La imagen de los almendros en flor es la antesala de la primavera ya próxima. Creo que, a veces, nuestra primera reacción frente a la inmaculada blancura de sus ramas escarchadas es la de una prolongada y sentida inspiración. La mirada, prendada por la cegadora visión del almendro florido en pleno invierno, nos lleva a soñar. A muchas y muchos, en el resurgir de la vida protagonizado por los mamíferos, las aves, los insectos y todo…, todo un mundo de plenitud y renovación. Otras y otros, en el romance de la naturaleza por su seducción, su esplendor, su belleza; porque se vive en lo más profundo del alma y se guarda celosamente en corazones compartidos.
Narciso con araña cangrejo dispuesta a sorprender a una próxima víctima.
El narciso (Narcissus assoanus) es una planta de pequeño tamaño que no supera los 25 centímetros. Es bulbosa y perenne, de hojas estrechas y lanceoladas con una flor de amarillo intenso muy perfumada. Crece en claros de carrascas y pinares, pastizales secos y pedregales de ladera. En las repisas de los roquedos suelen abundar formaciones espectaculares de esta planta, que tiñen de amarillo vivo su superficie.
Como la flor del almendro, el narciso, también florece en febrero. Son de las más tempranas.
Se les conoce con los nombres vernáculos de farolitos, cazoletas..., también parecen juegos de café de diseño.
Según la versión mitológica griega, Narciso, hijo del dios río Cephissus y de la ninfa Leiriope, irradiaba tal belleza que era centro de deseo tanto de doncellas como de muchachos ávidos de su amor y de su irresistible hermosura, pero él, les rechazaba sin contemplaciones. Como castigo a su vanidad excesiva, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que se enamorara profundamente de su imagen reflejada en el agua. Absorto, contemplando su figura e incapaz de abandonarla, se arrojó a ella. Allí donde cayó su cuerpo, germinó una bella flor, haciendo honor a su nombre y la memoria de Narciso.
Que simetría tan elegante la de los pétalos del narciso de la derecha. A pesar de la mitología, este narciso…no escarmienta.
Me gusta mirar la humilde pero compleja flor del narciso. Más que una pretenciosa flor que se mira a si misma, veo una manifestación de timidez y modestia. Si sus lanceoladas hojas se dispusieran detrás del tallo, plasmarían esa actitud.
El caso es, que analizando el narcisismo del narciso, encontré un interesante grupo de cuatro ejemplares en una rinconada abrigada, de los cuales, uno destacaba por cierto aire coqueto. Con esta visión pareció borrarse de mi pensamiento esa falsa modestia de la flor, viéndola algo más pretenciosa gracias a “esos adornos extras" logrados en tres intercalados pétalos que lucía con desparpajo simulando encajes.
Está claro que las plantas tienen que evolucionar, captar la atención de más polinizadores para lograr su reproducción. Está claro que vale todo. Aunque esto comience siendo un fallo genético o quién sabe qué, todo va cambiando lentamente.