jueves, 20 de enero de 2022

Macho montés vídeo-trampeo nocturno



Tengo lugares selectos a los que me gusta acudir a menudo. Zonas en las que encuentro la típica fauna que me apasiona. Lugares perdidos en poblaciones pequeñas con gente amable. Nada que ver con esos espacios naturales turísticos saturados de gente y vehículos. Uno echa siempre de menos cierto equilibrio, sin grandes molestias que mejore la habitabilidad de la población. Por fortuna, quedan muchos parajes naturales para ofrecer ese encuentro especial que colme nuestros días de observación o de campo sin necesidad de distanciarse tanto.

Cuando abandono la carretera, alcanzado mi destino, me introduzco por un angosto camino hasta unos viñedos, allí estaciono al lado de una derruida paridera. A veces, antes de llegar al aparcamiento, circulando por la estrecha galería de lomas rocosas, cruzan a pocos metros grupos de cabras montesas Capra p hipanica a toda prisa delante del coche. Lo hacen mediante saltos vertiginosos a la carrera, que pierde intensidad cuando ascienden por la falda pedregosa del monte limítrofe. 
Esta última vez, pensé que el grupo caprino rodearía el paredón calizo al no sentirse amenazado por mi presencia, dada la distancia que nos separaba. Sin embargo, haciendo gala de sus facultades escaladoras, ascendieron precisamente por el bloque calizo central. Tal vez, haciéndome ver lo sobradas que iban por su terreno.
Me imagino el mensaje -ni lo intentes humano-.

Prospecto terrenos de campeo, habiéndome eternizado con una especie, lo reconozco. El búho real Bubo b. hispanus. Me llena tanto, que lo comparto con las demás del mismo biotopo. Consigo así un círculo asequible partiendo originariamente de su presencia local.

A partir precisamente, de una atalaya del búho real he conseguido capturar con cámara trampa a unos machos monteses que comparten dicha localización. Me parecen unas secuencias nocturnas atrayentes por destacar las cualidades físicas de estos ágiles trepadores.
La lluvia no los amedrenta. 

                                                  
                                                       CABRA MONTÉS: VER VÍDEO














domingo, 9 de enero de 2022

Noches de búho real: canto con luna llena, cópula y reclamos




Las noches frías de invierno, escarchadas y a veces ventosas, no disminuyen el ímpetu nupcial de la gran rapaz de la noche. Los cortejos del búho real Bubo b. hispanus consolidarán en estas fechas la unión como pareja reproductora.

Su voz latiente sobrecoge en las agrestes sierras ibéricas. Y el silencio, expande su mensaje desde los promontorios calizos como un monótono recital. Mientras el búho real da voz a la noche serrana, los montes no duermen.

Han sido muchos años de perplejidad observando al búho real. Una rapaz menos conocida de lo que se cree. Todavía guarda en su haber grandes secretos que, espero, sean para siempre. Nunca me he cansado de esta rapaz, veladora de los sueños de todo el manto viviente de los paisajes ibéricos. Todavía hoy, disfruto de su presencia cada vez que acudo al regazo de la naturaleza.

Tomé la decisión de compilar mediante imágenes de vídeo, aquellas escenas que tanta emoción me produjeron: ululares, reclamos, cópulas, etc. Escenas que, mediante las entradas de este blog, he tratado de explicar cómo era la vida cotidiana del búho real con redacciones más o menos comprensibles.

No importa ser en este caso algo monotemático, por que tengo la sensación de que una descripción sobre la especie, bien necesita del respaldo de unas convincentes imágenes. Por ello, he dedicado bastante tiempo a conseguirlas para que dejen en vuestra memoria el recuerdo de estas activas noches de búho real.

                                        NOCHES DE BÚHO REAL: VÍDEO






jueves, 6 de enero de 2022

El viejo corral del mochuelo



Despiadada con la madera, a pesar de su dureza, la carcoma horada pacientemente vigas, puertas y ventanas del viejo refugio labriego convirtiéndolas en laberínticas galerías. Allí, sus voraces moradores, incólumes, taladran su interior hasta transformarlo en polvo de serrín.

Los años de acción del diminuto coleóptero propician en las exhaustas vigas una debilidad creciente. Provocan su agotamiento y ceden bajo el peso de las tejas. Cuando el tejado se desploma, la destrucción completa es inminente.

En el interior de la añeja construcción la superficie del suelo era bastante irregular, repleta de galerías practicadas por los conejos Oryctolagus cuniculus. En las vigas había excrementos de pájaros, y el sol penetraba por el enorme boquete del tejado. La casa nunca dejó de estar habitada.

Más adelante, me fijé en las inscripciones trazadas en el yeso rugoso de la pared. Estaban sobre la línea superior del pesebre. La curiosidad me pudo y las fui revisando con atención. Parecían notas de creatividad espontánea. Tal vez, para evadirse del monótono silencio y soledad imperantes. O por qué no, un memorándum de autor como recuerdo de visitas posteriores. 
Quién sabe, no obstante, siempre las leo.

Estaba absorto leyendo los grafitis a lapicero no sin cierta dificultad para descifrarlos. Entonces..., un aletazo súbito, acompañado de una notable brisa inaudible me sacudió en la nuca suavemente. El susto fue grande debido a la alta concentración de ese preciso momento. Giré la mirada siguiendo la trayectoria del causante hasta descubrir al protagonista posándose en un hueco similar a una hornacina o nicho de la pared. Un mochuelo Athene noctua. Un mochuelo fugaz dándome un susto monumental. Inquieto por mi presencia salió de nuevo. Me asomé rápido, por la puerta, y vi la silueta del gavilán Accipiter nisus sobrevolando el cabezo cercano, justo, por el lado contrario al del fugado mochuelo.

Este pequeño búho, tenía en el interior su posadero y vivienda. Es razonable pensar que la presencia del gavilán, forzó al mochuelo a internarse con desesperación en la casa.
Mi inoportuna presencia, le hizo reaccionar con un plan “B”.

Posadero habitual del mochuelo sobre el travesaño superior de la puerta de acceso al interior de la casa.


Egagrópilas acumuladas en el suelo junto a excrementos bajo el posadero de la rapaz nocturna.


"El día28 de diciembre estuve aquí por el frío y las gotas, sobre las 2´50 h. de la tarde del año 1959".


"El día 30/9/1960 estuve en este mas comiendo, día que estrené el cabezal y rompí 2 rejas. Una la encontré pero la otra me cansé de buscarla, pero no pude encontrarla".


"En el rancho La Paloma, una vieja solterona se me quiso enamorar, como le di calabaza me tiró con una taba en la columna vertebral".


Cupido violento, desamor evidente...


Mochuelo tomando medidas de seguridad.



Gavilán buscando...

                           
                                     Movimientos habituales del mochuelo

                                          MOCHUELO: VER VÍDEO




sábado, 1 de enero de 2022

Garduña y gineta en la noche (vídeo trampeo)


Lirón careto Eliomys quercinus en una imagen de foto trampeo. 
No nos engañemos con este bello roedor aparentemente frágil, es un ágil escalador y veloz corredor como se aprecia en una secuencia del vídeo que os muestro abajo. No os lo perdáis.


Me gustan las secuencias en primer plano. En ellas, se pueden apreciar todos los detalles de atención y búsqueda de presas para cazar por parte de los predadores a los que dedico esta entrada.

Es fácil de asimilar observando con atención cómo la gineta Genetta genetta rebusca con mucha cautela los arbustos, mirando a trasluz la silueta durmiente de algún pajarillo, y cómo sigue olfateando sobre los pasos de los micromamíferos. En cambio, la garduña Martes foina, parece utilizar la estrategia del alboroto; registrar ruidosamente los sitios por donde pasa y asustar a las posibles presas para que revuelen a ciegas al ver su seguridad perturbada.

Como nota curiosa, la de los ratones que se cuelan en la madriguera de la garduña al principio. Lo hacen en horas diferentes según he visto en las grabaciones. Todo parece ser un caos, sin embargo, llevan un orden establecido como les corresponde: a unos, la posibilidad de comer y, a otros, la de no ser comidos.

Quiero comentar que, todos los espacios donde se ubicaron las cámaras de vídeo trampeo, fueron posaderos diurnos del búho real Bubo b. hispanus.

No se ha utilizado ningún tipo de atrayente hacia los carnívoros. Las secuencias son totalmente espontáneas.

                                        

                                    GARDUÑA Y GINETA: VER VÍDEO





 

viernes, 29 de octubre de 2021

Breves secuencias del búho real


Hembra tumbada en su nido al comienzo de la puesta e incubación durante el presente año.

El mismo nido, abandonado tras la cría de tres pollos. Vemos en primer plano las plumas de una desafortunada lechuza.

Estoy totalmente enfrascado, con la sana intención, de poder conseguir unas bellas secuencias del búho real Bubo bubo para vuestro deleite y, el mío. Es como si pretendiera buscar lo mismo que los fotógrafos intentan con la instantánea de su vida; quiero mi escena (sin obsesionarme), todas me valen.

Ya hace días que comenzó el ciclo nupcial de esta magna rapaz de la noche. Y, observarlas en horas de oscuridad es realmente complicado, incluso, con la utilización de cámaras nocturnas. No puedo negar lo estimulante que es para uno, cuando por pura casualidad, se estampan en tu tarjeta las primeras imágenes. 
Hay gente que ha conseguido auténticas secuencias de acción mediante este método.

En la siguiente recopilación de vídeos enlazados, primero
 vemos a una hembra de búho real  descansando en su socorrido posadero. Me explico: utilizo este término al saber que el ave abandonó su escondite diurno por la marcha escandalosa de los buitres leonados Gyps fulvus cuando despegan del borde del cortado. Mi presencia en ese momento, obligó indirectamente a estos carroñeros a dejar de vaguear y emprender el vuelo en busca de alimento. Les gusta alargar el descanso cuando están bien nutridos y no es difícil hallarlos dormitando con la cabeza oculta entre los hombros. 
Señalar, evidentemente, que no es mi intención molestarlos. Mi paso por el camino les impulsa al abandono del lugar.

En la segunda secuencia, vemos a la misma hembra reposando tranquilamente en uno de sus habituales posaderos.

La más llamativa es la tercera, donde de nuevo la rapaz nocturna se posa a las diez de la mañana y ulula desde la misma roca donde repite descanso. Hay un molesto fallo en el encuadre, sin embargo, tampoco le resta mucho a la emocionante acción de esta bella hembra. Si escucháis el ulular, notareis que es bastante agudo, todo lo contrario que la voz del macho, siendo este mucho más grave y retumbante
Precisamente, la última secuencia en blanco y negro corresponde a su consorte. Se posa en una altiva roca desde donde ulula dos veces frente al alba.






domingo, 19 de septiembre de 2021

El descanso de la corza

 

10 Julio 2021

Tomar asiento, en cualquier punto abierto a una buena panorámica, suele dar buenos resultados. Estoy, todavía, sometido e impaciente al curso del nuevo día debido a mi prematura llegada al barranco fluvial. Aun así, acopiando voluntad mientras espero el clareo matinal, reviso nostálgico el estrecho calizo enmarañado por donde transcurre el río Huerva.  El ribazo del campo me sirve de asiento preferente. Al lado, están los apoyos de las colmenas trashumantes de las que no tengo referencia actual de su nueva ubicación. Y, el monte, se va recuperando del último incendio que afectó al sotobosque, matorral y arbustos de las lomas.
Esta es una zona donde he pasado muchas horas de observación, sobre todo, del búho real Bubo bubo. Muchas entradas del blog sobre esta especie se originaron aquí. 
He contemplado la silueta errante del águila real Aquila chrysaetos, la estampa del azor Accipiter gentilis sobre las ramas interiores del bosque, al Halcón peregrino Falco peregrinus arrancando alguna bravía Columba livia de los paredones calizos y, cómo una pareja de alimoches Neophron percnopterus se instalaba por primera vez en este lugar para criar. Muchas vivencias y especies que, ahora, ocupan mis recuerdos.
También, entre estos roquedos calizos, vi morir lentamente por la grafiosis al frondoso grupo de esbeltos olmos Ulmus minor. Destacaban acompañados por la línea ribereña de álamos negros Populus nigra, y sintonizaban en otoño como llamas intensas, dando al cauce del río una flamante tonalidad dorada. 
Fueron sucumbiendo además, los manzanos de los hortales, olvidados por la dificultad orográfica del terreno; una inconveniencia para su mantenimiento. En sus ramas secas, hasta desplomarse los árboles desde las cepas, estuvo muchos años encaramado el alcaudón común Lanius senator atento a sus dominios. Comieron sus frutos gran cantidad de otras aves y, algún que otro mamífero.
Los años, curtieron al último hortelano del lugar, que peleó firme contra el abandono de unas tierras cada vez más inaccesibles por el avance de la espesura. Siempre llamaba mi atención el golpe metálico de la azada contra un inesperado pedrusco de la tierra. Era muy corriente mientras elaboraba uno a uno cada caballón. No sé nada de aquel hombre tan enraizado a su tierra que, unido al resto de seres vivos del lugar acompañaban mis momentos intrigantes de observación.

Pasa el tiempo raudo, y el paraje, todavía se presta generoso a mi curiosidad. Veo ahora, un cabritillo amamantando, pero, me coge desprevenido sin la cámara. Cuando monto el teleobjetivo la secuencia se ha desvanecido. Aun así, la estampa maternal suscita emoción durante la continuación de su trayecto.

La mañana es un remanso de paz, tanto, que descubro a una corza Capreolus capreolus bajo el escarpe calizo. Por el volumen de su vientre, espera descendencia. Camina pausada, se acicala, se rasca en los puntos molestos de algunas zonas de su cuerpo y desciende prudentemente atisbando todo en derredor. Gracias a la brisa dirigida a mi rostro, la corza no sabe de mí ubicación. Por fortuna, no escucharé su ladrido desgarrador y presenciaré una escena poco habitual de las que tanto me gustan; la futura madre buscando un espacio para descansar plácidamente.
Sobre el tablar baldío, convertido en caótico herbazal, se tumba el cérvido. Su mirada al compás de su cabeza gira aprobando la paz establecida, y como radares, sus altivas orejas rastrean posibles ruidos sospechosos. El susurro apaciguado y manso del entorno va sumiéndola en un leve sueño, sujeto a los rigurosos intervalos de vigilancia.
Un milano negro Milvus migrans con alimento para sus pollos, regaña mi presencia al sobrevolarme. No debe estar lejos el nido.

Me levanto discretamente, para que la naturaleza, siga ignorando mi presencia.






















martes, 14 de septiembre de 2021

La ajetreada corza




Por el monte, siempre que camino ganando altura, me sorprende el corzo Capreolus capreolus. Sus ladridos roncos rebotan por todo el roquedo al ventearme. Apenas su curiosidad da para unos pocos segundos de observación tras localizar su paradero. A veces, es fácil, otras muy complicado por la masa arbórea y arbustiva que lo protege.

Sobre las inclinadas repisas de los murallones pétreos, entre los tupidos arbustos y vegetación apretada, los corzos dejan a sus crías bien escondidas una vez han llegado al mundo. Si han de llamar la atención ante la presencia de cualquier peligro las madres salen a su encuentro confiadas en su gran capacidad física para alejarlo del corcino, su valor más preciado en este tramo de vital importancia.
Los apareamientos llegan en julio y agosto y, aunque la preñez dura siete meses, es interrumpida por la gestación retardada. Esta estrategia reproductiva se conoce como implantación diferida o diapausa embrionaria. El óvulo fecundado permanece en el útero, sin desarrollarse hasta el principio de la primavera, que es cuando comienza la gestación. Puede durar desde unas semanas hasta cinco meses según la fecha del apareamiento.
La implantación diferida en estos mamíferos evita riesgos para sus propias vidas en situaciones poco propicias o condiciones ambientales adversas. Se trata de hacer coincidir el nacimiento de sus crías con períodos favorables. La reproducción arrastra un gran coste energético, y beneficia disponer de recursos fiables como alimento suficiente y temperaturas adecuadas que garanticen la supervivencia de sus crías antes de dar a luz.

El mes de mayo pasado, tanto en la ida como en la vuelta de la senda de un encajonado barranco, coincidí con la ajetreada hembra de corzo que velaba desesperadamente por su descendencia. Apenas una parada para las fotografías en dos sesiones y, salir a paso ligero para no fatigarla más.
Esta corza se refugia en un cañón bastante transitado durante los fines de semana, ya que es un lugar muy sugerido por los medios de comunicación regionales. 
No me preocupa mucho su actividad, pues sé perfectamente que el corcino o corcinos estarán a buen recaudo. Tengo en cuenta, además, que la madre pecará de sobreactuación antes que de confianza.