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viernes, 10 de mayo de 2013

Mesa para dos: la corneja negra y el milano negro


 
Después de tres horas dentro del hyde sin ver nada que se acercara al cebo, estaba ya, bastante más que harto de la monotonía del encierro. En estos parapetos tan opacos me agobio bastante, considero que no es lo mismo este claustro de tela que una sentada de horas y horas en un lugar concreto y despejado observando con el telescopio terrestre la vida. No, no soy nada paciente para la fotografía de escondite. Tenía a los milanos negros desde el punto de la mañana goteándoles el pico en lo alto del bosquete de álamos blancos pero, faltaba el visto bueno de la corneja negra que graznaba a lo lejos. La estaba esperando, y no sé el motivo por el cual no bajaba a la carne.
Había recogido la cámara y estaba a punto de hacer lo mismo con el trípode pero, ¡que casualidad! desde el visor de la tela vi a doña corneja delante del festín. No podía hacer nada, tan sólo un leve movimiento intentando montar el equipo de nuevo, daría al traste con todo el negocio. Afortunadamente, al ausentarse la corneja un momento, me permitió organizar el equipo otra vez.

Minutos más tarde apareció tímidamente un milano negro, quizá, el más hambriento del bando que sobrevolaba el lugar o que observaba la oportunidad desde lo alto de las ramas. Con la confiada corneja deambulando cerca, fue con paso firme, apenas sin titubear hasta que alcanzó el maná, un privilegiado maná con el que probablemente no se había encontrado nunca. Esperaba fotografiar, sinceramente, ejemplares adultos; son más vistosos, aunque también más recelosos. Entonces, empecé a tejer esta sencilla historia, fijándome en la lenta travesía de este ejemplar joven llegando incrédulo, a la solución de su problema con el hambre en el día de hoy. Mientras sus congéneres revoloteaban quejicosos intentando hacerse con un pedazo de carne en fulgurantes pasadas, el joven comía bastante desinhibido, manteniéndose al margen de la desconfianza que se anteponía al hambre del resto de los milanos. Engulló generosos bocados de fresca carne aragonesa, sin precipitarse. Su plumaje lucía deteriorado, envejecido por el sol y las peleas multitudinarias en los vertederos donde todos, a montón como los buitres, se hacinaban buscando ese hueco entre tanto competidor donde penetrar hacia la comida. No, hoy parecía diferente, a pesar de la continua molestia de sus congéneres y sus intentos desesperados por atrapar migajas con vuelos rasantes, el solitario joven disfrutaba de su momento de gloria, que no era otro que el de un festín inolvidable sin la contrariedad estresante de compartirlo y, menos, batallarlo.


Aspecto tétrico del ojo de la corneja por el efecto de la membrana nictitante.

 Corneja negra (Corvus corone)







Milano negro (Milvus migrans). La rapaz se despachó bien a gusto una vez utilizados 30 minutos para comer placenteramente.

martes, 5 de febrero de 2013

Corneja negra (Corvus corone corone)


En ocasiones, la corneja se impacienta y opta por tirar pinzando con el pico de las rémiges primarias o las rectrices de las aves de presa.


Pertenece a la extensa y cosmopolita familia Corvidae con 120 especies. Gozan de primacía evolutiva ante los demás pájaros por su eclecticismo y adaptación gracias al elevado grado de psiquismo que demuestran. Son los gigantes del orden de los Paseriformes, robustos y de pico largo y fuerte.
El plumaje de la corneja (Corvus corone corone) es completamente negro, y es la menos gregaria de los córvidos. La vemos habitualmente en pareja o solitaria. Es un gran pájaro con una envergadura de unos 100 centímetros y un peso de 450 a 550 gramos.

Se sabe que viven muchos años y esa experiencia la dosifican durante su existencia emparejada, fiel de por vida. Pero, si hay algo que me atrae sobremanera es su compenetración tan señalada. Son de las mejores estrategas de la fauna ornítica y, por lo que he visto frente a las fuentes de alimento, parece que nunca coinciden ambas aves mirando al suelo si buscan despojos, cuando una actúa la otra vigila atentamente.

He visto a las cornejas atosigar a un águila pescadora que trataba de alimentarse de un pez recién capturado; mientras una planeaba detrás contra el fuerte viento incordiándola, la otra se situaba enfrente. La rapaz no cesaba de emitir una voz quejicosa por la agobiante presión de los córvidos. También recuerdo, en otra ocasión, una especie de danza disuasoria de los negros pájaros alrededor de un águila real que se alimentaba de un zorro con la intención de repelar hilos de carne o bocados perdidos. Además, son capaces de desalojar a ratoneros, milanos y gaviotas patiamarillas si están protegiendo el alimento previamente hallado por ellas.

Pero, el hambre rompe cualquier norma conductual en la naturaleza y, cuando estas cornejas piratas desvalijaban el comedero, miré por el diminuto roto del hyde y pude contemplar como los milanos que no se atrevieron a bajar al cebo, parasitaban a las cornejas tanto en vuelo como posadas. Pude ver como, si huían en vuelo, se les obligaba a soltar el alimento, e incluso, a una de ellas posada en un árbol frutal le fue arrebatada de una pasada certera la pieza de carne. Seguramente, lograron comer lo suficiente las cornejas y, supuestamente, ocultaron también parte del botín (no es posible que consumieran todo lo que se llevaron). Una vez saciadas, pudieron perder interés por defender la carne y, por lo tanto, su belicosidad característica.

Corneja aprovechando restos perdidos del banquete.
Cuando aguiluchos y milanos tiran con su ganchudo pico de la carne, dejan filamentos fáciles de arrancar para las cornejas.
Habitualmente, cuando una se alimenta, la otra vigila con mucha atención.
A veces, son demasiado descaradas tratando de arrebatar, casi del mismo pico de la rapaz, algún bocado.
Una vez trincado el cacho, sin duda, lo debían de ocultar puesto que regresaban rápidas.

A dos carrillos, iban desvalijando el comedero de todos, con ansia bestial. Tal vez se tratara de la subespecie Corvus corone gorrone.

martes, 29 de enero de 2013

Un fragmento ribereño en la crecida del Ebro


 
El Ebro es el río más caudaloso de la península y ha superado estos días los 2200 metros cúbicos por segundo. En su momento álgido superó los siete metros de altura. Ante semejante avalancha de agua dinamizada por fuerza y velocidad, no ha hecho más que dificultar la actividad habitual de las aves que viven de sus aguas. En estos casos, estas riadas suponen un tremendo atractivo para mucha gente empeñada en fotografiar el hecho como recuerdo. A pesar del frío, la gente no faltó a la cita con el Ebro y su bravura esporádica. Aunque el día era gris, no me perdí el paseo para ver la gran crecida del río y la reacción de sus criaturas. Quería saber como se desenvolverían con tanta cantidad de agua, agua capaz de complicar la existencia de cualquiera de ellas a pesar de sus adaptaciones acuáticas. Como prácticamente toda la original ribera estaba anegada, las aves buscaron nuevos destinos y, esos destinos eran los buscadísimos remansos, donde nadar y bucear supone un esfuerzo menor. El martín pescador frecuenta lagunas freáticas del Ebro donde el agua conserva su claridad fuera de la corriente turbia que arrastra sedimentos, las cigüeñas, garzas reales y garcetas grandes además de gaviotas vadean aguas someras que cubren los campos de labor.
Como sospechaba, a los pies de La Basílica del Pilar bajo el alto muro de contención quedó un pequeño terreno de ribera de apenas diez metros cuadrados donde se hacinaban aparentemente sin problemas dos cormoranes (Phalacrocorax carbo), dos grajillas (Corvus monédula), dos pinzones (Fringilla coelebs), una gallineta (Gallinula chloropus), cuatro azulones (Anas platyrhynchos) y un zampullín chico (Tachybabtus ruficollis) que era la estrella de todas las personas curiosas asistentes.
El pequeño zampullín parecía algo cansado y apenas se adentraba en aguas rápidas, los cormoranes, menos incómodos ante las miradas de la gente, desde la orilla utilizada como posadero buceaban en el remanso aprovechando su calma para sorprender, tal vez, a los peces que pudieran reposar ocultos. A los que parecía faltarles terreno era a los ánades reales cuyos machos montaron una trifulca de cuidado, menudos son los azulones cuando no quieren compartir nada con sus semejantes.



Zampullín chico (Tachybabtus ruficollis) Plumaje invernal.

Cormorán grande (Phalacrocorax carbo) Joven.
Gallineta (Gallinula chloropus)




Pelea entre machos de ánade real (Anas Platyrhynchos)
Grajilla (Corvus monédula)
Pinzón vulgar (Fringilla coelebs)

domingo, 4 de noviembre de 2012

Aquella balsa en un día de calor




Hembra de ganga común (Pterocles alchata)


No, no, no. No es lo mismo, sobre todo en días tórridos, ahuecar y llenar la palma de la mano con agua fresca del arroyo y llevártela a la boca mediante pequeños sorbos que amorrarte (como dicen en mi tierra) de cabeza directamente sobre el agua y succionarla hasta completar el cupo necesario de hidratación. Es el único modo de colmar la sed placenteramente y sentirse absolutamente satisfecho. Vamos, de mitigarla de un tirón sin incómodas pausas viendo con impotencia como escurre el agua entre los dedos. 

 
Hembra de ortega (Pterocles orientalis)

El modo de beber de diferentes especies de aves es lo que veía desde mi observatorio con mucha atención durante un día de calor agobiante y prácticamente insoportable. Cuando las aves se acercaban a beber a la charca perdida en el páramo, sólo las columbiformes (palomas y tórtolas) y las pteróclidas (gangas y ortegas) bebían directamente el agua sin necesidad de echar la cabeza hacia atrás para tragarla. Este fenómeno se conoce como  peristalsis y consiste en sumergir el pico hasta la comisura del mismo y bombear o succionar el agua mediante contracciones del esófago, como hacemos los humanos.
Otros ejemplos similares y rápidos para ingerir líquidos es el de las suimangas (Nectariniidae) y los colibríes (Trochilidae) que lo hacen mediante una lengua protráctil y acanalada. Los loros (Psittacidae) baten hacia arriba el agua provistos de una lengua gruesa y corta. Aunque no sumergen el pico hasta sus comisuras como palomas y gangas, ninguno de estos tres grupos necesita variar su postura para beber.
Las aves marinas, pelágicas, aquellas que se pierden mar adentro, pueden beber agua salada gracias a unas glándulas situadas cerca de los ojos y, mediante una función similar a la ejercida por los riñones al filtrar la sangre, la sal es eliminada por los orificios nostriles. 
Tal vez, lo más cómodo sea conseguir el líquido necesario de las mismas presas capturadas por sus depredadores o, mediante otro tipo de alimentos consumidos por otras especies igualmente adaptadas a los espacios áridos, esteparios o desérticos que, por eliminación de los desechos nitrogenados en forma de ácido úrico (uricotelismo) reduce la demanda fisiológica del agua.

 
Grupo de jóvenes palomas torcaces (Columba palumbus)

Abrasándome dentro del hyde, atendía visualmente los minúsculos y fugaces tragos de variados pajarillos mientras bebían, entraron entonces, recelosas, unas torcaces y unas ortegas, enchufaron el pico en el agua y la bombearon sin mover la cabeza con tragos que se adivinaban perfectamente. Una vez saciadas, la paladeaban complacidas y satisfechas al haberse quedado bien a gusto…y yo, desde el interior del hyde muerto de sed al haber consumido el agua de la botella, solo me quedó el consuelo de pensar desde mi desesperación: ¡así se bebe, si señor!

 
Pombão  (Patagioenas picazuro). Paloma de distribución meridional en Brasil; también presente en Argentina, Bolivia y Paraguay.

 
Urracas (Pica pica) bebiendo en la balsa.
Las narinas de la urraca de la izquierda quedan al descubierto mientras sumerge la mitad del pico para beber, no así en las columbiformes y pteróclidas que quedan bajo el agua. Mientras la urraca de la izquierda coge agua, la de la derecha, en la segunda fase, levanta la cabeza para que el líquido penetre por gravedad y, simultáneamente, vigila el entorno. Esta sucesión intencionada de vigilancia a la hora de beber es propia de muchas aves; unas vigilan mientras otras beben.


sábado, 6 de octubre de 2012

HYDE PARK; LONDON CITY.


8 -9 -2012
Fruto del tejo; Yew (Taxus baccata) Hyde Park.

No sólo hay buenas observaciones de fauna silvestre en el monte, los parques, sobre todo los respetados y cuidados por sus transeúntes, son un auténtico filón para disfrutar en primera línea de las habilidades de sus inquilinos alados y terrestres.

Hyde Park es un parque municipal ubicado en la zona central de la ciudad de Londres. Su tamaño es de 1.4 km² y se inauguró en 1637; fue sede de la Gran Exposición de 1851. Antes de abrirse al público, estaba cercado como un parque de venados y usado para la caza.

Al acercarme al lago en un estupendo día soleado, lo primero que encontré fue a una persona con su carrito de compras y una bolsa llena de pan que, poco a poco, fue vaciando y repartiendo entre las aves acuáticas. Todas agrupadas esperaban ordenadamente la ocasión para lanzarse oportunamente hacia el alimento. Terminada su encomiable tarea, el buen hombre, observó, como no puede ser de otro modo, su labor solidaria con satisfacción. Anteriormente, quedé embelesado mirando con curiosidad y a una distancia prudente, como una solitaria mujer ofrecía también manjares sobre la palma de su mano y, como con paciencia absoluta, esperaba a que bajaran del ramaje de un árbol herrerillos y carboneros. No me atreví a fotografiarla pero, reconozco que estaba muy familiarizada con ellos.

Pero volviendo al lago, frente a las aves expectantes, nos tocó el turno a nosotros. Por fortuna, todavía tenían hambre. Curiosamente, siempre hay aves de tamaño medio y pequeño que merodean cerca de la orilla; ánades, porrones etc, junto a fochas comunes y alguna gallineta. Las gaviotas ocupaban la zona más alejada. La jerarquía se establece siempre del mismo modo; haciendo uso de la fuerza, el tamaño es determinante. Las aves más ágiles explotan su capacidad acrobática para sacar bocado, como las gaviotas reidoras que, aunque no tienen la fuerza natatoria de los patos a pesar de sus palmeadas patas, si los aventajan con la habilidad de su vuelo. Por eso una gaviota partiendo en vuelo desde el agua, alcanzaba un punto determinado antes que un pato lo hiciera nadando. Los ánades reales adelantados a las fochas, porrones moñudos, pato mandarín, gallinetas y gaviotas reidoras, eran los que tenían el mando. Todos buscaban un espacio a su alrededor bien defendido de otros congéneres, incluyendo otras especies. Las gallinetas, sin membranas interdigitales, carecen de la velocidad de patos y fochas (estas últimas con membranas lobuladas) y, su pequeño tamaño, las relega a las últimas posiciones delante de sus jóvenes vástagos. Con la llegada de los gansos del Nilo y barnaclas canadienses los anteriores comensales van abriéndoles hueco y, posteriormente, llegan los ánsares que apartan a éstos últimos. Al final, la cúspide de la pirámide jerárquica la ocupan los reyes del lago, que son los cisnes. El tamaño impera.

Evidentemente, este orden establecido es menos violento que en estado salvaje. De algún modo, las aves del estanque aprenden gracias a su interacción diaria aun siendo el alimento abundante, que basta con leves intimidaciones para abrirse camino entre los competidores. Como en las aves de granja no enjauladas, hay dominantes y dominados.
Alimento y un territorio para criar, como defienden los etólogos, son intereses cruciales muy peleados por las aves, sobre todo silvestres. Y, el invierno, es la estación más crítica para las más débiles que compiten por la comida con sus congéneres. Las aves al agruparse se benefician de una cobertura eficiente para vigilar la presencia de predadores y, por supuesto, suman más ojos para detectar fuentes ocultas de alimento. Pero, también provoca una alta rivalidad entre ellas y, las más fuertes, tienen prioridad ante cualquier hallazgo a pesar de que el individuo débil que lo haya encontrado advierta durante un forcejeo su inferioridad. Éste dejará paso al dominante, precisamente, para evitar el combate, ya que un nefasto percance le impediría la oportunidad de buscar alimento en otro lugar.

Por otra parte, parece que la obstinación de continuar la batalla podría responder a ciertas y equilibradas posibilidades, que darían como vencedor a cualquiera de las dos aves. Estas luchas ocasionalmente cruentas que pueden acabar con uno de los contendientes muerto, generalmente, se producen por la pretendida ocupación de un territorio. En cualquier caso, si uno de los interesados en adjudicarse dicho territorio advierte que sus posibilidades son escasas a pesar de la imperiosa necesidad de procrear, su retirada resultaría ventajosa, puesto que todavía tendría opciones de ocupar otro territorio, algo inalcanzable si perdiera la vida en una lucha sin posibilidades.

Resultan simpáticas las aves en  parques de este tipo pero, ese conjunto de aves aparentemente bien allegado, es producto de la abundancia de alimento ofrecido por gente que disfruta de su presencia. El mundo y su fauna lejos de estos espacios urbanos, desgraciadamente, es bastante más selectivo y, por lo tanto, más crudo.

                     
Focha común; Coot (Fulica atra) localizando plantas subacuáticas.

Sumergiéndose...

Emergiendo con la recolección.

Paloma torcaz; Woodpigeon (Columba palumbus) consumiendo frutos del majuelo (Crataegus monogyna).

Desde lo alto del paseo, una garza real; Grey Heron (Ardea cinerea) se solea ante la mirada atenta de los transeúntes. 

Porrón moñudo; Tuffed Duck (Aytya fuligula) muy presente en las peleas por la comida.

Posadas en los amarres del lago, las gaviotas reidoras; Blak-headed Gull (Larus ridibundus) aguardan su oportunidad observando atentas a las personas con bolsas de plástico.

Gaviota reidora; Blak-headed Gull (Larus ridibundus) en plumaje invernal.

Ganso del Nilo; Egyptian Goose (Alopochen aegyptiacus) en atención y dispuesto para los lances.

Ganso del Nilo ilustrado en un papiro egipcio con textos jeroglíficos (British Museum).

La gallineta; Moorhen (Gallinula chloropus) ocupa la zona de maraña vegetal desde donde aparece cuando atisba transeúntes con alimento.




Bueno, aquí entramos en otra sección; la del pájaro de limpieza del parque. Es una corneja negra; Carrion Crow (Corvus corone) y está consumiendo los restos de una rata gris Norway Rat (Rattus norvegicus) en la zona ajardinada donde descansa y pasea la gente. Buen trabajo.



Una de las especies más simpáticas de este recinto es la ardilla gris; Mexican Grey Squirrel (Sciurus aureogaser), originaria de Guatemala y del este y oeste de México. Fue introducida en Reino Unido donde se ha expandido con éxito.  


Es un verdadero placer dar de comer de la mano a una paloma torcaz; Woodpigeon (Columba palumbus). Una paloma que se ha sumado también junto a la paloma doméstica, a las bondades del oportunismo ofrecido por parques y ciudades.

Las palomas, más confiadas, rodean y abordan a todo aquel que aporte comida. Si uno la lanza a los patos, ellas siempre están debajo picoteando las migas que caen de los jirones del pan.

Una joven gallineta descubre el beneficio de tierra firme al abandonar el agua donde sus posibilidades de competir con el resto de acuáticas eran inciertas. 

La garza real; Grey Heron (Ardea cinerea) es un ave muy desconfiada. Al sentirse descubierta en su medio natural, emprende el vuelo emitiendo una voz ronca y áspera muy audible.
Me llamó la atención esta estampa entre la persona y la zancuda donde sobran más palabras.

El cormorán; Cormorant (Phalacrocorax carbo), muy especializado en la pesca, no acude a los visitantes para comer. Aunque había cormoranes soleándose en el parque, éste fue fotografiado al día siguiente mientras reposaba bajo la espectacular construcción del Parlamento Británico a orillas del Río Támesis.



Y…,en el Río Támesis, fue donde disfruté de la agilidad de las gaviotas reidoras después de avituallarlas sobre el agua mientras revoloteaban supuestamente desordenadas. Pasamos seguidamente, a lanzarles la comida al aire desde donde la capturaban con una pericia manifiesta digna de asombro. En el aire me parecieron más ordenadas, ya que formaron un carrusel y cada una daba buena cuenta de su turno gracias a su habilidad.

Para terminar esta entrada que, espero, os haya entusiasmado, quiero recordar a una persona muy entrañable y amiga de estos paseos por los parques, sobre todo, a la hora de disfrutar con los animales que los habitan. Me refiero a Clariana http://pensaipinta.blogspot.com. Muchísimo ánimo y esperanza para tu pronta y definitiva recuperación.