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miércoles, 25 de mayo de 2011

Comer buitre: con pico o con dientes


No me consta que los buitres consuman su carne entre ellos tras la muerte de algún ejemplar. Pero, después de haberles hecho la puñeta con las leyes europeas para no arrojar animales muertos al campo, pienso ahora en la posibilidad de que este joven buitre de la foto, haya sido en parte, consumido por sus congéneres ante la carencia de alimento.


Las etapas básicas en la biología de cualquier ser vivo son: nacer, crecer, reproducirse y morir. La muerte es la consecuencia de la vida. Todo ser vivo tiene programado el mismo destino; la muerte. Para eliminar los restos de la muerte, hay gran cantidad de especies apropiadas que, por sus características necrófagas, abordan gustosamente esta importante labor; entre ellos y el más conocido es el buitre. Pero desgraciadamente el buitre, comedor de animales muertos, tampoco está exento de estas normas básicas de la vida, y cumple también con el papel encomendado al final de sus días; convertirse en residuo orgánico en descomposición.

Me imagino que no todo el mundo está dispuesto a curiosear estos hallazgos, o simplemente, no tiene estómago para acercarse al cadáver de un animal y analizarlo emulando la labor de un forense. Pero, para descubrir superficialmente qué depredador o necrófago ha consumido la carne del infortunado; buitre en este caso, basta mirar con detenimiento ciertas marcas características provocadas en su cuerpo por el pico de las aves o por los dientes de los mamíferos. Esta entrada de hoy tiene poco misterio pero resulta curiosa, sobre todo, para aquellos que tal vez, se hagan la pregunta oportuna ante el hallazgo de un fiambre durante alguno de sus paseos ornitológicos o rutas de senderismo.

El uso del pico y de los dientes indistintamente, tiene efectos paralelos a la hora de conseguir arrancar la carne (particularmente en carnívoros) del cuerpo muerto de la presa en cuestión (en este caso, de los buitres de las fotografías). El pico de las aves, trabaja como un perfecto sacabocados, además, funciona como unas pinzas capaces de arrancar hasta el más mínimo fragmento de carne incrustado en el lugar más inaccesible del esqueleto de su víctima. Por el contrario, los dientes insertados linealmente en las mandíbulas de los mamíferos, aunque muy poderosos, no tienen la precisión cirujana del pico de las aves; y mientras éstas son capaces de conservar el esqueleto de su presa casi intacto, los mamíferos lo descuartizan y trituran aprovechando así todos los huesos tiernos donde también encuentran la riqueza nutritiva del tuétano.



Si nos fijamos en el esternón, vemos los bocados provocados por el fuerte pico, probablemente, de otro buitre. Otra faceta muy importante para comprobar la autoría de las aves en el consumo de cadáveres, es el rizo en los tendones al tirar de ellos con fuerza mientras arrancan el músculo; los mamíferos los cortan con los molares. La limpieza de los huesos con el esqueleto apenas deteriorado, corresponde a una labor exhaustiva de picos muy precisos y laboriosos: milanos, alimoches, córvidos etc.


Restos consumidos por algún mamífero carnívoro.


Aquí, apreciamos perfectamente la marca característica de los mamíferos. La quilla del esternón ha sido mordisqueada al igual que el perímetro de su cavidad, junto a las costillas que protegen los órganos internos; faltan además, casi todas ellas y parte de la región pélvica, que ha sido igualmente recortada con las mandíbulas dentadas y consumida. Las extremidades posteriores, normalmente en presas grandes, se arrancan y son transportadas por los mamíferos carroñeros u oportunistas (zorros, tejones etc.), a un lugar más seguro para ser devoradas tranquilamente.

domingo, 20 de junio de 2010

Un nido peculiar: (tórtola turca)


Macho de tórtola turca (Streptopelia decaocto)

La tórtola turca (Streptopelia decaocto) pertenece a las colúmbidas, familia que también engloba a las conocidas palomas. Esta ave proveniente de Asia meridional, irrumpió en la península ibérica a finales de los sesenta, y ha sido capaz de colonizar nuestro territorio con un extraordinario éxito. Su capacidad de anidar en cualquier lugar, tanto urbano, industrial como ajardinado (hasta cinco o seis veces al año), le ha proporcionado ventajas excepcionales en el campo de la seguridad (al evitar depredadores) y en el de la alimentación, al amparo garantizado de los asentamientos humanos. Una elección de lo más acertada, sin duda.

Con más genio que sus parientes las palomas domésticas, las turcas, no permiten mediante enconadas persecuciones que las urracas o cualquier ave, se acerquen a su parcela de nidificación. En un gigantesco plátano (Platanus hybrida) de una avenida de Zaragoza, una pareja de urracas tuvo que abandonar la construcción de su nido ante la presión de las tórtolas que ya incubaban en el mismo árbol. Los nidos de tórtola, son un conjunto escaso de pequeñas ramitas entrecruzadas, que permiten ver a través de las fisuras de su estructura los huevos de la puesta si se mira desde abajo.

El caso es, que andaba trabajando con una plataforma elevadora, y topé con un nido casi terminado de tórtola turca. Había aprovechado ésta, el recodo de una bandeja de las que utilizan los electricistas para canalizar los cables que alimentarán a la máquina climatizadora; y claro, faltaban los cables por colocar. No tuve más opción que la de retirarlo. Mi sorpresa fue, al comprobar uno de los materiales utilizados; había en el entrelazado de ramas herbáceas, viruta larga y fina como el alambre, proveniente de recortes de la chapa con la que se fabrican las cajas, conductos y demás piezas de los climatizadores en esta fábrica. No sólo los milanos negros, cuervos, cigüeñas etc., aportan elementos de origen humano a sus nidos, sino que estas aves invasoras (ordenadamente), se decantan por la nueva tecnología para realizar construcciones más sólidas. El filamento metálico, más maleable, facilita el entrelazado de las ramillas. Por el contrario, los perfiles cortantes del metal, son la cara negativa y peligrosa del nuevo material.


No es una creación abstracta de Tàpies, sino un destartalado nido de tórtola turca. Tampoco es que esté inacabado, que lo está, pero no esperéis mucho más para su conclusión salvo alguna ramita final. Y, en algunos casos dependiendo del individuo, el refuerzo del cuenco aportando excrementos para darle consistencia.


Detalle del entrelazado de las finas tiras metálicas.
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domingo, 13 de junio de 2010

Ofidios: camisas de usar y tirar

Culebra de escalera joven (Zamenis scalaris) 160cm.
                 
Uno de los aspectos más llamativos de la biología de los ofidios es la capacidad de cambiar su piel. Lo hacen cada cierto tiempo al finalizar su utilidad, debido al prolongado uso en condiciones extremas donde viven estos reptiles. Esta acción se conoce científicamente como “ecdisis”. Los restos de la piel o muda que encontramos casualmente enredados entre la maleza de nuestros montes, son popularmente conocidos con el nombre de “camisas”. 

 

Culebra de collar joven (Natrix natrix)150cm.

La queratina, tiene un papel muy importante en la consistencia epitelial. Es una sustancia de gran resistencia al desgaste, presente en las escamas de los reptiles, uñas de mamíferos y picos de aves, etcétera. Es un compuesto inerte y de escasa elasticidad, por lo que su aplicación parcial a las heridas de la piel como: cortes o erosiones, resulta incompatible, dada su incapacidad para regenerar zonas concretas. Estos factores adversos, obligan a las serpientes cada determinado tiempo a renovar su piel. Dicha acción, la realizan con cierta periodicidad a lo largo del año. Los jóvenes, de crecimiento más rápido, mudan varias veces; mientras que los adultos, de crecimiento más lento, suelen hacerlo la mitad que éstos.




La culebra viperina (Natrix maura), dependiente del agua, es una culebra que puede alcanzar los 100cm., aunque su tamaño más habitual sea el de 70cm. La hembra es algo mayor.

Al cambiar su piel, la serpiente genera una secreción lechosa bajo la piel vieja, ablandándola. Esto le da una tonalidad gris-azulada y apagada (como la protección plástica de la pantalla de un móvil). La secreción es absorbida al cabo  de unos diez días, y la nueva piel, está lista para sustituir a la deteriorada. La muda se inicia desde la cabeza, una vez la serpiente encuentra el lugar adecuado para frotar su hocico contra algo áspero: una piedra, tronco o matorral, con objeto de levantar y despegar alguna escama labial. Tras Enganchar el fragmento desprendido, el ofidio se desliza, y la vieja piel se va despegando lentamente de su cuerpo, (como si tiráramos de la boca de un calcetín dándole la vuelta). Al terminar con la muda, su coloración y dibujo son nítidos y brillantes, (como la pantalla del móvil al quitarle dicha protección). Al secarse la piel desechada, presenta un aspecto y textura similar al celofán. Este fenómeno le permite desarrollar el volumen de su cuerpo, sanar heridas y eliminar parásitos externos.


Culebra lisa meridional (Coronella girondica). La mayoría de los ejemplares tienen como media los 60 cm., que sobrepasan fácilmente, llegando excepcionalmente a los 80cm.

Hubo un tiempo en el que recogía todas las camisas. Era algo enfermizo por llamarlo de algún modo (me lo decía un amigo). Pero no sólo recogía este tipo de restos, sino, todos los demás. Desde entonces hasta ahora, y gracias a la fotografía, me los llevo en la cámara, y dejo los originales para aquellos que estén por la labor o con la suerte de encontrarlos.


Culebra verdiamarilla (Hierophis viridiflavus) 180cm. Distribución: Pirineo y zona oriental del País Vasco.


Víbora hocicuda (Vipera latastei) De 60 a 75 cm.

Cuando una culebra tiene la cabeza cubierta de escamas como el resto del cuerpo, la cabeza triangular con las pupilas verticales y una expresión muy amenazadora, entonces se trata de una víbora (vipéridos). Éstas si que hay que mirarlas con precaución, familiarizarnos con el riesgo que entraña su peligrosidad ya que, pueden hacernos caer en un fatal error de cálculo.


Primer plano de la cabeza de un ejemplar de pequeño tamaño. Se aprecia el cuenco ocular, las placas craneales y las escamas; todo inverso. Entre las cuencas oculares están las placas superciliares, y en el centro, la placa frontal; ésta última es alargada, y más estrecha que las superciliares: son rasgos inconfundibles de la bastarda. En el resto de colúbridos, la placa frontal es tan ancha o más que las superciliares.


Vista de las escamas ventrales de la camisa.


Escamas dorsales.

 

Ayudada por la reseca vegetación, la culebra bastarda ha dejado su antigua piel.

 

La culebra bastarda (Malpolon monspessulanus) es la mayor de la península y de Europa. Puede alcanzar los 240 cm de longitud. Las hembras son menores. 
Camisa de culebra bastarda: 180 cm. A la izquierda y casi a mitad de la funda, hay un euro que sirve de referencia.

lunes, 31 de mayo de 2010

Halcón peregrino de caza

Dejó de ser casualidad al darme cuenta la tercera vez; cuando observé al halcón peregrino (Falco peregrinus) lanzarse a la captura de las veloces palomas bravías (Columba livia) después de haberlas ahuyentado a mi paso en uno de los rincones más agrestes y recónditos que conozco del río Huerva. No se inmutó ante mi presencia, sino todo lo contrario. Era para él, trascendental mi aparición, y de este modo, levantándole las palomas de las repisas, podía atacarlas encubierto por el alboroto y el desorden establecido. Así, le aumentaba las posibilidades de captura. Una extraña simbiosis, sin duda. La rapaz se aprovechaba de mi acción involuntaria y yo, de la espectacular secuencia ofrecida por un grandísimo volador.

Como decía: después de revolotear las palomas a media altura del cortado rocoso, apareció el peregrino. Las bravías seguidamente, se posaron. Comenzó la rapaz acelerando paulatinamente su vuelo con un profundo batir de alas, hasta situarse a mitad del cortado. Trazando una marcada y apresurada trayectoria horizontal pegado a la roca enlazó el lado derecho con el final, donde descansaban las columbiformes. Una vez alcanzado el punto de encuentro, se dejó ver, provocando la estampida de todas ellas. Aún se permitió adornar con un elegante rizo el ataque, para reventar teóricamente el compactado bando y confundir a sus componentes. Seleccionar y aislar al ejemplar más lento, peor volador o despistado, era su cometido. Tras localizarlo, el halcón encadenó una fugaz persecución que no alargó en exceso, debido sobre todo, a la potencia de vuelo y capacidad maniobrera de la que hizo gala la esquiva paloma.

Esta dinámica cinegética de lances infructuosos, se repitió hasta diez veces durante quince minutos.

El halcón peregrino jugó con el efecto súbito y continuado del ataque, tratando de evitar la cohesión del grupo de palomas y así confundirlas, facilitando por esta vía su posible captura. La fortaleza física de estas fitófagas, y una perfecta coordinación en el vuelo agrupado (similar al flocking de estorninos), hizo finalmente desistir de su empeño al más veloz de los halcones.

No siempre gana el cazador. Si así fuera, nuestro cielo carecería de esta emblemática y no menos espectacular voladora; la paloma bravía. Ésta, para evadirse de sus ataques, ha evolucionado paralelamente junto a este enemigo tan señalado mediante el desarrollo y fortaleza de su musculatura pectoral y su recio plumaje. En cierto modo, similar al del halcón peregrino para cazarla.


-Aquellas palomas que osan abandonar la protección de los pueblos o ciudades para unirse a grupos salvajes de palomas bravas, son las primeras víctimas del halcón peregrino. La falta de precisión en el vuelo unida a su baja fortaleza física, pasa a estas inocentes e inexpertas aves una severa factura.

El contenido craneal y los músculos pectorales son las partes habituales consumidas por los halcones.


 
-Las carcasas óseas duran poco en su lugar de origen. Son muchos los merodeadores carnívoros que encuentran este botín inesperado dando buena cuenta de él. Lo que queda finalmente, es un montón de plumas.


 
-Fotografía hecha con telescopio. Falta otro ejemplar que no entraba en el encuadre. Como veis, los jóvenes se encuentran totalmente volcados en el arreglo permanente de su plumaje. Cuando abandonen el nido, deleitarán a quienes tengan la oportunidad de verlos rasgar el cielo con sus soberbios picados.

lunes, 22 de febrero de 2010

Becada o chocha perdiz (Scolopax rusticola)


La gallina ciega






Contaba con pocos años de edad, y aquel día, me inquietó comenzada la penumbra, escuchar en aquella ocasión a mis tíos decir: -¡Venga, vamos a darnos prisa que nos va a coger “la gallina ciega”! Se referían sin duda, a las prisas de última hora antes de anochecer, cuando el tiempo se acababa y había que volver a casa una vez terminada la tarea prevista en el campo o la huerta. Los misterios y la noche, eran una mezcla tenebrosa para un crío cuya cabeza no dejaba de cavilar intensamente. Es por eso, por lo que nunca pregunté: -qué demonios era la gallina ciega. No entendía esta expresión como la necesidad de concluir una tarea aprisa para no llegar tarde a casa, sino, como la necesidad de escapar de allí antes de que nos atacara la maldita gallina ciega. Pensaba. Que por cierto, no sé si sería ciega, pero…, temblaba imaginando que pudiera aparecer a oscuras con un aspecto endemoniado y unos ojos blancos

luminiscentes o algo parecido.


Naturalmente, el miedo es libre. Y, para una mente infantil, todavía más.

Ahora sé, que la gallina ciega; la sorda, como la llaman en Cantabria, es un ave pequeña, inofensiva, fantástica, de abigarrado plumaje y una mirada muy expresiva. Su vuelo, parsimonioso, se asemeja al de las rapaces nocturnas. A veces, se la confunde con una de ellas. Es activa desde el atardecer, alimentándose protegida por la oscuridad de la noche hasta el amanecer. Durante el día, descansa agazapada en su encame. Vive, envuelta en la soledad acogedora de los bosques más húmedos y frondosos que aún quedan en nuestra geografía ibérica. Sobre todo, los del norte.

Por supuesto; ni es ciega, ni sorda; es, todo lo contrario. Ambas creencias, se fundaban en la característica forma zigzagueante de su vuelo quebrado al despegar súbitamente, dando la impresión de volar “a ciegas”. La sorda: era debido a la capacidad de aguantar inmóvil gracias a su logrado mimetismo entre la hojarasca, levantando el vuelo como último recurso. Las liebres, tampoco son sordas.


Quedan tan pocas becadas, como bosques naturales en nuestro país. País de progreso y desarrollo, donde las escopetas que persiguen a nuestras becadas son como los Kalashnikov: arrasadores, y exterminadores allí donde aparecen. La codicia de una gastronomía grosera y esnobista, amparada por restauradores renombrados, está llevando a nuestra “dama del bosque”, “pájaro de las tempestades” o, “dama de los ojos de terciopelo” como la denominan con aprecio quienes las estudian y respetan; a la irremisible extinción.

¿No serán capaces estos amantes de la naturaleza (como ellos mismos se autodenominan), de comprometerse seriamente a realizar una moratoria de caza para asegurar la recuperación de esta especie?


Más sobre la becada.



Detalle de las rémiges primarias y secundarias.


Parte terminal de una secundaria. Arriba: estandarte externo. Abajo: estandarte interno.


Detalle en las rémiges terciarias del abigarrado color y dibujo; idóneo para el camuflaje sobre la hojarasca.

El filamentoso plumón (hipopluma), de color agrisado claro que nace del cañón de la pluma, tiene una función termoaislante en el ave.


la penumbra del atardecer, activa a la becada que permanecía oculta entre la vegetación.


los días de niebla, son ideales para campear, y la becada, los aprovecha difuminándose entre el húmedo meteoro.



Los suelos reblandecidos por la humedad, son ideales para extraer invertebrados de los que se alimenta esta especializada ave. Incluso, las troncas deshechas por la descomposición, también son una gran oportunidad para hallar alimento.

domingo, 14 de febrero de 2010

Topillo común: algunos datos


No es la foto más alegre del topillo, pero, al margen de presentar minuciosamente su aspecto y morfología, la imagen encierra un dato que más adelante detallaré.El sábado pasado, estuve observando durante poco tiempo una tabla de alfalfa en su ciclo final productivo. Había unos aspersores en línea a lo largo y ancho del terreno de una altura de unos 180 cm desde donde avizoraban los alrededores dos ratoneros y un cernícalo. Un milano real, lo hacía en vuelo. Desde el suelo, campeaban dos aguiluchos laguneros, una garza real, avefrías, grajillas, torcaces, estorninos, etcétera. Quiero concretar que, las rapaces y la garza, buscaban probablemente la oportunidad de capturar algún topillo osado que se aventurase fuera de su galería por cualquier motivo, ya que toda la superficie era un entramado general de agujeros.

El topillo común (Pitymys duodecimcostatus), es un mamífero roedor de pequeño tamaño. Su longitud no excede de los 12 cm si contamos desde la cabeza a la cola; ésta última, mide unos 3 cm. Su peso, es de 15 a 22 gramos. Lo más interesante de este roedor es su morfología, adaptada por completo a la excavación del suelo, ya que su vida transcurre en el interior de las galerías que él mismo practica. Posee unos incisivos de crecimiento rápido, pues la actividad cavadora les genera un continuo desgaste que hay que contrarrestar. Su cuerpo es cilíndrico y la cola corta, como sus orejas, que apenas sobresalen. Tiene unos pequeños ojillos que casi pasan desapercibidos entre el tupido pelaje, y sus extremidades cortas, son también muy prácticas para desenvolverse cómodamente mientras horada galerías.

El topillo común prefiere el ambiente mediterráneo, distribuyéndose por casi toda la península. Falta en la región noroeste. Gusta de espacios despejados con terrenos adecuados a su capacidad cavadora. Riberas, zonas de cultivo, prados, herbazales y lugares afines hasta una altitud de unos 1500 metros sobre el nivel del mar, son entre otros, los espacios elegidos por estos micromamíferos.Su alimentación se basa fundamentalmente en raíces de plantas que devora desde las galerías, como tubérculos, bulbos, rizomas etcétera. También por este hábito, resulta sumamente perjudicial para el agricultor cuando devora las de sus cultivos.El ciclo reproductor del topillo común se extiende a lo largo del año, dando como resultado, de dos a seis camadas. En el interior de cámaras bien tapizadas con hierbecilla y pequeñas raíces, tiene lugar el parto, que suele producir entre una y cinco crías.


Aquí está el resultado de la presión que soportan estas criaturas bajo el peso de un bestial abanico de depredadores. Sería más fácil y rápido, enumerar al resto de especies.
Si os fijáis en esta imagen más visible y precisa, comprobareis que hay una zona bajo el perímetro de la caja torácica donde el pelaje está más revuelto y humedecido; pues bien, se trata del pinzamiento de un córvido con objeto de partirle el espinazo. Podría tratarse de una corneja o una urraca los causantes de su muerte. Estas aves, no tienen capacidad de transportar a su presa en caso de peligro y la abandonan. Matan a picotazos, y al carecer de pico ganchudo, no pueden desgarrarla fácilmente ni aplastarle el cráneo como haría cualquier rapaz. No confundir este hallazgo con el de las musarañas, que son abandonadas por su mal sabor.

 

Vista inferior del cráneo de topillo. Algo desenfocados, los incisivos cavadores, y más detallados, los molares. La zona superior corresponde a seis molares; tres por cada lado, y dos incisivos. Las mismas piezas dentales para las inferiores.



 

Mandíbula inferior izquierda. Los molares, dan la impresión de ser pequeñas columnas en una misma pieza. Esta dentición, es de especialización vegetariana. El filo del incisivo da idea de la dolorosa mordedura de este, no tan inofensivo, roedor.



 

Una vez extraído el incisivo de la mandíbula, comprobamos la exagerada longitud del mismo. La dentina encierra la cavidad pulpar que permanece abierta, permitiendo el continuo y necesario crecimiento de la dentadura, neutralizando así el constante desgaste. Un arco inferior a modo de vaina encierra el laboratorio anatómico que guarda la muestra ya endurecida del incisivo disponible.

 
Cúmulo de tierra con orificio. Observar fijamente la diferencia de color por la humedad de la tierra al ser extraída recientemente por el topillo, este es un indicio clave de la ocupación de la galería. El roedor está trabajando en tareas de reparación. Los montones sellados, determinan la finalización de la obra, así, evitan inundaciones durante las lluvias.

 
Vista general de un campo de alfalfa segada con sus visibles montículos.



miércoles, 20 de enero de 2010

Nidos de chochín


Chochín (Troglodytes troglodytes)

Este pequeño pájaro de coloración pardusca, es una proeza sonora gracias a la potencia de su voz. Realmente, es lo más destacable de tan diminuto ser cuando no logramos localizarlo entre la maleza más espesa. Es nervioso, inquieto, pulula tan fugazmente de un lado a otro, que a veces, cuando lo hace sobre la hojarasca, parece un esquivo micromamífero. Colicorto y rechoncho, es uno de los pájaros mejor preparados para un medio tan caótico como la maraña vegetal apretada, donde el vuelo sostenido no cuenta para nada, solamente, la capacidad refleja mediante ágiles quiebros entre las ramas de la vegetación más espesa.


Pero no sólo la estridencia de su canto destaca por su brío; sino, además, su portentoso ingenio y laboriosidad constructora. Nada que envidiar a mitos, pájaros moscones, golondrinas dáuricas, etc.

El macho, ha de construir uno o varios nidos antes del emparejamiento. La capacidad de atraer a una o varias compañeras, depende de su elevada actividad como constructor, ya que las hembras, prefieren aparearse con ejemplares que les ofrezcan una mayor y mejor gama de dichas construcciones. Las parejas no son estables y las hembras, suelen cambiar de macho entre las dos o tres repeticiones de cría. Éste último, más ocupado en impresionar a las hembras, se limita a cumplir con el cortejo y la cópula, y escasamente con su papel en la cría de los pollos.

Los nidos son esféricos, y los materiales utilizados son principalmente musgo, hierbas, pequeños tallos y hojas, todo ello, perfectamente entrelazado y con un estrecho orificio de acceso. Los suelen ubicar en la roca, muros, árboles y corrales o, casas abandonadas.


Con el apoyo basal de un nido de golondrina común (Hirundo rústica), el chochín (Troglodytes troglodytes), habilita su elaborada construcción globosa con materiales vegetales seleccionados.



Al amparo de un pequeño diedro en la roca caliza, y protegido y mimetizado por la melena vegetal de la Sarcocapnos eneaphylla, este otro nido, deja asombrado a cualquier amante de los pequeños y cuidados detalles de pajarillos como nuestro protagonista.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Cazar en territorio humano. El gavilán


A las 8.40 h una hembra de gavilán captura a una hembra de tórtola turca; ave, muy habitual en los parques públicos.

 
El domingo pasado, tocaba ir a correr un poco, para no perder la agilidad en el monte y por supuesto, en el trabajo. Era una mañana fría, pero no desapacible; tal vez, algo nubosa. Lo bello de estos días unido a la alborada es ese encuentro común con las más madrugadoras aves. Así, voy interrumpiendo el campeo de la garza real afanada y concentrada en la herbácea cobertura del ribazo que, a mi llegada por el camino de gravilla, levanta el vuelo protestando con un graznido ante mi inoportuna presencia. Lo siento, elegante garza. Más adelante, una alondra se achanta en el camino y paso a medio metro de distancia, parando seguidamente. Ella, descubierta, levanta el vuelo súbitamente. Cosas del mimetismo fallido. 

Llego al castigado álamo centenario, al que me gusta mirar y preguntarle en silencio mientras paso bajo su imponente porte ¿Qué tal esa salud? me preocupa su tronco descortezado y sus ramas tronchadas y caídas a causa del fuerte viento pasado. El cernícalo expectante en las ramas más altas, también advierte mi presencia y levanta el vuelo, reclamando con esa estridente voz característica de alarma. Vaya mañanita que llevo.
Cigüeñas, mirlos, ratoneros, estorninos, zorzales etc., me han acompañado durante este recorrido por las últimas tablas de cultivo cercanas al Ebro, posibles candidatas a desaparecer por el capricho constructor del señor alcalde de Zaragoza con su Expo-pimientos o como se llame. Su crecimiento urbanístico me importa poco.



Detrás del árbol hay una zona de tierra inclinada y cerrada, donde la rapaz desplumaba a su presa.
La ronda, ya tocaba a su fin, y después de abandonar la huerta y cruzar el cinturón de asfalto, alcanzo el parque de Torre Ramona, un agradable pulmón verde en esta ciudad con una interesante variedad ornitológica a tener en cuenta. Ya estoy a punto de llegar a casa. De nuevo, cruce de calle para enfilar el precioso paseo de retorcidos troncos y ramas de olivos en línea, vareados ya por algún vecino madrugador que les ha sacado todo el partido.

Un encuentro visual repentino frena mi trayectoria previa a alcanzar el ambulatorio, situado a menos de cien metros de casa. Quedo inmóvil como una estatua, mirando con fijación a la imperceptible silueta del ave que, fugaz, levanta el vuelo con dificultad desde el foso de la rinconada del edificio. No puede. Exhibe desplegadas las rémiges y rectrices con la bella sincronía del pavo real, pero con una eficiencia absoluta de control, haciendo gala de uno de los mejores quiebros en espacios cerrados que he visto. Tras marcar un precioso rizo ascendiendo verticalmente pica de nuevo hacia el suelo, y posteriormente, se eleva con fuerza y energía superando la altura vertical del ambulatorio mediante enérgicos aletazos.

El gavilán (Accipiter nisus), ha optado por la salida más apropiada ante el imprevisto problema, a pesar de rechazar lo más importante para su supervivencia; la comida.



La tórtola turca comenzó a colonizar la península desde finales de los setenta. Se acomodó en las poblaciones, y copiando la conducta mansa de la paloma doméstica, confiaron excesivamente del medio humano, al que dejaron de considerar hostil; sobre todo, al explotar un sencillo nicho ecológico repleto de posibilidades alimenticias.

Hay rapaces como el gavilán que, con descaro, se atreven a cazarlas donde sea, aprovechándose del exceso de confianza de estas columbidas con las personas.
La incipiente sospecha, me lleva hasta el lugar del suceso, hallando yerta y arrinconada a su presa. Conserva todavía algo de calor en su cuerpo, cuya sensación noto entre mis manos. Me estremece el resultado tan crudo objeto de la inmisericorde supervivencia. Es una tórtola turca (Streptopelia decaocto), despojada hábilmente de sus plumas pectorales y dorsales. La cabeza está completamente machacada; la masa encefálica es un auténtico manjar para las rapaces que no desprecian, considerándolo un exclusivo bocado. Rápidamente abandoné el lugar, sabiendo que la rapaz acechaba cerca y volvería a recuperar el merecido fruto de su esfuerzo.



Al cabo de media hora regresé, y el gavilán, ya se había llevado su parte haciendo justicia de su trabajo. Yo me conformé con sacar otra parte del botín que era la fotografía, y por supuesto, la formidable observación de lujo.
No es raro que las rapaces despiecen a sus presas empezando por la espalda, al igual que la masa encefálica gustan también de otros manjares como los riñones, pulmones etc., no sólo los músculos pectorales.