domingo, 7 de julio de 2019

Jóvenes ratoneros.




El ratonero Buteo buteo es una rapaz conocida, y por fortuna, habitual; siempre  atractiva para el observador.
Es la rapaz eterna sobre el altillo de tantos maderos telefónicos al pie de las carreteras españolas. Paciente hasta aburrir al sol y a la prudencia de sus presas. Tal vez, el ser vivo que mas horas de sombra hace al día. También es el perdedor sistemático en las broncas con milanos negros y otras aves de su entorno.





Gimotea rodeado de urracas mientras defiende una rata de tamaño medio que pretende merendarse sobre las ramas deshojadas de un manzano en el hortal. Otro ratonero trata de disputarle su presa, sin quitar el ojo a la urraca que tira de la cola del roedor desde abajo buscando el anonimato entre tanto revuelo blanquinegro. 


Un ratonero defiende ante una corneja negra Corvus corone la captura de un topillo.



El ratonero siempre está sujeto a las provocaciones de los córvidos, como si vieran en él, su motivación mas representativa para el arte de hostigar.
Este Quijote de las rapaces, tiene muchos enemigos, que no dudarán en aprovechar la inocencia de los jóvenes para atacarlos. A un confiado ratonero que volaba a la altura de un águila de Bonelli Aquila fasciata le costó la vida por un descuido; desconocía su peligrosidad. Aunque poco común, es una presa notable en los nidos del búho real Bubo b. hispanus.  


Ratonero adulto, y progenitor. 


Ratonero joven del año. 

Hace un par de años, un joven ratonero del año murió de inanición según me informaron en el centro de recuperación donde lo llevé. No salía de mi asombro. Sin embargo, no debe de ser algo tan inusual en la naturaleza, sobre todo, si alguno de los progenitores es abatido o muerto por cualquier circunstancia. 

Observando la semana pasada a la más mítica rapaz de los postes, celebré gratamente la pesadez de dos jóvenes de este año reclamando a su progenitora la ayuda pertinente para seguir adelante.
Sólo falta que sus dotes como futuros cazadores no fallen, y puedan ocupar como siempre, esas atalayas de madera que realzan su quietud y perseverancia.


Aparte del aplomado sol, también soporta estoicamente la empapadora niebla llorona del invierno.


jueves, 27 de junio de 2019

Un nido con dos jóvenes buitres leonados (no eran hermanos)




Todas las mañanas, los buitres leonados repiten el mismo ritual en las rocosas cortaduras fluviales ibéricas. Cada lugar tiene su espacio dedicado al soleado matinal. Si es en invierno, ayuda a desentumecer el cuerpo helado por las bajas temperaturas nocturnas. Cómo acuden los pesados necrófagos anochecidos en la umbría húmeda hacia el sol revitalizador, aunque tengan que llegar hasta él mediante potentes aletazos sin el apoyo del viento.
En el cañón del río Mesa, existe un gran punto de concentración que observo desde mi ventana en el pueblo. Desde allí veo como la vieja cresta, resquebrajada su roca, alberga gran cantidad de buitres leonados acudiendo cada mañana a coger el mejor sitio. Los mas poderosos no piden permiso, simplemente, desalojan al que ocupa el puesto predilecto. Algunos lo batallan y, aún así, lo pierden.

Solárium estacional donde esporádicamente acuden estos necrófagos.

Al margen de éstos espacios de reunión, existen otros periódicos, en los que las rapaces se encaprichan del lugar y se establecen cómodamente. El problema aflora cuando en el susodicho lugar hay enclavado un nido. Con exhaustiva vigilancia, la pareja establecida en él ahuyenta a los congéneres del perímetro; algunos se apartan y, a veces, se van. Sin embargo, vienen más atraídos por el grupo, desconocedores de la propiedad nidal. Esto acarrea en los progenitores un desgaste generado por estrés, dada la presencia continuada de otros buitres reunidos en sociedad.

En este emplazamiento el sol está de más. Apenas un estilizado arbusto da sombra para cinco buitres en un día de calor exagerado.

Observación de campo:

13´00 a 13´15 horas, 22 de agosto de 2007 Barranco del Mortero (Teruel)

Hay una gran cueva que llama mi atención antes de la bifurcación del final del barranco, contando como principio, un corral de ganado ovino en lo alto del mismo. En su interior veo un solitario joven de buitre leonado Gyps fulvus completamente emplumado cuando son las 10´00 horas de la mañana.
A la vuelta del trayecto prospector de los posaderos de búho real Bubo bubo, y otras aves, descubro la misma covacha ocupada por 10 ejemplares de buitre leonado posados en su interior, pero, en una repisa o grada algo superior del nido de la pareja regente de esta parcela.
El progenitor del joven no permite que otros congéneres se acerquen a los límites establecidos donde se ubica el nido, expulsándolos amenazadoramente; cuello estirado y plumaje dorsal erizado.


En los buitres, a pesar de ser una especie tan estudiada, todavía quedan sorpresas por descubrir acerca de su conducta social.

Lo curioso del caso es observar a otro ejemplar joven algo mas desarrollado, pidiendo con insistencia a la vez que el verdadero descendiente, ser cebado. El adulto accede a alimentarlo regurgitando algo de contenido, sin embargo, no parece estar satisfecho e insiste, a lo que el adulto presionado por la codicia del menor opta por propinarle un picotazo, dando por finalizado el acto solidario que ejercía sobre él. El joven, a continuación, se aparta rápidamente hasta el extremo derecho de la cueva y posteriormente asciende junto al resto de adultos al fondo y extremo izquierdo. El vástago se posiciona en el lugar original del nido y, aunque pide alimento, la ceba ha concluido retirándose el progenitor al extremo izquierdo de la repisa de cría a reposar sin dejar de montar la guardia.





El joven intruso al cabo de varios minutos, emprende el vuelo hacia el lado derecho donde a unos 60 metros horizontales se encuentra la ubicación de su verdadero nido.
He quedado completamente perplejo ante la conducta picaresca del joven y el acto solidario del adulto. Increíble, de todos modos, el comportamiento de este ejemplar.
La enorme sonrisa de satisfacción dibujada en mi rostro ante la presencia de un nido de buitre leonado con dos pollos, como gran exclusiva, se desvaneció al regresar el joven a su morada de origen. 



Joven buitre leonado del año en vuelo.



De todos modos, una reseña hallada en el libro Los Buitres Ibéricos de José Antonio Donázar desvela un hecho similar en otra especie de buitre. Añadiendo esta observación, se aporta otra versión de cierto paralelismo. La conclusión hipotética de este hecho, depende del punto de vista de cada cual. 

"No se conocen casos de existencia de dos pollos volantones en el mismo nido. Sin embargo, este hecho puede presentarse excepcionalmente; Vernon y Piper (1986) observan dos pollos de buitre de El Cabo Gyps coprotheres en el mismo nido, descartando, quizá de forma apresurada, que se trate de parasitismo intraespecífico. La frecuencia de las puestas de dos huevos parece ser muy baja o nula".

Sobre hallazgos de nidos de buitre leonado con dos huevos:

https://sebulcor.com/2019/02/otro-nido-de-buitre-leonado-con-dos.html





Adulto de buitre leonado en lo alto de una aguja pétrea mientras unos recentales de cabra montés deambulan a sus pies.

domingo, 9 de junio de 2019

Retazo de sotobosque




Efervescencia sonora en el sotobosque, debido a la multitud de voces entre la maraña vegetal, es la palabra que mejor definiría todo este entorno natural. Los prismáticos giran como locos en busca de todo ser viviente moviéndose entre la espesura del entrelazado ramaje, inmerso además, en la eterna penumbra foliar.
La vida se abre camino, en éste caso, representada por el joven y rodado volador todavía vigilado de cerca por sus progenitores. El joven verdecillo Serinus serinus, atisba atentamente todo lo que le rodea, incluso mi persona. Pasa a su archivo mental mi forma, para adecuarme en su memoria a la hora de atribuirme cierta peligrosidad o no en posteriores encuentros. El pequeño lo mira todo, los padres se inquietan ante la curiosidad imperecedera del inexperto paseriforme. 





Un asustado autillo Otus scops, ahuyenta de carambola a nuestro verdecillo. Seguramente, era la mejor opción para arrancar al pequeño canario silvestre de una zona tan expuesta. La familia prosigue con su prospección matinal.

La diminuta rapaz nocturna ha salido de alguna oquedad de la terrera y, casualmente, lo ha hecho debido al paso asilvestrado de un motorista de cross. Buena leña al acelerador que el campo es suyo. Que la turbulencia de polvo nuble todo el mundo que deja atrás, sin darle importancia. Vivir cómo el presente, a golpe de acelerador, se arrima a mayor velocidad delante de la visera de su casco para sortear o atropellar. Ruido, además, ascendente, como si la escala de agudos fuera a terminar en una explosión nuclear. Con qué satisfacción nos va perdiendo y apartando a los demás mortales de su camino, quienes compartimos el polvo levantado por las ruedas de su cabalgadura.





Creo que el autillo habrá notado la vibración bestial de la moto rodando por el cercano camino que transcurre sobre su posible nido. Su mirada incendiada alcanza mi ubicación, haciéndome responsable de semejante temeridad. No, no he sido yo pequeño. A mí me gusta el silencio tanto como a ti. Pero no a todos, claro.



Cuando el autillo se funde en la oscuridad del entramado ramaje de árboles y arbustos, me ausento del lugar para observar el punto donde abandonó su oquedad de descanso o de cría. Una vez frente a ella, veo que se trata de una galería abandonada de abejaruco Merops apiaster. Hay varias dispersas de una pequeña colonia que anidó anteriormente. A nuestro pequeño búho estival llegado de África, mas inclinado por los nidos en huecos naturales de árboles o practicados por pícidos, le interesan además de otras, las oquedades de los abejarucos, mas ajustadas para evitar molestas visitas exteriores.




Oquedad practicada por abejaruco y probable morada del autillo.


Ejemplar de abejaruco Merops apiaster en las cercanías del sotobosque.


Otra galería de abejaruco, solitaria, de pequeños grupos de cría.

Terreras del Ebro
8 de Junio de 2019


sábado, 1 de junio de 2019

Nido malogrado de búho real (4ª parte y final)


Hembra de búho real Bubo b. hispanus en el nido con sus tres pollos el año anterior al abandono de los huevos. Siempre importunada por la provocación de las chovas piquirrojas.

Termino este breve y sencillo ciclo de entradas derivadas del abandono de la puesta de esta pareja de búho real, causada, probablemente, por la irrupción de alguna cabra montés en la repisa de nidificación.
Me ha resultado interesante la experiencia mediante el uso de vídeo-trampeo para descubrir estas secuencias tan habituales en la naturaleza. Unas imágenes imposibles para la mirada humana.
Sé que no son tan impresionantes como los grandes documentales, sin embargo, arrancan del modo menos intrusivo la intimidad de ciertas criaturas, desenvolviéndose amparadas por la oscuridad. Salir a comer y evitar ser comido es la filosofía animal de aquellos que están bajo el yugo estresante de los predadores; se palpa en las secuencias observadas.
El búho real, como el mas señalado superpredador, es capaz de atrapar ginetas, pequeños tejones, jóvenes zorros y garduñas, por ello, el campeo de estos animales siempre va acompañado de mucha prudencia. Cualquier descuido les puede pasar una desagradable factura. 

Restos de un joven tejón Meles meles tras la cría de esta hembra de búho real en el mismo nido. 

Extremidad posterior de garduña Martes foina devorada por búho real tras la cría.

No obstante, a pesar de la imponente presencia del búho real, o la garduña desvalijando el nido, con huevos falsos, nada ha llamado mas mi atención que la criatura de este vídeo. Aparece en las restantes grabaciones de 30 segundos la misma noche que lo hace la hembra de búho real y la garduña. Su desparpajo evidencia esa actitud indudable como propietario de este territorio, compartido indirectamente, con estas dos especies nada amigables. Un superviviente nato.

                             
Ratón de campo Apodemus sylvaticus afincado en la repisa de nidificación del búho real, rebusca en el cuenco del nido.

La vida para algunas criaturas es tan larga por la noche como por el día, dada la presión que ejercen sobre ella sus predadores. Realmente son seres que, a pesar de su enorme capacidad reproductora, requieren de una inteligencia adaptativa sorprendente para cargar en su cuenta vital tantos días como les sea posible, evitando el mínimo despiste. Solo suma alternar la alimentación y la reproducción con la atención férrea de todos sus sentidos.

Un lirón careto Eliomys quercinus se acerca a la presa oculta por un búho real, cuya oquedad, la rapaz ha convertido en despensa.


Búho real acude a recuperar su presa; la mitad posterior de una liebre depositada la noche anterior. 



Mas sobre este apartado entre el lirón careto y el búho real:
https://lanaturalezaquenosqueda.blogspot.com/2009/07/despensas-del-buho-
real-ii.html

Sobre el búho real y su entorno:
https://lanaturalezaquenosqueda.blogspot.com/2014/07/no-es-facil-ser-buho-real-parte-1.html



domingo, 26 de mayo de 2019

Nido malogrado de búho real (3ª parte)




Como era previsible, a pesar de tantas visitas de la hembra de búho real Bubo b. hispanus al nido, no fue, en este caso, el elegido para anidar.
Por otro lado, era la ocasión perfecta para experimentar el escenario del año pasado al abandonar definitivamente la rapaz nocturna el nido con dos huevos.
En el siguiente paso aprovecharía para recrear, similarmente, otro abandono del nido. Escenificar la puesta con el mismo número de huevos que el año pasado y, el apoyo de dos cámaras de vídeo trampeo, me proporcionaría imágenes tanto diurnas como nocturnas. Quería tener la oportunidad, bajo esa presión incontrolable de curiosidad, de poder descubrir qué córvido o ave podía haber horadado los blancos huevos de la puesta de la hembra del búho real con tanta precisión. No terminaba de convencerme la herramienta basta de la corneja negra Corvus corone, el cuervo Corvus corax o la grajilla Corvus monedula. De la chova piquirroja Phyrrhocorax phyrrhocorax desconozco si los huevos entran en su dieta; sin embargo, el bisturí de este córvido parecía el ideal para tan refinado trabajo.  


El nido vacío, y la pareja anidando en otro lado, propiciaba la combinación perfecta para reproducir el montaje del nido abandonado. 

Dos huevos blancos de similar tamaño plagiarían la puesta del búho real.

Pero, el mundo es cambiante en cada momento y la oportunidad que se le brindó al ave comedora de huevos el año pasado, éste se la presentó a un mamífero tan ágil trepando por la roca como el búho real atravesando la noche. 

Con dos huevos de gallina de un tamaño similar al de una puesta de búho real escenifiqué la idea del abandono definitivo. Presenté una réplica del nido con la colocación de dos pequeñas cámaras durante una semana enfocando los blancos huevos y, la segunda noche, ocurrió el desenlace. 


                               GARDUÑA EXPOLIANDO HUEVOS: VER VÍDEO

                       

Como nota curiosa de este territorio, comentar gracias a tres observaciones puntuales que, una sabina negral Juniperus phoeniecea ubicada a baja altura en un rincón del barranco albergó en días distintos al búho real, a la garduña Martes foina y a la gineta Genetta genetta.
Un lugar cómodo por el que tres especies sabedoras del descanso, no se pueden equivocar. 
El posadero, por el uso habitual, correspondía a la rapaz nocturna. 


viernes, 24 de mayo de 2019

Nido malogrado de búho real (2ª parte)



Nido desatendido tras el fracaso de la puesta.

Una vez comprobado el triste final de la puesta del año pasado, me centré en averiguar las posibles visitas al nido de la rapaz de la noche a partir de agosto del mismo año.
La primera labor, eliminar el exceso de huesos y piedras para dejar una superficie mullida y lisa, de modo que se imprimieran con nitidez las huellas de la rapaz.
Como adelantaba en la anterior entrada, veía con los prismáticos desde lo alto las huellas lobuladas de las garras del búho real Bubo b. hispanus en la tierra esponjosa. Alisaba el cuenco y, a la semana siguiente (no siempre), había sido escarbado o pisado levemente de nuevo.  


Cuenco del nido reparado por mí para comprobar las visitas posteriores de la hembra de búho real. 


La primera actividad y presencia de la rapaz después de la reparación, correspondía a tres meses antes de la puesta e incubación por esta zona.
Se aprecian con nitidez las almohadillas plantares de la hembra de búho real.

En un principio, el hecho de averiguar la utilización del nido antes de la reproducción, lo entendía como una restauración o cuidado previo del cuenco para ese fin. Pensé que tenía como finalidad el mantenimiento de dicho espacio para la cría posterior de la hembra de búho real. Nada mas lejos de la realidad. Tanto en otros ejemplos de nidos, como en el presente, la rapaz podía utilizarlos como lugar de descanso y, así pude comprobarlo. 


Sentía una enorme curiosidad por tener el privilegio de observar, mediante una pequeña cámara de vídeo nocturna, la delicadeza de la hembra de búho real, a la cual, tan sólo sentía mediante la observación de sus huellas impresas en el terreno.
El momento se hizo presente y la rapaz apareció como era de esperar. Sin embargo, las penumbrosas luces del dispositivo de iluminación hicieron recelar a nuestra protagonista. Ver en la imagen a la rapaz trémula debido al efecto de lo desconocido causado por la cámara, me hizo desistir de mas sesiones.

Posteriormente, como no podía ser de otro modo, continué con el borrado de huellas, y la hembra de búho real, siguió marcándomelas en la suave tierra de su acogedor espacio nidal.
Que descanso...




jueves, 23 de mayo de 2019

Nido malogrado de búho real (1ª parte)




Observar desde caminos, como si mi persona correspondiera a la de cualquier agricultor o ganadero de la zona, da mas tranquilidad a las aves aposentadas en sus nidos.
Con el búho real Bubo bubo hispanus funciona bien, si no te sales del trazado. Te observa, pero, condicionado por tu acción de seguir la marcha y no demorarte en la parada demasiado tiempo. Hay que disimular, aunque parezca absurdo, cuando se mira. A los animales no les gusta mucho las miradas fijas hacia su ubicación, se sienten localizadas y, por ende, vulnerables.





En esta ocasión, no vi a la rapaz en el nido a pesar de la distancia marcada para no molestar, ni siquiera, utilizando el telescopio. Entonces, desistí del lugar para dedicarme a otras zonas.
El mes de junio del pasado año, acudí otra vez para ver posibles rastros y me encontré con el nido desvalijado. Los huevos habían sido devorados, probablemente por córvidos. No sabía qué podía haber ocurrido hasta que aprecié la repisa llena de excrementos y huellas de cabra montés Capra p. hipanica. Es posible que la cabra utilizara el oculto lugar para descansar repetidamente, lo que daría al traste con la puesta del búho real.


Nido de búho real de frecuente utilización correspondiente a otra pareja
Con la expansión de la cabra montés, esta oquedad fue objeto de ocupación como paritorio de dicha especie. 
La superficie comparte excrementos del ungulado y restos óseos antiguos con egagrópilas desmenuzadas de la última crianza del búho real en 2018.   


Un primer plano muestra los restos óseos y una funda roja de la mandíbula superior de chova piquirroja, todo rodeado de excrementos de cabra montés.

Hice un seguimiento casi semanal de la repisa nidal borrando las huellas para comprobar la visita de la hembra al lugar. La rapaz seguía visitando su nido y marcaba el cuenco (fuera de la época de cría).
Para comprobar que se trataba del búho real y no de otra especie la que ahondaba la depresión del nido, coloqué una cámara de vídeo-trampeo muy pequeña.
El resultado fue interesante, a pesar de no conseguir el efecto deseado; ver a la rapaz nocturna arañar la tierra con sus garras.


Este huevo fue apartado del nido unos tres metros y consumido detrás del lentisco.



La entrada consta de cuatro partes, tres de ellas son vídeos de corta duración. Nos muestran el curioso acontecer en una repisa de poco mas de 6 metros cuadrados, donde hay un ejemplar notorio de lentisco, ruscos y hierba tierna alrededor del nido. 
Veremos tres especies actuando al margen unas de otras pero, con la autoridad indiscutible de la hembra de búho real visitando su nido.