
A principios de este mes estuve frente al desfiladero del cañón rocoso del río Mesa, sin duda, fascinante paisaje. Quedé, como siempre suelo hacer desde la terraza de casa, embelesado, siguiendo el vuelo de los buitres en su vaivén aéreo. Van y vienen llenando el espació con su enorme silueta planeadora. Circulaban con ligero ajetreo, ocupados en la reparación de los nidos sin mucha actividad todavía, eso sí, con los oportunos momentos de copula para adelantar el tajo.
Decía que, me quedé como suele decirse, absorto, y al rato, descubrí como a una velocidad relativa aparecía la luna, ascendía sobre el horizonte pétreo del Solarium, donde los buitres apuraban los últimos rayos de sol antes de tomar rumbo a su farallón dormitorio. Espectacular la luna como complemento ornamental de los buitres en los últimos instantes iluminados del día.

El año pasado vi como iban malográndose varios nidos de esta rapaz después de haber visto a los pequeños pollos recién nacidos, francamente, no sé que pudo ocurrir. Existe un comedero cerca y, la curiosidad hizo que tiempo atrás, acudiera para ver su ubicación y comprobar de éste modo, el formato tan chapucero con el que fue construido y gestionado, capaz de hacer vomitar a los mismísimos buitres. Era un vallado cerrado, había una rampa con unos topes para las ruedas traseras del camión y, desde allí, colocado correctamente para la maniobra, poder volcar el contenido de su carga. Al bascular, se aprecia que todo cae amontonado, sólo vi un repugnante montón de pelo, huesos, cuero y grasa putrefactos. Ni siquiera se molestaron ni se molestaban en extender los animales.

Actualmente, desde la aprobación de la nueva normativa el día 14- 11- 2011 por el Consejo de Ministros, podrán los ganaderos por fin, abandonar las reses muertas en el campo, como se hizo toda la vida en convivencia con la naturaleza, con organización ecológica y gracias a los carroñeros, mejores garantías sanitarias.
Fue en los años noventa cuando la aparición de Encefalopatías Espongiformes Transmisibles (EET) incluida las más conocida como “enfermedad de las vacas locas”, provocó la alarma y la consiguiente prohibición de abandonar como medida preventiva todo tipo de animales en el monte, obligando a los ganaderos a soportar la tasa de un costoso proceso de eliminación de cadáveres impuesto por la Unión Europea.


Hembra de buitre leonado protegiendo a su pollo de escasos días de edad en 2010.
Hay otro en la parte baja custodiando su destartalado nido, en el que afortunadamente no criaron, pues se deshizo fácilmente por la mala ubicación.

Hembra de buitre leonado incubando en su nido en 2011. A pesar de los atentos cuidados al pollo tras cuatro o cinco semanas de vida, desapareció por causas que desconozco.
Espero que este tercer año consiga alcanzar su propósito reproductor con éxito.