martes, 28 de enero de 2014

Domingo Trujillo quería ver el búho real

Dibujos a lápiz de búho real (Bubo bubo)

Conocí a Domingo por mediación de otros compañeros pajareros. Aparte de una gran pasión por las aves, traía desde su Canarias natal y casi como novedad, el empeño de localizar el mayor número de especies posible de murciélagos en la geografía aragonesa. Entonces, esta rama zoológica, apenas movía el interés de “cuatro” estudiosos en la península. Cuando coincidimos en mas salidas al campo, él me comentó, sabiendo que yo era un acérrimo seguidor del búho real, si era posible acompañarme durante alguna observación controlada con la intención de verlo a placer. Aquel año de 1985, tan sólo hacía unos meses que lo había visto por primera vez, sin embargo, tras 17 observaciones entre salidas y entradas tanto al atardecer como al amanecer, pensé que algo conocía de la trayectoria del búho real hacia su cazadero.
Hice un cálculo rápido de mis observaciones de acampada por aquellas tablas de labor abandonadas, donde los manzanos, lucían la necrosis de sus ramas moribundas y la inexistente atención del hortelano los arrastraba hacia la muerte. Recostado y oculto al lado del río, al pie de aquellos bosquetes galería de enormes olmos frondosos, antes del estrago de la grafiosis, miraba con atención la salida del búho real rumbo a su cazadero. Mirando el cortado calizo frontalmente, la rapaz siempre desaparecía por mi lado izquierdo, hacia el páramo, y no veía nada más por que los cortados me lo impedían. Era el único dato disponible para hacer una espera en condiciones.

Barranco del río Huerva (Zaragoza) 2 de agosto de 1985

Una vez en marcha, Domingo me insistía una y otra vez sobre las posibilidades de ver al búho real, contestándole que, en la zona donde nos íbamos a ubicar por las ocasiones presenciadas desde el fondo del barranco, estaba seguro de que lo veríamos pasar sobre el campo elegido. Sin problemas.
Atravesando laderas de romero, punzantes aliagas, sabinas y enebros alcanzamos el altivo punto clave. El calor era notable. A nuestras espaldas quedaba el cauce del río y la huerta abandonada, quizá, por el difícil acceso con maquinaria, antaño abordada y laboreada con mulos. Y, a nuestros pies, se expandía un enorme campo segado de cereal con bastante luminosidad, la superficie por donde debía pasar el ansiado búho real. Nos ocultamos en lo más alto. Pegado a mi espalda había un enebro de algo más de metro y medio, frente a mí estaba Domingo y, tras él, una frondosa sabina negral. Ambos arbustos quedaban en línea guardando el perfil de la loma, proporcionándonos una pantalla protectora. Pasaba el tiempo y, no era sólo Domingo quien se impacientaba, puesto que mis coordenadas y mi supuesta experiencia, aunque joven, quedaba en entredicho. Mi orgullo se resentía a medida que la penumbra cerraba poco a poco las escasas posibilidades de luz. Sin embargo, no paraba de cavilar, convencido de haber presenciado el habitual recorrido de la gran estrigiforme en la misma dirección varias veces. No me podía fallar. Llegó un momento en el que rendidos ante la evidencia, bajamos la guardia y empezamos a comentar vivencias sucumbiendo a la monotonía del aguardo. A las 21´38 horas apenas quedaba luz y, entonces, se rompió el silencio, un súbito encontronazo con la copa del enebro a mis espaldas me puso la carne de gallina. A continuación, puede ver dos enormes garras colgando y unas enormes alas agitadas con fuerza por el cuerpo del búho real que pasó muy justo sobre nuestras cabezas cuando mas distraídos estábamos. Acto seguido, mientras la rapaz se alejaba en cuestión de segundos comprobé como la cara de Domingo quedó desencajada, puesto que él, vio a la rapaz de frente y se llevó la peor parte del susto. Después de lo ocurrido, con voz apresurada y entrecortada, me comentaba que su corazón, muy revolucionado en ése momento, estaba a punto de estallar. Le entendí perfectamente, no era para menos después de semejante aparición inesperada.

La causa de la coincidencia.

Semanas más tarde al cambiar de observatorio para dominar ampliamente el territorio del gran duque, descubrí que en el lugar donde nos ubicamos, aquel enebro, era el cantadero del macho de búho real. Ésa fue la razón por la que pudimos verlo mejor de lo esperado, gracias a la fidelidad de estas rapaces a su posadero predilecto. Lo vi durante algunos años mas ulular desde dicho enebro, incluso, después de ser abrasado por un incendio años más tarde. El búho real continuó utilizando sus ramas tiznadas aun estando seco. Jamás lo sospeché pero, con ironía le dije a Domingo, sonriendo, -ves, te dije que lo verías bien-. 





viernes, 3 de enero de 2014

El esmerejón (Falco columbarius): una rapaz discreta




Las atalayas preferidas del esmerejón están siempre en lugares bajos
Para definir la fuerza de esta portentosa rapaz o, microrapaz, dado el minúsculo tamaño del macho, tendríamos que alinearla con el sprint del guepardo por su capacidad de generar velocidad pura mediante el creciente esfuerzo físico de su batir de alas, y no mediante picados veloces de máxima nota dejándose caer como hace el halcón peregrino, considerado el animal más veloz del planeta. Quien haya visto al esmerejón perseguir o cazar a una presa sabrá que el concepto de velocidad pura viene avalado por su enorme fortaleza muscular al desplazarse, capaz de acelerar con potentes brazadas hasta conseguir su objetivo. Domina como nadie el vuelo a baja altura.
Quiero que disculpéis la mala calidad de las imágenes de este pequeño cazador invernal venido de la tundra y captadas en un día gris; aunque bien merecen la pena por lo curioso del momento en que se hicieron, ya que secaba las plumas de la cola abriéndola en abanico.
Los que hicieron el servicio militar, entenderán la angustia que suponía vivir un año alejado de sus actividades cotidianas, lejos del contacto familiar y de los amigos; a pesar de conseguir otros nuevos, también entrañables.
Para los que además de ver fotos os atrevéis a leer las entradas, os dejo una observación asombrosa por su espectacularidad, precisamente, dentro del cuartel militar. No la olvidaré jamás.
 Hoyo de Manzanares (Madrid) 3 enero de 1985
Me tocó junto a otros compañeros la última guardia de mi quinta en el cuartel. Todavía está fresca en mi mente la visión bulliciosa y agitada de mi reemplazo por su “licenciatura militar” con “La Blanca” en sus manos, seguidos atentamente desde la barrera de la entrada principal por donde accedían los altos mandos. No puedo describir la agonía devorándome por dentro al ver a todos vestidos de calle y, yo, con dos horas por delante de guardia y de mili.
Me gustaba mirar el enorme edificio de mando custodiado por unas enormes píceas, y la amplia explanada del patio de armas. Pasaba las horas vigilando y observando las especies de aves que por allí se desplazaban. Los gorriones siempre estaban conmigo a todas horas, pululando con libertad para entrar y salir del recinto. Los gorriones revoloteaban precavidos entre las ramas y el suelo donde trataban de hallar alimento. La tensión era tan alta cuando salían al exterior de la protectora fronda vegetal que, bastaba con que uno de ellos abandonara asustado el lugar sin causa justificada para que el resto lo siguiera sin contemplaciones; así, durante todas sus salidas cotidianas. No importaba si era o no falsa alarma, lo importante era estar atentos para salir volando. Aquella vez, reventó de nuevo el grupo pero, con tintes más dramáticos. Aquí sólo contaba el azar, escogiendo cada uno el escondite que su instinto en décimas de segundo le permitió asimilar; lo primordial era desaparecer del escenario. Fue un macho al que vi mas desesperado y, por consiguiente, el ejemplar que optó por la peor salida. No se ocultó de inmediato y prefirió escapar rápidamente sorteando los enormes árboles del edificio de mando ganando mi posición al pasar delante de la barrera de entrada al cuartel. Su expresión era dramática cuando me sobrepasó a dos metros de distancia seguido por una pequeña rapaz que le ganaba terreno por segundos. Era el esmerejón, frío como el filo cortante de su pico y sus garras, atento, acechante y paciente para aprovechar y optimizar el esfuerzo de su lance mortal. En una carrera que duró segundos, el macho de esmerejón atajando en un ajustado giro, golpeó fuerte con sus garras al desventurado gorrión aturdiéndolo y, mientras caía en barrena sin control, fue capturado súbitamente antes de llegar al suelo. Con el gorrión en sus garras el pequeño halcón gris se alejó a ras del terreno.
Cuando me quise dar cuenta, ya estaba vestido con la ropa de civil y la mili cumplida.  

Intermitentemente, la rapaz extendía las rectrices para potenciar su secaje 

viernes, 13 de diciembre de 2013

El concienzudo mochuelo (Athene noctua)



Vi por casualidad a este mochuelo entre la niebla, posado y muy atento sobre su atalaya. El gélido día obligaba, ahuecar el plumaje al pequeño búho. Como iba dentro del vehículo, me acerqué con toda la prudencia posible, y alcanzado el punto crucial desde donde acercándome más rompería la línea de seguridad aceptada por la rapaz de la noche, paré y realicé esta serie fotográfica. Últimamente no tengo muchas ganas de escribir, por lo tanto, he preferido que disfrutéis de esta preciosa rapaz nocturna en una de sus sesiones de caza, si más. La atención y la concentración del mochuelo durante esta manifestación cotidiana, es digna de observar pacientemente. Después de las oportunas fotografías, hice uso de los prismáticos centrándome en la rapaz y su campo de acción, hasta que una vez concluido el campeo, subió hasta lo alto del talud donde se arregló tranquilamente el plumaje y descansó. 





Atención y concentración sin descanso son elementos básicos en la caza del mochuelo
La presencia de personas paseando por el camino alerta al concentrado mochuelo
Cambia de atalaya según los resultados de la espera
En un espectacular picado estilo mochuelo cazador, la rapaz consigue su alimento

domingo, 24 de noviembre de 2013

Robin de los bosques (Erithacus rubecula)



Manifestación sonora del petirrojo durante la primera muestra territorial de cría de las tres posibles: cañón del río Mesa (Zaragoza) 27- 3- 2013.
 
He disfrutado esta primavera viendo al entrañable petirrojo en las ramas altas de los árboles menudos y grandes marcando su territorio en época de cría. Ahora, durante estos días otoñales, continúo viéndolo pero, en las ramas bajas de los arbustos emitiendo el regañante “tic, tic, tic” protegido por la fronda. Es placentero ver y escuchar el gorjeo penetrante, dulce y algo melancólico con que se despacha este irascible luchador territorial. Y, caminando, me paro a mirarlo y a escucharlo por que es un pájaro que ha ganado a pulso con su presencia, esa sensación de compañero montaraz y urbano; compañía de senderos, bosquetes y merenderos.
Ahora, coinciden los petirrojos viajeros del resto de Europa con los ibéricos y, tal vez, por su docilidad manifiesta gracias al buen trato recibido de nuestros vecinos europeos, podamos diferenciarlos de los nuestros más recelosos. Por fortuna, aquel populacho que se despachaba a gusto esgrimiendo; “ave que vuela a la cazuela” ha disminuido bastante. Pienso y espero, que las bases de conocimiento que se han impartido sobre estos pájaros y el resto de insectívoros por su beneficioso control de plagas unido al respeto mostrado por la buena gente, haya hecho que los caza pajarillos, sin haber desaparecido, sean menos abundantes y peor vistos que antaño.







Petirrojo cantando desde las ramas altas de un pino silvestre en la extensa mancha de coníferas de la serranía de Cuenca 24- 5- 2013. En época de celo, su canto insistente, reafirma la propiedad de su feudo.

COSAS DE PETIRROJOS



Petirrojo esperando su turno para picotear los restos de frutos secos dispensados en el velador del Balneario de La Virgen en Jaraba (Zaragoza) 13- 7- 2012. Mientras uno se toma un refresco cómodamente rodeado de un portentoso paisaje, puede observar a distintos comensales como el mencionado petirrojo (Erithacus rubecula), carbonero común (Parus major) y herrerillo común (Parus caeruleus). El agua que rezuma de la roca sirve de bebedero a otros como el mosquitero papialbo (Phylloscopus bonelli), carbonero garrapinos (Parus ater), picapinos (Dendrocopos major), mirlo común (Turdus merula), colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros) etc. Entre los setos, cada año, se puede ver a los pequeños petirrojos con su abigarrado plumaje pululando con desparpajo en este apacible lugar.

 

Bebedero natural en el balneario de La Virgen en Jaraba. Un carbonero garrapinos (Parus ater)


 
 

Petirrojo curioseando al paso de los senderistas. Éste, por su comportamiento confiado parece resabiado y, seguramente, se beneficie de los restos orgánicos de algún viandante alternándolo con la búsqueda de invertebrados.
Alquezar (Huesca) 2- 11-2013; poco antes de que llegara el frío.

Riglos (Huesca) 2- 2- 1981

Construí hace muchos años, ignorando el sentido del ridículo, una tienda de campaña con plástico transparente con el que se cubrían los colchones nuevos. Era bastante fuerte y, para evitar la condensación, cerré los bajos con tela al igual que uno de los laterales pero, con una tela verde oscuro repleta de amapolas y margaritas. Imaginaros el impacto de la tienda en medio de la explanada al pie de los imponentes paredones de roca conglomerada donde, en aquellos tiempos, se acampaba para escalar los Mallos de Riglos. Bien, recuerdo que había bastantes petirrojos con áreas de campeo muy limitadas, puesto que discutían sólo por espacios pequeños, ya que en el campamento había restos de comida para todos debido a la escasez de insectos en invierno. Eran tan confiados que, uno de ellos se introdujo en la transparente tienda de campaña, y su simpática silueta de paladín destacaba sobre lo alto de una mochila. Quizá entró por un pequeño orificio que posteriormente no encontró. Lo saqué y, evidentemente, no perdió su feudo y continuó a pesar de la experiencia regentándolo, pero, algo cariacontecido.

Zaragoza 28- 1- 2005

Curiosamente, caminando por la acera del cinturón de vía rápida para los vehículos, localizo bajo un terraplén artificial a un petirrojo que, en horas de oscuridad bajo una noche despejada con viento intenso y helado, campea alumbrado por la luz de una farola buscando alimento: hace cerca de dos horas que ha anochecido. Los petirrojos como los ruiseñores también son pájaros crepusculares y, “relatos de ruiseñores oídos durante el invierno son sin excepción petirrojos” (Chirs Harbard; Song Birds). En sus vuelos migratorios de desplazan por la noche.

Cartuja Baja (Zaragoza) 27- 2 1994

Petirrojo remata mediante picotazos a una gran lombriz de tierra con la que ha peleado duro para arrancar de su galería. Agonizante, la ha transportado a duras penas hasta otro lugar más seguro.

Se alimenta además, de escarabajos, orugas, hormigas, moscas, arañas, gusanos y, en el otoño invernal de Ilex aquifolium (acebo), Sambucus nigra (saúco negro o común), Rubus spp. (zarzamora), Pistacia lentiscus (lentisco), Myrtus communis (mirto), Quercus ilex (encina, carrasca, chaparro) estos frutos solo troceados por otras especies como carbonero y trepador azul.

Arisco y solidario

“No teme al hombre y, por otra parte, no suele vivir en armonía con sus vecinos, aunque en ocasiones protege a los pequeños abandonados o huérfanos que no son capaces de valerse por sí mismos. Snell, Naumann, Pässler, tuvieron ocasión de comprobar en diversas circunstancias ejemplares de esta especie atendiendo con solicitud a individuos enfermos o desvalidos, de su misma especie y de otras distintas”.
Los Cantores del bosque; editorial Noguer.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Escala de un falaropo picogrueso en Zaragoza

Ave juvenil con plumaje de primer invierno. 


No colecciono citas de aves accidentales pero, cuando Carlos Pérez me comunicó el avistamiento del falaropo picogrueso (Phalaropus fulicarius) cerca de mi antiguo barrio de Casablanca en Zaragoza, no pude resistirme. No era la rareza lo que impulsó mi decisión de acudir -hasta ahora debe rondar la veintena de citas en Aragón-, sino la oportunidad de conocer a una especie que, como comentaba el etólogo Vitus B. Dröscher en su libro “La vida amorosa de los animales”, es la hembra la que lleva los pantalones. En esta especie los papeles están invertidos y, es ella la que viste en época de celo con la más colorida librea mientras el macho lo hace con un plumaje más discreto. Por supuesto, la hembra es, además, algo más corpulenta y fuerte que el macho, razón por la cual deberá defender y preparar el territorio para ellos, encargados después de la incubación y el cuidado de la prole. Mientras, ellas, proseguiran sus batallas con otras hembras para proveer de huevos a mas nidos; tres, cuatro o incluso cinco para después, iniciar su viaje migratorio. Como conducta antagonista de los falaropódidos se podría citar al combatiente (Philomachus pugnax) cuyos machos despliegan unas vistosas melenas de plumas para exhibirse ante las hembras, muy disputadas entre ellos aunque, después de la cópula, se desentienden de ellas. No olvidemos que, un plumaje exuberante en belleza por su colorido, es también un gran atractivo para los predadores al ser más detectable. Por ello, las hembras de falaropo sufren muchas más bajas que los machos poseedores de un discreto plumaje.


En cada ser circulan varias hormonas sexuales masculinas y varias hormonas femeninas. Cualquier animal y también cualquier persona tienen en sí algo de hermafrodita. Pero, en general, preponderan en las hembras todas las hormonas femeninas y en los machos todas las masculinas. En el comportamiento poliándrico de los falaropos, las hembras cuentan con la cantidad de hormonas femeninas suficientes para estimular la producción de huevos, sin embargo, el dominio de las masculinas (segregadas por el ovario de las hembras) fomenta en ellas la belleza, musculación y agresividad necesaria con la que disputarse a los machos, enfrentándose a sus rivales féminas con objeto de ser fecundadas por los elegidos. En cambio, un número mayor de hormonas femeninas predestinan a los machos de falaropo a un comportamiento pacífico y femenino. Gracias a dichas hormonas (prolactina), provoca en ellos la caida de las plumas pectorales en época de celo. En la zona desnuda se concentra mucha sangre, para calentarla, formando lo que se conoce como parche de incubación o placa incubatriz, necesaria para dar calor a los huevos durante la incubación y a los pollos recién nacidos. A las pocas horas de haber nacido, los pollos pueden valerse por sí mismos acompañados de su progenitor.
Esta es una táctica convenientemente desarrollada entre la mayor parte de las aves costeras que anidan en el Artico, donde la temporada es extraordinariamente corta.


Son aves pelágicas; viven en el mar fuera del periodo reproductor abarcando grandes extensiones de aguas litorales. Vuelan con gran precisión. Aunque son buenos nadadores impulsados por sus dedos lobulados no están capacitados para bucear. El plumaje abigarrado facilita el aislamiento en los fríos espacios del norte ártico. Desde allí, tras un prolongado viaje transoceánico alcanzarán sus zonas de invernada en mares tropicales. Algunos ejemplares como el de la imagen, pueden llegar a visitar  la costa española, y raramente, zonas del interior.


Fue el pasado viernes 15 de noviembre a las 15´30 horas cuando pudimos ver al falaropo picogrueso entre las zonas de remanso donde se alimentaba en la rehabilitada planta potabilizadora antigua de Zaragoza. Carlos y yo tuvimos que dar algunas vueltas siguiéndolo hasta conseguir estas tomas. Evidentemente, no era nuestra presencia lo que ahuyentaba al ave, sino la búsqueda de lugares idóneos donde alimentarse. En la zona donde se ubicó finalmente, pudimos verlo a placer sin que recelara demasiado.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Musarañas; comedoras pero no comidas


Musaraña común (Crocidura russula) buscando alimento en el mes de Diciembre. Pelegrina (Guadalajara)
 
Las musarañas pertenecen a la familia de los sorícidos, micromamíferos con un desarrolladísimo olfato pero, con una capacidad visiual muy mermada. Nada tienen que ver con ratones, ratas y topillos ya que son insectivoras, por lo tanto, emparentan con erizos y topos de similar alimentación. Debido a su voracidad acusada por un metabolismo muy acelerado, pueden incluso, dar muerte a vertebrados como ranas, lagartijas o ratones; éstos últimos por su tamaño, serían consumidos parcialmente. La prisa programada por la necesidad imperiosa de hallar alimento, hace latir su corazón entre 700 y 1200 veces por minuto, capaz de aguantar el ritmo tan acelerado que supone alimentarse de forma constante. Unas pocas horas sin comer les supondría a muchas especies de musarañas una muerte segura. Por ello, las prisas convierten a estos microinsectívoros en víctimas fáciles para determinados predadores, ya que han de bajar la guardia arriesgándose a ser vistas en sus precipitadas incursiones camperas.

Me fastidia bastante encontrar más musarañas muertas que vivas. Muchas de ellas, son presa de predadores que las capturan y abandonan seguidamente debido a su mal sabor. Ello es debido a unas glándulas situadas a ambos lados del cuerpo, productoras de una secreción almizcleña insoportable al paladar. No parece afectar a las rapaces nocturnas, destacando la lechuza, que no desdeña ningún micromamífero. 


Pero, ¿qué supone para las musarañas librarse del predador después de muertas? Para la opinión científica, es el mensaje inolvidable del desagradable recuerdo que dejan a su enemigo. Es probable, que sean confundidas con roedores, sin embargo, el carnívoro que haya probado una musaraña, no repetirá fácilmente el error de capturar a otras de su especie. Teoricamente, supone una ventaja para la estabilidad poblacional de estos sorícidos.
La Ley de Murphy es caprichosa. No sabremos nunca si el predador, acaso frustrado por el insoportable regusto de la presa, no sólo acabara con su vida, sino que sumara perversamente la mala idea de vaciar sus intestinos sobre el cuerpo de la víctima.




Musaraña común (Crocidura russula) abandonada por un predador a un lado del sendero hacia el pueblo de Calmarza (Zaragoza). El excremento podría pertenecer a una garduña.



sábado, 12 de octubre de 2013

ESTABAN AGONIZANDO


 
En la base del cortado de un nido accesible, se hallaba el cadáver del joven buitre leonado entre la sabina negra y la roca.

Buitre leonado joven; Villanueva de Huerva (Zaragoza)

Pocas veces habrá marcado mi cara una expresión tan sorprendida y llena de rabia e impotencia como la del día en que hallé, bajo el nido, a este ejemplar de joven leonado muerto. Había decidido el 3 de agosto hacer un seguimiento del nido por que el joven parecía algo desatendido; tenía el plumaje bastate sucio y era apática su reacción ante la presencia humana. Di aviso al agente de medio ambiente oportuno para que lo tuviera en cuenta. En la visita del 15 de agosto comprobé que el buitre ejercitaba con fuerza las alas y, tal vez por ello, bajé la guardia y comuniqué al agente que todo estaba mejor tras lo visto. Daba cierto respiro ver dicho comportamiento tan habitual en esta edad del ave. Sin embargo, el 28 de agosto cuando me acerqué al lugar, una sensación de alivio recorrió mi mente, la oquedad estaba vacía y el buitre supuestamente había volado. Para asegurarme, faltaría más, recorrí todo el barranco hasta llegar a la base del nido. No había ido tan lejos, espoleado por el hambre y debilitado, se lanzó quizá para escapar de la penuria que sufría, estrellándose contra la roca. A los progenitores no sé qué pudo ocurrirles para que desaparecieran sin dejar rastro.
Se podría haber salvado pero, desgraciadamente, nunca sabemos con precisión cuando actúar y esquivar la rigurosa ley de la vida; me refiero, a que no se pueden abordar los nidos cada vez que se sospecha de alguna anomalía y, nidos hay muchos para controlar. El destino es implacable y como pude comprobar, este joven estaba condenado.

Buitre leonado 1182-13, Villanueva de Huerva, hallado el 28-8-13, ingresa el 13-9-13.

NECROPSIA: cadáver de 11 días de antigüedad, larvas de califórido de 10 días. Putrefacción activa final. Joven del año emplumado, caquexia extrema. Traumatismo craneoencefálico, hemorragia intertrabecular intensa en los frontales, luxación cuadradoarticular izquierda. Intensa parasitación por Amblycera. Hematoma profuso en los pectorales. Fractura de quilla craneal, perimortem, fractura con hundimieto del esternón craneal en la articulación con el coracoides izquierdo. Restos de hemorragia interna, vísceras consumidas por la fauna cadavérica. D: joven que padecía inanición prolongada y cae del nido sin fuerzas para volar, muriendo a consecuencia de un violento traumatismo.
 
Roquedo accesible donde nació el malogrado buitre leonado.
Joven buitre leonado agazapado en su oquedad nido.
Reposando tranquilamente con un ala extendida.
Levantado y, después de haber agitado sus alas, no podía sospechar que tres días después se produciría el fatal desenlace; la muerte del joven al saltar del nido.
Es duro después de mirarlo, saber que agonizaba lentamente delante de mis narices.

Buitre leonado joven; Calmarza (Zaragoza)

 
Joven leonado después de ser acercado al vehículo para atenderlo.

El pasado 6 de septiembre y continuando con el seguimiento de jóvenes leonados, hallé otro ejemplo más relacionado con la dificultad de estas aves para hacerse con un lugar entre los vivos. El primero fue por la prematura caída del nido del ejemplar; el segundo por desesperación; sin embargo, éste último fue por debilidad. Había abandonado en su día el nido y ejecutado sus primeros vuelos con total normalidad. Digo esto, por que el lugar donde fue capturado es el muladar destinado a la alimentación artificial de estos necrófagos en Calmarza (Zaragoza). Seguramente, tuvo oportunidad de aprender la frecuencia de descarga de reses muertas y acudió convencido de poder comer pero, aquel jueves falló la entrega. Lo vigilé durante tres días para comprobar su estado, que no varió en absoluto. Al final, el día antes de marcharme lo capturé y acomodé en el corral de casa para trasladarlo al centro de recuperación. Comió medio pollo con desesperación que tuve que darle pausadamente.

Si, son buitres, simples buitres; hay quien opina que son demasiados, otros que hay pocos pero, nadie sabe si son suficientes los que existen.
La entrada era totalmente diferente a ésta pero, una vez conocida la muerte del necrófago y realizada la necropsia, conocí el estado de salud del buitre, fue demoledor. El buitre estaba agonizando lentamente, mi única función y la del personal del centro de recuperación fue darle unos días cómodos de atención hasta que murió.

Buitre leonado 1165-13, Calmarza, ingresa el 7-9-13, muere el 15-9-13.

NECROPSIA: Pesaba 5.110 g. Joven emancipado pero manteniendo abundante engrasamiento subcutáneo y visceral. Traumatismo craneoencefálico, hemorragia intertrabecular en los frontales. Hematomas antiguos sobre las articulaciones costovertebrales derechas. Hemorragia intertrabecular en la mitad derecha del esternón, intensa. Hemopericardias. Aspergilosis, con abundante moho rellenando los parabronquios del pulmón izquierdo, moho y nódulos planos tapizando los sacos aéreos. CV: carne recién ingerida. D: colisión, inanición y aspergilosis.

Como comentaba Chabier González veterinario del centro de recuperación, el ave pudo colisionar con la valla perimetral del muladar al ser espantado después de haber comido. También me comunica, el hecho habitual de estos accidentes, sobre todo, en los muladares más visitados.

Finalmente, quiero agradecer al equipo del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de La Alfranca (Zaragoza) todas las atenciones y facilidades recibidas, además del excelente trabajo que realizan de atención y reintrodución de especies recuperadas.

Al margen del temor del ave, su rostro reflejaba el agónico sufrimiento de días sin comer ni beber.
 
El agua cambió notablemente su expresión, reactivándose cierta mejoría anímica.
El buitre leonado y el hombre no son amigos, pero si aliados. Son muchos siglos los que llevan estos carroñeros aprovechando los aportes de ganado muerto por parte del hombre. Aunque parezca que lo trato como a una mascota, hay que tomar precauciones.


Así es, lo que imginais es lo que ocurrió; pinzó con su pico mi dedo pero, sin agresividad. Hay que estar más atento.
Horas enteras me he quedado observando a un mismo ejemplar de cualquier especie. Me gusta mirar cada centímetro de su morfología, su mirada, su reacción, todo…
En el corral de la casa del pueblo, ya atendidas sus necesidades nutricionales, abrió las alas bajo los primeros rayos del sol. No podía sospechar que una semana después, el joven moriría en el centro de recuperación por multitud de lesiones internas que padecía cuando lo encontré.