domingo, 14 de julio de 2013

La información de las egagrópilas de búho real (Bubo bubo)


Paraje donde busco el nido de este año del búho real.

Quiero comentaros hoy, después de intentar localizar el nido de búho real y no conseguirlo, el encuentro con unos restos que me dieron la clave y las pistas necesarias para verificar la cría de esta pareja y descubrir el desenlace de uno de los pollos de esta rapaz. De momento, el nido me queda pendiente de localización pero, ya tengo unos datos muy interesantes como recompensa.
 
Desplumadero: se aprecian dos plumas; en la del lado izquierdo la parte inferior y, en la del lado derecho la superior más críptica.

Encuentro casual

Cuando has renunciado a buscar algo concreto y lo dejas por imposible cambiándolo por una caminata dedicada a la observación de especies con las que puedas topar inesperadamente, a veces, surge de improviso un rastro que impulsa de nuevo tu curiosidad. Esto ocurre con un cúmulo de pequeñas plumas encañonadas que vi casualmente, concluida semanas atrás, la búsqueda del nido del búho real que desgraciadamente no localicé. Detectar las encañonadas y miméticas plumas de un pollo de unas cuatro o cinco semanas de edad es un acto de auténtica suerte. Son tan pequeñas y, discreta su coloración que, de no verlas en la misma ruta, es prácticamente imposible dar con ellas. La dificultad estriba en lo abrupto del paraje con enormes farallones calizos y enormes pendientes pobladas de sabinas negras, enebros, rosales silvestres, romeros y demás vegetación leñosa que lo tapiza. 
 
Escenario: E-nº 1 (egagrópila primera). Ex. (Excremento). E-nº 2 (egagrópila segunda). El perímetro con línea discontinua indica la dispersión de las plumas del pollo de búho real.


Egagrópilas almacenadas individualmente.

 
Plumas envainadas en crecimiento del pollo muerto de búho real: a la derecha del todo, aparece una pluma del adulto que estaba junto a las del pollo.

Primeras valoraciones.

La primera impresión del escenario posterior al encuentro era, la de haber caído el pollo del nido, pero la cortedad de sus plumas alares ni siquiera podrían haber amortiguado el golpe y, de no haber sufrido ninguna herida cayendo sobre la vegetación, el lugar del hallazgo quedaba algo apartado de la base del cortado como para entender que se hubiera desplazado por sí mismo cuando rara vez se separan de la base rocosa.
Nada es imposible cuando las preguntas se agolpan en la cabeza de uno, puesto que las conjeturas tratan de acercarse a la realidad favoreciendo la más razonable y descartando la menos posible. Lo que estaba claro era la reproducción de la pareja. A pesar de ser tardía, puesto que debió de comenzar a partir de la segunda semana de marzo a incubar, ahora tenía la prueba irrefutable de cría gracias a las muestras halladas.
Buscando en el marco de acción, encontré además, una pluma dorsal de adulto de búho real, un excremento y dos egagrópilas. La pluma introducía al adulto en escena, lo que hacía más interesante el hallazgo. Podría tratarse del transporte de los restos del pollo muerto por el adulto, seguramente lo haría la hembra por permanecer más tiempo en el nido. La deyección expulsada hacia la pendiente y las plumas del joven pollo esparcidas delante sobre la senda nivelada, revelaban la procedencia del adulto que posiblemente llegara desde el cortado de enfrente a este lado del barranco. 

 
Pumas de chova piquirroja (Phyrrocorax phyrrocorax) joven; se pueden apreciar las bandas de crecimiento de las mismas.

 
A la izquierda plumas de chova piquirroja y, a la derecha, de búho chico. 

El análisis de las dos egagrópilas

Nada mejor que el análisis de unas egagrópilas para facilitar la investigación.

Un gran búho cornudo (Bubo virginianus) licúa en cinco minutos el ratón que se ha tragado (Grimm y Whitehouse, 1963). Diez minutos después, su musculoso estómago, hace que se escurran los líquidos y pasen al intestino delgado mientras retiene el contenido no disuelto (Reed y Reed, 1928). A continuación se forma la pella o egagrópila y su regurgitación (Kostuch Y Duke, 1975). El proceso desde la ingestión de la presa hasta la egestión o expulsión de la pella consta de siete fases secuenciales (Rhoades y Duke, 1977) y requiere de ocho a diez horas para su conclusión. Generalmente solo se produce una pella por día (Martí, 1973).

Aparentemente, las rapaces nocturnas digieren alimentos blandos aproximadamente igual de bien que los halcones, pero no así los nutrientes minerales, y  por lo tanto, obtienen más o menos el mismo beneficio calórico de su dieta. La cantidad de alimento ingerido (gramos/día por kilo) es generalmente inferir en las rapaces nocturnas que en las Falconiformes (Duke et al 1975).

A diferencia de las aves de presa diurnas, las nocturnas no tienen molleja en donde almacenar la comida. En su lugar, necesitan conseguir pequeñas cantidades de alimento a intervalos regulares de tiempo.

En la primera egagrópila me despistó la parte ósea de las uñas que carecían de fundas pero, por la menudez de los tarsos, descarté identificarlos como restos del pollo de búho real. Pertenecían a un ave mucho menor y, tras la recuperación de unas plumas de búho chico y de chova piquirroja, podría atribuirlos al córvido o, sin duda, a un ave de tamaño similar. La segunda egagrópila fue la clave del asunto. Restos óseos frágiles, vértebras cervicales y, lo más importante y determinante; aparecieron ambas mandíbulas del vástago perfectamente conservadas. Aunque en las observaciones de otros nidos de que dispongo el pollo más pequeño sucumbe por desnutrición, en definitiva, éste muere por inanición y no por que sus hermanos mayores lo maten directamente como hacen otras rapaces. De todos modos, el desenclace es el mismo; el pollo más débil, servirá de alimento al hermano o hermanos más fuertes e incluso, a la progenitora que aprovechará los restos (cainismo).

Análisis en húmedo de las egagrópilas. Prefiero esta modalidad por que evita el polvillo al desmenuzarlas pero, sobre todo, por que al humedecerlas aprecias las partes blandas que de otro modo pasarían desapercibidas, como el tejido epitelial y parásitos intestinales por ejemplo.



Detalle de los huesos hallados pertenecientes a un ave.


 
Almohadilla plantar. Gracias al análisis en húmedo pude recuperar este minúsculo fragmento de piel donde se aprecia el hueco de los lóbulos desde la vista interior. Si os fijáis, comprobaréis que todavía conserva un tinte anaranjado, atribuible a un ejemplar joven de chova piquirroja. Al paso de los días, el color se desvanece tanto en el pico como en las patas del mencionado córvido.




Algunos restos óseos del pollo de búho real.

Conclusión


Entiendo que es una investigación bastante superficial pero, entiendo también, que no pretendo aburrir con una entrada demasiado farragosa.

En algún espacio del barranco no muy alejado del perímetro nidal, podría existir otro lugar donde el búho real haya depositado otros restos del mismo pollo malogrado (en el feudo de una pareja que crió en 2002 en un barranco del río Huerva, a 200 metros a la izquierda del nido hallé un mechón de plumones de un pollo y, a unos 300 m a la derecha, también del nido, hallé una de las garras: el pollo fue devorado en el nido). Este lugar no es abundante en presas básicas del gran duque y, a falta de presas potenciales, suele recurrir a otras poco habituales como córvidos y, rapaces tanto diurnas como nocturnas entre otras tantas.

Las egagrópilas juegan un papel muy importante para descubrir la microfauna de un determinado lugar pero, también lo son para saber qué partes del cuerpo de presas de cierto tamaño consumen los adultos. Volviendo al tajo, he podido apreciar en el análisis de los restos del ave consumida que, entre los huesos, hallé el húmero, radio y ulna, metacarpianos y falanges correspondientes al ala izquierda; además, los tarsos fracturados y sus respectivas falanges y uñas. Sin duda, es la peor parte de la víctima, puesto que de un ala apenas se puede extraer algo de biomasa y, menos, de los tarsos y dedos de la rapaz (dos ratones y un topillo complementaban la alimentación). Esto es así por que, durante la época de cría, los adultos dividen las presas de tamaño apreciable alimentándose ellos con la parte anterior (cabeza y extremidades delanteras) y llevando el resto al nido, como apunta  (A. Donázar y O. Ceballos; 1980) en un trabajo sobre la alimentación del búho real en Navarra y, por la obtención de datos propios.

Las dos egagrópilas analizadas revelan, tal vez, que los aportes al nido no fueron suficientes. Por ello, aparecen además, las vértebras y el cráneo de uno de los pollos en una de ellas, restos que seguramente desechó su hermano y fueron consumidos por el adulto.




lunes, 17 de junio de 2013

NO HAY QUE DEJAR CABOS SUELTOS




Me llamó la atención ver a este macho de gorrión común (Passer domesticus) con material para el nido y, sobre todo, descubrir con los prismáticos que lo que portaba era un embarullado y fino cordón. Parecía el preámbulo de un final que pude ver hace algunos años y con un resultado bastante dantesco.
Introduciré un apunte observado mientras descansaba sentado en un florido patio de la casa de un pueblo. Su dueña siempre se quejaba de la plaga de gorriones que devoraban sus plantas ornamentales –no dejaría ni uno, decía- era obvio que las plantas a ras del suelo estaban bastante picoteadas, aun así yo trataba de calmarla, añadiendo que, lo más importante era los insectos que estos pajarillos consumían de sus macetas durante la época de cría. Bueno, con la mirada perdida entre los vencejos, gorriones, aviones y golondrinas apareció una hembra de gorrión común con algo en el pico. El pájaro se posó sobre un tejadillo sin alarmarse de mi presencia, aceptándola como algo habitual. Ello me sirvió para comprobar que lo que portaba en el pico era una de sus crías recién nacidas, muerta. La depositó con sumo cuidado sobre la teja y quedó unos segundos posada, parecía como si le costara abandonarla. Para acreditar que estaba en lo cierto con mi sospecha, di unas palmadas y se fue; entonces comprobé que, en efecto, era un pollo recién nacido. En un día de brisa socarrada y a las 14´35 horas de una tarde de julio, era fácil que un pajarillo con escasos minutos de vida sucumbiera.
Cuántas veces se repetirá esta secuencia en tantos y tantos nidos a lo largo de cada año.

Volviendo a la introducción y, enlazando a raíz de dicha observación otro viejo recuerdo, hallé hace unos años como decía, un nido de gorrión común bajo un alero cuyas ramitas asomaban del hueco. Había además, un elemento que colgaba de un fino hilo. Se balanceaba con el viento como un péndulo y, como era de esperar, la curiosidad se apoderó de mí. Accedí hasta alcanzar el lugar idóneo para confirmar qué era, y quedé estupefacto al comprobar que se trataba de un pollo de pocos días, muerto. El fino hilo plástico salía del interior de su pico y, a su vez, estaba enganchado a la embarullada construcción de ramitas. Tiré del filamento lentamente, sujetando al malogrado pollo del cual salieron cinco centímetros más del hilo mortal. El resultado antes de la tragedia por el desafortunado aporte al nido, pudo ser el de una ceba en la que todos los pollos pretendían ser cebados en primer lugar. Quizá, éste ejemplar fuera el más fuerte y alcanzara más altura que sus hermanos, topando con el factor natural de la mala suerte que no era otro que  el del cordón cruzándose entre el hambriento pico del pequeño y el aporte alimenticio del adulto. Tragar la ceba llevó consigo la ingesta del mortal cordoncillo, fulminando así la vida del pollo en una cruel agonía. Y, como repitiéndose la historia, uno de los progenitores trató de acarrear al pollo muerto que, debido a la conexión del hilo plástico al nido,  no pasó del lugar mencionado.
Esta es una de tantas razones por las que es bueno recoger todo tipo de cuerdas, sedales y materiales afines dispersos por nuestros campos.

jueves, 6 de junio de 2013

Más agua para la rata de agua


 
El año pasado, la sequía dejó grandes tramos del cauce del río Mesa completamente secos. La estampa era descorazonadora, una pátina pardusca entonaba uniformemente lo que había sido, semanas antes, un río bravo entre grandes cortaduras calizas. Las ratas de agua (Arvicola sapidus) y los mirlos acuáticos (Cinclus cinclus) tuvieron que desplazarse a las zonas posteriores del río donde se mantuvo cierto caudal gracias a los manantiales e interfluvios que avivaron hídricamente el resto del cauce. A pesar de las lluvias persistentes en casi todo el país, parece que tardaron en aparecer sobre esta zona de la provincia de Guadalajara, donde nace este río castellano aragonés.
Los ríos este año bajan pletóricos, rumorosos, bravíos y colmados de este elemento vital que genera el mantenimiento de la vida. A pesar de ser imágenes del año pasado, quiero mostraros estas secuencias fotográficas captadas mientras en una sentada junto al río, contemplaba tranquilamente sin apenas interferir en las labores de este mamífero vegetariano de 200 gramos tan característico de los espacios húmedos, sus idas y venidas. Tras el simpático arvicólido al nadar se formaba una vistosa estela, las formas resultantes en el agua también llamaron mi atención.
Cuando las persistentes lluvias dan como resultado la fluidez adecuada de nuestros ríos, el tiempo desapacible no me parece malo en absoluto.




martes, 14 de mayo de 2013

Martina, martín y mosquitera.


El otro día acudí a la orilla del río en horas de luz escasa y los mosquitos abundaban por doquier; era la tarde perfecta para los insectívoros. Quería hacer un leve seguimiento de la pareja de estos alcedínidos para saber que todo seguía su curso. Afortunadamente, el cauce del río no rebasaba los límites de seguridad aún con las últimas lluvias acaecidas. La moderada temperatura también estaba sujetando bastante la nieve en la sierra pirenaica, evitando la temible mayencada (término aragonés que define el deshielo en mayo) por el que aumentaría desproporcionadamente el nivel de agua del Ebro causando verdaderos destrozos a los intereses humanos de la ribera y, también, a la vegetación y la fauna.
Vi que cuando el macho emitía un agudo reclamo la hembra aparecía rauda de algún lugar o, también, salía del interior del nido para recoger la presa que éste le aportaba para entregarla posteriormente a sus pequeños.
Del nido cuelga una larguísima raíz que es utilizada ocasionalmente por multitud de pajarillos como la lavandera blanca (Motacilla alba), papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca) ruiseñor común (Luscinia megarhynchos) y una curruca mosquitera que, vista por el macho de martín pescador en ése preciso momento, fue desalojada inmediatamente del lugar. La raíz utilizada como apoyo, es la conocida como regaliz de palo (Glycyrrhiza glabra).
Poco más que contar, solamente, reiterar la admiración que siento hacia esta portentosa y celúrea avecilla de vertiginoso y fugaz vuelo que siempre me roba la mirada. 

 Hembra de martín pescador (Alcedo atthis)


 Curruca mosquitera (Sylvia borin)


 Macho de martín pescador (Alcedo atthis)




viernes, 10 de mayo de 2013

Mesa para dos: la corneja negra y el milano negro


 
Después de tres horas dentro del hyde sin ver nada que se acercara al cebo, estaba ya, bastante más que harto de la monotonía del encierro. En estos parapetos tan opacos me agobio bastante, considero que no es lo mismo este claustro de tela que una sentada de horas y horas en un lugar concreto y despejado observando con el telescopio terrestre la vida. No, no soy nada paciente para la fotografía de escondite. Tenía a los milanos negros desde el punto de la mañana goteándoles el pico en lo alto del bosquete de álamos blancos pero, faltaba el visto bueno de la corneja negra que graznaba a lo lejos. La estaba esperando, y no sé el motivo por el cual no bajaba a la carne.
Había recogido la cámara y estaba a punto de hacer lo mismo con el trípode pero, ¡que casualidad! desde el visor de la tela vi a doña corneja delante del festín. No podía hacer nada, tan sólo un leve movimiento intentando montar el equipo de nuevo, daría al traste con todo el negocio. Afortunadamente, al ausentarse la corneja un momento, me permitió organizar el equipo otra vez.

Minutos más tarde apareció tímidamente un milano negro, quizá, el más hambriento del bando que sobrevolaba el lugar o que observaba la oportunidad desde lo alto de las ramas. Con la confiada corneja deambulando cerca, fue con paso firme, apenas sin titubear hasta que alcanzó el maná, un privilegiado maná con el que probablemente no se había encontrado nunca. Esperaba fotografiar, sinceramente, ejemplares adultos; son más vistosos, aunque también más recelosos. Entonces, empecé a tejer esta sencilla historia, fijándome en la lenta travesía de este ejemplar joven llegando incrédulo, a la solución de su problema con el hambre en el día de hoy. Mientras sus congéneres revoloteaban quejicosos intentando hacerse con un pedazo de carne en fulgurantes pasadas, el joven comía bastante desinhibido, manteniéndose al margen de la desconfianza que se anteponía al hambre del resto de los milanos. Engulló generosos bocados de fresca carne aragonesa, sin precipitarse. Su plumaje lucía deteriorado, envejecido por el sol y las peleas multitudinarias en los vertederos donde todos, a montón como los buitres, se hacinaban buscando ese hueco entre tanto competidor donde penetrar hacia la comida. No, hoy parecía diferente, a pesar de la continua molestia de sus congéneres y sus intentos desesperados por atrapar migajas con vuelos rasantes, el solitario joven disfrutaba de su momento de gloria, que no era otro que el de un festín inolvidable sin la contrariedad estresante de compartirlo y, menos, batallarlo.


Aspecto tétrico del ojo de la corneja por el efecto de la membrana nictitante.

 Corneja negra (Corvus corone)







Milano negro (Milvus migrans). La rapaz se despachó bien a gusto una vez utilizados 30 minutos para comer placenteramente.

jueves, 2 de mayo de 2013

ALGUNOS PÁJAROS DE EL VATICANO




Son los pájaros más cercanos a Dios, y también, los que acompañan durante el trayecto silencioso del profundo pasillo hasta la grandiosa Capilla Sixtina al futuro Papa.
Reconozco que dicha “Capilla” es una obra monumental del genial Michelangelo Buonarroti, aunque después de la gran impresión que me causó dicha obra considerada como su mayor logro en pintura, no lo fue menos descubrir por sorpresa en el pasillo de salida, esta peculiar colección de óleos de aves (de inferior calidad, por supuesto) pintados en las puertas de una larga fila de armarios. Me gustó naturalmente, -no podía ser de otra manera debido al lugar presente de su distribución-, contemplar todos los ejemplares expuestos por ser muy conocidos. 


Martín pescador (Alcedo atthis)


  
Treparriscos (Tichodroma muraria)


Macho de gorrión común (Passer domesticus) hostigado por un jilguero (Carduelis carduelis)

Alcaudón común (Lanius senator) sobre avión roquero
 
Pero, dejando al margen la interesante exposición de aves, hay dos secuencias protagonizadas por el alcaudón común que llamaron toda mi atención. Son dos escenas de caza programada gracias al arte de la cetrería. En la caprichosa corte francesa, cuna de las costumbres más refinadas, el rey y su séquito ejercitaban sus habilidades cetreras con alcaudones amaestrados, a los que lanzaban contra los gorriones del jardín o, en el interior de grandes salas donde soltaban víctimas propicias o disponibles para ser capturadas violentamente por alcaudones reales o por alcaudones comunes. Cuando el lance se desarrollaba en interiores se denominaba “Cetrería de salón”; los asistentes se deleitaban con  la destreza del cetrero y la saña del alcaudón.


Alcaudón común (Lanius senator) acosando a un avión común (Delichon urbica)

Estas aves tienen la costumbre de pinchar sus presas en todo tipo de espinos o elementos punzantes apropiados que utilizan como despensas. No sólo las hacen en época de cría, sino a lo largo de todo el año.
Los cetreros en esta modalidad de caza con alcaudón coinciden en afirmar que estas aves “siempre tienen hambre” y parece que su voracidad es una norma instintiva cuya finalidad es complementar sus despensas para guardar alimento en caso de carencia. Dicen además, que hacen gala de una agresividad impresionante, yendo a la presa directamente con el pico, utilizando las patas para apoyarse y equilibrarse, nunca en las capturas.


Estornino pinto (Sturnus vulgaris)
 

Abejaruco común (Merops apiaster)


Abubilla (Upupa epops)
 

Hembra de pito real (Picus viridis)


Avión común (Delichón urbica) grupo en vuelo
 

Codornices (Coturnix coturnix)
 

Abejaruco papirrojo (Merops supercillosus) y abejaruco común.



Trepador azul (Sitta europaea)
 


Estornino rosado (Sturnus roseus)



 Vuela pero no es un ave: gran pavón (Saturnia pyri)