Cuantas veces, inmersos en el trayecto de una senda cualquiera, topamos paralelamente con la ribera de un río y, como es habitual en la curiosidad humana, sucumbimos a su encanto asomándonos a la corriente de agua. Entonces, un ave de pequeño tamaño sale sonoramente despavorida. No la apreciamos mientras recorría el limo ribereño pero, al levantar el vuelo, no sólo vemos el fanérico contraste de sus alas oscuras y el blanco obispillo, además, escuchamos su agudo, aflautado y audible reclamo de alarma mientras aletea con fuerza alejándose zigzagueando cual agachadiza.
El andarrios grande (Tringa ochropus) es un ave que cría en Europa central; invernante peninsular, con desplazamientos postnupciales de julio a septiembre y, prenupciales entre marzo y abril. Ocupa una vez asentada, ríos, arroyos lagunas, charcas y también acequias, preferentemente, con zonas fangosas.
En su huida, el mayor de los andarríos, inadvertido muchas veces sale ahuyentado fugazmente bajo nuestras propias narices, siendo su voz la que nos alerta de su presencia. Fotos diciembre 2012.
Balsa del Mortero 11-9-2010 – 8´24 h. a 11´01 h. (Nota de campo)
En esta pequeña charca elevada del páramo turolense, lejos de cualquier núcleo urbano, un andarrios grande lleva desde las 8´24 horas rebuscando afanosamente en el limo enriquecido con invertebrados para obtener parte de su alimento favorito; coleópteros acuáticos y sus larvas, crustáceos, chinches, moscas, larvas de libélula, anélidos y moluscos, incluidos también pececillos y algo de materia vegetal. No resulta extraña la presencia de un ave aislada y solitaria, donde rara vez consiente a otros congéneres y, menos, en un lugar tan ajustado como el de la charca mencionada. Esta especie apenas se reúne en bandos de más de seis individuos, considerándose un ave reacia a las multitudes salvo en la concentración de sus migraciones.
Desde el interior del hyde espero atento la llegada de las ortegas al bebedero, aunque van llegando escasamente, no pierdo detalle de las vueltas que lleva el andarrios por la orilla limosa. Las capturas se le dan bastante bien pero, el pequeño tamaño de sus presas le obliga a proseguir sin descanso vuelta tras vuelta. En esta mañana tan tranquila donde hoy entran pocas aves, tenemos toda la balsa solamente para nosotros dos. Y, poco antes de finalizar la observación de dos horas y media, la limícola, bajo la acentuada soledad turolense me deja perplejo -reconozco que me asombro con detalles muy simples- y, éste, no va a ser menos. Puedo ver en primera persona, en exclusiva, el descanso placentero de un ave con el nervio de acero, desconfiado e intratable ante sus congéneres relajarse cómodamente una vez cumplida la obligada misión de alimentarse.
No lo puedo evitar, he alucinado viendo como sesteaba el asustadizo y estridente andarríos grande.
Fin de siesta y, estiramiento; a seguir con la rutina alimentaria.
Feliz 2013






























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