lunes, 27 de julio de 2020

Búho real sujetando un conejo



El tiempo escasea cuando uno está inmerso en tanto trabajo. Ya se sabe, primero el trabajo y después la devoción. Evidentemente, devoción a la naturaleza, la que nos une en este y tantos otros blogs de fauna de todo tipo.

Sin mas preámbulos, os entrego esta secuencia algo "parada" de un macho de búho real Bubo b. hispanus sujetando sobre el terreno un joven conejo Oryctolagus cuniculus recién cazado. Supongo que, trata de hallar a su descendencia para aportarles el rico manjar. Esta soledad del macho podría explicarse al estar la hembra con ellos después de haberles ofrecido otra presa. El conejo abunda en esta zona, por ello, esta pareja tiene un gran éxito reproductor.

En fin, por hoy, eso es todo. En cuanto pueda, os presento al resto de la familia.


La lectura de restos tan característicos aparecidos en el campo dejan constancia de muchos datos para confirmar, por ejemplo, el de obtener una aproximación del número de individuos de una familia de búhos reales.


En una zona de cría de búho real no faltan plumones de los jóvenes sujetos en plantas y arbustos. Es la evidencia mas rentable para saber de un territorio ocupado por esta especie.


No sólo es agradable ver a las rapaces de la  noche en directo al atardecer o al amanecer, durante el resto del día, uno puede leer el terreno descubriendo detalles que concretan ciertas historias de sus andanzas nocturnas. En el centro una huella de búho real.


Tenemos plumón, huella y, ahora, excremento. Las heces de búho real son blancas y pastosas; bastante espesas.


Este detalle lo encuentro de lo mas curioso. Es una repisa donde hay excrementos de la rapaz nocturna pero, observamos un bocado arrancado de la presa por un ejemplar de búho real al alimentarse. Ahora, perdido sobre la tierra y custodiado por la laboriosas hormigas.

martes, 30 de junio de 2020

Avión roquero capturando un insecto



Me resulta complicado fotografiar de modo aceptable a los aviones roqueros Ptyonoprogne rupestris. Cuando consigo imágenes, he de arreglarlas ligeramente para corregir esas carencias de nitidez durante el seguimiento de sus fugaces trayectorias de vuelo.
Parece, cuando los observas, que pasean disfrutando de su gran capacidad voladora. Van y vienen a distintas alturas de los farallones rocosos. Se alejan sobre cielo abierto, siempre, tratando de buscar bolsas de insectos recompuestos después de atravesarlas con el pico abierto para capturar alguno. Se alimentan de una variada gama de insectos voladores como dípteros, mariposas, hormigas de ala y otros invertebrados minúsculos que arrastra el viento. Para capturar a sus presas, realizan vuelos constantes gastando gran cantidad de energía, la cual, han de recuperar mediante un elevado número de capturas. 
Suele cazar en pequeñas bandadas, modificando sus técnicas de prospección dependiendo de las horas del día. Han de ciclar el espacio de sus cotos aéreos con el fin de no sobre-explotarlos. Pueden también atrapar invertebrados posados en las rocas, e incluso, acuáticos de superficie con veloces y certeras pasadas. 

Avión roquero asciende en columna térmica.

Prospecta un estrato aéreo seleccionado en busca de invertebrados.

La imagen congela el momento crucial antes de la captura del insecto volador, interceptado con un elegante giro fugaz del avión roquero.

Los hinojos Foeniculum vulgare durante la floración, sobre todo, atrae a gran cantidad de insectos voladores y son un buen reclamo para estas aves.

Todos los arbustos adheridos a la roca son recortados por el vuelo impecable de este hirúndido en busca de sus presas.

 No desdeña tampoco las zonas bajas por las que también campea.

Por supuesto, los labrantíos con la míes dorada, producen gran concentración de insectos.

viernes, 19 de junio de 2020

La Roca



Las cámaras de foto-trampeo tienen la ventaja de trabajar sin nervios y sin el apresuramiento del fotógrafo impaciente. Lo hacen solas y sin gran parafernalia; tan sólo ajustadas previamente, cumplen su labor. A pesar de la inferior calidad de imagen en comparación con las réflex, suplen bien esa deficiencia con capturas de grandes escenas si la ubicación es la correcta. Para documentar ciertos comportamientos o avistamientos, es una herramienta imprescindible.

Hace una semana ubiqué la cámara en un altillo calizo escogido al azar, simplemente para comprobar el abanico de oportunidades que esta modalidad técnica puede ofrecer.

La primera inquilina espontánea de la Roca es la chova piquirroja Pyrrhocorax pyrrhocorax, muy activa. 

Un buitre leonado Gyps fulvus joven, del año anterior, aterriza en el bloque pétreo. La Roca comienza a animarse. Es la rapaz que vive de la muerte. La aguarda pacientemente buscándola cubriendo grandes distancias aéreas. Es su modo de vida; topar con la agonía por enfermedad o accidente mortal de otras criaturas. .






Aparece una sosegada hembra de cabra montés Capra pyrenaica hispanica. Como suele ocurrir en estas ocasiones, lo hace fuera del marco ideal. 


Por fortuna, la hembra se acomoda en la Roca, y con sorpresa incluida; un precioso recental de pocos días. 
La panorámica nos permite comprobar el detalle de las ubres productoras de leche para alimentar al chivo.

La madre vigila constantemente el terreno de cría. Con su vástago, tan vulnerable, apenas se habrá alejado del lugar. 


El chivo, temeroso, abierto a las curiosidades de la vida.




Parecen muy coordinadas vigilando en derredor su seguridad.

Otra hembra acude al mismo punto de la Roca.


¡Sorpresa! Esta vez es una madre de dos recentales, algo mayores que el anterior. Una pena que estén fuera de plano pero, es un buen detalle de la familia.


Solo uno de los hermanos se decide a culminar el bloque rocoso.


¡Vaya brinco! No hay duda de la gran agilidad del pequeño.


Al bajar la hembra del pedestal pétreo percibo un detalle terrible, su extremidad inferior izquierda está amputada.
La vida continúa. No hay tiempo para otra cosa que no sea el cuidado de los pequeños a su cargo.

Otros pajarillos como el roquero solitario y el escribano montesino se han posado en la piedra pero, la ínfima calidad no era ideal para exponerlas.
La verdad es que este método tiene muy buenas prestaciones.

Entrada relacionada con la cabra montés.
https://lanaturalezaquenosqueda.blogspot.com/2019/12/pies-de-cabra.html

domingo, 7 de junio de 2020

Agateador común (Certhia brachydactyla): entre la madera y la roca



Este invierno pasado una fuerte nevada quebró las ramas de muchos pinos y tumbó gran cantidad de ellos. No son los árboles adecuados para un terreno tan rocoso en sus laderas.
En los años 50 se repobló el término municipal de Calmarza (Zaragoza) con pino carrasco Pinus halepensis. Se plantaron en pendientes cercadas por elevados farallones calizos y crecieron desmesuradamente para arañar los primeros rayos de sol entre tanta competencia; una carrera entre todos los plantones para escapar de la sombra proyectada por el cerrado cañón rocoso.
Era territorio antiguamente de encinas pero, una fábrica de papel (siglo XVIII) instalada en esta población, además de otros aprovechamientos de la madera, hicieron que como materia prima desaparecieran. 

Las piñas abiertas y secas son un buen refugio para determinados invertebrados. Desgraciadamente para ellos, la aguzada y alargada pinza del agateador es muy efectiva para extraerlos.
 

Caminar monte a través es complicado, y más, cuando toca sortear no solo aliagas, espinos o rosales silvestres, sino también árboles caídos de largos troncos y ramaje poblado. Todo ello, embadurnado en diferentes zonas quebradas de pegajosa resina.
La barranca solitaria donde aguarda ocasionalmente en invierno el estático cárabo, dentro de la hiedra, tiene durante su acceso un dilapidado escuadrón de pinos tumbados; grandes y pequeños. Ahora la luz llega con mas facilidad, e incluso, si se dan prisa los brotes de encina podrán hacerse sitio entre los robustos pinos imperantes para recuperarles el terreno que les fue arrebatado.

"Son aves confiadas, pero más que dóciles, parece que el hombre les resulta indiferente"; Philip Burton en el libro "Aves de Europa".


Un agitado reclamo, incesante, alarmado destaca sobre el ambiente sonoro del pinar. Es una nota tan machacona que por fuerza llamaría la atención de cualquier paseante.
Ahora el sol impregna los pinos creando multitud de claroscuros y contrastadas sombras. Un espacio ideal para un pajarillo que se descubre apeándose de la cara oculta y umbrosa de los rugosos troncos y escamadas ramas. Lo hace poco a poco, discretamente, puesto que su sobrecargada labor no le da para atender expresamente mi presencia invasora.
Macho y hembra trepan infatigables, reclaman contactados sin dejar de escrutar los orificios de la corteza, apurados afanosamente en hallar mas insectos y, de paso, apuntalando mi ubicación. Para no alterar su conducta hiperactiva tomo asiento apoyando mi espalda contra la fría roca de la mañana temprana. Hay un colchón de reseca hierba perteneciente al encame de un tejón, por lo tanto, estoy cómodo para seguir las evoluciones de la pareja de agateadores. Nada parece haber cambiado desde mi llegada para los trepadores de abigarrado plumaje. Al principio escudriñan las zonas altas de los pinos desde la mitad alta de los troncos. Caminan incluso, sobre las ramas gruesas y finas tanto por su parte superior como por la inferior. Ellos saben que sus presas aprovechan cualquier resquicio inexpugnable para escapar de su asedio.
Parecen por su mimético plumaje fragmentos de corteza vivos, inquietos, deambulantes manojos de nervios. Si no se movieran, creo que no sería capaz de descubrirlos. Les viene bien para sortear la mirada profunda del gavilán, escrutador infatigable de estos espacios apretados. De hecho, dos montoncillos de plumas de carbonero y zorzal exponen fríamente la prudencia a tomar entre todas las labores pendientes por parte de estos agateadores. Esta rapaz del bosque es como un ciclón devastador en los giros y, experimentado sorteador de las ramas infinitas e interpuestas que componen este vergel de coníferas.

El agateador es un pájaro de apenas 11 gramos de peso con una altura de 12 cm. El enorme desgaste físico de su actividad trepadora los obliga a dedicar largas jornadas de búsqueda de alimento. 


Va pasando el tiempo y los agateadores consuman viaje tras viaje el aporte de insectos para su descendencia, pero ¿dónde está el nido? ¡Claro! He tenido un ligero despiste y, cuando los veo desaparecer entre la roca simplemente me he dedicado a localizar al críalo que revoluciona con su griterío la tranquilidad de este guardado rincón. Al prestarles mas atención compruebo cómo sigilosamente realizan una travesía por la roca hasta una recogida fisura donde aportan las capturas a sus vástagos. Después, cumplida la labor salen disparados a por mas invertebrados en los troncos colindantes.
Han aceptado mi quietud con ajustado recelo, pero, al darme cuenta de ello he preferido desaparecer del escenario sorprendido por la extraordinaria capacidad de trabajo de estos discretos pájaros escaladores de la madera y de la piedra.

Nidifica en grietas, agujeros, cortezas desprendidas y otros resquicios adecuados de los árboles; ocasionalmente puede utilizar construcciones humanas. No he hallado referencia alguna sobre la nidificación de esta especie en fisuras de la roca como se aprecia en la imagen (no he fotografiado el nido pero se adivina). 
Este amurallado bosque de pinos a baja altitud, ha debido de ser una buena opción para el ave al decantarse por la roca como lugar protegido para anidar.

Las rectrices afiladas y rígidas de los agateadores, similares a las de lo pájaros carpinteros, cumplen la importante función estabilizadora y de apoyo durante sus movimientos.








Los agateadores como los trepadores demuestran una capacidad asombrosa para trepar por los troncos y ramas de los árboles. Su pericia les lleva a descender cabeza abajo, aunque en este caso, los trepadores lo hacen con mas regularidad.

.








.