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domingo, 13 de febrero de 2011

Preprimavera y un narciso presumido.



La imagen de los almendros en flor es la antesala de la primavera ya próxima. Creo que, a veces, nuestra primera reacción frente a la inmaculada blancura de sus ramas escarchadas es la de una prolongada y sentida inspiración. La mirada, prendada por la cegadora visión del almendro florido en pleno invierno, nos lleva a soñar. A muchas y muchos, en el resurgir de la vida protagonizado por los mamíferos, las aves, los insectos y todo…, todo un mundo de plenitud y renovación. Otras y otros, en el romance de la naturaleza por su seducción, su esplendor, su belleza; porque se vive en lo más profundo del alma y se guarda celosamente en corazones compartidos.








Narciso con araña cangrejo dispuesta a sorprender a una próxima víctima.

El narciso (Narcissus assoanus) es una planta de pequeño tamaño que no supera los 25 centímetros. Es bulbosa y perenne, de hojas estrechas y lanceoladas con una flor de amarillo intenso muy perfumada. Crece en claros de carrascas y pinares, pastizales secos y pedregales de ladera. En las repisas de los roquedos suelen abundar formaciones espectaculares de esta planta, que tiñen de amarillo vivo su superficie.
Como la flor del almendro, el narciso, también florece en febrero. Son de las más tempranas.



Se les conoce con los nombres vernáculos de farolitos, cazoletas..., también parecen juegos de café de diseño.

Según la versión mitológica griega, Narciso, hijo del dios río Cephissus y de la ninfa Leiriope, irradiaba tal belleza que era centro de deseo tanto de doncellas como de muchachos ávidos de su amor y de su irresistible hermosura, pero él, les rechazaba sin contemplaciones. Como castigo a su vanidad excesiva, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que se enamorara profundamente de su imagen reflejada en el agua. Absorto, contemplando su figura e incapaz de abandonarla, se arrojó a ella. Allí donde cayó su cuerpo, germinó una bella flor, haciendo honor a su nombre y la memoria de Narciso.


Que simetría tan elegante la de los pétalos del narciso de la derecha. A pesar de la mitología, este narciso…no escarmienta.

Me gusta mirar la humilde pero compleja flor del narciso. Más que una pretenciosa flor que se mira a si misma, veo una manifestación de timidez y modestia. Si sus lanceoladas hojas se dispusieran detrás del tallo, plasmarían esa actitud.
El caso es, que analizando el narcisismo del narciso, encontré un interesante grupo de cuatro ejemplares en una rinconada abrigada, de los cuales, uno destacaba por cierto aire coqueto. Con esta visión pareció borrarse de mi pensamiento esa falsa modestia de la flor, viéndola algo más pretenciosa gracias a “esos adornos extras" logrados en tres intercalados pétalos que lucía con desparpajo simulando encajes.

Está claro que las plantas tienen que evolucionar, captar la atención de más polinizadores para lograr su reproducción. Está claro que vale todo. Aunque esto comience siendo un fallo genético o quién sabe qué, todo va cambiando lentamente.

viernes, 21 de enero de 2011

Contrafuego


Alcornocal (Quercus suber) Cambarco (Cantabria)

La pintura “intumescente” es un material compuesto por elementos que, bajo la acción calorífica del fuego, cambia su estructura reaccionando entre ellos para formar un aislamiento multicelular. Dicha pintura se aplica con un espesor de 625 micras, según normas vigentes.
La alta temperatura del calor del fuego, provoca un aumento de volumen en la pintura de hasta cien veces su espesor nominal por intumescencia de la película de pintura aplicada, con una capacidad aislante del fuego que protege la estructura de la construcción interponiendo una barrera útil que aumenta el tiempo de aislamiento en el cual, las altas temperaturas podrían afectarla y destruirla.
Es una protección pasiva contra el fuego. La mayoría de las estructuras de edificaciones fabricadas en todo tipo de materiales, se hallan protegidas por estos productos ignífugos por normas obligatorias de seguridad. Es el tiempo necesario para que la actuación de los bomberos sea lo más efectiva posible.

Y precisamente, lo comentado con anterioridad, fue lo que pasó por mi cabeza cuando vi esta ladera quemada con los alcornoques supervivientes reverdeciendo. Gracias a esa capa mágica intumescente de corcho, los alcornoques evitaron el achicharramiento de su núcleo vital. La función más importante del corcho en el alcornoque es la de protegerle del fuego, muy frecuente en las regiones de clima mediterráneo donde se asienta. Es una protección fabricada magistralmente por las células muertas y huecas que, se van creando desde el interior de la capa madre hacia el exterior. Al arder, sólo lo hace la parte exterior más porosa, quedando la interior cerrada a la entrada de aire y por lo tanto, a la combustión. De este modo, aunque el follaje sea destruido, queda protegida su zona vital, pudiendo rebrotar una vez extinguido el incendio. Por eso, estaban vivos.





La recogida de corcho en lugares con alcornocales densos, da trabajo a la gente del campo, y en esta labor, hay especialistas en descortezarlos minimizando los daños al árbol.



El descortezamiento por la demandada utilidad del corcho, deja al árbol desprotegido ante la posibilidad de un incendio.


La corteza es de color grisáceo, poco densa y con multitud de grietas profundas a lo largo del tronco en los árboles que no han sido nunca descorchados.