domingo, 30 de noviembre de 2014

Aves de compañía

Quero quero Vanellus chilensis

No hablaré de un parque ajardinado concreto, sospecho que a lo largo y ancho del territorio brasileño abunda la gente respetuosa con los animales que los habitan, lo he podido comprobar personalmente. Quiero pues, generalizar con estas imágenes lo que podría representar cualquier espacio de ocio para pasear y disfrutar del verdor de la naturaleza, donde la gente camina ejercitándose, precisamente, junto a éstos simpáticos acompañantes emplumados.
En realidad son muchos más los compañeros que uno se encuentra caminando pero, me centraré en estos tres: quero quero, coruja buraqueira y sabiá do campo, por ser casi, los mas vistosos del parque. 
 
Escondidos entre el negro plumaje del babero posee unos espolones rojizos muy afilados que nacen del vértice flexor exterior del ala, con ellos combate a sus enemigos y a congéneres rivales.



Mientras la hembra incuba el macho busca alimento y monta la guardia

Hembra incubando en un espacio ajardinado. Me cuenta Teresinha desde Brasil que ya tiene a sus polluelos rondando por la hierba vigilados por sus progenitores.


El quero quero Vanellus chilensis es un ave campestre de áreas abiertas naturales y urbanas cerca de  zonas húmedas. Este charadriiforme mide 37 cm y pesa unos 277 gramos. En el parque, mientras su consorte incuba se dedica a buscarle alimento; invertebrados acuáticos, artrópodos y moluscos terrestres. Cuando entra algún ave en su territorio la ahuyenta escandalosamente y con furia. Por ello, guardo una distancia prudente, no me gustaría traspasar la línea de seguridad implantada por ellos y ser víctima de sus ataques; ni las personas estamos exentas de sus acometidas.

Coruja buraqueira Athene cunicularia asegurándose que no hay peligro para salir del cubil
 

Expresión de la coruja ante la llegada del sabiá do campo

Esta vez el sabiá pasa de largo...

Pero...cuando el sabiá hostiga contundentemente, la coruja se refugia

Sin embargo, la coruja buraqueira Athene cunicularia es mas tranquila. Es un ave Strigiforme de la familia Strigidae con una altura de unos 23 cm, bastante similar a nuestro mochuelo Athene noctua. Me ha gustado pasar un buen rato observándolo en el parque, siempre atento al paso de la gente de la que muestra poco temor. Monta la guardia cerca de su cado, que es un hueco bajo tierra, sea éste natural o artificial; el segundo ejemplar tenía su madriguera en un registro eléctrico de hormigón. Esta rapaz, principalmente diurna, puede compartir la cueva con roedores mas grandes o tortugas de tierra. Se alimenta de insectos, roedores, anfibios y reptiles que captura en la superficie.
Ambos progenitores se ocupan de la cría de su prole. Son muy osados en la defensa de su descendencia, pudiendo lanzarse contra perros, gatos y personas que la pongan en peligro pero, sin llegar al contacto físico.
 
Sabiá do campo Mimus saturninus irritado tras atacar a la coruja




Sabiá do campo observando como un saltamontes escapa entre sus patas

Finalmente el sabiá do campo Mimus saturninus; un ave passeriforme de la familia Mimidae de 23 cm de altura y 73 gramos de peso. Es un gran imitador de voces como el estornino negro Sturnus vulgaris. No tiene dimorfismo sexual.
De alimentación omnívora, consume principalmente invertebrados y frutos silvestres. La ingesta de frutos cultivados también entra en su dieta, así como huevos y pollos de otras aves de menor tamaño. En algunos frutos las semillas no son digeridas y al excretarlas el ave actúa como dispersora de la simiente de determinados árboles.
Curiosamente, a pesar de ser habitual compañero de personas en parques, jardines y zonas urbanas los anilladores que capturan a estas aves para marcarlas desistieron de  tal función al descubrir que son extremadamente sensibles al estrés llegando incluso a morir; algo similar ocurre con nuestro pito real Picus viridis.
Este pájaro al que veía pulular en busca de insectos cerca de mí, arremetía con furia contra la reflexiva coruja buraqueira mientras observaba el paso de humanos a escasa distancia.
Me faltaba por ver este pequeño mochuelo y, reconozco que tiene mucho en común con el europeo; el primero vive en sótanos y el nuestro en pisos a diferentes alturas; también los hay en oquedades a ras de tierra.
 
 Otro ejemplar de coruja buraqueira







Coruja buraqueira habitando la caja de registro eléctrico hecha de hormigón. Por un acceso la rapaz penetra en caso de peligro


viernes, 28 de noviembre de 2014

El tucano, el sabiá y el carrapateiro

Tucano de bico preto Ramphastos vitellinus

Dentro del Parque Nacional de Itatiaia hay un lugar de alojamiento turístico idóneo para la observación de aves; Aldeia dos Pássaros. Mucha gente europea hace uso de sus instalaciones y deja al gerente alguna fotografía de esos pájaros difíciles de ver. En un panel, organizadas, se pueden ver en recepción. Hablando de aves con él me cuenta, después de preguntarle por el tucán, que hace escasos días observaba un nido de sabiá laranjeira Turdus rufiventris (pariente de nuestros mirlos y zorzales) ubicado bajo la protección del cobertizo de una casa. Apareció el tucano  y vio desalentado como devoraba a las crías; algo bastante común en la especie. Tan triste era la observación como su compungida expresión al relatarla, a pesar de ser consciente del crudo manifiesto de la naturaleza.
 
Adulto reproductor de sabiá laranjeira  Turdus rufiventris 

Volantón de sabiá laranjeira Turdus rufiventris

Recuerdo haber visto tucanes en cautividad en el zoo de Santillana de Mar y en otros lugares de exposición. Ya no los visito, por coherencia. Había uno bastante agresivo que llamó más mi atención, amenazaba con su enorme pico emitiendo un sonido hostil. El ave solo tenía espacio para saltar. 
Siempre guardé cierta curiosidad sobre este piciforme de la familia Ramphastidae cuyo desproporcionado pico es digno de analizar. Pese a lo que pueda parecer, dicho pico no es nada pesado, al contrario, es muy ligero ya que su estructura interna está constituida por gran cantidad de pequeñas placas hexagonales de queratina (sustancia que compone el pelo, uñas, etc.); sería como una esponja rígida con la mayor parte hueca, ligera, pero de gran resistencia.



El enorme tamaño del pico parece más un inconveniente que una ventaja. Puede ser efectivo como amenaza ante los predadores pero no le sirve de mucho para luchar contra ellos. A la hora de alimentarse, le resulta útil para alcanzar frutos algo apartados de su ubicación, si es una rama fina la que soporta su peso.
Para Charles Darwin los colores vivos del pico tenían un objetivo sexual pero, al poseer la hembra el mismo diseño pareció descartarse la función como tal. Algunos biólogos opinaban que servía para pelar frutas, otros para el marcaje territorial o para invadir nidos ajenos.
De las aves el tucán, proporcionalmente, es el que tiene el pico mas grande. Las funciones que se le atribuyen no son descartables pero, hay una que sería la clave para concretar su gran dimensión. La ciencia reveló por fin el secreto de su enorme pico: sirve para regular su temperatura corporal. En un estudio publicado en la revista Science, investigadores de la Universidade Estadual Paulista de Brasil y de la Brock University de Canadá, comprobaron que cuanto más calor hacía más se calentaba el pico, funciona como una especie de radiador que desvía el calor del cuerpo del pájaro y le permite refrigerarse. Los tucanes tienen en sus picos numerosos vasos sanguíneos que permiten realizar esta función térmica incrementando o reduciendo el paso de la sangre.



Para aumentar las posibilidades de ver al tucán de pico negro Ramphastos vitellinus visité el Jardín Botánico de Rio de Janeiro. Este tucán mide unos 46 cm; su pico 14 cm y el peso ronda los 500 gramos. Por su vistosidad, pensé que no resultaría difícil localizarlo.
Acudir a un espacio donde las aves están más familiarizadas con las personas siempre es una ventaja. Y, caminando por los pasillos del parque, comencé a ver multitud de pajarillos fundiéndose entre la espesura de gigantescos árboles del ambiente de la Mata Atlántica. Pronto aparecieron los tucanos de bico preto, escandalosos e irascibles, persiguiendo a un carrapateiro Milvago chimachima que trataba de escapar del  linchamiento. El carrapateiro es una pequeña rapaz de áreas abiertas y forestales y, como su nombre indica, se alimenta de insectos parásitos y otros animalillos. Supongo que será poco peligroso para los tucanes. No así el gavião-bombachinha-grande Accipiter bicolor, un ave enteramente forestal cuyo tamaño oscila entre el del gavilán Accipiter nisus y el del azor Accipiter gentilis, muy capacitado para capturar tucanes ocasionalmente.
 

Carrapateiro Milvago chimachima


Pude mirar asombrado y disfrutar por fin de mi cometido principal: seguir los veloces vuelos de estas aves forestales con gran agilidad en los quiebros durante los cambios de dirección destacando sus colosales picos como enormes puntas de flechas.


La experiencia de ver volar a estas aves ha sido inconmensurable. No puedo negar mi total satisfacción y, como escribió Francisco de Quevedo en su soneto burlesco “Érase un hombre a una nariz pegado”,  para el famoso tucán podría versionarse como “Érase un ave a un pico pegada, érase un pico superlativo”. Sin lugar a dudas “Érase un ave increíblemente fascinante”. 


domingo, 23 de noviembre de 2014

Beija-flor de fronte violeta Thalurania glaucopis


La vida se escapa aceleradamente y, a cierta edad, lo notas más si cabe. No es un pensamiento pesimista ni derrotista, todo lo contrario, es una manera positiva de no perder precisamente ese tiempo del que se alimenta la vida.
En mi segunda visita a este maravilloso país de naturaleza tan radiante, Brasil, de nuevo, he tenido la fortuna de toparme con la misma especie de colibrí. No me importa, viajo para ver nuevas especies pero, no desdeño la gracia de las más comunes que, como el colibrí de frente violeta, tan accesible, es el único que me ha permitido fotografiarlo tras posar lo suficiente. Siento perder el tiempo cuando no doy pie con bola persiguiendo infructuosamente a estas diminutas criaturas que no paran ni un momento quietas delante del visor de la cámara. Así que, para no perder detalle, opté por disfrutar directamente de su maravilloso vuelo y sus fulgurantes cambios de dirección mientras zumbaban como abejorros entre las flores. No puedo ocultar mi abstracción ante estos seres tan portentosos.

Macho de beija-flor de fronte violeta Thalurania glaucopis


El beija-flor de fronte violeta Thalurania glaucopis es un ave apodiforme de la familia Trochilidae. Los machos lucen un verde brillante generalizado con la parte superior de la cabeza y frente de un destacado tono violáceo. En la hembra, el verde se extiende solamente por la parte dorsal incluida la corona, siendo la parte interior de color blancuzco. El tamaño del macho es de unos 11 cm; 8´5 cm en la hembra. Su pico mide 1´8 cm y la lengua 4 cm con la que acceden fácilmente al néctar de las flores de las que se alimentan perforándolas si es preciso; consumen también pequeños insectos.
Se le puede ver en zonas degradadas de parques y jardines y en selvas secundarias, aunque su hábitat natural es la selva húmeda semitropical y tropical.
 

El día nuboso con llovizna suave, no era el más propicio para fotografiar por la falta de luz. Sin embargo, allí revoloteaba este colibrí entre rojas flores de Malvaviscus arboreus culminando sus recorridos en su posadero, una rama seca desde donde arreglaba su plumaje humedecido por la fina lluvia. Sus rémiges quedaban por debajo de sus rectrices, una postura característica del ave.
Paseando por pequeñas poblaciones como Maringá y Maromba en la región de bisconde de Mauá en Rio de Janeiro pude observar varias especies de este minúsculo volador, aunque no tuve la fortuna de fotografiarlos.
 
En los picos de su máxima actividad este pajarillo se muestra muy agresivo.
 
Hembra de beija-flor de fronte violeta Thalurania glaucopis

Beija flor preto Florisuga fusca.

Los bebederos para atraer colibríes son muy utilizados, a la gente les encanta la visita de estos pájaros. El néctar artificial se prepara con una parte de azúcar y tres de agua, según la cantidad que se precise. La limpieza del bebedero es fundamental.

sábado, 25 de octubre de 2014

Aquella madre de águila calzada.


En el observatorio de El Granero se ve fluir la vida desde una apabullante perspectiva. Es en la casa del pueblo, donde paso horas enteras entregadas a este inmenso placer que sólo los amantes de la naturaleza pueden comprender.

El águila calzada Hieraaetus pennatus es una de las rapaces a la que dedico más atención cuando cría en el hueco del pinar asentado en la amplia repisa montana de un espectacular farallón calizo frente a mi casa. Veo su llegada en primavera, sus agresivos vuelos nupciales en los que el macho parece atacar a la hembra y ésta lo esquiva con quiebros de vértigo. Ambos se entregan manifestando sus facultades voladoras sobre la superficie de su territorio como referente nupcial antes de emprender su ciclo reproductor en el viejo pino carrasco del bosquete de coníferas. Veo también, como salen al encuentro de cualquier rapaz si sobrevuela su territorio. Me gusta verlas emparejadas, destellando sus blancas pecheras en su rama predilecta recibiendo el sol del atardecer. Muchas veces, sigo al macho sobrevolando el pinar de cría y éste llega con refinada exactitud una media hora antes de la puesta del sol para recogerse y pasar la noche. Tras unos pases coronados con discreción llega el momento de picar a gran velocidad, recoge sus alas tomando forma acorazonada y perfora la fronda del pinar desapareciendo hasta el día siguiente.
Esto es lo que suelo ver desde el exterior del bosque. Pero, después de que el búho real acabara con la vida de la hembra de calzada en su propio nido mientras protegía a sus pollos me acerqué al año siguiente para comprobar el estado de cría y, pude así, saber del nuevo emparejamiento como reproductora.
Admiro los instantes cotidianos de los animales por ser la esencia de lo más íntimo de su comportamiento. Así viví el momento más celoso de una hembra de águila calzada protegiendo a su único pollo en el nido sin que ella advirtiera mi presencia.

Pinar del cañón del río Mesa 12 julio 2010

Llego a las 19´15 horas al lugar adecuado por su inadvertibilidad junto a una enorme piedra desprendida del cortado que me sirve como referencia del observatorio. A través de la espesa maraña de finas ramas secas del pinar antepuestas entre el nido y mi persona, puedo ver a duras penas una pequeña mancha blanca moviéndose levemente. Sigo mirando, con dificultad, y logro perfilar con los prismáticos la difusa silueta de la hembra de calzada posada en la plataforma del nido. Pocos minutos después, la progenitora abandona rauda al pollo y emprende un fugaz vuelo cuya silueta pierdo entre  la espesura; pienso que pueda haberme descubierto. 
Seguidamente, siento sobre mi cabeza protegida por la masa forestal el audible zumbido provocado por los picados de ataque de la calzada sobre un pacífico buitre leonado Gyps fulvus que atraviesa la zona de cría. Son bastante habituales estos ataques. Los veo intermitentemente sobre la intercalada ramificación de los pinos y escucho asombrado el atronador sonido producido por los aletazos del carroñero tratando de evitar las garras del águila en su dorso. Bajo el tejado del bosque se me acelera el corazón sintiendo la emoción vivida desde la primera fila de este escenario natural. Terminada la labor de desalojo, apresurada, entra por el enorme hueco del pinar. Sortea ramas a una velocidad endiablada y la sigo con expectación acercarse dentro del campo activo de mis prismáticos. Me acurruco entre el tronco y la piedra, muy nervioso, y el águila calzada se posa entre el nido y mi ubicación. La tengo a unos 20 metros. Me he quedado paralizado y respiro pausadamente, espero confiado que la rapaz no me descubra, pues apenas me tapan de su vista unas raquíticas y secas ramas del pino principal. La observo con detenimiento y admiración; descubro su gastado plumaje pardo, sus amarillentas garras con afiladas uñas apretando discontinuamente la rama que la soporta. Mira fijamente al lugar donde tiene ubicado el nido y eso hace que pase desapercibido al mantenerse de espaldas a mí. Hace mucho calor, incluso a la sombra, y la rapaz jadea constantemente. Sus ojos pardo rojizos pasean su mirada perdida alrededor del nido, muy inquieta, como preparada para dar el siguiente salto hacia el presunto enemigo que ose acercarse a su retoño. Esta escena se repite en el espacio de tiempo que le dedico,  unas siete veces más, rotando, con objeto de recorrer los principales puntos de vigilancia establecida para la seguridad del pequeño.

Entonces, cuando la rapaz sale de mi campo de visión, tan sólo es cuestión de levantarme lentamente, dar media vuelta y bajar seguidamente por detrás del roquedo. Así es una porción secreta del día a día en el hermético bosque de carrasco de la más pequeña de nuestras águilas, pero, con mucho carácter.

Juvenil de águila calzada en vuelo coronado sobre el pinar. Como todas las jóvenes rapaces, llenan el espacio con su bella silueta y su incansable reclamo lastimero.











Bosque de pino carrasco Pinus halepensis de repoblación; lugar de cría del águila calzada.


Nido de águila calzada en sus primeros años de construcción.