jueves, 22 de agosto de 2013

Aguilucho lagunero y milanos negros



Y después del blanco, el negro; aunque en principio, el negro, iba antes que el blanco. Otra vez, como siempre, los milanos se fueron, desaparecieron con su sello discreto tan característico hace unos días. Apenas unas concentraciones en el soto levantaron mi sospecha como prueba de su presunto viaje de vuelta. Otra vuelta, otro año más u otro año menos, según se mire para unos o para otros. El caso es, que de nuevo, los milanos negros se fueron. Les preparé la última comilona del año, sabiendo que haría falta la presencia de otra especie para animarlos a bajar. Esa es, como siempre, la intrigante espera en el escondite ¿quién será el primer catador?...en este caso, una hembra de aguilucho lagunero (Circus aeruginosus) preciosa, como sus ojos ambarinos.
En un lugar diferente, como hago cada vez que monto el hyde, deposité despojos de carne para realizar algunas fotos, preferentemente de milanos negros (Milvus migrans). Simplemente, con disfrutar de la presencia de laguneros y milanos o de lo que sea, me considero satisfecho. El momento de espera no fue tedioso al aparecer temprano el lagunero, dando paso su presencia, a la bajada de los desconfiados milanos negros. La variedad de especies en estos casos es siempre limitada, conocida de sobras pero, con el aliciente de alguna sorpresa en el comportamiento de cualquiera de ellas. Destacaría la belleza y variedad de los plumajes juveniles de los milanos negros, así como su comportamiento tranquilo ante la comida, sobre todo, con la dominancia del lagunero que, en una ocasión, tuvo que estirar la garra para que ninguno se acercara más de la cuenta. Uno de los jóvenes era tan novel que tenía fijación con el pico de los demás comensales, como esperando ser cebado por cualquiera de ellos.
Antes de emprender el vuelo, satisfechos por la oportunidad de comer, me sorprendió su mirada fija hacia los restos de carne; quién sabe si  por memorizar la localización o, el reparo por abandonarla….



Poses intimidatorias de la lagunera. No fue muy severa con los pipiolos. 





Mirando los despojos después de saciarse.  Tiene las plumas tan bien ordenadas que me recuerda a los dibujos de Olegario del Junco.


Limpieza del pico contra la rama seca. Poco le falta  a este ejemplar para alcanzar el bello plateado de la cabeza.
Que pena no poder averiguar de su propio pico cuál es la razón de esa última mirada a la carne que se queda después de la satisfacción de llenar el buche.

sábado, 17 de agosto de 2013

EL ÁGUILA BLANCA (Circaetus gallicus)



Sonó la flauta gracias a mi amigo Adérito, que fue quien me indicó la existencia de este error genético convertido en inmaculada culebrera. Es una rapaz realmente bella con su plumaje común pero, la blancura le sienta también de maravilla. Costó tiempo acercarse a esta criatura leucística, sin embargo, reconozco, que bien mereció la pena para mostraros a los que ojeáis alguna vez el blog, la impresión visual de una rapaz como el águila culebrera vestida de blanco, como la nieve, como las estrellas…







lunes, 12 de agosto de 2013

LAS CIGÜEÑAS DE PLAZA UTRILLAS (ZARAGOZA)



La semana pasada, trabajé en un piso con una vista espectacular de la plaza Utrillas y su simbólica chimenea ocupada por una pareja de cigüeñas. Todas las mañanas estaban en su nido, precisamente, cuando me daba el sol de frente. Por la tarde, con el sol a favor, les tocaba la visita al río Ebro. Os dejo una breve historia de esta plaza, la chimenea y sus inquilinas.

 

Fue un espacio boyante en sus mejores años, cuando se construyó la estación de ferrocarril en 1857 con el nombre de Cappa por ser éste su impulsor y, posteriormente, conocida como de Utrillas por su trayecto hacia las antiguas minas de carbón de la mencionada localidad. Estuvo la línea del tren dedicada principalmente al transporte de personas y más tarde al del negro mineral, realizando un importante servicio a los habitantes de Zaragoza y las poblaciones del Bajo Aragón. Debido al auge ferroviario, nació el barrio zaragozano de Montemolín.
El último tren funcionó el 15 de enero de 1966. De todo aquello, quedaron dos edificios de bella arquitectura pertenecientes a la estación, salvados por la perseverancia vecinal de las garras de los especuladores inmobiliarios. Gente luchadora que no estaba dispuesta a perder tan emblemáticas edificaciones. La chimenea también se salvó, y fue ocupada por una pareja de cigüeñas. Por aquel entonces (década de los 90), todavía viajaban al territorio africano a pasar el invierno. El dicho de “por San Blas la cigüeña verás” quedó anticuado para estas zancudas al descubrir las oportunidades y beneficios de los vertederos; migrar era ya, un absurdo gasto de energía. Gracias a los vecinos y amantes de las cigüeñas, insisto, batallando sin descanso, el nido no se derribó, pues era la intención de la constructora para eliminar trabas a su proyecto. Para su traslado en 1998 -ya que en ese punto iba un centro comercial- se preparó una estructura metálica que recubría toda la chimenea. Introdujeron un tubo metálico y se rellenó de hormigón para compactar los ladrillos desde dentro. Las 140 toneladas de chimenea se movieron con dos grúas en 6 fases para recorrer los cien metros hasta su emplazamiento definitivo. El coste fue de unos 25 millones de pesetas.
Entre los cretinos de la constructora de viviendas que incomodaron intencionadamente a las cigüeñas con todos los medios posibles para ahuyentarlas y los necios prendiendo fuego en la base de la chimenea para hacer la gracia, estas aves soportaron estoicamente la mala fe de esta gentuza hasta que todos los interesados en su protección pusieron fin a tanta desfachatez.

La entrada va dedicada a ellos, por perseverar en la protección de un bien común para el barrio y la ciudad.

 
 (Anilla 243 V)




viernes, 2 de agosto de 2013

Operación: jóvenes leonados (Gyps fulvus)


 
Los últimos buitres leonados jóvenes van abandonando ya, sus nidos poco a poco. Llegó el momento de enfrentarse a la realidad dura por sobrevivir y competir ferozmente por las escasas carroñas distribuidas en nuestra península. Muchos jóvenes abandonaron el nido exitosamente pero, quedan los más tardíos; rezagados e indecisos. Algunos se precipitan en abandonar el nido por diversas causas, quién sabe si alguno de los progenitores ha perecido envenenado, o descuartizado por algún aerogenerador durante sus larguísimos desplazamientos en busca de alimento. Una desesperación  para el vástago que ante la desatención, opta por lanzarse al vacío incapaz todavía de volar.
Desde crío, he podido comprobar cada año, como aparecen muertos cierto número de buitres leonados jóvenes. Por causas desconocidas abandonan el nido y mueren de inanición desatendidos por sus progenitores. Basta recorrer los parajes rocosos en su base para comprobar los restos de los carroñeros. Es evidente que, hallar los cuerpos descoyuntados de los malogrados buitres tras ser devorados por otros necrófagos, no impacta tanto como aquella vez que tuve, en agosto de 2008, la fortuna de atender a un agónico buitre al lado de la carretera en Los Collados del Río Asón en Cantabria. Apenas el buitre tenía fuerzas para defenderse y permitió su manipulación y traslado. A raíz de aquella experiencia, comprendí que era cruel la agonía de una rapaz de gran tamaño capaz de aguantar muchos días sin comer hasta morir de inanición, demasiado crudo. Decidí, tras el período de cría de estas aves, invertir el tiempo necesario para prospectar la base de los cortados rocosos entre las poblaciones zaragozanas de Jaraba, Calmarza y Algar de Mesa (Guadalajara). Este año, concretamente el pasado domingo 28 de julio, coincidí con un ejemplar que por su estado perfecto de salud y plumaje, no hacía muchas horas que había caído del nido. José Manuel del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre (Zaragoza), el mismo día del traslado de la rapaz, me comunicó que era el primer ingreso de este año. 



Después de escuchar el crepitar de las secas hierbas, localicé al joven buitre y, lentamente me fui acercando.


Ante mi presencia, la rapaz se tumbó en el terreno; como hacen en el nido ante un posible peligro.

 
Para defenderse utilizan el pico y las garras. En los adultos, hay que prestar infinitamente más atención puesto que son mucho más agresivos.



Con una simple camiseta o algún trapo, basta con echárselo sobre la cabeza para anular su agresividad. Las aves sin capacidad de visión se someten sin problemas. En este caso, utilicé el gorro de lana que llevo todo el año en la mochila; el mismo que utilicé como nido para un pollo de colirrojo tizón hace unos años: un gorro multiusos



Me quedaban dos kilómetros hasta llegar a casa. Transporté al buitre bajo el brazo izquierdo sujetando con la mano sus tarsos para que se apoyara cómodamente. Como el peso era notable, tuve que utilizar además la mano derecha como apoyo.
El lugar ideal para alojar a la rapaz era la bañera. Con escasa luz, el ave estuvo muy tranquila mientras me preparaba para regresar a mi destino y el suyo.

Por cierto, tras llamar al día siguiente para preguntar sobre el estado del buitre, José Manuel me comunicó que la rapaz no tenía fracturas ni heridas apreciables.
Puede que algunos o algunas, no tengáis práctica en el manejo de animales con problemas, no importa, os dejo a continuación unas direcciones con teléfonos que os pueden servir si queréis colaborar. El número que debéis memorizar es el 112; os atenderán tras indicaros la información requerida.
Qué hacer si encuentro un animal salvaje herido. http://www.centrofaunanavarra.es/index.php/es/animales/encuentro-un-animal-salvaje-herido-que-hago
Recogida de fauna herida y muerta.
http://www.agentesforestales.org/agentes-forestales/funciones/recogida-de-fauna.html

Teléfonos de interés de los centros de recuperación de fauna salvaje en España.
http://www.grefa.org/esta-en-tu-mano/centros-de-recuperacion-de-fauna-en-espana



domingo, 14 de julio de 2013

La información de las egagrópilas de búho real (Bubo bubo)


Paraje donde busco el nido de este año del búho real.

Quiero comentaros hoy, después de intentar localizar el nido de búho real y no conseguirlo, el encuentro con unos restos que me dieron la clave y las pistas necesarias para verificar la cría de esta pareja y descubrir el desenlace de uno de los pollos de esta rapaz. De momento, el nido me queda pendiente de localización pero, ya tengo unos datos muy interesantes como recompensa.
 
Desplumadero: se aprecian dos plumas; en la del lado izquierdo la parte inferior y, en la del lado derecho la superior más críptica.

Encuentro casual

Cuando has renunciado a buscar algo concreto y lo dejas por imposible cambiándolo por una caminata dedicada a la observación de especies con las que puedas topar inesperadamente, a veces, surge de improviso un rastro que impulsa de nuevo tu curiosidad. Esto ocurre con un cúmulo de pequeñas plumas encañonadas que vi casualmente, concluida semanas atrás, la búsqueda del nido del búho real que desgraciadamente no localicé. Detectar las encañonadas y miméticas plumas de un pollo de unas cuatro o cinco semanas de edad es un acto de auténtica suerte. Son tan pequeñas y, discreta su coloración que, de no verlas en la misma ruta, es prácticamente imposible dar con ellas. La dificultad estriba en lo abrupto del paraje con enormes farallones calizos y enormes pendientes pobladas de sabinas negras, enebros, rosales silvestres, romeros y demás vegetación leñosa que lo tapiza. 
 
Escenario: E-nº 1 (egagrópila primera). Ex. (Excremento). E-nº 2 (egagrópila segunda). El perímetro con línea discontinua indica la dispersión de las plumas del pollo de búho real.


Egagrópilas almacenadas individualmente.

 
Plumas envainadas en crecimiento del pollo muerto de búho real: a la derecha del todo, aparece una pluma del adulto que estaba junto a las del pollo.

Primeras valoraciones.

La primera impresión del escenario posterior al encuentro era, la de haber caído el pollo del nido, pero la cortedad de sus plumas alares ni siquiera podrían haber amortiguado el golpe y, de no haber sufrido ninguna herida cayendo sobre la vegetación, el lugar del hallazgo quedaba algo apartado de la base del cortado como para entender que se hubiera desplazado por sí mismo cuando rara vez se separan de la base rocosa.
Nada es imposible cuando las preguntas se agolpan en la cabeza de uno, puesto que las conjeturas tratan de acercarse a la realidad favoreciendo la más razonable y descartando la menos posible. Lo que estaba claro era la reproducción de la pareja. A pesar de ser tardía, puesto que debió de comenzar a partir de la segunda semana de marzo a incubar, ahora tenía la prueba irrefutable de cría gracias a las muestras halladas.
Buscando en el marco de acción, encontré además, una pluma dorsal de adulto de búho real, un excremento y dos egagrópilas. La pluma introducía al adulto en escena, lo que hacía más interesante el hallazgo. Podría tratarse del transporte de los restos del pollo muerto por el adulto, seguramente lo haría la hembra por permanecer más tiempo en el nido. La deyección expulsada hacia la pendiente y las plumas del joven pollo esparcidas delante sobre la senda nivelada, revelaban la procedencia del adulto que posiblemente llegara desde el cortado de enfrente a este lado del barranco. 

 
Pumas de chova piquirroja (Phyrrocorax phyrrocorax) joven; se pueden apreciar las bandas de crecimiento de las mismas.

 
A la izquierda plumas de chova piquirroja y, a la derecha, de búho chico. 

El análisis de las dos egagrópilas

Nada mejor que el análisis de unas egagrópilas para facilitar la investigación.

Un gran búho cornudo (Bubo virginianus) licúa en cinco minutos el ratón que se ha tragado (Grimm y Whitehouse, 1963). Diez minutos después, su musculoso estómago, hace que se escurran los líquidos y pasen al intestino delgado mientras retiene el contenido no disuelto (Reed y Reed, 1928). A continuación se forma la pella o egagrópila y su regurgitación (Kostuch Y Duke, 1975). El proceso desde la ingestión de la presa hasta la egestión o expulsión de la pella consta de siete fases secuenciales (Rhoades y Duke, 1977) y requiere de ocho a diez horas para su conclusión. Generalmente solo se produce una pella por día (Martí, 1973).

Aparentemente, las rapaces nocturnas digieren alimentos blandos aproximadamente igual de bien que los halcones, pero no así los nutrientes minerales, y  por lo tanto, obtienen más o menos el mismo beneficio calórico de su dieta. La cantidad de alimento ingerido (gramos/día por kilo) es generalmente inferir en las rapaces nocturnas que en las Falconiformes (Duke et al 1975).

A diferencia de las aves de presa diurnas, las nocturnas no tienen molleja en donde almacenar la comida. En su lugar, necesitan conseguir pequeñas cantidades de alimento a intervalos regulares de tiempo.

En la primera egagrópila me despistó la parte ósea de las uñas que carecían de fundas pero, por la menudez de los tarsos, descarté identificarlos como restos del pollo de búho real. Pertenecían a un ave mucho menor y, tras la recuperación de unas plumas de búho chico y de chova piquirroja, podría atribuirlos al córvido o, sin duda, a un ave de tamaño similar. La segunda egagrópila fue la clave del asunto. Restos óseos frágiles, vértebras cervicales y, lo más importante y determinante; aparecieron ambas mandíbulas del vástago perfectamente conservadas. Aunque en las observaciones de otros nidos de que dispongo el pollo más pequeño sucumbe por desnutrición, en definitiva, éste muere por inanición y no por que sus hermanos mayores lo maten directamente como hacen otras rapaces. De todos modos, el desenclace es el mismo; el pollo más débil, servirá de alimento al hermano o hermanos más fuertes e incluso, a la progenitora que aprovechará los restos (cainismo).

Análisis en húmedo de las egagrópilas. Prefiero esta modalidad por que evita el polvillo al desmenuzarlas pero, sobre todo, por que al humedecerlas aprecias las partes blandas que de otro modo pasarían desapercibidas, como el tejido epitelial y parásitos intestinales por ejemplo.



Detalle de los huesos hallados pertenecientes a un ave.


 
Almohadilla plantar. Gracias al análisis en húmedo pude recuperar este minúsculo fragmento de piel donde se aprecia el hueco de los lóbulos desde la vista interior. Si os fijáis, comprobaréis que todavía conserva un tinte anaranjado, atribuible a un ejemplar joven de chova piquirroja. Al paso de los días, el color se desvanece tanto en el pico como en las patas del mencionado córvido.




Algunos restos óseos del pollo de búho real.

Conclusión


Entiendo que es una investigación bastante superficial pero, entiendo también, que no pretendo aburrir con una entrada demasiado farragosa.

En algún espacio del barranco no muy alejado del perímetro nidal, podría existir otro lugar donde el búho real haya depositado otros restos del mismo pollo malogrado (en el feudo de una pareja que crió en 2002 en un barranco del río Huerva, a 200 metros a la izquierda del nido hallé un mechón de plumones de un pollo y, a unos 300 m a la derecha, también del nido, hallé una de las garras: el pollo fue devorado en el nido). Este lugar no es abundante en presas básicas del gran duque y, a falta de presas potenciales, suele recurrir a otras poco habituales como córvidos y, rapaces tanto diurnas como nocturnas entre otras tantas.

Las egagrópilas juegan un papel muy importante para descubrir la microfauna de un determinado lugar pero, también lo son para saber qué partes del cuerpo de presas de cierto tamaño consumen los adultos. Volviendo al tajo, he podido apreciar en el análisis de los restos del ave consumida que, entre los huesos, hallé el húmero, radio y ulna, metacarpianos y falanges correspondientes al ala izquierda; además, los tarsos fracturados y sus respectivas falanges y uñas. Sin duda, es la peor parte de la víctima, puesto que de un ala apenas se puede extraer algo de biomasa y, menos, de los tarsos y dedos de la rapaz (dos ratones y un topillo complementaban la alimentación). Esto es así por que, durante la época de cría, los adultos dividen las presas de tamaño apreciable alimentándose ellos con la parte anterior (cabeza y extremidades delanteras) y llevando el resto al nido, como apunta  (A. Donázar y O. Ceballos; 1980) en un trabajo sobre la alimentación del búho real en Navarra y, por la obtención de datos propios.

Las dos egagrópilas analizadas revelan, tal vez, que los aportes al nido no fueron suficientes. Por ello, aparecen además, las vértebras y el cráneo de uno de los pollos en una de ellas, restos que seguramente desechó su hermano y fueron consumidos por el adulto.




lunes, 17 de junio de 2013

NO HAY QUE DEJAR CABOS SUELTOS




Me llamó la atención ver a este macho de gorrión común (Passer domesticus) con material para el nido y, sobre todo, descubrir con los prismáticos que lo que portaba era un embarullado y fino cordón. Parecía el preámbulo de un final que pude ver hace algunos años y con un resultado bastante dantesco.
Introduciré un apunte observado mientras descansaba sentado en un florido patio de la casa de un pueblo. Su dueña siempre se quejaba de la plaga de gorriones que devoraban sus plantas ornamentales –no dejaría ni uno, decía- era obvio que las plantas a ras del suelo estaban bastante picoteadas, aun así yo trataba de calmarla, añadiendo que, lo más importante era los insectos que estos pajarillos consumían de sus macetas durante la época de cría. Bueno, con la mirada perdida entre los vencejos, gorriones, aviones y golondrinas apareció una hembra de gorrión común con algo en el pico. El pájaro se posó sobre un tejadillo sin alarmarse de mi presencia, aceptándola como algo habitual. Ello me sirvió para comprobar que lo que portaba en el pico era una de sus crías recién nacidas, muerta. La depositó con sumo cuidado sobre la teja y quedó unos segundos posada, parecía como si le costara abandonarla. Para acreditar que estaba en lo cierto con mi sospecha, di unas palmadas y se fue; entonces comprobé que, en efecto, era un pollo recién nacido. En un día de brisa socarrada y a las 14´35 horas de una tarde de julio, era fácil que un pajarillo con escasos minutos de vida sucumbiera.
Cuántas veces se repetirá esta secuencia en tantos y tantos nidos a lo largo de cada año.

Volviendo a la introducción y, enlazando a raíz de dicha observación otro viejo recuerdo, hallé hace unos años como decía, un nido de gorrión común bajo un alero cuyas ramitas asomaban del hueco. Había además, un elemento que colgaba de un fino hilo. Se balanceaba con el viento como un péndulo y, como era de esperar, la curiosidad se apoderó de mí. Accedí hasta alcanzar el lugar idóneo para confirmar qué era, y quedé estupefacto al comprobar que se trataba de un pollo de pocos días, muerto. El fino hilo plástico salía del interior de su pico y, a su vez, estaba enganchado a la embarullada construcción de ramitas. Tiré del filamento lentamente, sujetando al malogrado pollo del cual salieron cinco centímetros más del hilo mortal. El resultado antes de la tragedia por el desafortunado aporte al nido, pudo ser el de una ceba en la que todos los pollos pretendían ser cebados en primer lugar. Quizá, éste ejemplar fuera el más fuerte y alcanzara más altura que sus hermanos, topando con el factor natural de la mala suerte que no era otro que  el del cordón cruzándose entre el hambriento pico del pequeño y el aporte alimenticio del adulto. Tragar la ceba llevó consigo la ingesta del mortal cordoncillo, fulminando así la vida del pollo en una cruel agonía. Y, como repitiéndose la historia, uno de los progenitores trató de acarrear al pollo muerto que, debido a la conexión del hilo plástico al nido,  no pasó del lugar mencionado.
Esta es una de tantas razones por las que es bueno recoger todo tipo de cuerdas, sedales y materiales afines dispersos por nuestros campos.

jueves, 6 de junio de 2013

Más agua para la rata de agua


 
El año pasado, la sequía dejó grandes tramos del cauce del río Mesa completamente secos. La estampa era descorazonadora, una pátina pardusca entonaba uniformemente lo que había sido, semanas antes, un río bravo entre grandes cortaduras calizas. Las ratas de agua (Arvicola sapidus) y los mirlos acuáticos (Cinclus cinclus) tuvieron que desplazarse a las zonas posteriores del río donde se mantuvo cierto caudal gracias a los manantiales e interfluvios que avivaron hídricamente el resto del cauce. A pesar de las lluvias persistentes en casi todo el país, parece que tardaron en aparecer sobre esta zona de la provincia de Guadalajara, donde nace este río castellano aragonés.
Los ríos este año bajan pletóricos, rumorosos, bravíos y colmados de este elemento vital que genera el mantenimiento de la vida. A pesar de ser imágenes del año pasado, quiero mostraros estas secuencias fotográficas captadas mientras en una sentada junto al río, contemplaba tranquilamente sin apenas interferir en las labores de este mamífero vegetariano de 200 gramos tan característico de los espacios húmedos, sus idas y venidas. Tras el simpático arvicólido al nadar se formaba una vistosa estela, las formas resultantes en el agua también llamaron mi atención.
Cuando las persistentes lluvias dan como resultado la fluidez adecuada de nuestros ríos, el tiempo desapacible no me parece malo en absoluto.