Hay que considerar sin duda alguna, la valentía de un búho real desprotegido durante el día para, defender a sus crías.
Un territorio
Los nidos de búho real suelen instalarse comúnmente, en escarpes verticales de alturas diversas. La abrupta dificultad orográfica del terreno, depende de los materiales geológicos que la componen, como: yesos, calizas, o tajos arcillosos entre otros.
En cuanto a la abundancia de vegetación donde ocultar el nido, también repercute la orientación de los farallones; siendo la cara norte por la humedad acumulada y horario solar menos intenso, la que favorece una mayor cobertura vegetal.
La predilección selectiva de la oquedad, repisa, o fisura para nidificar, es labor de la hembra, y sus preferencias suelen ser muy amplias, dependiendo de sus exigencias individuales: desde espaciosas oquedades de tres metros de anchura por dos de altura; hasta un ajustado hueco de
Los nidos y posaderos, son más habituales en umbría que en solana.
Hay también, nidos accesibles en la base del cortado, y otros, inabordables por su altura, ubicados en la zona media vertical a
Es increíble la diferencia de carácter entre ejemplares de la misma especie. La progenitora frente a mí, controla también, los ataques de otros enemigos que atacan por la retaguardia.
En el caso que nos ocupa, el nido además de accesible, -pues no superaba los
Sin embargo, la cobertura vegetal reinante muy tupida de: romeros, aliagas, ephedras, sabinas negras, enebros, cornicabras, carrascas, etc., le ofrecen la necesaria protección durante el desarrollo de la cría.
Frente a este pequeño bloque rocoso, hay otro de mayores dimensiones (unos
Esta imagen, revela la estrategia de la hembra al cambiar de lugar, quizás, buscando mi espalda para desconcentrarme.
Revisión de la zona de cría
La fecha crítica de desarrollo de los pollos había culminado, y éstos, ya no se hallaban dentro del nido. Era el momento ideal para abordarlo y, recoger despojos de las presas más interesantes que habían quedado abandonados. Todo el material de deshecho disponible, serviría para un posterior análisis alimentario del búho real.
Recién llegado a la base del nido, y amagar el ascenso, comienzo a escuchar de la hembra de búho real su estridente voz de alarma.- De todas las progenitoras de esta especie que conozco, es la segunda en reaccionar de modo semejante-. Por lo tanto, su estridencia vocal no me resultaba desconocida.
Las notas son cortas, pero muy agudas y audibles en toda la vaguada montaraz.
-El ulular del macho, es de tono más alto y grave que el de la hembra, a pesar de ser el primero, de menor peso y tamaño-. Sin embargo, la voz de alarma en la hembra, aunque es más aguda, suena más.
Enseguida vuelvo la vista, y la descubro al borde, en lo alto del farallón calizo mirándome fijamente y, apartada de la pequeña encina que le ofrece cobijo. Sus ojos, abiertos al máximo, apenas dejan destacar las imperceptibles pupilas perdidas en un mar anaranjado. Su dorso, con las plumas erizadas y las alas ligeramente ahuecadas, evidencian sin duda, una amenaza en toda regla.
Para cerrar el conjunto de detalles iracundos, el más impactante es; ver sus mechones filiformes (vibrisas táctiles blancas alrededor del pico) y los dedos de sus garras, ensangrentados. Seguramente, de haber alimentado a los jóvenes intrépidos, ocultos en las inmediaciones del nido.
Todo transcurre en torno a las 11 horas de la mañana. Quiero irme, y por ello provoco indirectamente la salida de la rapaz que vuela con decisión, rodeando perimetralmente mi ubicación.
Ya no sé qué hacer, porque cada movimiento mío, lo interpreta como una amenaza. Opto de inmediato por acomodarme, apoyado en la pared y mirándola a placer. Estoy asombrado por la valentía y arrojo de tan guerrera madre, y sin apartar su mirada de mí, va sorteando y esquivando todas y cada una de las aves hostigadoras que la asedian, como: cernícalos, mirlos, aviones roqueros, grajillas etc.
No he visto jamás, tanta entrega en defensa de la progenie, en rapaces.
Tengo que señalar, su capacidad simultánea de control hacia mi persona, y a la de los especímenes aéreos atacantes. Cómo no, sopesando también, la nefasta posibilidad de ataque del águila real cuyo territorio comparten. Casi nada, dos parejas del gran búho real en el mismo feudo que el de la reina de las aves, ésta última, depredadora ocasional de jóvenes búhos.
Territorio de la rapaz; incluidas dos hembras de cabra montés y un recental.
El carácter de una madre
No consentí la posibilidad de una tercera vez, y en prospecciones posteriores para controlar a los jóvenes, desaparecía solamente al oír la voz amenazante de la madre.
Pero no quiero terminar, sin comentar el placer de mí derrota (simulada), ante el audaz desafío del búho real.
Fue el año siguiente muy semejante al anterior, pero, esta vez la rapaz hiló más fino, quiero decir: con mayor presión amenazadora.
Me acechó a tan sólo
De impresionante e indescriptible, detallaría la sensación que me provocaba al sentir aquella mirada espectral y de animadversión, incluida la fuerza sonora de chasquidos y desgarradores alaridos. Miré hacia atrás unos segundos, cuidando de no tropezar, y recuerdo sin lugar a dudas, esa sensación de victoria por parte de la hembra de búho real. Se regodeó desde la roca, con un gesto muy propio de satisfacción en las aves al sacudirse el plumaje, y acicalarlo después. Todo un ejercicio de calma posterior, a una labor ofensiva bien realizada.
De nuevo, y alejado ya, volví a mirarla. Se despachó con un potente vuelo de casi dos metros de envergadura y algo más de tres kilos de peso, ascendiendo con soberbia a su posadero habitual de la pequeña encina. Allí se ocultó a continuación, en su puesto estratégico de guardia.
Hembra acicalándose en su encame.