viernes, 15 de diciembre de 2017

Urraca (Pica pica) en busca de arañas de pared


No voy a escribir sobre la urraca Pica pica de lo que ya se sabe sobradamente. Es un córvido, y como tal, lleva en sus genes la capacidad de descubrir y optimizar recursos para su supervivencia del modo más inteligente, siempre, afín a su eclecticismo.
 

Sé de su mala fama como expoliadora de huevos y depredadora de pollos de pequeños pájaros y otras tantas fechorías con que se la condena desde la implacable ley dictatorial humana. Sin embargo, me sorprendí muchísimo en un vídeo protagonizado por esta especie mientras aguardaba en una azotea la salida de los murciélagos para atraparlos sobre la abertura del hueco entre los ladrillos de un edificio.


En un paseo por la calle Juan Bravo de Segovia (maravillosa ciudad, sin duda) me llamó la atención este tornasolado córvido zarceando por la parte baja de los balcones de un señorial edificio. Aguantaba bien la presencia de los paseantes de esta calle comercial y la vi muy entregada a su labor, tanto, que apenas me prestaba atención y pude fotografiarla lo mejor posible. Después de mirar atentamente, me di cuenta de que el ave arrancaba los tubos de seda donde se alojaban las típicas arañas de la familia segestriidae; esas arañas que suelen tapizar techos y paredes exteriores bien resguardados de las inclemencias atmosféricas en los edificios urbanos. Extraía con el pico la funda de seda con la araña en su interior y la engullía entera. Así estuvo durante un buen rato dada la poca biomasa de los arácnidos para rentabilizar las capturas.

Pinzando una tela de araña con su hospedador dentro.

Engullendo su contenido. 

En este caso, parece haber arrancado con la tela de araña un trozo de yeso de algún recoveco. 

 Pero, separa ambas partes sin dificultad.

En la faz del córvido se aprecia el polvillo al picotear las fisuras e ingerir las sedas manchadas. 



martes, 5 de diciembre de 2017

Imaginando, sin fotos de la especie, la cría del búho real



Como si de un relato se tratara, me atrevo a comenzar esta entrada solamente con palabras. Dicen que una imagen vale más que mil palabras pero, como no hay imágenes de la rapaz, tiraré de mil o más palabras. 

El espacio de nidificación es árido, de secano, aunque el río Ebro no esté muy lejos. 
Han quedado como ilustración unas secuencias fotográficas que acompañarán al texto, y que darán junto a él, la oportunidad de crear a cada uno de los lectores una idea personal de la vivencia sobre el búho real. 

Nunca dejan de llamar mi atención los restos delatores de su presencia. El búho real deja unas señales características a su paso y en sus zonas de descanso. Son para mí una amalgama de historias capaces de confesar muchas cosas sobre sus jornadas de actividad. Esta vez no serán suposiciones acerca de su presencia, sino hechos observados personalmente, pero, reflejados mediante secuencias fotográficas de la tierra que han pisado en su momento.

Ciertamente, uno tiene que haber presenciado muchas horas de observación para compilar en la memoria datos del comportamiento de la rapaz nocturna y hacer uso de sugerentes conjeturas acerca de su conducta, basándose en los rastros directamente plasmados sobre el terreno. Es obvio que, las hipótesis, conviene construirlas sobre bases presenciadas del comportamiento de la especie seguida con regularidad.

Sigo las normas que creo convenientes al pie de la letra, sin salirme de ellas ni un milímetro.
Al escoger el observatorio opté por el punto más discreto de cara al nido. Como lo más importante es la distancia para no adulterar en exceso el comportamiento del búho real, me conformé con un lugar al lado de un gran arbusto que disimulara mi silueta y, por si fuera poco, lo hice dentro de un hyde.


21 de enero de 2017

El nido del búho real está preparado para su utilización. El interior está escarbado y se aprecia bien el espacio que ocupará su moradora para incubar. El generoso año ha dejado días de lluvia reverdeciendo los rincones de la terrera. 


12 de febrero de 2017

Es el día que descubro a la hembra incubando. Había una depresión tan marcada que la rapaz podía achantarse de tal manera que apenas se le apreciaban los penachos cefálicos entre las finas hierbas. Las fotografías se hicieron fuera de uso del nido, y el seguimiento de la cría, desde unos 100 metros de distancia.

 28 de mayo de 2017

El nido ha sido abandonado por el último vástago al que acompañó su madre, y ahora, todos ya tienen su posadero particular. 
Quiero que vayáis comparando las distintas imágenes para asimilar el cambio provocado por la erosión debido al uso continuado del frágil terreno.
Una masa de tierra y egagrópilas desmenuzadas componen la solera del nido, ahora, prácticamente llana. A ambos lados de la oquedad las garras de afiladas uñas de sus moradores se han encargado de facilitar una repisa accesoria para estiramientos y ejercicios alares.

Observaciones destacadas.

1 de abril de 2017

Gracias a la distancia de observación tuve el privilegio de presenciar al macho acudiendo a una despensa cerca del nido. Llegó directamente y se posó receloso en la entrada, miró mi posición notando la novedad del hyde y tras unos segundos se introdujo en la oquedad de la que sacó con el pico la mitad de un conejo. Antes de emprender el vuelo lo sujetó con una de las garras desplazándose acto seguido al puesto de nidificación donde esperaba la hembra. Ésta no prendió la pieza a pesar de la insistencia del macho en ofreciérsela (sabía de mi presencia y optó por la inmovilidad). La dejó él mismo en el lado derecho del nido y se fue. 
Aprovechando el amparo de la penumbra la progenitora comenzó a cebar a los pequeños pollos pacientemente.

8 de abril de 2017

A las 20´40 horas, cuando el sol ha declinado y sólo queda el último hálito de luz, me encuentro al macho de búho real posado frente a su despensa. Esta vez, me mira con excesiva fijación, flexionando el cuello y la cabeza; arriba y abajo repetidamente (lo observo dentro del hyde). Por si fuera poco, sus penachos están semiplegados, expresión indudable de intranquilidad. En la anterior observación la rapaz recelaba, pero con los penachos cefálicos enhiestos. En esta ocasión, después de dudar varios minutos, opta por abandonar su intención emprendiendo el vuelo y perdiéndose en la oscuridad del fondo a baja altura. 

Desconozco el motivo de esta reacción. Dentro del hyde la rapaz no me ve, pero, sé que el bulto le genera sospechas. Tampoco sé si en algún momento pudo pasar alguien cerca, ya que el lugar es bastante frecuentado por paseantes y ciclistas.

22 de abril de 2017 

Tres pollos ocupan el nido junto a su progenitora; dos a ambos lados de ella y, el más pequeño, postergado al fondo del nido junto a la despensa (con todas las moscas y sin opción a curiosear el exterior). Veo como el pequeño hace uso de esa desventaja, que ahora se torna en ventaja y engancha con el pico un cuarto de conejo que apenas le dura unos segundos hasta que lo ingiere. 
Aunque la hembra se acomoda a mi presencia, a la hora de cebar a sus vástagos pliega sus penachos casi al completo, esta acción requiere de movimiento y parece sentirse vulnerable al cargo de su prole dada la tensión del proceso. 
Por cierto, veo que hay alimento de sobra puesto que los mayores siguen curioseando el mundo exterior mientras el pequeño recibe la primera ceba maternal de la tarde; después, claro está, del autoservicio anterior añadido. 


16 de junio de 2017

Antes de que lloviera (por desgracia de las pocas precipitaciones hasta estos días), la hembra se encargó de arreglar su nido como demuestra la fotografía. 
En el 2015 ya utilizó este mismo nido, dejándolo reposar para su limpieza hasta este año que, por lo que se ve, podría ser recuperado para criar el que viene. Normalmente lo utilizan dos años seguidos, y rara vez más, dejando el tiempo necesario para garantizar un grado de higiene contra los parásitos. 


12 de octubre de 2017

Nueva visita de la rapaz nocturna. El centro del cuenco fue utilizado por una garduña como depósito de heces, también en la parte baja del lado derecho de la imagen hay excrementos. El arreglo del sustrato nidal por parte del búho real casi los ha eliminado.


21 de octubre de 2017

Las visitas al nido son menos espaciadas dentro del celo de esta rapaz. En la imagen se ve con nitidez el cambio de tono del material removido en otra nueva actuación. 


28 de mayo de 2017

Huellas de las garras de la familia de búho real durante su actividad nocturna en la época de cría. El vuelo de las rapaces genera la expansión de las partículas más volátiles de la tierra en forma de polvo, dejando un rastro característico.


16 de junio de 2017

Después de la lluvia (muy escasa este año) el agua borra todas las señales de las correrías de los búhos, devolviendo en parte, el estado compacto de la terrera.

Observación más destacada.

27 de mayo de 2017 (Apunte observado en la repisa de la imagen superior)

Más desinhibido en su posadero habitual y exclusivo, el pollo más joven descansa profundamente sin inmutarse ante el paso de los milanos negros y cigüeñas. 

A las 21´16 horas la tarde comienza a caer y el joven se levante y se despereza. Ahora se arregla el plumaje. Veo como se activa cada vez más. El giro del telescopio horizontalmente me da la altura precisa del posadero de los dos pollos, de éste modo, no tengo que variar nada más. Una vez el pollo del posadero derecho abandona su descanso, giro lentamente hacia la izquierda donde está su hermano, éste, muy temeroso. Para mi sorpresa, topo a mitad de camino con la corpulenta hembra que me mira fijamente con los penachos horizontales. Ahora entiendo por qué esa zona de la terrera está tan erosionada ya que es el lugar de encuentro desde el abandono del nido.
Da la impresión de que la hembra se puede ir en cualquier momento, sin embargo, para mi favor, aguanta con sus garras clavadas en el sustrato polvoriento. 

La luz es escasa, pero, por fortuna, al estar posada en la terrera, sobre el tercio superior, la poca luz existente aumenta por la claridad del fondo claro. Con la madre los pollos se confían más, y provocan que ella mire apurada a ambos lados por el peligro que supone mi presencia. 
Giro hacia la izquierda para ver al otro vástago más temeroso y lo veo en el vértice del desplome, casi en lo más alto de la cortadura y, más abajo, se halla su hermano. Están muy animados y ello provoca la sucesión de miradas a ambos lados de la progenitora para controlarlos. 
Sin embargo, soy yo quien acapara su atención. Con el tiempo que lleva en el mismo lugar, estoy convencido de que aguantará durante mucho más tiempo.

Ya son las 21´38 horas y la hembra lleva frente a mí 18 minutos.
En éste momento, se multiplican los movimientos de su cabeza, la veo algo más alterada el insistente en un mismo punto de atención. No sé qué puede ocurrir, tal vez alguien andando por el camino, no sé…
Giro el telescopio hacia la fuente de atención de la hembra y doy con el macho. Aunque estoy al descubierto, lo tengo más cerca que las ocasiones anteriores y no se inmuta (a veces hay comportamientos que no logro entender). La escena incrementa mis expectativas acelerando mis pulsaciones. El momento es excepcional. Tiene un conejo entre sus garras, supongo que la rapaz habrá salido del vetusto tamariz donde se oculta diariamente, es por ello, por lo que no ha advertido mi presencia hasta el último momento. Allí está preparando la presa y algo tenso, creo que por mi ubicación no muy alejada o por la posible aparición de algún molesto intruso. Tiene los penachos casi plegados y los ojos a punto de salirse de sus órbitas. A pesar de todo el macho sigue con su trabajo, comer algo del lagomorfo, siempre, de la parte anterior para guardar el resto para su descendencia.

No puedo precisar si es mi presencia la que le presiona o es el hecho de manipular la carne de su presa. El lugar donde está posado es un bloque más bajo que el tajo principal (el bloque de las ofrendas a la hembra).
No deja de mirar en todas las direcciones y la hembra lo aguarda con impaciencia. Duda el macho si prender el conejo con las garras o con el pico. Como la presa está casi entera y algo pesa aunque sea un gazapo, lo hace con las garras. No sé a dónde irá, y se desplaza a unos 10 metros hasta lo alto de la terrera, en el borde (ahora, más expuesto). Picotea la presa y se la acomoda entre las garras de nuevo; no sé qué dirección tomará. Aprovecho para restar los aumentos de 60 a 20 para ampliar el campo de visión y ganar más claridad durante su trayectoria. Se deja caer a media altura de las terreras donde la luz es bastante más deficiente. Por fortuna, consigo seguirlo hasta que se posa junto a la hembra a la que ofrece la presa. El pollo del posadero derecho también acude presto, parece que se fuera a comer al macho; éste se retira una vez la hembra se hace con la carne. Uno de los pollos del posadero izquierdo, cuando el macho acudía con la presa ha desplegado sus alas en señal de amenaza al no distinguir a su progenitor de un supuesto enemigo.  

La hembra tiene hambre y antes de que el pollo se abalance con desesperación, protege la presa para darle unos bocados, por lo que puedo ver, pequeños. A continuación, le da de comer (ya es mayorcito el pollo para ser cebado). Los otros dos hermanos no acuden a comer, señal de lo bien alimentados que están.
La mitad del conejo sobrante lo deposita en un hueco del espacio más estable de la repisa, empujándolo repetidamente para empotrarlo y asegurarse de que no se caiga.
Poco después cuando son las 20´48 horas abandona el lugar perdiéndose en la oscuridad. 


El mismo espacio, más alejado, de encuentro de la familia durante la observación del apunte en directo. Se aprecia la zona más erosionada y el abanico de polvo por la actividad de las rapaces de la noche.


Una extremidad posterior de conejo en un posadero de un joven búho real apurada al máximo por la rapaz.


Ruta marcada por la erosión entre la zona de aterrizaje (anterior) y el posadero (posterior) de uno de los jóvenes búhos.


Vista del posadero anterior de un joven búho real en primer plano; se aprecian varias egagrópilas.


24 de enero de 2016

El macho proclama su territorio y ofrenda piezas a su consorte desde posaderos habituales. Se aprecian deyecciones y pequeñas muestras de pelo de conejo arrancadas con el pico de la rapaz en este lugar de encuentro.


21 del octubre de 2017

El mismo escenario que el de la imagen anterior pero en fecha más temprana del año siguiente y con el cargante año de sequía actual (se ven nuevos jirones de pelo de conejo al lado del musgo seco).


24 de enero de 2016

Imagen típica de la depresión del Ebro con sus comunes nieblas. 
Una luminosa deyección de búho real destaca en la terrera, y en lo alto, la rapaz (probablemente la hembra) ha aprovechado para arañar el terreno; se podría interpretar como un acto espontáneo de intención dadas las fechas previas a la preparación del nido. 


Un primer plano de la acción excavadora de la rapaz, que ha empujado la tierra arañada hacia atrás del borde del tajo terroso.  

Personalmente, para los que disfrutamos del búho real, hallar plumas de ésta especie siempre es una elocuente muestra de su paso por los lugares más majestuosos de nuestra geografía pasajera. Solamente la impresión que deja sobre el observador la pluma y el plumón perdidos, sujetos y ondeantes en cualquier brizna vegetal, son un aliciente indicativo de evidentes emociones a la hora de repasar recuerdos memorando nuestros encuentros fortuitos y fugaces con el Gran Duque.


Ruinas de la ermita de Santa Bárbara en un promontorio; ideal como oteadero y cantadero del búho real. El plumón (superior) sujeto en el matorral delata su presencia.                                                                                                    





Tuve la fortuna de observar a un joven búho real intentar arrancar con el pico una molesta rama del tamariz donde estaba alojado. Una rama que rozaba su cabeza y lo incomodaba, impidiéndole la postura ideal de descanso. A pesar de tirar con fuerza de ella, la rapaz desistió y abandonó posteriormente el posadero.
Entendí en aquel momento por qué las sabinas posadero del búho real tenían el interior tan ahuecado y abovedado; seguramente la rapaz intervenía dejando el espacio deseado al arrancar las ramas molestas con el pico.


Puede ser el búho real, probablemente, la rapaz que más depreda sobre el erizo.
Restos desechados del nido. 

domingo, 29 de octubre de 2017

Un trofeo para los buitres




Hace unos años hallé un ejemplar de corzo Capreolus capreolus al lado del río, tumbado, muerto. Allí quedó acompañado de la maraña ribereña y el dosel forestal sin permitir a los necrófagos su localización. Tal vez, el cérvido se pudriera sin más por el complicado acceso a su carne cubierta por la vegetación.





El uno de mayo de este año, de nuevo, me encontré con la misma tesitura; otro precioso corzo macho muerto. Las fuertes rachas de viento que alcanzaron gran fuerza por su velocidad, tumbaron bastantes árboles, tanto silvestres como de plantaciones. Allí estaba el corzo, y ello me hizo pensar que tal vez se tratara de una víctima más del viento al derribar el chopo cayéndole encima. Paradojas de la vida. En una necesaria comprobación desestimé el accidente al no hallar sobre el animal ni el tronco ni las ramas sobre su cuerpo. Sin embargo, al darle la vuelta, un boquete perfecto en el flanco izquierdo reveló la causa de su muerte; un disparo de rifle. Si, tan soberbia criatura abatida simplemente por placer, por una imborrable muesca en la genética del cazador humano que no desaparece ni con generaciones bien abastecidas de carne. Un gen imperturbable que sólo obedece a matar sin sentido, sin necesidad, sólo por el macabro deseo de jugar con ventaja y anular vidas a granel. Tal vez, como decía el filósofo Jesús Mosterín; meros complejos en la cerrazón de estos aniquiladores sin más.

Esta vez no me lo pensé dos veces. El corzo anterior se pudrió en la soledad, desperdiciado. Cogí al herbívoro como pude, a pesar de estar húmedo por el rocío matinal y me lo eché sobre los hombros camino de la ladera pedregosa, fuera de la chopera y lo más alto posible del monte, desde donde los castigados buitres leonados pudieran darle el final más justo dentro del marco de la naturaleza. 

Dos semanas después vi el resultado. Conociendo el comportamiento de estos impasibles necrófagos entregados a sus disputas jerárquicas, fui testigo de su labor cumplida, y yo, compensado por el esfuerzo como porteador, ya que el animal pesaba lo suyo. Las grandes plumas y plumones esparcidas por la ladera, y los huesos del festín en el fondo, delataban el éxito de un buen trabajo. 

Por cierto, cuando deposité el corzo en un lugar visible, alto y accesible para los buitres, descubrí entre los campos y la chopera a una persona que caminaba de un lado a otro buscando algo, no sé...se le veía muy concentrado en ello. 











domingo, 22 de octubre de 2017

LA IMPREVISIBLE ÁGUILA DE BONELLI



19/10/2017 - 17´44 horas. 

Aparece la pareja de águila de Bonelli Aquila fasciata en vuelo ligero sobre el tercio superior del enorme farallón calizo. Parece como si tuvieran prisa en alcanzar un objetivo, pero, es su modo de volar prospectando aceleradamente la amplitud de su territorio. El macho amaga con atacar a su consorte y, ésta, lo esquiva en un juego ritual de pareja, estimulador y garante de sus habilidades aéreas. Ocasionalmente, casi entrechocan sus garras. Parecen disfrutar con ello, bordando sus recortes el anaranjado paredón pétreo que las aviva con su fondo luminoso del atardecer. 
Hay buitres Gyps fulvus que las esquivan, tal vez, veteranos viajeros que han tenido malos encuentros con ellas; por el contrario, la ignorancia de los jóvenes no aporta ciertos datos que, en no mucho tiempo, tendrán presentes. De momento, no han sido hostigados.



Como si de un ascensor se tratara, hay diferentes alturas desde donde acceden los buitres leonados a las corrientes térmicas, ahora, muy activas. Las medianas águilas entran desde la planta baja, y con el sol, su blanca pechera destella con relumbre a cada giro ascendente. Me da la impresión de que el día se acaba y las ágiles rapaces prospectarán sosegadamente su feudo antes de recogerse en su dormidero habitual. La secuencia del vuelo coronado de buitres y águilas de Bonelli es de una paz relajante, como el susurro de un arroyo de montaña. 

Desde la izquierda se acerca un ratonero Buteo buteo, y lo hace justo a la altura de las águilas de Bonelli, las observo con atención, muy entusiasmado. Veo que el ratonero ha entrado en otra dirección distinta a la de las águilas, y éstas, lo sobrevolarán en el siguiente giro. 
-¡No me lo puedo creer! 
Un súbito, brusco y extraño cambio de dirección del macho que escapa a la percepción de mi retina, termina en un lance muy corto sobre el ratonero. Apenas su reacción le da para girar y enganchar con sus garras las del macho de águila de Bonelli. Pienso que podría tratarse de una disputa, pero, la caída dramática de ambas rapaces en tirabuzón hacia el pinar me hace pensar lo contrario. La estrategia de la rapaz de blanca pechera es dejar que el ratonero se debata, que gaste sus fuerzas, porque ella tiene el control real de la caída.
Por desgracia, la fronda de los pinos me impide ver lo demás. Sin dejar de prestar atención al lugar clave, veo salir al macho y posarse en una rama baja; distingo tan sólo su mirada dirigida al mismo punto de interés que el mío. 
Después de hora y media de atención sin ver la acción de la hembra, y oscureciendo, el macho abandona el posadero y yo la observación hasta el día siguiente. 
El halcón peregrino Falco peregrinus, cuando la mediana rapaz sale del pino, la asedia con vuelos fulgurantes de notable inquina. Pocos ataques hay más violentos que los del halcón peregrino. 


Ratonero joven del año. 


Detalle de las rectrices y resto del plumaje juvenil del ratonero. 

20/10/2017 -  8´30 horas.

Desde el escenario aprecio bastante mejor el resultado de la contienda. Sólo queda un extenso manto de plumas y las vísceras del incauto ratonero, todo, detrás del pino que ocultó a mis ojos el resultado final. 
El macho de Bonelli debió de ceder la presa a la hembra (o fue ésta quien se apoderó de ella), el caso es que el galante macho, fue espectador de primera fila en el festín de su querida pareja (sólo ellas tienen la clave conductual de su relación). 
Como la mayoría de las veces, la juventud sinónimo de inexperiencia (en éste caso, la del ratonero), le jugó una mala pasada al desconocer la peligrosidad de éstas irascibles rapaces tan veloces como mortíferas. 
Estos encuentros cuando acontecen, si se solventan favorablemente (claro está), marcan de por vida al ser vivo experimentándolo de cara a interacciones futuras con especies nada apacibles. 




Restos del infortunado ratonero.  


Hay que ver para sentir la belleza y la grandeza de esta rapaz que llena con su presencia los espacios rocosos que habita.


lunes, 9 de octubre de 2017

Palacio real de San Ildefonso y su zorro particular.


Cuantas veces he tenido la fortuna de ver al zorro Vulpes vulpes embelesado en sus prospecciones a la búsqueda de topillos, aderezado su trote con ese estilo tan particular lleno de elegancia entre parada y parada. Como decía el gran divulgador Félix Rodríguez de la Fuente "el zorro no corre como el lobo, prodigioso fondista, o como el torpe tejón o como el agilísimo lince. Se mueve con una armonía absoluta, con una elegancia que no pueden olvidar quienes hayan observado en una limpia pradera la carrera de un raposo sobre los cien metros lisos". Es cierto, uno no se olvida jamás de su portentosa modalidad atlética. Siempre he sentido una extraña admiración por este pequeño cánido, tan astuto y taimado, tan ligado al medio antropógeno tratando de sacar el máximo partido de sus acechos a la opulencia humana. 

Tras el acercamiento, el reconocimiento pertinente. También se aupó sobre sus patas traseras apoyándose en mi pierna. Lo peor, no tener nada que darle para comer. 
Aunque volví al día siguiente con alimento, ya no lo encontré.


He visto sus escandalosas batallas territoriales, irguiéndose sobre sus patas traseras y golpeándose entre ellos con las delanteras, emitiendo simultáneamente gritos estremecedores que inquietarían a cualquier desconocedor de la especie. También, he presenciado sus correrías nocturnas y recogimiento en la alborada, cuando un grupo de éstos cánidos ascendía por una ladera. La progenitora era seguida por los jóvenes mientras éstos iban marcando su estatus jerárquico. Por supuesto, he seguido los juegos de los pequeños zorros a la entrada de su cubil y, como no, los restos del oportunismo del búho real ante la inconsciencia de estos pequeños centrados en sus juegos infantiles. He visto, para afirmar las palabras anteriores, muchos nidos con restos recientes de incautos raposos que, por su entrega, descuidaron su retaguardia. 

Aunque puede parecer una reacción agresiva, nada de eso, fue sencillamente una travesura del joven zorro que le dio por morder la correa.


En fin, supongo que he disfrutado de casi toda la conducta biológica del zorro pero, me faltaba como he visto en otros blogs, "mi zorro manso". 
Sé que Carlos Martinez en su blog "Zancadas Ligeras", al igual que otros autores, también tuvo esa oportunidad donde muestra con orgullo esa interacción con Maese Raposo, además de tenerla con jabalíes, cabras y caballos, entre otros. 
Así que, en los soberbios jardines del Palacio Real de la Granja de San Ildefonso (Segovia), durante una visita, aconteció el encuentro con el real zorro tan amable y atento, aunque algo correoso con la cámara de fotos.
He visto muchos zorros y, todavía, sigo disfrutando como el primer día de su presencia.



Jardines del Palacio Real de San Ildefonso (Segovia).