
La vulnerabilidad de los jóvenes después de abandonar el nido, ocasiona bastantes bajas.
Unos días después de la liberación del infortunado búho real (Bubo bubo), revisé los restos recogidos durante el campeo bajo los cortados del tranquilo barranco calizo. Lo que parecía una extraña muda que podía subsanarse con unos días de reposo, resultó ser algo más complejo. Las plumas rémiges y rectrices desprendidas durante sus andanzas nocturnas, sólo tenían poco más de seis centímetros de desarrollo fuera de la vaina de muda, y ésta, carecía del grosor natural de un plumaje sano. Esto me hizo sospechar que realmente, el joven no volaría jamás. La vaina, era un raquítico cañón amorfo y sin consistencia, cuyo final se ensanchaba ligeramente al dejar salir la nueva pluma; tenía forma de copa y se fracturaba con facilidad. Para comprobar el estado físico de la rapaz nocturna, hice seguimientos esporádicos con intención de recuperarla.
Ejemplo de acariosis en plumas rectrices ( 4 lado izquierdo ) y rémiges ( 4 lado derecho ); se observa el subdesarrollo de las mismas y la inutilidad para el vuelo.

Detalle de las vainas de crecimiento.
El 29- 9- 1985, confirmé la sospecha al capturar de nuevo a la rapaz condenada a caminar (por la incapacidad de volar) y el estado del plumaje era el mismo. Al manipularla mientras la observaba, detecté una herida gangrenada y seca en la parte superior del ala izquierda. Tenía muy mal aspecto, a través de ella, era posible reconocer la parte ósea del radio y el cúbito, además de insectos necrófagos pululandola.
Cuando la preparaba para el traslado al centro de veterinaria, un repentino forcejeo hizo que el búho acertara a clavarme una de sus uñas (la posterior) en la muñeca izquierda; las otras tres quedaron cerradas por fortuna. Quedé estupefacto mirando como el curvo punzón se hundía en la carne con una facilidad pasmosa. Traté de abrir la garra, cosa imposible, todavía apretaba más y sus ojos parecían enloquecidos, como a punto de estallar. La deposité en el suelo lentamente, seguía aferrada a mi muñeca, pero, era la única manera al no sentirse sujeta, de que me soltara. Sudor, náuseas, malestar general fueron los síntomas posteriores por la herida. Me tumbé en el suelo para despejarme y simultáneamente maldije el seguimiento del búho real. Al cabo de una media hora, desperté y la rapaz había desaparecido. El dolor en la muñeca empezó a hacerse insoportable.
Para hacernos una idea del tamaño de las uñas del búho real, reproduzco la escenificación del momento del accidente, ahora, sin riesgo alguno. No duró mucho el rencor y, la semana siguiente, continué la búsqueda sin resultados satisfactorios. Después de varios fines de semana buscándola infructuosamente y a pesar de ver al ejemplar adulto al final del barranco, no dimos con ella. El tiempo pasaba en su contra y las esperanzas se esfumaban.

El perímetro en rojo, delata la zona alar y caudal donde deberían estar las plumas rémiges y las rectrices.
Finalmente, localizamos a la rapaz incapacitada dos meses y medio después a más de 500 metros de distancia del lugar de nacimiento, muerta e intacta. Era lógico, aparte del plumaje defectuoso, la grave herida alar; dos lastres excesivos para un ave condenada ya desde su nacimiento sólo a caminar. Lo más cruel, fue determinar la incógnita sobre el desplazamiento. Todo el camino recorrido hasta el lugar del hallazgo, era debido posiblemente al destierro, la emancipación forzosa. Seguramente, en octubre, los progenitores la obligaron a abandonar lo que hasta la fecha fue su territorio familiar. Comenzaba otro nuevo ciclo de reproducción para los adultos y ella, ya no era bien recibida.

No había esperanzas de encontrarla con vida pasadas tantas semanas, sobre todo, al haberle detectado una herida tan grave. Este fue el final de una cruda realidad como tantas otras que acontecen en la naturaleza.
Conclusión; tras el recuento de las plumas recogidas, fueron tres los pollos de búho nacidos. Aunque dos de ellos, murieron por causas desconocidas ya en el nido. Los tres sufrieron el mismo parasitismo del ácaro del cañón, que vive en el interior de las plumas remeras y timoneras (rémiges y rectrices). Son muy alargados, durante la muda, abandonan las viejas plumas y se introducen en las nuevas que nacen, alimentándose de queratina que es la proteína que interviene en la formación de las plumas, uñas, pico, etc. las debilitan y se vuelven quebradizas. En este caso, anularon el crecimiento.
Las dos plumas pequeñas de la izquierda, son timoneras del joven de seis meses de edad aproximadamente; la tercera de arriba también, pero, de un ejemplar de unas cinco semanas de edad.
A la derecha, la 1ª es del ejemplar mencionado de unas cinco semanas. Las dos siguientes son del joven incapacitado. Es una diferencia desproporcionada, la de un plumaje completamente sano vista la longitud cilíndrica de la vaina a la de otro parasitado, falto de la pulpa proteica en cantidad equilibrada por la acción de los ácaros. Durante el periodo de cría, una vez abandonado el nido por parte del único superviviente, fue atendido por la hembra puntualmente que siempre estaba cerca. A pesar de las atenciones, si hubiese carecido de la herida, la expulsión del territorio le habría condenado a la muerte por inanición, debido a su insalvable incapacidad.