, porrones etc, junto a fochas comunes y alguna
gallineta. Las gaviotas ocupaban la zona más alejada. La jerarquía se establece
siempre del mismo modo; haciendo uso de la fuerza, el tamaño es determinante.
Las aves más ágiles explotan su capacidad acrobática para sacar bocado, como
las gaviotas reidoras que, aunque no tienen la fuerza natatoria de los patos a
pesar de sus palmeadas patas, si los aventajan con la habilidad de su vuelo. Por
eso una gaviota partiendo en vuelo desde el agua, alcanzaba un punto
determinado antes que un pato lo hiciera nadando. Los ánades reales adelantados
a las fochas, porrones moñudos, pato mandarín, gallinetas y gaviotas reidoras, eran
los que tenían el mando. Todos buscaban un espacio a su alrededor bien defendido
de otros congéneres, incluyendo otras especies. Las gallinetas, sin membranas
interdigitales, carecen de la velocidad de patos y fochas (estas últimas con
membranas lobuladas) y, su pequeño tamaño, las relega a las últimas posiciones
delante de sus jóvenes vástagos. Con la llegada de los gansos del Nilo y
barnaclas canadienses los anteriores comensales van abriéndoles hueco y,
posteriormente, llegan los ánsares que apartan a éstos últimos. Al final, la
cúspide de la pirámide jerárquica la ocupan los reyes del lago, que son los
cisnes. El tamaño impera.
Evidentemente, este orden establecido
es menos violento que en estado salvaje. De algún modo, las aves del estanque aprenden
gracias a su interacción diaria aun siendo el alimento abundante, que basta con
leves intimidaciones para abrirse camino entre los competidores. Como en las
aves de granja no enjauladas, hay dominantes y dominados.
Alimento y un territorio para
criar, como defienden los etólogos, son intereses cruciales muy peleados por
las aves, sobre todo silvestres. Y, el invierno, es la estación más crítica
para las más débiles que compiten por la comida con sus congéneres. Las aves al
agruparse se benefician de una cobertura eficiente para vigilar la presencia de
predadores y, por supuesto, suman más ojos para detectar fuentes ocultas de
alimento. Pero, también provoca una alta rivalidad entre ellas y, las más
fuertes, tienen prioridad ante cualquier hallazgo a pesar de que el individuo
débil que lo haya encontrado advierta durante un forcejeo su inferioridad. Éste
dejará paso al dominante, precisamente, para evitar el combate, ya que un
nefasto percance le impediría la oportunidad de buscar alimento en otro lugar.
Por otra parte, parece que la
obstinación de continuar la batalla podría responder a ciertas y equilibradas posibilidades,
que darían como vencedor a cualquiera de las dos aves. Estas luchas ocasionalmente
cruentas que pueden acabar con uno de los contendientes muerto, generalmente,
se producen por la pretendida ocupación de un territorio. En cualquier caso, si
uno de los interesados en adjudicarse dicho territorio advierte que sus
posibilidades son escasas a pesar de la imperiosa necesidad de procrear, su
retirada resultaría ventajosa, puesto que todavía tendría opciones de ocupar
otro territorio, algo inalcanzable si perdiera la vida en una lucha sin posibilidades.
Resultan simpáticas las aves en parques de este tipo pero, ese conjunto de
aves aparentemente bien allegado, es producto de la abundancia de alimento
ofrecido por gente que disfruta de su presencia. El mundo y su fauna lejos de
estos espacios urbanos, desgraciadamente, es bastante más selectivo y, por lo
tanto, más crudo.