miércoles, 18 de diciembre de 2019

Quebrantahuesos andaluces




"Acabamos de subir al quebrantahuesos cobrado y, sin tiempo apenas de poner en buen orden nuestro cobijo, cuando ya trazaba sus círculos por el aire su pareja, exhortándonos a permanecer inmóviles.
   Pasaron diez minutos cuando, de pronto, oí el graznido de un cuervo y, mirando cuidadosamente hacia afuera a través de las ramas de la pantalla, lo vi revoloteando con vuelo ligero alrededor del poderoso gypaeto. Ambos pasaron muy próximos a nosotros, pero pronto volvieron a desaparecer detrás de un relieve de las rocas, y unos segundos más tarde volví a sentir de nuevo el zumbido de las alas y sin darme ni siquiera tiempo de encararme la escopeta se precipitó el quebrantahuesos al interior de su covacha. De nuevo contemplé su larga cola, otra vez volvió a girar el ave solamente después de vocearle reiteradamente. El primer disparo la precipitó pared abajo, pero otra vez consiguió recuperar el equilibrio, abriendo sus alas, saliendo, como la anterior, en dirección contraria, hacia el valle. Mi segundo tiro le quebró una pata, que le quedó colgando. A unos cientos de metros de nosotros, por encima de un olivar, plegó de pronto las alas hacia abajo y se desplomó a tierra como una piedra. Bajé de prisa por la ladera y encontré mi hermosa presa rodeada ya por algunos pastores. Cargados con los dos quebrantahuesos regresamos a la hacienda. En menos de media hora había logrado cobrar dos de estas rapaces apareadas, y tan extremadamente raras e interesantes.

   Durante las horas de la tarde del mismo día volvimos a subir juntos al emplazamiento del nido, y enviamos a algunos cazadores y pastores a la pared rocosa para que bajasen la cría que en el mismo había. Un paisano de los operarios de la hacienda, que anualmente escala nidos, tomó la determinación de descolgarse hacia abajo con una escala de cuerda por la peligrosa y difícilmente alcanzable pared rocosa, y a traernos en un cesto al joven quebrantahuesos".

Extracto del libro Altos Vuelos del autor Alfonso de Urquijo. Diario basado en el viaje cinegético a España del archiduque Rodolfo, príncipe heredero de Austria-Hungría realizado en abril, mayo y junio de 1879.


Entre la realeza, ornitólogos con escopeta que abastecían museos de todo el mundo con las piezas cobradas, cazadores, pastores y la utilización indiscriminada de venenos, asolaron las serranías andaluzas donde este buitre-águila con barba Gypaetus barbatus imperó en sus valles hasta desaparecer bajo una persecución continuada. Todo, causado por la mano exterminadora del hombre. 
 


El profesor José Antonio Valverde en sus Memorias de un biólogo heterodoxo, cita como fuente a Justo Cuadros, antiguo guarda mayor del Coto Nacional de Cazorla-Segura. Estima que podían quedar entre diez y veinte parejas de quebrantahuesos allá por los años cincuenta. Por si fuera poca la presión ejercida por todos estos colectivos de destrucción, se amplia la persecución con la ayuda mas eficaz; la de la Administración gubernamental franquista.
"En 1953 se crea la Junta de Extinción de Alimañas y en 1960 el Coto Nacional de Cazorla-Segura. Ambos hechos fueron nefastos para el quebrantahuesos. Con la primera se sembró el campo español de estricnina en cebos y huevos rellenos de muerte. Con el segundo, la propia Administración facilitó el veneno a los guardas, para ser colocado por todo el territorio acotado". Precisamente, Cazorla fue el escenario final de esta singular rapaz. Allí desapareció el último quebrantahuesos en 1986, conocido por los habitantes como "El Solitario".
 


Diez años después, un equipo de entusiastas de la especie inició la dura tarea de recuperar al quebrantahuesos, cuyo objetivo final es en la actualidad, el de fortalecer con garantías una población estable.
Ya no es difícil ver alguna de estas rapaces osteófagas sobrevolar el pueblo de Cazorla mientras uno se toma un refresco en un velador.




La reintroducción del quebrantahuesos en Andalucía y su recuperación es uno de los grandes logros de protección medioambiental en este país.
No he querido destacar los nombres de los dirigentes del proyecto sobre los demás, en parte, porque todos me parecen dignos merecedores de esta gesta lograda por su excelente trabajo individual; desde la dirección, hasta los encargados de lavar la lana para los nidos y adecentar las jaulas de cría.

A todos los que han participado en hacer realidad el vuelo del quebrantahuesos por las serranías andaluzas; gracias por tan exhaustiva labor. 

Pueblo de Cazorla.




Un cuervo en la jaula de los quebrantahuesos. 
En un lugar tan poco espacioso es normal que estos carroñeros tengan fuertes disputas. El cuervo canaliza su atención y evita de este modo sus enfrentamientos. 
Una gran idea del personal del centro para mantener la paz entre estos colosos.

La situación poblacional del alimoche en Andalucía es muy preocupante. También se trabaja en este centro para evitar la extinción del menor de nuestros buitres.







Tuve la fortuna de visitar este centro de cría del quebrantahuesos con Fernando y José Vicente el 21 de abril de 2018, ambos, trabajadores medioambientales. La experiencia no pudo ser mas aleccionadora, la linea de trabajo dejaba constancia del buen hacer de la Fundación Gypaetus. Sus quebrantahuesos cada día son mas fáciles de ver sobre las peñascosas sierras andaluzas. 


domingo, 15 de diciembre de 2019

Pies de cabra




Agobiante hyde. Una continuada e infinita ventana con orejeras. Un pobre horizonte meditabundo, complementado por la esperanza fugaz de una ansiada especie a la que fotografiar; si hay suerte. Paciente aguardo, aguzada impaciencia cuando uno se desespera. Sin embargo, no deja de ser el mejor sistema para obtener fotos de aceptable calidad.
Ahora, nada mejor que una buena sentada en una cómoda y despejada piedra para avizorar el terreno en busca de algo interesante con que alimentar la curiosidad.




Así lo hice días atrás. Me apetecía presenciar el escenario natural con todo su esplendor. La vida inerte frente a mi mirada absorta e indisciplinada.
Pasaron los minutos tan rápidos como el envite de los fringílidos fugaces, apresurado su vuelo por la necesidad de nuevas oportunidades. Tiempo que fulminan los seres al llenar el entorno serrano de peñascales y azulada bóveda.




Abandonó el punto muerto de mi abanico ocular una hembra de cabra montés al introducirse en mi campo de atención. Sin prisas. La caída de algunas piedras delataron su presencia; escandalosas en una vallejada repleta de silencio. Con los prismáticos atisbé a la cabra con renqueante caminar. La causa; una herida sangrante en el cuarto trasero izquierdo. No parecía de disparo, ya que hubiera reventado la extremidad. Sospeché de una mala caída trepando o descendiendo con sus "teóricamente" infalibles pezuñas, mas fiables que unas pies de gato en la escalada. De cruces y placas están salteadas las montañas por ello, y las cabras, también sucumben ante imprevistos tramposos agazapados en la roca.





Dueña de su paciencia, avanzaba estoicamente con la fuerza de la vida, atravesando ajustadas repisas y sorteando empinadas laderas. Abordando una travesía que facilitara un destino seguro para desarrollar un futuro posible.
Un joven macho montés encelado se acercó. Me sorprendió (según mi interpretación personal) como a su celo, se anteponía un cierto temor a la sangrante herida de su congénere. No obstante, la vida empuja fuerte para procrear, y el macho, la acompañó. No estaba la hembra entregada en absoluto al período nupcial. Tampoco el macho montés perseveró.




Intento entender las experiencias de los animales y, la de la cabra, me hizo reflexionar para no bajar la guardia. Un buen mensaje para los que acostumbramos a seguir rutas hostiles como la de estos montaraces animales en nuestro campeo.

Todos estamos expuestos a los accidentes, aun tomando las precauciones oportunas. El fallo de cálculo nos lleva a errores fatales cuando la roca está impregnada de gravilla, tierra o líquenes húmedos.

Una joven cabra yace bajo un roquedo calizo. La muerte, por causa desconocida, bien podría deberse a un mal cálculo.


jueves, 31 de octubre de 2019

DESESPERADOS




Voy a fotografiar a unos ejemplares de buitre leonado Gyps fulvus sin acercarme demasiado. Los he visto asentarse como si hubiesen hallado carroña. Son tres y se han posado sobre la uralita que hace de tejado en un viejo corral. Me pilla de camino y es una buena ocasión para fisgonear. 
A fin de no ahuyentarlos subo la empinada cuesta del monte y, de este modo, puedo tener una perspectiva mas cómoda para seguirlos.
Pensaba en unos pocos buitres. Pero, alzando la vista hacia el horizonte, percibo como se aproxima una caravana de estos necrófagos peregrinando decididamente hacia esta posible fuente de alimento. Desde lejos, todos los que llegan han visto de algún modo la señal de aterrizaje de otros congéneres en éste punto concreto, cuya indicación les advierte de la presencia de algún animal muerto. 
El tejado y los muros de la obra se van cubriendo de estos desesperados comensales en una mesa desprovista de alimento. Continúa la hilera de buitres transportando hambre. Mi vista no llega al interior para determinar qué tipo de restos hay. 
Alcanzada la concentración de estas planeadoras aves por las mas rezagadas, consideran por sí mismas la prospección baldía hasta el lugar de la decepción. Unas se quedan al aguardo, esperando al tiempo. Las demás prosiguen su singladura sujetas por el viento con su carga esperanzadora. 
Los primeros buitres comieron lo poco que había. 


Bajar al corral para consumir los escasos restos de carne hallados es labor de los mas atrevidos; los mas hambrientos.


Un grupo de desconfiados aguarda su turno desde la reseca loma de un cabezo adyacente.


Ejemplar adulto de buitre leonado.


Joven del año de buitre leonado.


Abandonando el lugar para continuar la ronda. Unos aletazos acercan a la rapaz hasta el ascensor térmico mas cercano.








En este caso, no se cumplió la profecía de algunos pastores que han presenciado como los buitres atacaban al rebaño devorándolo. Por fortuna, Jesús, el pastor de la imagen, también pudo llegar a casa sano y salvo.




Mediana de Aragón (Zaragoza) 26 de octubre 2019




martes, 22 de octubre de 2019

El éxtasis del mirlo




El mirlo Turdus merula es madrugador, habitante de las sombras interiores de los arbustos y maraña vegetal. Todo un especialista en esos medios penumbrosos. Gruñón cuando se le sorprende y poeta en los atardeceres montaraces, sujeto a su recital aflautado y melodioso. Sus grandes ojos ven con poca luz entre los zarzales y apretada vegetación en busca de sus presas predilectas; lombrices y todo tipo de invertebrados ocultos entre la hierba y la hojarasca. A veces, entra en una especie de locura desbordada sacudiendo las hojas despiadadamente, quedándose de muestra como un setter inglés. Espera con paciencia a que algún insecto oculto en el envés de las hojas intente ponerse a buen recaudo, o simplemente incorporarse después del torbellino provocado por él.





De la naturaleza salvaje a la doméstica urbe, con toda la confianza, este pajarillo se ha establecido en el medio antropógeno con enorme éxito. 
Descarado entre los paseantes, prosigue con su habitual técnica cazadora sin apenas inmutarse. En las ciudades se le puede observar a placer y ver sus costumbres mas inverosímiles.



Hace una mañana agradable en la ciudad que vio morir al gran pintor aragonés Francisco de Goya; Burdeos. En su jardín botánico los carboneros andan curioseando sobre las ramas a los visitantes, y los mirlos, campean entre los tallos de todo tipo de plantas, árboles y arbustos del lugar. El sol matinal muy agradable y nada picajoso asoma entre el follaje denso de la arboleda.



Un mirlo intencionado aparece sobre el lomo revestido de musgo en una vieja tapia. Husmea apercibiéndose de la normalidad del escenario y baja con la seguridad de un experto taimado. Lo sigo con enorme interés, como si presintiera algo especial en su conducta. No le condiciona mi atención y va a lo suyo. Parece buscar un rincón que satisfaga una necesidad imperiosa. 
Dentro de un punto enmarcado de la jardinera se tumba moribundo, como clamando al cielo. Sin embargo, revive, disfruta del abrigo solar con una suerte de posturas agónicas pero complacientes. Intriga este comportamiento algo excéntrico, pero, deslumbrante. El sol obra el milagro de la vida.





"La luz solar es un factor muy importante para la vida de la mayoría de los seres vivos terrestres. Entre sus mayores beneficios está la síntesis de la vitamina D en la piel, indispensable para el metabolismo del calcio".

Burdeos, Francia 20 agosto 2019


domingo, 13 de octubre de 2019

Una corneja negra en París




No sé cómo hacen las palomas para comer o"aspirar" las migas de pan, galletas, etc. que la gente suele echarles. Todo, a palo seco. Tienen mucha habilidad y rapidez para consumir gran cantidad de alimento. No obstante, la corneja negra Corvus corone habitante de la ciudad de París y bien asentada, no necesita de la premura de sus vecinas las palomas. Tiene genio y poder para hacerse respetar cuando de comer se trata. 





Tenía la esperanza de poder observar en vivo la actuación de cualquier pajarillo que saciara mi curiosidad, tal y como describe Lefebvre en sus investigaciones acerca de la conducta de algunas aves respecto a su modo de alimentarse. 
De paseo por las calles de París, no dejaba de mirar a todas las aves urbanas. Así apareció la corneja; altanera, soberbia, casi con el caminar de un pura sangre árabe. Muy segura, vamos. Sin apresurarse, sabiendo que nadie le discutiría la galleta, pinzó una esquina y con el tiempo a su favor se acercó hasta el bloque del bordillo de la acera. Allí suele acumularse el agua de lluvia que no tragan las alcantarillas. Dejó caer el fragmento de galleta y lo removió en el agua con el pico. Cuando estuvo blando, a su gusto, lo ingirió. 





Louis Lefebvre es biólogo y psicólogo comparativo en la Universidad McGill de Montreal Canadá. Toda su carrera la ha dedicado a investigar la mente de los pájaros y determinar cómo medir su inteligencia. Fue, precisamente, quien inventó la primera escala para medir la inteligencia de las aves.
No es Lefebvre gran seguidor de las rarezas ornitológicas, prefiere la confianza de las aves urbanas por su cercanía para observar y extraer de ellas todo su potencial psicológico. La ciudad es un espacio ideal, además de un auténtico paraíso para contemplar aves haciendo cosas inteligentes y encantadoras. Para Lefebvre "la docilidad de las aves en este lugar facilita hacer experimentos".
Así lo vive en su ciudad de la isla de Barbados. Una isla del archipiélago de las Antillas Menores muy urbanizada por su explotación turística. Sus bosques y maleza han sido sustituidos por plantaciones de caña de azúcar.





Un laboratorio adicional para este científico es la terraza de piedra de su apartamento, donde zenaidas caribeñas Zenaida aurita y zanates caribeños Quiscalus lugubris prospectan atentos la oferta gastronómica. Estas aves conocen a Lefebvre "el tipo de las bolitas y el agua" como gusta describirse. No tienen nada mas que esperar impacientes rondando por la azotea a que les dé la comida y el agua. Lefebvre vierte agua sobre el suelo formando un adecuado charco, y después, unas bolitas duras de comida para perros en lugar seco. Los zanates prenden una bola con el pico y se dirigen al agua estancada para sumergirla y reblandecerla, luego, vuelan a otro lugar para ingerirla tranquilamente.

"Más de veinticinco especies de aves remojan los alimentos que encuentran en la naturaleza por algún motivo, sea para eliminar la suciedad o sustancias tóxicas, para ablandar los duros o secos, o para alisar el pelaje o el plumaje de una presa difícil de tragar (se ha visto a un cuervo de Torres remojando un gorrión muerto). «Es un comportamiento de protoherramienta, una suerte de procesamiento de los alimentos», explica Lefebvre. Al remojarla, la bolita resulta más fácil de deglutir". 






Fuente:
El ingenio de los pájaros, Jennifer Ackerman