miércoles, 29 de agosto de 2012

Chochín urbano (Troglodytes troglodytes)



 Una silueta inconfundible.

15- 7- 2012 Calmarza (Zaragoza)

Al punto de la mañana, cuando la luz todavía es deficiente, un chochín o troglodita (habitante de las cavernas) nombre genérico ganado por el hábito de buscar alimento entre la apretada vegetación y las grietas de la roca, regaña con fuerza y enojo la presencia de un gato que deambula por su zona de cría. Ambos conviven en el pueblo pero, el chochín (Troglodytes troglodytes), precavido y prudente, no dejará con su potente y chirriante voz de alertar a los suyos de la presencia indeseable del felino, evidentemente, sin desatender a sus pollos bien guardados dentro del nido oculto en el interior de una casa.





La gata Manolita, muy urbana, provoca la ira del chochín.

martes, 21 de agosto de 2012

Se fueron los milanos negros.





Un día te levantas, tomas dirección al campo bajo los efectos sugerentes de una espléndida mañana de agosto pero, cuando llegas al lugar de destino, te das cuenta que el cielo está uniforme y el estampado que lucía de siluetas planeando ha desaparecido. Los milanos negros se han ido, ya no están. Se ha quedado el espacio vacío como el de una habitación sin muebles. Antes que ellos, se fueron los vencejos y, diría que, en la recta final cuando falten las golondrinas, quedará una sensación inmensa de soledad, un paréntesis de silencio que será ocupado gradualmente con la llegada de las aves invernantes.

Los últimos días de los milanos.


Ruta de los milanos negros (Milvus migrans) sobre el soto del río Ebro dirección al vertedero.

6´25 horas – 28 de Julio: el paso de los milanos es constante y espaciado. Al no haber corrientes térmicas, avanzan batiendo las alas sin descanso. En poco más de 15 minutos han pasado más de 500 ejemplares.

Milanos negros sobre un soto del Ebro utilizado como dormidero. Algunos ejemplares prefieren solearse y buscar alimento más tarde. Seguramente, están bien comidos del día anterior.

Son las 6´25 de la mañana, y la alborada, a duras penas, da forma a las siluetas madrugadoras de los primeros milanos negros. Es como una incesante columna que emerge entre la espesura del poblado soto ribereño del Ebro. Una conjunción proveniente de ambos extremos del río, cuya formación, les lleva ordenadamente a un lugar donde todos tienen la imperiosa necesidad de acudir, porque saben, conocen por sus necesidades alimentarias, que allí el hombre arroja enormes cantidades de alimentos desechados. Son las sobras de su opulencia, su hartazón y su incontrolada capacidad de despilfarro. Los milanos, rapaces ocupantes de un cómodo eslabón ecológico basado en el oportunismo, saben que al lado del hombre la vida es más fácil. También lo saben cada día más especies, que se unen al entramado antropógeno para escapar de las dificultades diarias y poder ahorrarse fatigosas e infructuosas prospecciones.

No tiene ninguna base científica mi sospecha sobre cierta inactividad observada en los milanos negros a la hora de explotar el curso fluvial. Creo recordar que, años atrás, estas rapaces era fácil sorprenderlas planeando sobre sus aguas intentando arrebatar alguna de las carpas o barbos que se desplazaban por la superficie del río.
Uno de los antiguos tramos muertos del río Ebro (galacho) había quedado desconectado del cauce por la pertinaz sequía, carpas y barbos nadaban en sus aguas asomando inevitablemente sus dorsos. Lo que más me llamó la atención fue, que no había ninguna de estas rapaces oportunistas rondando el lugar en los días que acudí. La captura de peces, aunque sean moribundos, requiere de un riesgo que tal vez los milanos poco a poco desestimen gracias a sus visitas al vertedero.
A esta peregrinación hacia los vertederos, también por aprendizaje, se unen los jóvenes del año, anotando en su conducta esta fuente práctica y eficaz de alimento optimizándola en cantidad y bajo esfuerzo.
Nuestros milanos parecen cada vez más domésticos, y esta especialización podría perjudicarles si saliera a la luz otra nefasta ley como la que estrangula, actualmente, a la población de buitres. 


 


 

 

 

 
 Ejemplar adulto.


 
Joven del año con su característico plumaje tachonado. La librea juvenil tiene una tonalidad realmente atractiva.

Grupo de milanos posados en un soto a orillas del Ebro. La foto está hecha pocos días antes de regresar a su residencia africana de invernada.
Espero que este año, la fábrica española de milanos negros, haya tenido una excelente producción, ajustada a su equilibrio poblacional.


jueves, 16 de agosto de 2012

Frango-d'água-comum (Gallinula c. galeata)


No sé, si, al meter demasiadas especies en una entrada, puede restárseles algo de la atención que realmente merecen. Pienso que, se asimila mejor su recuerdo centrándose en cada una de ellas por separado. Aunque no desecho otras fórmulas de presentación que también considero válidas.



Lo haré hoy, con una especie muy conocida de los espacios húmedos de nuestra península; la gallineta o polla de agua (Gallinula chloropus), que consta de 12 subespecies repartidas por todo el mundo salvo en Oceanía y la Antártida. Pertenece a la familia Rallidae. La subespecie (Gallinula chloropus chloropus) habita nuestro país y es de distribución holártica. Pero nuestra entrada la ocupa la subespecie (Gallinula chloropus galeata) distribuida por Argentina, Bolivia, Uruguay y Brasil, en este último país, se conoce con el nombre de Frango-d'água-comum. El rasgo distintivo más visible además del tamaño y el color, es el de la placa frontal roja, más ancha que en la ibérica.
No difieren en nada sus costumbres biológicas y ambas como el resto, se desenvuelven en los mismos ecosistemas donde no debe faltar, por supuesto, el agua: pantanos, ríos, lagos, acequias etc. provistas de corrientes lentas, incluso salobres. Allí encuentran su alimento típico que consiste en materia vegetal, moluscos, insectos y sus larvas; ocasionalmente, puede comer peces muertos.


  
En el río Paraíba a su paso por una gran población brasileña, veía a estas aves siempre entre la vegetación abundante de las orillas en zonas de curso lento. También, desgraciadamente, en las salidas de aguas residuales, exactamente igual que en cualquier otro lugar del mundo aprovechando, como harían las gaviotas, todos los recursos alimenticios disponibles.
Les gusta campear y sus dedos largos les son muy útiles para no hundirse en el limo blando de las orillas. 


 

En España es muy habitual en los lugares donde se dispensa comida para los patos. Hay un punto en el río Ebro a su paso por Zaragoza, cerca de uno de los puentes donde se juntan las gallinetas con palomas, gorriones, patos y grajillas (Corvus monédula). En el barrio zaragozano de Casablanca había también otro punto de alimentación para los patos domésticos compartido por gallinetas, porrón común (Aythya ferina) y, alguna rata gris (Rattus norvegicus) que, con permiso de los patos hibridados, se acercaba al comedero.
No hay mejor lugar para ver gallinetas que los humedales urbanos.


lunes, 13 de agosto de 2012

Cambacica (Coereba flaveola)




No conviene ceñirse exclusivamente a las especies ibéricas si queremos ampliar nuestros conocimientos ornitológicos, por lo tanto, de vez en cuando, merece la pena estar al tanto de otras especies del resto del mundo muy interesantes también.

El nombre de chupamieles, melero, ave azucarera y otros tantos nombres más como se conoce a esta especie en Sudamérica, hacen clara referencia a su principal alimento; el néctar.
Mide unos 11 centímetros con un peso de unos 10 gramos y es el único representante de la familia Coerebidae.  


Como su pico es relativamente corto, la práctica no exenta de picardía le obliga a perforar el cáliz de la flor para alcanzar el ansiado néctar. Para ello, realiza todo tipo de acrobacias y posturas necesarias en las plantas al estilo de los páridos, para conseguir tal fin. Es un asiduo visitante de los depósitos artificiales de agua azucarada que se instalan para colibríes y, de los comederos con restos de fruta. Su preferencia por los plátanos le ha dado el nombre en inglés de bananaquit.
Debido al contacto frecuente con el pegajoso néctar, se bañan con más frecuencia para mantener el plumaje aseado.
Es muy peleón y, cuando se desafían dos machos, pueden llegar a engancharse hasta caer al suelo; tan mal genio como el gorrión común que, incluso después de caer, la pelea no cesa hasta la retirada de uno de los contendientes o, por el paso de algún intruso. 


Es un ave forestal con buena capacidad de vuelo. Si es necesario, atraviesa los claros del bosque para desplazarse en busca de su alimento preferido, sin desdeñar árboles solitarios cuando están repletos de flores o, para utilizaros como atalaya para acceder a las flores de los prados.
Este pájaro nectarífero ha sabido aprovechar uno de de los reductos más productivos y seguros para habitarlos con comodidad; me refiero a los espacios antropógenos. Allí encuentra todo tipo de flores en jardines urbanos y, protección ante posibles predadores.


Es habitual en ciudades tan grandes como Río de Janeiro y Sao Paulo. Se distribuye por Centroamérica y Sudamérica; falta en Chile. 


jueves, 9 de agosto de 2012

EL ENIGMA DE LA GRAJILLA


 
Los apuntes de campo, son el diario personal de los observadores de la naturaleza. Son además, el recuerdo indeleble archivado que, de otro modo, con el paso del tiempo, podrían caer en el olvido perdiéndose para siempre. Por esta razón, mientras hojeaba algunos datos interesantes del búho real (Bubo bubo), me encontré con el extraño relato de una anotación que, aquel día, me dejó helado. 


Estribación Sierra de Arcos (Zaragoza), 21- 6- 2000.
Cielo despejado, viento suave, calor.
Prospección de la cara norte del barranco calizo.

Recorrida toda la abrupta loma del cortado calcáreo, voy descubriendo escondites bien camuflados, todos de origen vegetal como sabinas, enebros, ephedras, carrascas etc… donde se acumulan egagrópilas y otros restos de los jóvenes volantones de búho real. El caso es, que no logro dar con la ubicación del nido para hacer un listado de restos de presas, aprovechando que ahora, estará vacío.


Alcanzo uno de los amplios huecos de la cima, obra del implacable modelado kárstico y, comienzo a revisarlo. Descubro en su interior un ejemplar de grajilla (Corvus monedula) empotrado en un resquicio de escasas dimensiones. Creo que se trata de algún resto posterior capturado por el gran búho que ha depositado allí como reserva para nutrir a los jóvenes (*)
Sin embargo, al extraerla, advierto que el ejemplar está físicamente completo, sólo le falta la vida. Deduzco de su estado, que el proceso de momificación ha sido posible gracias a la temperatura estabilizada del interior de la covacha. El pico y los mechones filiformes que protegen las narinas tienen restos de tierra. 

Extrañado, coloco de nuevo al negro córvido en su lugar y lo examino con más detenimiento. En efecto, el vértice flexor de ambas alas queda casi por encima de su cabeza y, las patas, que arañaron la roca, trataron a toda costa de impulsar y forzar su cuerpo dentro de esta minúscula cavidad. En conjunto, la postura es de gran tensión, como si pretendiera perforar la roca desesperadamente. 
Empiezo a entender angustiado, lo del exceso de tierra en las narinas y el pico; el jadeo del ave tuvo que ser muy intenso. Algo aterrador viciaba el ambiente, pues la muerte del ave tenía visos de incontrolado pánico. Quizá la aparición de un inesperado depredador favoreció el pavor ante una muerte inminente. 
También las plumas del ala y la cola conservan restos de barro, parece que el córvido revoloteo antes de su parada final. 

Indagando más, dentro del marco posible de acción, veo que estaba entregado a la construcción del nido, así lo atestigua un pequeño cúmulo de ramas en la fisura que se abre apenas unos centímetros por encima de donde pereció.  



Al lado izquierdo y, en un oportuno saliente, excrementos del búho real; un posadero idóneo, despejado, muy útil para entrar y salir cómodamente la rapaz durante sus cacerías. Podría ser, posiblemente, que una fatal coincidencia durante la penumbra, originara un desagradable encuentro, provocando la alarma del córvido que incapaz de huir ante un depredador ataviado de excelentes facultades para desenvolverse en la oscuridad, no tuvo otra alternativa que refugiarse, sin opción de abandonar la cueva, en el mencionado hueco. El fuerte inexpugnable donde se atrincheró la grajilla, fue a la vez su tumba. Desorientada, quizá no dio con el ansiado hueco del nido más amplio y seguro. El estrés desbordante por la situación, pudo provocarle un shock paralizante y la muerte por asfixia.

(*) Los progenitores durante la temporada de cría, suelen ocultar restos posteriores de presas reservadas para alimentar a los pollos. Los guardan en el interior de arbustos y oquedades, de este modo, pueden resolver recuperando estos restos el problema de escasez y, además, cebarles sin la espera de futuras capturas.
 
Sobre las despensas del búho real:



lunes, 30 de julio de 2012

Un joven vencejo común (Apus apus)


 
La frente es ancha, aparte, posee una barrera protectora de finas plumillas filiformes que surgen de la zona superior de la comisura de la boca hasta la superior del ojo (como cerrando paréntesis); evita el impacto directo de insectos y otros objetos contra sus ojos, a su vez, protegidos por una profunda cuenca orbital.

Hace unas semanas me trajeron un vencejo común. Cuando caen al suelo, lo normal es que estas aves hayan sufrido un golpe contra algún cable o cualquier otro elemento que, por su inexperiencia de vuelo no han sabido esquivar; también suele ocurrirles por golpes de calor en días tórridos tanto a jóvenes como a adultos. Estas aves en tierra son incapaces de levantar el vuelo debido a la cortedad de sus tarsos, inutilizados evolutivamente a favor  del vuelo constante, prescindiendo por ello, de su función motriz para caminar. Son utilizadas solamente para aferrarse con sus cuatro dedos hacia delante y provistos de afiladas uñas a lugares verticales, donde puenden reiniciar el vuelo con facilidad dejándose caer al vacío. Beben en vuelo, copulan en vuelo y duermen en vuelo elevándose a una altura óptima entre mil y dosmil metros reduciendo la frecuencia de su aleteo. Se desconoce si duermen, dormitan o, simplemente descansan mecidos por el viento en una ruta preestablecida por su mecanismo nervioso. 

 

Cuando observas a un volador con estas características al que has seguido tantas veces con la mirada desde la ventana de casa o desde cualquier lugar de la calle descolgarse del cielo con su característico griterío, cuando lo sostienes en la mano, ves y descubres a un ave realmente fantástica, portentosa, tan especializada en el medio aéreo como un pez en el agua. Todo su perfil obedece a una serie detallada de caracteres morfológicos perfectamente entretejidos que conceden al vencejo la supremacía del espacio celeste, por supuesto, como el más volador entre las aves.

Cortan el aire cual afiladas cuchillas cayendo en tropel como una virulenta cascada, corriente brava de chillidos agudos haciendo gala de una formación a escuadra que domina cada viraje a la perfección durante sus fulminantes recorridos. Palpitan en conjunto con vivaz alegoría del placer, un placer reservado para los más precisos del vuelo con estilo y maestría nacidos para vivir expresamente del aire y sus ofrendas, colgados de un privilegiado sueño de aparente ingravidez. 

 

Estas aves insectívoras son aeroplanctófagas, están capacitadas para capturar los insectos en vuelo con la boca abierta; para ello, han de reducir la velocidad. Si os fijáis con detenimiento hay momentos del día, cuando los insectos abundan, que planean con una frecuencia ralentizada apropiada para verlos y capturarlos con precisión.

Si las condiciones meteorológicas son malas desertan masivamente con antelación del lugar buscando zonas despejadas, estos contratiempos provocan en ocasiones una elevada mortandad. En ornitología se conoce este fenómeno como “fuga de tempero”. Cuando los adultos están en época de cría, los que no se han “fugado”, aguardan en el nido con los pollos a que amaine la tormenta. Para sobrellevar la falta de cebas al ausentarse sus progenitores los pollos sufren un letargo temporal ralentizando su ritmo metabólico, permitiéndoles soportar periodos de ayuno de 10 o 12 días. Regresan una vez concluido el temporal.

El vencejo es estival y ocupa sus áreas de cría entre finales de marzo y primeros de agosto; comienzan las puestas en mayo cuando se posarán de nuevo cumplidos 9 meses desde la última vez. Su elevada filopatria acentúa la fidelidad al lugar de nidificación. Debido a la mayor disposición de huecos para anidar en las ciudades, es más abundante en los barrios antiguos que en los de construcción moderna. 

 

Bueno y, finalmente, después de comprobar que el joven vencejo no tenía ninguna fractura ni contusión lo retuve durante cuatro días para nutrirlo y asegurarme de su recuperación abasteciéndolo de reserva alimenticia.
Escogí un día ventoso, ideal, fuera de la ciudad. Impulsé al ave lo más alto que pude y, sus alas falciformes comenzaron a batirse con ritmo, elevándose con firmeza a la vez que desaparecía de mi vista incluso tras utilizar los prismáticos. Mientras lo miraba alejarse sabía que, si todo le iba bien, no volvería a posarse de nuevo hasta dentro de unos dos años aproximadamente, coincidiendo con su madurez sexual.

  
El plumaje escamado y bien cerrado como el de palomas o halcones y su cuerpo fusiforme, muy aerodinámico, capacitan al vencejo para alcanzar velocidades medias de 70 Km, superadas por los más de 150 de sus impetuosos picados.


domingo, 1 de julio de 2012

Los nuevos colirrojos inundan nuestros montes.




En un viejo nido de avión roquero sobre dos metros del suelo y ubicado en la entrada de una cavidad rocosa bastante ancha, donde en ocasiones se encerró al ganado ovino, tenía sus pollos el colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros). La observación fue hace cuatro años, concretamente el 26- 7- 2008. Los pollos eran muy pequeños y la hembra no descansaba aportando continuamente, a intervalos de unos cinco minutos y sin exceder la distancia de unos 50 metros del nido, todo tipo de insectos que era capaz de recolectar entre la reseca vegetación, las piedras y las grietas de la roca. Era un incesante ir y venir el de este pájarillo para colmar las necesidades alimenticias de los pequeños pollos y limpiar además el cuenco.


Dos semanas después, el nido estaba vacío. Vi a la hembra, solitaria, en las cercanías pero, ni dentro ni fuera había rastro de los jóvenes. Era insuficiente el tiempo trascurrido para que los pollos se hubieran desarrollado en condiciones, volar con soltura y alejarse demasiado. Por otra parte, la única aportación de la hembra sin la colaboración del macho, desaparecido por causas desconocidas, tuvo que ser determinante en el fracaso indudable de la cría.

En invierno el tono negro del macho es más escaso.

El colirrojo tizón puede hacer hasta tres puestas al año y, en ocasiones, la bigamia del macho le lleva a atender dos nidos simultáneamente.
Los pollos en el nido, pueden ocuparlo durante tres o cuatro semanas según el grado de dificultad que haya para abandonarlo, dependiendo entre otras cosas, de la inaccesibilidad del mismo.  
  
Plumaje nupcial del macho muy contrastado. Negro como el tizón con su incandescente cola.

 La hembra luce tonos más apagados, necesita pasar más desapercibida.

Ceba para un volantón.

En estas fechas, hay diferentes edades en los pequeños colirrojos. Los progenitores andan muy ocupados alimentándolos. Normalmente, cuando abandonan el nido solemos ver a los machos cebándolos, ello es debido a la preparación de la segunda o tercera puesta de las hembras, que se ocupan además, de construir el nido. Los machos nutrirán a los jóvenes durante unas dos semanas más.

Desde sus atalayas, se dejan notar ante otros competidores con su voz inconfundible.

Con una buena percha cercana al nido, este pollo precoz se aventura beneficiándose al aventajar a sus hermanos en las cebas.

Joven completamente emplumado. Durante este estado de crecimiento han adquirido ya algunas costumbres de sus progenitores, sobre todo, a la hora de establecerse en puntos altos para defender su parcela frente a otros jóvenes.