En mi ruta hacia los pétreos paredones calizos, paso siempre
por el descansadero del cárabo gris Strix aluco. Digo gris, por su fase de
coloración en la que domina dicho color. Allí está, somnoliento, despegando
levemente sus párpados cada vez que cruje la hojarasca del viejo nogal mientras camino por el oscuro lugar que la hiedra, la cortadura rocosa y el conjunto de
corpulentos árboles provocan con su fronda. Es su punto de descanso, de paz notable,
ni siquiera los pequeños pájaros abundan por el lugar. No los veo atravesar la
hiedra, sólo vuelan sobre las copas de los enormes nogales.
A primera hora de la tarde paso por la senda hacia el tramo del río y, el cárabo, descansa poco receloso en su atalaya favorita.
Hay un estudio interesante
presentado en 2013. En la investigación, realizada en el Parque Nacional de
Doñana y cuyos resultados se publicaron en el Journal of Avian Biology,
colaboraron también expertos de la Universidad de Évora (Portugal) y la Agencia
de Patrimonio Natural de Escocia (Reino Unido). Desvela la compleja interacción del
cárabo con el búho real en un mismo territorio. Así los cárabos son capaces de modificar el horario de
su canto para no coincidir con el búho real y evitar así, ser depredados por él.
Los cárabos ocupan territorios con el búho real Bubo bubo cuando su elevada población no los puede evitar. Sin embargo, el celo
territorial del cárabo con abundancia de rivales, hace que bajen la guardia
ante la necesidad de mantener a los competidores a raya. No es por ello, extraño,
que aparezcan ejemplares en la dieta del búho real aquí en el cañón del río
Mesa. El año pasado, de seis rapaces capturadas, una era cárabo; el resto, cuatro
búhos chicos Asio otus y un cernícalo Falco tinnunculus.
Por otra parte, os voy a tranquilizar para comentaros que,
probablemente, el ejemplar de la imagen no corra tanto peligro como el resto de
parejas que circundan o habitan el territorio del búho real. A diferencia del
resto, éste permanece oculto cerca del río y de la huerta y, su zona de acción está lejos del territorio de su gran enemigo. Han de darse unas
circunstancias extraordinarias para que el búho real acierte con este
ejemplar.
A la vuelta, de regreso a casa, la luz es bastante escasa y todavía permanece descansando. Hago uso del flash aprovechando que la rapaz tiene los ojos cerrados.
Un diez de junio de 2007 acerté a pasar por un posadero de
cárabo en un pino carrasco Pinus halepensis.
En el monte de Calmarza (Zaragoza), el pino carrasco, de repoblación, crece muy alto.
Desconozco si es por los nutrientes del terreno o por la limitación del sol
debido a la altura de los cortados rocosos. Por lo que fuera, la rapaz abandonó
el posadero. Se me hizo raro al ser una hora matinal avanzada en la que el
cárabo está cada vez más relajado. Había un grupo
de pinos tumbados y secos en la base del cortado, en lo alto de la pronunciada
ladera. Pensé que apenas se desplazaría y
culminaría su vuelo en un árbol próximo pero, para mi sorpresa, picó en
descenso, un descenso vertiginoso que me dejo atónito, sorteando los pinos con
una precisión absoluta y sin moderar la velocidad. Casi al final de la ladera,
giró hacia la izquierda sin salir del arbolado con precisión de escuadra y
desapareció.
Estoy seguro de que un búho real en estas circunstancias no
alcanzaría al cárabo. Probablemente, la captura de cárabos por parte del
búho real se deba casi exclusivamente al ardor territorial de los machos de
dicha especie, cuando defienden con todos sus sentidos la ocupación de su
feudo. Al bajar la guardia el cárabo, aumentan las posibilidades del búho real para actuar
con éxito.