El ratonero Buteo buteo es una rapaz conocida, y por fortuna, habitual; siempre atractiva para el observador.
Es la rapaz eterna sobre el altillo de tantos maderos telefónicos al pie de las carreteras españolas. Paciente hasta aburrir al sol y a la prudencia de sus presas. Tal vez, el ser vivo que mas horas de sombra hace al día. También es el perdedor sistemático en las broncas con milanos negros y otras aves de su entorno.
Gimotea rodeado de urracas mientras defiende una rata de tamaño medio que pretende merendarse sobre las ramas deshojadas de un manzano en el hortal. Otro ratonero trata de disputarle su presa, sin quitar el ojo a la urraca que tira de la cola del roedor desde abajo buscando el anonimato entre tanto revuelo blanquinegro.
Un ratonero defiende ante una corneja negra Corvus corone la captura de un topillo.
El ratonero siempre está sujeto a las provocaciones de los córvidos, como si vieran en él, su motivación mas representativa para el arte de hostigar.
Este Quijote de las rapaces, tiene muchos enemigos, que no dudarán en aprovechar la inocencia de los jóvenes para atacarlos. A un confiado ratonero que volaba a la altura de un águila de Bonelli Aquila fasciata le costó la vida por un descuido; desconocía su peligrosidad. Aunque poco común, es una presa notable en los nidos del búho real Bubo b. hispanus.
Ratonero adulto, y progenitor.
Ratonero joven del año.
Hace un par de años, un joven ratonero del año murió de inanición según me informaron en el centro de recuperación donde lo llevé. No salía de mi asombro. Sin embargo, no debe de ser algo tan inusual en la naturaleza, sobre todo, si alguno de los progenitores es abatido o muerto por cualquier circunstancia.
Observando la semana pasada a la más mítica rapaz de los postes, celebré gratamente la pesadez de dos jóvenes de este año reclamando a su progenitora la ayuda pertinente para seguir adelante.
Sólo falta que sus dotes como futuros cazadores no fallen, y puedan ocupar como siempre, esas atalayas de madera que realzan su quietud y perseverancia.
Aparte del aplomado sol, también soporta estoicamente la empapadora niebla llorona del invierno.