En ocasiones, la corneja se impacienta y opta por tirar pinzando con el pico de las rémiges primarias o las rectrices de las aves de presa.
Pertenece
a la extensa y cosmopolita familia Corvidae con 120 especies. Gozan de primacía
evolutiva ante los demás pájaros por su eclecticismo y adaptación gracias al elevado
grado de psiquismo que demuestran. Son los gigantes del orden de los Paseriformes,
robustos y de pico largo y fuerte.
El
plumaje de la corneja (Corvus corone corone) es completamente negro, y es la
menos gregaria de los córvidos. La vemos habitualmente en pareja o solitaria.
Es un gran pájaro con una envergadura de unos 100 centímetros y un
peso de 450 a
550 gramos.
Se sabe
que viven muchos años y esa experiencia la dosifican durante su existencia emparejada,
fiel de por vida. Pero, si hay algo que me atrae sobremanera es su compenetración
tan señalada. Son de las mejores estrategas de la fauna ornítica y, por lo que
he visto frente a las fuentes de alimento, parece que nunca coinciden ambas
aves mirando al suelo si buscan despojos, cuando una actúa la otra vigila
atentamente.
He visto
a las cornejas atosigar a un águila pescadora que trataba de alimentarse de un
pez recién capturado; mientras una planeaba detrás contra el fuerte viento incordiándola,
la otra se situaba enfrente. La rapaz no cesaba de emitir una voz quejicosa por
la agobiante presión de los córvidos. También recuerdo, en otra ocasión, una
especie de danza disuasoria de los negros pájaros alrededor de un águila real
que se alimentaba de un zorro con la intención de repelar hilos de carne o
bocados perdidos. Además, son capaces de desalojar a ratoneros, milanos y
gaviotas patiamarillas si están protegiendo el alimento previamente hallado por
ellas.
Pero, el
hambre rompe cualquier norma conductual en la naturaleza y, cuando estas cornejas
piratas desvalijaban el comedero, miré por el diminuto roto del hyde y pude
contemplar como los milanos que no se atrevieron a bajar al cebo, parasitaban a
las cornejas tanto en vuelo como posadas. Pude ver como, si huían en vuelo, se
les obligaba a soltar el alimento, e incluso, a una de ellas posada en un árbol
frutal le fue arrebatada de una pasada certera la pieza de carne. Seguramente,
lograron comer lo suficiente las cornejas y, supuestamente, ocultaron también
parte del botín (no es posible que consumieran todo lo que se llevaron). Una
vez saciadas, pudieron perder interés por defender la carne y, por lo tanto, su
belicosidad característica.
Corneja aprovechando restos perdidos del banquete.
Cuando aguiluchos y milanos tiran con su ganchudo pico de la carne, dejan filamentos fáciles de arrancar para las cornejas.
Habitualmente, cuando una se alimenta, la otra vigila con mucha atención.
A veces, son demasiado descaradas tratando de arrebatar, casi del mismo pico de la rapaz, algún bocado.
Una vez trincado el cacho, sin duda, lo debían de ocultar puesto que regresaban rápidas.
A dos carrillos, iban desvalijando el comedero de todos, con ansia bestial. Tal vez se tratara de la subespecie Corvus corone gorrone.