sábado, 22 de septiembre de 2018

La garza de Porto da Afurada (Portugal)




El puerto oscurece al paso del atardecer. Estos últimos días la niebla adelanta la penumbra, y en la boca del embarcadero, toman forma las pequeñas embarcaciones que regresan de sus labores de pesca. La luminaria los delata entre la neblina a duras penas. Una vez atracadas y amarradas en el muelle, van sacando los pescadores el fruto de numerosas horas de navegación entre los puntos elegidos de pesca.

Las gaviotas aguardan alineadas sobre el canto del muelle un posible menú ofertado por las sobras de algún pescador. Ante la presencia de dos paseantes, todas levantan el vuelo y ya no regresan.
Casi con puntualidad inglesa aparece un gavión al que llevo observando varios días. Rodea en vuelo coronado y batido el cerco de las embarcaciones, y tras la selecta prospección, la gran gaviota se posa sobre la lona azul que cubre una pequeña barca amarrada durante días en el mismo punto. Permanece aislada, anclada al margen de las demás ordenadas en batería. Alrededor de la lona azul, escurren de lo alto hilachos fecales de color blanco. Seguramente, las visitas de sus moradores es desbordante por el lugar estratégico.


  

Gavión atlántico Larus marinus   

Los que conocen al gavión por sus años de mar, saben de su poderío ante las demás gaviotas. Cuando ha de posarse en un punto concreto no le importa que esté ocupado por otras especies de láridos, tan sólo ha de dejarse caer para que el grupo le abra espacio. Si no es suficiente, el gavión lo exige amenazando con el pico. Evidentemente, si hay alimento que disputar, su poderío impera con mas ahínco anulando el orden establecido por las demás, que pasa entonces al fortachón de las gaviotas; la del lomo gris oscuro y ancha de espaldas.
Sin embargo, siempre hay quien rompe esa hegemonía, porque en el puerto hay diversidad de especies, cada una con su genio. Las gradas del muelle dividen dos rampas utilizadas para botar y recoger las barcas que aproximan sus dueños con el remoque tirado por el vehículo para tal fin.
Estas rampas tienen especial interés para otras aves por el distinto nivel de profundidad del agua y, allí, seguramente, muchos peces acuden a alimentarse de restos orgánicos e insectos que se acumulan en la orilla.




Garza real Ardea cinerea

Llega la garza real con nocturnidad. Duda ante mi presencia, pero, es su lugar cotidiano y parece que las cosas allí le van bien, ya que hay carne y pescado. Anteriormente, una rata gris se ha zambullido (he escuchado el chapuzón) y con agilidad ha nadado hasta alcanzar el pantalán flotante. Otra, corretea sobre el hormigón aledaño al agua, en busca de sobras orgánicas humanas.
No hay duda de la variedad alimenticia para la garza real. El ardeido se posa sobre una barca; no es su barca. Deja pasar unos minutos de rigor, parece que tiene prisa y alza el vuelo. Su silueta marca la diferencia entre las demás aves. Su vuelo parsimonioso la lleva hasta la motora que ocupa el gavión al que no intimida; ella sabe que éste desaparecerá en el momento justo de posarse. El gavión, como estaba previsto por la garza, ejecuta una vuelta rigurosa para seleccionar otra opción y se posa en otra embarcación mas alejada y sin tantas deyecciones.
En el puerto todo está en orden, y en las aves, también.
Entre lo moderno y lo tradicional, la gente sigue con sus costumbres de antaño; es de lo mas bello de este lugar.




Gaviota sombría Larus fuscus graellsii.  
Había bastantes mas especies de aves, pero, he preferido estas dos gaviotas resabiadas (sombría y reidora) que, mientras comía sentado en un muro de hormigón frente al mar, se acercaron como quién no quiere la cosa; claro, a compartir...




Gaviota reidora Larus ridibundus bostezando


Tendedores de ropa en el puerto


Lavadero vecinal situado en el puerto

Lavadeira en plena faena. 
Tal como recuerdo de niño en mi pueblo hace ya muchos años cuando las mujeres lavaban en el río, ésta portaba bajo sus brazos dos barreños con ropa, y otro mas grande sobre la cabeza. 
Mujer trabajadora, equilibrista en todos los ámbitos de la sociedad y norte de la gallardía mas emprendedora. 


Garceta común Egretta garzetta






Muy territoriales en sus feudos de pesca, las garzas ahuyentan a todo individuo que suponga competencia.
En las imágenes una garceta común desalojando a un charrán patinegro Thalasseus sandvicensis que descansa en aguas someras de su zona de pesca. 
Ninguna gaviota del lugar arremetió contra la garza cada vez que capturaba algún pez.



viernes, 7 de septiembre de 2018

Hembra de búho real en zona humanizada



Me mira atentamente...con recelo. Es una desconfianza temerosa, originada quizás por la letal inmisericordia del humano escopetero con el que, probablemente, me relacione como especie.
En este caso, breve visita, nada mas que un momento para saber de ella y, mas adelante, de su descendencia. Ha de ser todo con máxima discreción, para no levantar sospechas ante la gente y que todo siga su curso natural. 

Por los restos hallados en este lugar, tal vez esta pareja de búho real Bubo bubo se instalara en el año 2015. Desconozco la cantidad de pollos que tuvo ese año, ya que sólo dispuse de indicios (restos óseos) del nido que utilizó. 
El año siguiente lo hizo en un lugar muy oculto, detrás de un vetusto álamo blanco que, a día de hoy, quedó desgajado por una fuerte tormenta de viento y lluvia y acabó secándose. Allí tuvo 4 pollos. En el 2017 se instaló en el mismo nido del año 2015 del que sacó 3 pollos donde pude ver a través del telescopio detalles muy interesantes de la cría. 
El año actual no logré descubrir a la rapaz hasta que se levantó para vigilar por un estrecho declive del nido, suponiendo que los pollos ya no necesitaban de su calor constante. Fueron muchas horas de atención infructuosas, sin premio, hasta que di con el rastro oportuno que me indicó la zona para concretar mejor el encuadre del telescopio. Siempre damos con los nidos mas detectables donde encontramos a la hembra tumbada en algún hueco despejado. Pero, como en éste caso, la rapaz hubiera pasado desapercibida para cualquiera, como así lo hizo, aún siendo un lugar extremadamente transitado por personas corriendo, en motos, coches y bicicletas. La rapaz tiene con este paraje una comunión total, al margen de la presencia humana, a la que soporta estoicamente desde el ventano discreto de su nido de turno. 
El año actual tuvo tan sólo 2 pollos en este nido, y no la vi acompañarlos hasta el final, supongo, por falta de espacio, dada su reducida capacidad.
Es curiosa la linea descendente del número de pollos, relacionada, tal vez, con el descenso poblacional del conejo.

Lo mas sorprendente, es la laboriosidad con la que cuida su nido favorito de 2015 y 2017, desde luego, el mas expuesto a la vista. Pensé por ello, que sería de nuevo elegido este año por el número de veces que lo visitó, al arañar el cuenco para mantener la tierra mullida. 
Este año ha hecho lo mismo, una vez abandonado el hueco de cría, la rapaz volvió a preparar el nido mencionado para desapelmazar la tierra. 
Seguiré atento a las nuevas visitas del nido de 2015 por parte de la hembra para confirmar la utilización del nido cada dos años, si en este cría por tercera vez el año que viene.

Valle del Ebro, Zaragoza 14 de abril de 2018 



Nido escarbado con las garras por el búho real (después de anidar en otro). De las cuatro crías realizadas por la rapaz en la zona, este nido es el mas utilizado y, por ello, cuidado.



Nota:
Las imágenes han sido tomadas, discretamente, desde un camino transitado habitualmente por ciclistas, corredores y alguna moto y coche (T 600 mm y recortadas). Incluso, hubo un aguardo nocturno para la caza del jabalí a 50 metros del nido.
La comprobación del nido se hace fuera de la época de cría; tan sólo para testimoniar si la tierra del cuenco presenta nuevos rastros por la visita de la rapaz.

martes, 4 de septiembre de 2018

Chovas piquirrojas (Pyrrhocorax pyrrhocorax)




Que vistosos resultan los bandos familiares de chova piquirroja Pyrrhocorax pyrrhocorax una vez finalizado el ciclo reproductor. El desbarajuste viajero en busca de alimento, acompañado de un bullicioso vocerío llaman la atención desde cualquier rincón del campo.
Ahora que ya terminaron las labores agrícolas, los campos han quedado a la espera del momento preciso de labranza, es cuando aprovechan estos córvidos para campear. La caña del cereal quedó seccionada por la siega, hay pequeños matojos de hierba que apenas sobresalen y no ocultan mucho el horizonte para poder controlar a posibles predadores, que los hay al acecho, constantemente. Durante el revuelo de las aves en el espacio, bien pueden dar también la voz de alarma a las posadas en tierra.
Es un momento excelente para capturar ortópteros, coleópteros, etc. que tanto abundan en las tablas de cultivo. Las langostas están crecidas y se mueven mas, siendo un aliciente especial para estos córvidos que las persiguen a base de saltos y leves vuelos. No hay duda de que van tras ellas. La bandada se revuelve y cala repentinamente sobre las zonas de mayor actividad de estos insectos.
La estampa me resulta de lo mas interesante, sobre todo, por saber algo mas de la actividad cazadora de las chovas piquirrojas en grupos familiares.






Como un copioso maná, brotan de la tierra gran cantidad de ortópteros. Las chovas, como enloquecidas, dan buena cuenta de ellos capturándolos mediante recortes desenfrenados

Llegará otra vez la primavera y las bandadas se disgregarán ante la llamada de celo. Volverá de nuevo el espacio celeste a vestirse de arabescos quiebros protagonizados por las volatineras chovas piquirrojas. Todo este alarde acrobático con piruetas extraordinarias engalanarán los vuelos nupciales de cortejo. Todo ello, forjará vínculos en las parejas para toda la vida. Mediante arrumacos y ofrendas a base de cebas, agasajará el macho a la hembra para formar una futura familia.

29 de julio de 2018 Villanueva (Zaragoza)



"Soler y Soler (1993) estudiaron la alimentación de la especie a lo largo del ciclo anual en la Hoya de Guadalix sobre un total de 140 egagrópilas, observando que la fracción animal suponía el 50% del volumen de las egagrópilas en cada estación, y que el 60 % de las 3.484 presas animales encontradas eran coleópteros, especialmente tenebriónidos; a su vez, las semillas silvestres y los cereales constituían la parte dominante de la fracción vegetal."

Aves Ibéricas; José Luis Tellería, Benigno Asensio y Mario Díaz





miércoles, 15 de agosto de 2018

El pequeño avión roquero



Pollo de avión roquero Ptyonoprogne rupestris de unos diez días de edad caído del nido (6 de agosto de 2018).

Era el día de suerte del pequeño avión roquero. Es gratificante coincidir en el momento justo para socorrer a un pequeño pájaro y tener la fortuna de que el nido esté localizable. Por desgracia, lo mas habitual es todo lo contrario.
Después de haber disfrutado de la primera cría de estas aves, esperaba la segunda que no tardaría mucho. Aunque las fotos son de hace unos días, sabía que los pequeños estaban dentro de su cuenco desde hace una semana, habiendo visto sus picos por el telescopio.




Lo deposité donde mas espacio había, pensando que él mismo se abriría hueco, pero, allí no se apartaba nadie. Tuve que dejarlo al fondo para que estuviera mas seguro.
Al día siguiente me acerqué y comprobé que no había novedades.

A este barranco me acerco por ver a la especie mencionada, a la que me gusta observar detenidamente dada la gran facilidad de los escarpes calizos para ofrecer buenas vistas de su actividad voladora.
Con los prismáticos miré detenidamente el nido para ver su estado. Es accesible para mí, pero no para otros depredadores, ya que se sitúa a unos dos metros del suelo. Caminando hasta el fondo del barranco, donde se cierra, se ubica en el techo de una gran cavidad . Nunca he visto un nido mas accesible ni tan bajo, tan sólo a dos metros de altura del pie del cortado.


Jóvenes de la primera cría del año.

Este nido fue utilizado hace dos años por una pareja de colirrojo tizón y, poco después se desplomó, desconozco la edad del mismo, sin embargo, lo recuerdo durante muchas incursiones a este lugar. De nuevo fue construido en el mismo lugar, debido a la exactitud de su ubicación, tal vez por la misma pareja.
Los pollos estaban tranquilos, ocupando su espacio ordenadamente con la cabeza apoyada en el borde del nido. Fue al mirar por curiosidad las heces bajo el nido, cuando vi al pequeño desventurado en el suelo. Supongo que caería en la última ceba poco antes de llegar yo, quién sabe...Lo cierto es, que por esta vez el pajarillo recibió un comodín extra para continuar con su vida.
El nido es demasiado pequeño para albergar a cuatro o cinco pollos que van creciendo y ven reducido su espacio considerablemente. 
Deposité al pequeño para que se hiciera hueco, pero, allí el espacio es vital, y ninguno de los hermanos estaba dispuesto a facilitárselo. La competencia por un buen espacio para recibir las cebas es brutal, y todos luchan por él.
Dos días después fui de nuevo y allí estaban los cinco hermanos, por obligación, mejor organizados con el espacio nidal aunque también algo mas apretados.

En ningún momento, al depositar el pollo en el nido, tuve ataques por parte de los progenitores. Lo que me recuerda que, la conducta de los animales no es matemática, cosa que por otro lado agradezco para seguir disfrutando comportamientos de carácter variado. 


Para asegurarme de que todo iba bien, hice esta foto pasados ocho días. Hay que ver como han crecido (14 de agosto de 2018)
No sabría cuál de ellos es el accidentado.
Como veis, el nido es algo similar al camarote de los Hermanos Marx. 


Fijaos bien, como os comentaba en la entrada, esta es la construcción antigua. Hay dos jóvenes de los cuatro en el nido. Los otros dos hermanos ya lo abandonaron. 
La fotografía es del 15 de agosto de 2013. El nido dio mucho de sí.
Comparad la estructura de este cuenco, mas amplio y robusto que el de la fotografía superior donde están los cuatro pollos hacinados. Los nidos son diferentes, sin embargo, han utilizado el mismo emplazamiento. El de abajo podría corresponder a una pareja veterana por su construcción y, el de arriba, a una pareja mas inexperta. Y, por qué no, también, tal vez una pareja sea mas avanzada al margen de su edad, que la otra para estos menesteres, etc. Ya se sabe, los naturalistas siempre tratando de sacar conclusiones ante cualquier duda...




Tienen bastante genio los aviones roqueros y, al igual que este macho de cernícalo vulgar Falco tinnunculus, incapaz de evitarlos, muchas otras rapaces de mayor tamaño también conocen a estos meteóricos voladores por lo mismo. 

Palacio Real de San Ildefonso (Segovia). Se aprecian en vuelo aviones roqueros y comunes compartiendo medio antropógeno. De igual manera lo hacen en el medio rupícola. El avión común es más gregario que el roquero, a éste último, le gusta mas estar espaciado y no tolera la cercanía al nido de sus congéneres. 


El nido de avión común Delichon urbicum, como se aprecia en la imagen, tiene un pequeño orificio en la entrada por la que sólo puede asomar un pollo (cuando está nuevo o reparado). En el de avión roquero Ptyonoprogne rupestris la abertura es total (como en el de la golondrina común Hirundo rustica) y los pollos se abalanzan con mas riesgo a la hora de la ceba. Ambas construcciones se habilitan bajo los extraplomos de los cortados rocosos.


Recuerda; antes de llevarte un pollo aparentemente desatendido de ave silvestre, lee estos dos enlaces:

https://www.seo.org/2016/06/01/pollitos-huerfanos/

http://www.grefa.org/esta-en-tu-mano/como-cuidar-a-un-pollito-en-casa


domingo, 12 de agosto de 2018

El carácter del avión roquero (Ptyonoprogne rupestris)




EL RECORTADOR DE ROQUEDOS

Vuela parsimonioso, recortando con maestría cada saliente del roquedo calizo. Avanza, dobla con un giro decidido y contundente cuando su singladura concluye para prospectar otro nivel mas bajo o mas alto. Una maniobrabilidad experimentada da fe de su especialización voladora. 
Durante la constancia de su vuelo atraviesa nubes de insectos de los que se alimenta; moscas, mosquitos, himenópteros y pequeñas mariposas. Alterna esos vuelos fugaces con descansos esporádicos sobre sus repisas favoritas en las cuales, además, arregla su plumaje cuando el momento lo requiere.





De todos lo hirudínidos españoles es el que pasa mas tiempo establecido. La llegada a los roquedos de cría acontece a finales de febrero, y la estancia se prolonga hasta octubre.
El nido mas tardío que tengo anotado es uno con cuatro pollos de corta edad (poco mas de una semana) el 25 de agosto de 1996 en Calcena (Zaragoza); probablemente de una segunda puesta. 
Al margen parcial, de su biología, me encandila sobre todo el comportamiento reproductor, y si cabe afinar algo mas, la irascibilidad con los intrusos en su territorio de cría.


Los blancas manchas ovaladas de la cola diferencian al avión roquero del avión zapador; éste último tiene además un pardo collar del que carece el avión roquero. De tamaño es algo mayor nuestro protagonista. 



Como les gusta a estas golondrinas roqueras atrapar plumones al vuelo. Plumones que, a veces, el viento les dificulta prenderlos con el pico. Que tarea mas entretenida para ellas afrontar el reto.
En una ocasión, pensé que un avión roquero trataba de acomodarse el plumón atrapado en el pico; hasta tres veces lo perdió y recuperó. Después, supuse sin extrañarme, que tal vez el macho estuviera demostrando a su pareja sus buenos reflejos en un vuelo de exhibición, posicionándose con garantías como un buen cazador y consorte. Por otra parte, tampoco cabía desdeñar la posibilidad de un juego de habilidad del ave.





LA GOLONDRINA MAS IRASCIBLE

En Pelegrina, un mes de agosto de 2002 un grupo de aviones roqueros atacaban a una hembra de gavilán que penetró en su territorio. Sin descanso y de manera continuada, se produjo una serie de ataques en cadena por parte de estos veloces pájaros hacia la rapaz, que, debido a la intensidad de los mismos y al agobio acuciante, se vio obligada a ascender desequilibrada y con vuelo batido tratando de esquivarlos para ponerse a salvo.
No hay rapaces que escapen a su infernal acoso; tampoco, otro tipo de aves. De una sutil voz de contacto entre los ejemplares del barranco, pasan a un comunitario sonido áspero y desafiante muy audible cuando un peligro amenaza a la colonia de sus nidos dispersos.
De paseo por el monte no es difícil levantar el vuelo de un joven búho real, incluso adulto, de su posadero. Todo concluye con una nubecilla de aviones roqueros desquiciando a la rapaz de la noche mediante vuelos fulgurantes sobre su cabeza.





A pesar de no encontrar referencias (no digo que no las haya) sobre ataques a personas que se acercan por descuido a sus nidos, quiero comentaros este comportamiento al respecto como algo de lo mas emocionante jamás vivido.
Normalmente si dejamos una senda para buscar rastros de animales, ya sea en posaderos o atalayas espontáneas donde despluman o despellejan a sus presas sobre los cortados, etc., tenemos el inconveniente de ser atacados por el avión roquero si éste está anidando en ese momento. Cuando traspasamos su barrera de seguridad, el macho emprende un veloz picado hacia nuestra cabeza rebasándola a un escaso palmo de distancia. Notamos una corriente de aire y el zumbido de la velocidad simultaneada también por su áspero grito. No sé si lo habréis sentido en alguna ocasión similar. Es algo extraordinario.


Descolgándose del cielo, el avión roquero en uno de los ataques en picado hacia mi posición. 

Pero, hace unas semanas tuve un deseo experimental muy atrevido con el avión roquero, gracias a la existencia de un pequeño barranco calizo donde los pollos eran ya volantones con un adecuado progreso ¿Qué pretendía...? Pues algo que quería hacer desde hace muchos años y no me atreví; aguantar de frente la llegada de este pájaro veloz y maniobrero.
Me resultaron sorprendentes sus ataques sabiendo que los nidos estaban vacíos, y los jóvenes alternando vuelos con esperas en las repisas para ser cebados. Los ataques se repetían como kamikazes sobre mi persona, no hacía falta ni salir de la senda para recibirlos. Por fin me armé de valor y fui localizando sus ataques antes de producirse. Vista al frente y, aguantar con la vista sin parpadear el picado de la aerodinámica golondrina parda hacia mi rostro. No se amedrentó el ave y en cuestión de milésimas de segundos se descolgó de la altura óptima de ataque y bajó decidida; veía un óvalo como atravesado por una línea horizontal difusa llegando a gran velocidad hacia mi cara pero, fui incapaz de aguantar la mirada y cerré los ojos. Tardé hasta recibirlo con los ojos abiertos. Fascinante capacidad la de este portentoso hirundínido que, sin tener los colores destacados de otras aves, si tenía la gallardía de atacar con bravura la intrusión, incluso, del ser humano. 


La imagen superior e inferior corresponden a sendos ataques del avión roquero. La cámara de fotos no tenía capacidad de captar la llegada, dada la gran velocidad de picado.



Quiero concluir tras añadir en esta experiencia enriquecedora, incluso aguantando la mirada hasta recibir su esquivo vuelo con una precisión milimétrica y las pulsaciones al máximo, que el ave me provocaba siempre un profundo escalofrío en todo el cuerpo por la acción perfecta de su giro ante mi cara en el último momento, arrastrando al paso fugaz, un pequeño vendaval acompañado de su áspero grito (temía algún fallo de cálculo del ave).
No dejaron de acosarme hasta que dejé el lugar de estos bravos pájaros. Creo que tienen que sentirse soberbios por las batallas acometidas ante cualquier intruso. De paso, una buena demostración cultural para esos futuros guerreros posados en la roca caliza, observando y, a la espera cómoda de las cebas que ya podían buscarse por sí mismos.


Un joven atiende su plumaje y realiza estiramientos en un momento de descanso. 


Nube de insectos, habituales en la dieta del avión roquero.




A la pareja le gusta los vuelos sincronizados. El macho realiza pasadas acrobáticas cerca de la hembra a la que, probablemente, trata de impresionar.


Apenas de distinguen de la roca cuando vuelan cerca de ella. La precisión de su vuelo hace de esta ave una gran recortadora del medio pétreo.






La pareja reposando. El macho, a la derecha, me sigue con atención. 
Bastaba un pequeño descanso para encadenar después nuevos ataques. 

7 de julio de 2018, barranco del río Huerva (Zaragoza).