sábado, 17 de febrero de 2018

Cuando el búho real no nos conoce



Cuando formas parte del paisaje pasas desapercibido, o por lo menos, el búho real Bubo bubo te considera parte de él. A los naturalistas y gente que nos gusta ir de un lado para otro disfrutando de la fauna silvestre, el búho real nos atiende recelosamente. A veces se achanta, y cuando sobrepasamos su barrera de seguridad emprende el vuelo a gran velocidad para evitar a los vecinos belicosos que van tras él con saña. 
Somos, aunque nos duela, un inconveniente con el que se enfrentan los animales que descansan durante nuestra semana laboral, precisamente, por las molestias que les ocasionamos cada fin de semana con nuestras incursiones, aunque sean bien intencionadas.

Refiriéndome al búho real por ser el protagonista de esta entrada, la rapaz está mas habituada a los habitantes asiduos del campo que a los urbanitas.
Sé, por innumerables observaciones, que a los agricultores y a los pastores el búho real los mira con menos recelo que a mí cuando llego desde la ciudad a contemplarlo durante unas horas; aunque sea silenciosamente, como he hecho siempre, desde el mismo lugar y con la correspondiente distancia recomendable (una en la que haya que utilizar los 60 aumentos del telescopio). Lo digo por la cantidad de veces en las que la rapaz ha obviado a los camperos rurales fijando su mirada en mi persona, aún estando mas distante que ellos. En incontables ocasiones he visto al ganado pastar cerca del nido de la rapaz con sus pollos, al agricultor con su ruidosa máquina labrando, y he sido mas controlado que ellos. 

Recuerdo un ejemplo que no olvidaré jamás debido al alboroto de un labriego en una tabla de viñedos. La silueta del búho real se adivinaba entre las ramas de una sabina negral Juniperus phoenicea. Por el posadero, se trataba de la hembra. A la izquierda, bajo el cortado calizo una persona mayor trabajaba con un arado romano y su asno tiraba duramente para abrir surcos. El animal obedecía casi a la perfección las órdenes de su cuidador, aunque de vez en cuando, los errores del asno eran corregidos mediante estridentes juramentos e improperios repetidos por el eco del barranco en todas direcciones. 
Todo lo observaba y escuchaba el búho real que, ante el alboroto esporádico, no perdía la ocasión de fijar su mirada hacia la fuente del escándalo. También, con mayor fijación, dirigía su mirada hacia mi persona; aunque me hallaba más apartado que el labrador, para el gran búho, paradójicamente, yo era el intruso a controlar. Lo curioso era la insistente mirada que la rapaz tenía hacia mi posición inmóvil, al contrario de la del enojado y bullicioso agricultor al que vigilaba ocasionalmente. 
La diferencia era previsible; el lugareño con su modo de vida pertenecía al paisaje, y yo, venido de la urbe, era la novedad.
A pesar de todo, ultimada la faena en la tabla de sarmentosos viñedos el animal de tiro fue recompensado con un buen morral de paja y cebada. 

No es lo comentado un reproche para quienes disfrutamos del campo, pues no somos los únicos que desvelamos al búho real durante su descanso. De hecho, contabilizados muchas veces los segundos de sueño de la rapaz, no superaba los 16 segundos dormitando. Cualquier paloma bravía Columba livia, bando de grajillas Corvus monedula, chovas piquirrojas Pyrrhocorax pyrrhocorax, bulliciosos cernícalos Falco tinnunculus y demás habitantes del roquedo pueden interrumpir a la gran rapaz nocturna durante su descanso; incluidos los pequeños pájaros que pululan entre los arbustos donde se halla reposando.


La insistente mirada de este macho de búho real hacia el mismo punto obedece, con frecuencia, a la intención de asegurarse preventivamente el lugar donde dirigirse en caso de huida si el peligro se acrecienta


Si no abusamos en exceso mirando fijamente hacia su punto de reposo y sin acercarnos demasiado, la rapaz finalmente se afianzará con nosotros y podremos disfrutar de su pausada somnolencia y tranquilidad.


Gracias a la distancia, a pesar de limitar mucho la calidad de las imágenes, puede uno presenciar detalles que, de otro modo, pueden pasar desapercibidos.








Si algún ave se posa cerca lo alertará, como pude ver en una ocasión con una paloma bravía. Vi como el búho real desplegaba las vibrisas (plumas táctiles que rodean el pico) cerrando simultáneamente los ojos (supongo que para eliminar el llamativo rojo-anaranjado de su iris), ambos se observaron muy de cerca, rígidos y expectantes. La paloma se fue y el búho real plegó las vibrisas y se acomodó de nuevo.

miércoles, 31 de enero de 2018

La gineta del convento


El tiempo pasa rápido y, hace ya poco más de un año que aconteció el hecho que relato a continuación. 

Estaba leyendo el periódico, con poco entusiasmo por cierto, hasta que llegué a una página entre noticias de sucesos donde destacaba la resplandeciente fotografía de una gineta (Genetta genetta);la bella matadora de Félix Rodríguez de la Fuente. La imagen compartía un titular afirmando la captura de una gineta en el monasterio de Santa Lucía. Un hecho insólito para los ingeniosos agentes de Medio Ambiente, dotados de gran habilidad para capturarla según explicarían posteriormente en las redes.

He de confesar que la noticia no me causó simpatía, más bien, me decepcionó bastante. Este vivérrido es un excelente cazador de roedores y, a diferencia de los gatos, la gineta si se atreve con ratas de buen tamaño. 
Os preguntaréis, tal vez, por qué me decepcionó la noticia de su captura. Había estado trabajando sobre el tejado del monasterio, pintando una chapa de zinc que bordeaba el frente del alero. Hallé dos depósitos de excrementos y me sorprendió la existencia de este ágil mamífero cuya senda se apreciaba por su uso continuado sobre el mismo tramo de tejas; desde el acceso, hasta la bajante. Una trayectoria que le comunicaba con la zona de huerta y el arbolado silvestre, donde alternaría la caza de micromamíferos con algún dormidero de pájaros (gorriones, estorninos etc.).

Cuando comenté a sor Mari Carmen si habían visto por casualidad una especie de gato con la cola muy abultada de pelo, la monja encargada de cocina esbozando una sonrisa encubierta, miró de soslayo a su superiora como solicitando permiso para hablar sin mediar palabra. Arrancó, y su historia inundó mis oídos plácidamente. Todas se tornaron cómplices de la anécdota con la gineta protagonista de sus vivencias particulares. Hicimos corrillo y empezaron a deshilar conversación con entusiasmo. Aunque la ventana de la cocina estaba a buena altura, el ágil mamífero se las arreglaba para trepar, introducirse, y servirse de buenos filetes de carne. Las monjas posteriormente los echaban en falta, sorprendiéndose por el misterioso hecho. Al descubrir a la gineta en plena faena, se despejaron todas las dudas. Así lo recordaban riendo complacidas tras días de incertidumbre. Optaron por colocarle un plato con comida en el lugar de recreo, me iban diciendo alborotadas, y alguna vez al salir a pasear, la veían antes de perderse en la oscuridad tras una veloz carrera. 

Tenían una gran suerte con la gineta dentro de la parcela, les decía, ya que controlaría bastante la presencia de roedores, pero, ni aún así, la permitieron quedarse.

"La previsión es que el animal vuelva a su hábitat tras la correspondiente revisión" comunicaba el periódico: que incongruencia, siendo su hábitat la misma parcela del monasterio.


Gineta Genetta genetta (fotos de archivo).


martes, 23 de enero de 2018

Pajarita de las nieves (Motacilla alba) "Romance"



"Antonio Joaquín Afán de Ribera, publicó en 1899 un largo
romance melancólico, repleto de hojarasca romántica, en el
que se dan cita todos los tópicos —mentiras y verdades— que
la tradición arrastra del pajarito: mensajero del frío y de
los días invernales; anuncio de la nieve y visitador de las
corrientes de agua; poseedor de bella librea, habitante solitario
donde señorearon las aves cantoras y los huéspedes del
buen tiempo, etc."



PAJARITA DE LAS NIEVES

"Pajarita de las nieves"
de los fríos mensajera,
que en los hielos del arroyo
sin temores jugueteas,
y en los surcos que la escarcha
endurece como piedra,
con tu pico agudo buscas
la semilla de la siembra;
bajo tu leve plumaje
has de tener una hoguera,
cuando resistes ufana
del invierno la inclemencia.
Te miro moverte a saltos
al borde de las acequias,
por eso el vulgo te llama
"nevatilla" o "lavandera".
Tú no sabes que produce
tu alegría, en mí, tristeza,
recordando las venturas
que gocé en la primavera.
Ya los árboles sin hojas
grata sombra no me prestan,
ni el amante ruiseñor
trinos lanza en la arboleda.
Ese viento embravecido
eco fúnebre asemeja,
y los copos de la nieve
el sudario representan.
De entre un cielo tormentoso
sol con nubes no calienta,
y la lluvia con su ruido
cual las noches me desvela.
Si del tallo quiere alzarse
atrevida la violeta,
una gota de rocío
al helarla, me la quema.
Pajarita del invierno,
huye donde no te vea,
y torne la golondrina,
mi amiga, mi compañera.
En un ángulo, en la torre,
allí su nido conserva;
lo guardo como reliquia,
tal vez no viva a su vuelta.
Tú a mi corazón helado,
ninguna ilusión le llegas,
sólo esperanza, si huyes,
de que otra estación se acerca.
Pajarita de las nieves,
yo celebro tu belleza;
mas si está blanco el cabello,
llama ardiente se desea.


Romance de Antonio Joaquín Afán de Ribera, extraído del excelente trabajo de José Mondéjar "Algunos nombres románicos de la Aguzanieves Motacilla alba" sobre la etimología de los nombres vernáculos de esta especie tan conocida.



Lavandera blanca Motacilla alba; una de las aves con mayor lista de nombres vernáculos.





jueves, 18 de enero de 2018

El madroño de un pueblo


Hay un madroño de tamaño medio en una jardinera de la calle de un pueblo de la Sierra madrileña del Rincón. No importa el pueblo ni el nombre de la calle, sólo el alegre árbol nutrido de frutos desarrollados y colores luminosos. 
Destacar, faltaría más, el buen gusto de quien plantó en su día tan preciado ornamento, pues cumple con creces dada la belleza en conjunto de sus hojas perennes y rojizos frutos con el cometido de su benefactor. 


Madroño Arbutus unedo. Florece en el otoño o principios del invierno, al tiempo que maduran los frutos del año anterior, de modo que se puede ver simultáneamente en flor y fruto. 

Me permite, personalmente, admirarlo por su curiosa cobertura foliar perenne, frutos rojos y dispersos ramilletes de flores blancas, cabizbajas. Un árbol de Navidad con alboradas campanillas y bolas granas, resguardado junto a la rústica casa de la incipiente nevada, incesante desde la madrugada. El paisaje pierde su policromía en favor de una blanca cubierta que lo esconde todo. Algunas aves urbanas y otras no tan urbanas visitan mas el núcleo humano, favorecedor de innumerables posibilidades de subsistencia. Es aquí donde el ornamental madroño se convierte en un benefactor mas para otras criaturas, ahora con la nieve, algo perjudicadas. Los mirlos consumen una gran variedad de alimentos vegetales y, para los inviernos crudos, nada mejor que árboles y arbustos generosos como éste. 





Me quedo perplejo y muy atento. Hace falta muy poco para incentivar mi curiosidad, para mirar y sentir de cerca el esfuerzo por la vida de criaturas tan comunes como el negro mirlo común. Conocen el madroño, se adivina fácilmente por las llegadas directas al ramaje para prender sus frutos e incluso los del suelo, también maduros y mas disponibles para comer. Hay alimento de sobras y los enfrentamientos son escasos entre las aves. El árbol se convierte en un espacio neutral para los mirlos a modo de refugio, hasta encadenar otra jornada venidera de tiempo menos frío que obligue a los mas imprudentes invertebrados a salir de sus escondites.

2 de diciembre 2017

Mirlo común Turdus merula.







domingo, 31 de diciembre de 2017

Un gorrión común (Passer domesticus)



Es el gorrión y está prácticamente en todas partes; en casi toda la geografía mundial. Cuando lo he visto lejos de España, es como recordar sonidos e imágenes de mi tierra; el gorrión es parte de ella, esté donde esté...




Siempre analizando al transeúnte con su atenta mirada
-¿Llevará comida...se acercará peligrosamente...?




viernes, 15 de diciembre de 2017

Urraca (Pica pica) en busca de arañas de pared


No voy a escribir sobre la urraca Pica pica de lo que ya se sabe sobradamente. Es un córvido, y como tal, lleva en sus genes la capacidad de descubrir y optimizar recursos para su supervivencia del modo más inteligente, siempre, afín a su eclecticismo.
 

Sé de su mala fama como expoliadora de huevos y depredadora de pollos de pequeños pájaros y otras tantas fechorías con que se la condena desde la implacable ley dictatorial humana. Sin embargo, me sorprendí muchísimo en un vídeo protagonizado por esta especie mientras aguardaba en una azotea la salida de los murciélagos para atraparlos sobre la abertura del hueco entre los ladrillos de un edificio.


En un paseo por la calle Juan Bravo de Segovia (maravillosa ciudad, sin duda) me llamó la atención este tornasolado córvido zarceando por la parte baja de los balcones de un señorial edificio. Aguantaba bien la presencia de los paseantes de esta calle comercial y la vi muy entregada a su labor, tanto, que apenas me prestaba atención y pude fotografiarla lo mejor posible. Después de mirar atentamente, me di cuenta de que el ave arrancaba los tubos de seda donde se alojaban las típicas arañas de la familia segestriidae; esas arañas que suelen tapizar techos y paredes exteriores bien resguardados de las inclemencias atmosféricas en los edificios urbanos. Extraía con el pico la funda de seda con la araña en su interior y la engullía entera. Así estuvo durante un buen rato dada la poca biomasa de los arácnidos para rentabilizar las capturas.

Pinzando una tela de araña con su hospedador dentro.

Engullendo su contenido. 

En este caso, parece haber arrancado con la tela de araña un trozo de yeso de algún recoveco. 

 Pero, separa ambas partes sin dificultad.

En la faz del córvido se aprecia el polvillo al picotear las fisuras e ingerir las sedas manchadas. 



martes, 5 de diciembre de 2017

Imaginando, sin fotos de la especie, la cría del búho real



Como si de un relato se tratara, me atrevo a comenzar esta entrada solamente con palabras. Dicen que una imagen vale más que mil palabras pero, como no hay imágenes de la rapaz, tiraré de mil o más palabras. 

El espacio de nidificación es árido, de secano, aunque el río Ebro no esté muy lejos. 
Han quedado como ilustración unas secuencias fotográficas que acompañarán al texto, y que darán junto a él, la oportunidad de crear a cada uno de los lectores una idea personal de la vivencia sobre el búho real. 

Nunca dejan de llamar mi atención los restos delatores de su presencia. El búho real deja unas señales características a su paso y en sus zonas de descanso. Son para mí una amalgama de historias capaces de confesar muchas cosas sobre sus jornadas de actividad. Esta vez no serán suposiciones acerca de su presencia, sino hechos observados personalmente, pero, reflejados mediante secuencias fotográficas de la tierra que han pisado en su momento.

Ciertamente, uno tiene que haber presenciado muchas horas de observación para compilar en la memoria datos del comportamiento de la rapaz nocturna y hacer uso de sugerentes conjeturas acerca de su conducta, basándose en los rastros directamente plasmados sobre el terreno. Es obvio que, las hipótesis, conviene construirlas sobre bases presenciadas del comportamiento de la especie seguida con regularidad.

Sigo las normas que creo convenientes al pie de la letra, sin salirme de ellas ni un milímetro.
Al escoger el observatorio opté por el punto más discreto de cara al nido. Como lo más importante es la distancia para no adulterar en exceso el comportamiento del búho real, me conformé con un lugar al lado de un gran arbusto que disimulara mi silueta y, por si fuera poco, lo hice dentro de un hyde.


21 de enero de 2017

El nido del búho real está preparado para su utilización. El interior está escarbado y se aprecia bien el espacio que ocupará su moradora para incubar. El generoso año ha dejado días de lluvia reverdeciendo los rincones de la terrera. 


12 de febrero de 2017

Es el día que descubro a la hembra incubando. Había una depresión tan marcada que la rapaz podía achantarse de tal manera que apenas se le apreciaban los penachos cefálicos entre las finas hierbas. Las fotografías se hicieron fuera de uso del nido, y el seguimiento de la cría, desde unos 100 metros de distancia.

 28 de mayo de 2017

El nido ha sido abandonado por el último vástago al que acompañó su madre, y ahora, todos ya tienen su posadero particular. 
Quiero que vayáis comparando las distintas imágenes para asimilar el cambio provocado por la erosión debido al uso continuado del frágil terreno.
Una masa de tierra y egagrópilas desmenuzadas componen la solera del nido, ahora, prácticamente llana. A ambos lados de la oquedad las garras de afiladas uñas de sus moradores se han encargado de facilitar una repisa accesoria para estiramientos y ejercicios alares.

Observaciones destacadas.

1 de abril de 2017

Gracias a la distancia de observación tuve el privilegio de presenciar al macho acudiendo a una despensa cerca del nido. Llegó directamente y se posó receloso en la entrada, miró mi posición notando la novedad del hyde y tras unos segundos se introdujo en la oquedad de la que sacó con el pico la mitad de un conejo. Antes de emprender el vuelo lo sujetó con una de las garras desplazándose acto seguido al puesto de nidificación donde esperaba la hembra. Ésta no prendió la pieza a pesar de la insistencia del macho en ofreciérsela (sabía de mi presencia y optó por la inmovilidad). La dejó él mismo en el lado derecho del nido y se fue. 
Aprovechando el amparo de la penumbra la progenitora comenzó a cebar a los pequeños pollos pacientemente.

8 de abril de 2017

A las 20´40 horas, cuando el sol ha declinado y sólo queda el último hálito de luz, me encuentro al macho de búho real posado frente a su despensa. Esta vez, me mira con excesiva fijación, flexionando el cuello y la cabeza; arriba y abajo repetidamente (lo observo dentro del hyde). Por si fuera poco, sus penachos están semiplegados, expresión indudable de intranquilidad. En la anterior observación la rapaz recelaba, pero con los penachos cefálicos enhiestos. En esta ocasión, después de dudar varios minutos, opta por abandonar su intención emprendiendo el vuelo y perdiéndose en la oscuridad del fondo a baja altura. 

Desconozco el motivo de esta reacción. Dentro del hyde la rapaz no me ve, pero, sé que el bulto le genera sospechas. Tampoco sé si en algún momento pudo pasar alguien cerca, ya que el lugar es bastante frecuentado por paseantes y ciclistas.

22 de abril de 2017 

Tres pollos ocupan el nido junto a su progenitora; dos a ambos lados de ella y, el más pequeño, postergado al fondo del nido junto a la despensa (con todas las moscas y sin opción a curiosear el exterior). Veo como el pequeño hace uso de esa desventaja, que ahora se torna en ventaja y engancha con el pico un cuarto de conejo que apenas le dura unos segundos hasta que lo ingiere. 
Aunque la hembra se acomoda a mi presencia, a la hora de cebar a sus vástagos pliega sus penachos casi al completo, esta acción requiere de movimiento y parece sentirse vulnerable al cargo de su prole dada la tensión del proceso. 
Por cierto, veo que hay alimento de sobra puesto que los mayores siguen curioseando el mundo exterior mientras el pequeño recibe la primera ceba maternal de la tarde; después, claro está, del autoservicio anterior añadido. 


16 de junio de 2017

Antes de que lloviera (por desgracia de las pocas precipitaciones hasta estos días), la hembra se encargó de arreglar su nido como demuestra la fotografía. 
En el 2015 ya utilizó este mismo nido, dejándolo reposar para su limpieza hasta este año que, por lo que se ve, podría ser recuperado para criar el que viene. Normalmente lo utilizan dos años seguidos, y rara vez más, dejando el tiempo necesario para garantizar un grado de higiene contra los parásitos. 


12 de octubre de 2017

Nueva visita de la rapaz nocturna. El centro del cuenco fue utilizado por una garduña como depósito de heces, también en la parte baja del lado derecho de la imagen hay excrementos. El arreglo del sustrato nidal por parte del búho real casi los ha eliminado.


21 de octubre de 2017

Las visitas al nido son menos espaciadas dentro del celo de esta rapaz. En la imagen se ve con nitidez el cambio de tono del material removido en otra nueva actuación. 


28 de mayo de 2017

Huellas de las garras de la familia de búho real durante su actividad nocturna en la época de cría. El vuelo de las rapaces genera la expansión de las partículas más volátiles de la tierra en forma de polvo, dejando un rastro característico.


16 de junio de 2017

Después de la lluvia (muy escasa este año) el agua borra todas las señales de las correrías de los búhos, devolviendo en parte, el estado compacto de la terrera.

Observación más destacada.

27 de mayo de 2017 (Apunte observado en la repisa de la imagen superior)

Más desinhibido en su posadero habitual y exclusivo, el pollo más joven descansa profundamente sin inmutarse ante el paso de los milanos negros y cigüeñas. 

A las 21´16 horas la tarde comienza a caer y el joven se levante y se despereza. Ahora se arregla el plumaje. Veo como se activa cada vez más. El giro del telescopio horizontalmente me da la altura precisa del posadero de los dos pollos, de éste modo, no tengo que variar nada más. Una vez el pollo del posadero derecho abandona su descanso, giro lentamente hacia la izquierda donde está su hermano, éste, muy temeroso. Para mi sorpresa, topo a mitad de camino con la corpulenta hembra que me mira fijamente con los penachos horizontales. Ahora entiendo por qué esa zona de la terrera está tan erosionada ya que es el lugar de encuentro desde el abandono del nido.
Da la impresión de que la hembra se puede ir en cualquier momento, sin embargo, para mi favor, aguanta con sus garras clavadas en el sustrato polvoriento. 

La luz es escasa, pero, por fortuna, al estar posada en la terrera, sobre el tercio superior, la poca luz existente aumenta por la claridad del fondo claro. Con la madre los pollos se confían más, y provocan que ella mire apurada a ambos lados por el peligro que supone mi presencia. 
Giro hacia la izquierda para ver al otro vástago más temeroso y lo veo en el vértice del desplome, casi en lo más alto de la cortadura y, más abajo, se halla su hermano. Están muy animados y ello provoca la sucesión de miradas a ambos lados de la progenitora para controlarlos. 
Sin embargo, soy yo quien acapara su atención. Con el tiempo que lleva en el mismo lugar, estoy convencido de que aguantará durante mucho más tiempo.

Ya son las 21´38 horas y la hembra lleva frente a mí 18 minutos.
En éste momento, se multiplican los movimientos de su cabeza, la veo algo más alterada el insistente en un mismo punto de atención. No sé qué puede ocurrir, tal vez alguien andando por el camino, no sé…
Giro el telescopio hacia la fuente de atención de la hembra y doy con el macho. Aunque estoy al descubierto, lo tengo más cerca que las ocasiones anteriores y no se inmuta (a veces hay comportamientos que no logro entender). La escena incrementa mis expectativas acelerando mis pulsaciones. El momento es excepcional. Tiene un conejo entre sus garras, supongo que la rapaz habrá salido del vetusto tamariz donde se oculta diariamente, es por ello, por lo que no ha advertido mi presencia hasta el último momento. Allí está preparando la presa y algo tenso, creo que por mi ubicación no muy alejada o por la posible aparición de algún molesto intruso. Tiene los penachos casi plegados y los ojos a punto de salirse de sus órbitas. A pesar de todo el macho sigue con su trabajo, comer algo del lagomorfo, siempre, de la parte anterior para guardar el resto para su descendencia.

No puedo precisar si es mi presencia la que le presiona o es el hecho de manipular la carne de su presa. El lugar donde está posado es un bloque más bajo que el tajo principal (el bloque de las ofrendas a la hembra).
No deja de mirar en todas las direcciones y la hembra lo aguarda con impaciencia. Duda el macho si prender el conejo con las garras o con el pico. Como la presa está casi entera y algo pesa aunque sea un gazapo, lo hace con las garras. No sé a dónde irá, y se desplaza a unos 10 metros hasta lo alto de la terrera, en el borde (ahora, más expuesto). Picotea la presa y se la acomoda entre las garras de nuevo; no sé qué dirección tomará. Aprovecho para restar los aumentos de 60 a 20 para ampliar el campo de visión y ganar más claridad durante su trayectoria. Se deja caer a media altura de las terreras donde la luz es bastante más deficiente. Por fortuna, consigo seguirlo hasta que se posa junto a la hembra a la que ofrece la presa. El pollo del posadero derecho también acude presto, parece que se fuera a comer al macho; éste se retira una vez la hembra se hace con la carne. Uno de los pollos del posadero izquierdo, cuando el macho acudía con la presa ha desplegado sus alas en señal de amenaza al no distinguir a su progenitor de un supuesto enemigo.  

La hembra tiene hambre y antes de que el pollo se abalance con desesperación, protege la presa para darle unos bocados, por lo que puedo ver, pequeños. A continuación, le da de comer (ya es mayorcito el pollo para ser cebado). Los otros dos hermanos no acuden a comer, señal de lo bien alimentados que están.
La mitad del conejo sobrante lo deposita en un hueco del espacio más estable de la repisa, empujándolo repetidamente para empotrarlo y asegurarse de que no se caiga.
Poco después cuando son las 20´48 horas abandona el lugar perdiéndose en la oscuridad. 


El mismo espacio, más alejado, de encuentro de la familia durante la observación del apunte en directo. Se aprecia la zona más erosionada y el abanico de polvo por la actividad de las rapaces de la noche.


Una extremidad posterior de conejo en un posadero de un joven búho real apurada al máximo por la rapaz.


Ruta marcada por la erosión entre la zona de aterrizaje (anterior) y el posadero (posterior) de uno de los jóvenes búhos.


Vista del posadero anterior de un joven búho real en primer plano; se aprecian varias egagrópilas.


24 de enero de 2016

El macho proclama su territorio y ofrenda piezas a su consorte desde posaderos habituales. Se aprecian deyecciones y pequeñas muestras de pelo de conejo arrancadas con el pico de la rapaz en este lugar de encuentro.


21 del octubre de 2017

El mismo escenario que el de la imagen anterior pero en fecha más temprana del año siguiente y con el cargante año de sequía actual (se ven nuevos jirones de pelo de conejo al lado del musgo seco).


24 de enero de 2016

Imagen típica de la depresión del Ebro con sus comunes nieblas. 
Una luminosa deyección de búho real destaca en la terrera, y en lo alto, la rapaz (probablemente la hembra) ha aprovechado para arañar el terreno; se podría interpretar como un acto espontáneo de intención dadas las fechas previas a la preparación del nido. 


Un primer plano de la acción excavadora de la rapaz, que ha empujado la tierra arañada hacia atrás del borde del tajo terroso.  

Personalmente, para los que disfrutamos del búho real, hallar plumas de ésta especie siempre es una elocuente muestra de su paso por los lugares más majestuosos de nuestra geografía pasajera. Solamente la impresión que deja sobre el observador la pluma y el plumón perdidos, sujetos y ondeantes en cualquier brizna vegetal, son un aliciente indicativo de evidentes emociones a la hora de repasar recuerdos memorando nuestros encuentros fortuitos y fugaces con el Gran Duque.


Ruinas de la ermita de Santa Bárbara en un promontorio; ideal como oteadero y cantadero del búho real. El plumón (superior) sujeto en el matorral delata su presencia.                                                                                                    





Tuve la fortuna de observar a un joven búho real intentar arrancar con el pico una molesta rama del tamariz donde estaba alojado. Una rama que rozaba su cabeza y lo incomodaba, impidiéndole la postura ideal de descanso. A pesar de tirar con fuerza de ella, la rapaz desistió y abandonó posteriormente el posadero.
Entendí en aquel momento por qué las sabinas posadero del búho real tenían el interior tan ahuecado y abovedado; seguramente la rapaz intervenía dejando el espacio deseado al arrancar las ramas molestas con el pico.


Puede ser el búho real, probablemente, la rapaz que más depreda sobre el erizo.
Restos desechados del nido.