
Reveladora imagen de un adulto receloso, captado por Javier Abrego, durante el carroñeo de pollos de granja.
El buitre leonado (Gyps fulvus), es la rapaz cuya silueta, siempre aparece en el campo visual de nuestros prismáticos. Planeador constante, viajero infatigable de largas singladuras y sobre todo: eficaz en sus prospecciones cuando de hallar carroñas se trata.
Es un ave muy familiar en el entorno antropógeno, pudiéndosele considerar como una especie más de la
fauna semidoméstica que cohabita con el hombre.
Estampa que define por sí sóla el binomio ancestral entre buitre y ser humano.
Después de la intensa jornada de cría, iniciada desde finales de diciembre hasta últimos de agosto, los progenitores pasan dichas pruebas de atención a su descendencia, con una perseverancia infinita.
Han de efectuar largos desplazamientos, soportar agresivas disputas en las carroñas para llevarles los mejores bocados, procurar menguar los espacios de tiempo entre cebas y, obstinarse en la dura protección del pollo ante la inmisericordia del sol y la lluvia. Son todas ellas, labores de un enorme desgaste físico para estas gigantescas aves planeadoras.
Por supuesto, han de evitar ser victimas del veneno, siendo esta una cuestión de azar impuesta por la
irracionalidad del hombre.
El joven, a la izquierda, ya no tiene acceso al nido. Sus progenitores, le despachan al haber cumplido su etapa familiar.
A pesar de volar correctamente, es ahora, cuando comienza un verdadero calvario para este inexperto.
Una de mis pasiones es precisamente, la prospección de laderas bajo los cortados calizos, en busca de estas y otras aves accidentadas. Son bastantes los cúmulos de plumas hallados bajo sus colonias pero, de jóvenes que perecieron en circunstancias desconocidas. Es tan difícil coincidir en el momento oportuno…
Hay veces en las cuales, la persecución a un joven buitre leonado con problemas se complica, puesto que, aún con sus facultades mermadas, guardan cierta capacidad de desplazamiento. Llegan en ocasiones a agotarme y, a volverme loco en la desesperada carrera monte a través. Lo más dramático, es encontrarlo muerto posteriormente pasados varios días, al no haber logrado el ansiado objetivo.
Los accesibles cadáveres, de las mal llamadas alimañas, son la tentación al hambre de los carroñeros. El alimentarse de su carne, puede suponer la muerte, si han sido previamente envenenados.
El año pasado, cerca del nacimiento del río Asón (Cantabria), hallé a un ejemplar joven de la mencionada carroñera, tumbado sobre la gravilla al lado derecho de la estrecha carretera. Parecía aguardar su destino irreversible, con la línea de la agonía.
La escasa gente de paso por el lugar, curioseaba, pero…, (es de comprender, desconociendo a semejante ave, y con su volumen, que fueran capaces de recogerla). Paré inmediatamente, y a la par, hizo lo mismo otra persona, colocándose algo apartado del ave en cuestión.
Utilizando una vieja colcha y con mucha precaución, se la eché encima; pues el picotazo de una rapaz tan poderosa como el buitre leonado, podría herir de consideración y acarrear serias infecciones.
Todo sobraba en aquel ejercicio de captura, la rapaz, no tenía fuerza ni para quejarse.
Le ofrecimos algo de agua que fue consumida con desesperación. Poca, ya que pasado tanto tiempo sin beber, saciarle, no era recomendable.
No es tan difícil hallar los cuerpos yertos, de los malogrados jovenes
Imaginaros, la lenta agonía que padecen estas criaturas, cuando están abandonadas a su suerte en lugares ocultos, hasta que son devoradas incluso, durante su débil hilo vital.
Pero el caso presente, terminó por fortuna de la mejor manera posible. La persona que también se preocupó del necrófago, tenía a su mujer encargada del centro de recuperación de fauna. Que casualidad más oportuna.
La población de buitres leonados, ha sufrido muchos vaivenes a lo largo de su historia en compañía del hombre moderno. Una de las peores lacras es el veneno, sin olvidar las absurdas normas comunitarias cumplidas a rajatabla para, racionar los animales muertos y distribuirlos en apestosos muladares excesivamente organizados y de salubridad muy deficiente.
Ahora, alzando de manera incontrolable el nivel de dificultad, llegó para este desdichado volador, el muro eólico, enclavado inoportunamente en lo alto de nuestras sierras.
La energía que llaman limpia; y que lo será, cuando la efectividad de sus turbinas, nos deje el cielo despejado de esta emblemática rapaz de vuelo prospector incansable.

Este ejemplar, ha sido una buena reserva de alimento durante más de un día para algún oportunista. Paradojas de la vida, en el mundo del carroñeo.