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domingo, 16 de mayo de 2010

A las vaquillas




Eso pensé el sábado por la mañana, cuando después de ver el día ventoso y desapacible, decidí visitar a las vaquillas. Está claro que, con el río Ebro de por medio.

Hacía dos semanas que las observé desde el mismo lugar, centrando mi mirada en tres animados zorros que deambulaban por el prado de la ribera. A su aire. Me chocaba la curiosidad con que se detenían en la orilla, fijándose detenidamente en los aparatosos coletazos de enormes carpas enfrentándose entre sí. Pensaba quizá que, el marcado impulso instintivo, les animara a saltar a por alguna de ellas pese a su gran tamaño. Pero sólo fue curiosidad.

Uno de los raposos, somnoliento, se tumbó al sol, y al paso de los bovinos, se incorporó tras ser marcado y advertido por sus cuernos. Al zorro, no le quedaba alternativa, sólo levantarse y hallar otro acomodo.

Casualmente, no llevaba cámara de fotos.

Pero como decía, este sábado si que tuve la idea de llevarla conmigo. Y, sentado frente a la finca, tomé unas relajantes fotografías de estos animales, que vistos en un espacio campestre y con verdes pastos, reflejan tranquilidad y contagian sosiego. Esta vez, sólo un zorro apareció fugaz en el escenario ribereño.

Recogido y preparado en un escondido abrigaño, tuve la fortuna de disfrutar de otras criaturas que quisieron participar como modelos de la naturaleza. La intención única, era la relajación.


Semanas después, desgraciadamente; no para mí, sino para las pobres reses, la saña y el desfogue de la multitud humana, las convertirán en el punto de mira de la crónica atracción de los pueblos que atesoran esta penosa tradición vaquillera.



-Un leve mugido, pone de manifiesto cierta desconfianza ante mi presencia.


-Reconocimiento entre individuos del grupo.




-El rojo intenso de la amapola se interpone entre mi mirada y la secuencia tranquila del rebaño.


-A primera hora uno de los zorros (Vulpes vulpes) apareció, pero se esfumó rápidamente concentrado en su campeo.


-Un multicolor y tempranero jilguero (Carduelis carduelos), posado en unas secas hierbas que sobresalen de un verde ribereño no visible.


-Paloma torcaz (Columba palumbus) posada en lo alto de un álamo cuyas ramas están secas. Es habitual que estas columbiformes tengan predilección por estos secos posaderos.


-Una secuencia de cigüeña blanca (Ciconia ciconia) buscando alimento entre las altas hierbas. A esta ave común por fortuna, la cobertura borrosa de la vegetación le da un aire interesante de misterio.


-Qué línea tan envolvente la que exhiben las gaviotas. Siempre que observo a estas aves marinas en cualquier lugar húmedo, levanto la vista deleitándome con su soberbia elegancia.

Es una suerte presenciar las internadas de las gaviotas patiamarillas (Larus cachinnans) por el caudaloso curso del río Ebro.


miércoles, 7 de abril de 2010

Bajo el mismo tejado


La tórtola turca (Streptopelia decaocto), observa ajena la maratón de gorriones y estorninos para hacerse con una vivienda. Ella, es menos exigente y ya incuba en algunos lugares.


En los tejados, impera la locura. Todas estas aves de medio urbano, se afanan en la búsqueda de oquedades para nidificar.

Hace quince días que se hicieron las fotos, y lo único que ha cambiado, son las prisas para encontrar el espacio idóneo donde sacar adelante a sus futuros pollos. El cielo, todavía se empeña en mostrar su habitual tono grisáceo.



Estornino negro (Sturnus unicolor), emitiendo su habitual silbido. Este gran plagiador, puede imitar con destacado parecido el canto de la oropéndola, el torcecuello, el carbonero común y la grajilla, entre otros.


La mayor corpulencia de los estorninos sobre los gorriones, les convierte en privilegiados inquilinos de los huecos más adecuados.


Hembra de gorrión (Passer domesticus), a la entrada de su futuro nido.




Macho de gorrión interesándose por este atractivo y espacioso bajo-teja.


Reunión de gorriones. El plumaje nupcial de los machos, aún no está completo.