domingo, 20 de mayo de 2012

Con una corza en el mismo sendero.



 
El mirlo burlón del río Mesa.
 
Mientras el mirlo acuático (Cinclus cinclus) llevaba toda la mañana dándome esquinazo a lo largo de un oscuro y cerrado tramo calizo del río Mesa, la desesperación mellaba poco a poco mi paciencia. Conocía sus lugares preferidos pero, no coincidía con él en el azud natural escogido para aguardarlo con la cámara.

Al buscar otros parámetros mas apropiados para la cámara de fotos, una corza (Capreolus capreolus) se acercaba sigilosa pero decidida por este encajonado cañón que apenas dejaba entrar una cantidad de luz  adecuada para fotografiar. Mi inmovilidad absoluta no le llamó la atención hasta que detectó mi forma humana, supongo. En aquel momento, el viento estaba a mi favor…

 
 Trotando con elegancia viene hacia mí, sonriente, la bella corza…

 
 Me descubre…se da cuenta de lo que soy, un humano más tieso que un tronco.

 
No me muevo ni un milímetro pero, a pesar de todo, no le gusta lo que ve y recela.

 
En este momento algo de inquietud me provocó. Estaba claro que el cérvido tenía intención de seguir su camino en mi dirección.

 
Tranquilamente da la vuelta…

 
Creo que trata de despistarme…

 
Se siente descubierta y se va lentamente…

 
…pero, no da la situación por perdida y cavila…

 
Lo sospechaba…otra intentona de pasar, y yo, sigo en el mismo lugar sin moverme.

 

Esta carita tan dulce, supongo, es a la que se refería el genial etólogo Konrad Lorenz en su libro “Hablaba con las bestias, los peces, y lo pájaros” cuando, del macho de corzo, recalca su encubierta agresividad. Lo define como uno de los asesinos más repugnantes, sedientos de sangre y privados de freno. Añade que Hornaday, director de un parque zoológico americano en sus estadísticas recopiladas, afirma que los corzos “mansos” causan mas accidentes cada año a los visitantes que los leones y los tigres. El macho de corzo cuando se dispone a  atacar no lo hace en carrera, sino lentamente, con precaución y, apunta Lorenz que, sólo cuando nota una resistencia firme, embiste con fuerza. En un recinto cerrado donde sus congéneres no pueden huir, es capaz de perforar el vientre no sólo a otros machos, sino a hembras y crías de su especie. Lógicamente, en libertad, el contendiente vencido tiene todo el monte para escapar de la inmisericordia del vencedor, como establece la ley de la naturaleza, no así en un lugar artificial excesivamente limitado donde terminaría ensartado.

 

Pero no es mi intención estropear con la crudeza del comentario un extraordinario encuentro con esta hembra preciosa de corzo, todo lo contrario, pretendo con ello, prevenir a los paseantes de la naturaleza para que caminen siempre con la debida precaución ante los animales con los que se crucen, dadas sus intenciones impredecibles. Debemos estar muy atentos a sus posibles reacciones; animales heridos, hembras con crías o, quién sabe…, comportamientos imposibles pueden presentarse ante nuestra sorpresa. Tengámoslo siempre en cuenta.

La corza de la fotografía, bellísima sin lugar a dudas, pertenece a una especie poseedora de una capacidad física increíble; he visto ejemplares, no sólo ascender velozmente cuesta arriba entre arbolado denso, sino además, trepar por zonas rocosas con la agilidad de una cabra montés o, cruzar el caudaloso río Ebro con una fortaleza y habilidad asombrosas.

Era esa una razón para permanecer inmóvil, para que el animal asustado no sufriera mi presión, tan sólo la duda de avanzar, sobrepasarme o retroceder. Me inquietaron algunas posturas intimidatorias del cérvido y, a pesar de su pequeño tamaño, si le diera por embestir, utilizaría sus extremidades delanteras  acuchillando con sus pezuñas; algunos ciervos acorralados lo hacen…
De comportamientos increíbles, os iré contando. 

 
Por fortuna, a la corza no se le cruzaron los cables. Se fue por donde quiso.

El pelaje invernal, grisáceo, se desprende en estas fechas dando paso a otro estival más corto y de tono pardo rojizo. Esa es la causa de ver a la corza algo desaliñada.


jueves, 10 de mayo de 2012

Molineros: gorriones camperos.




El sábado pasado aguardé en la zona de estacionamiento frente al cordón de acero que impide, afortunadamente, la entrada con vehículo al espacio natural del Galacho de La Cartuja en Zaragoza. Galacho es una palabra aragonesa con la que se define el cauce muerto de un río que todavía permanece anegado; característico del río Ebro. Entretenido con el montaje y ordenación de la mochila en el interior del coche, me vi sorprendido por la actividad fenológica del gorrión molinero (Passer montanus). Era una mañana frenética por parte de estos paseriformes, acalorados en torno a los escasos huecos donde poder anidar; y, que mañana mas espléndida para dejarlo todo y dedicársela a ellos. 


Es algo menor que su pariente el gorrión común (Passer domesticus) y a diferencia de éste, su dimorfismo sexual es inapreciable. Me gusta como destacan esas máculas negras sobre fondo blanco y sus pardos ojos indiscretos ocultos por ese minúsculo antifaz negro; detalles específicos de este gorrión colonial. 

 
En las fotos superiores, un macho se exhibe ante una hembra ofreciéndole simultáneamente un lugar para nidificar. Hay otro ejemplar que interrumpe interesándose por la oquedad, necesaria para seguir los mismos pasos que su oponente.

Los huecos en los taludes, ya sean de origen natural o excavado por el abejaruco o el avión zapador, son ocupados por este gorrión; tampoco desdeña las oquedades en edificios del extrarradio, peñas, cajas anidaderas o cavidades en árboles. El gorrión común, más fuerte, regenta las zonas mas humanizadas en detrimento del molinero.

 
 
El macho protagonista, el que se lo curra de verdad, logra ahuyentar al rival oportunista sin dejar de observar a la hembra, interesada por su ofrecimiento; un hogar muy acogedor que ella estudia detenidamente.

Su carácter sociable les hace criar en comunidad, aunque guardando las distancias exigidas entre nidos. Cuando termine el ciclo reproductor, de nuevo, jóvenes y adultos formarán nutridos y cohesionados bandos. Se considera un ave sedentaria en gran parte de su zona ibérica pero, en primavera y otoño emprenden movimientos de cierta importancia alcanzando lugares poco habituales. En sus desplazamientos de hasta 334 Km., los hay mas atrevidos, según algunos anilladores con datos de aves recuperadas, lo hacen a mayores distancias; como uno de ellos anillado en Bélgica y recuperado en Madrid y, un joven anillado en Rusia que, tres años después, fue recuperado en Portugal. 

La hembra parece satisfecha pero...

Se alimenta de insectos, semillas de gramíneas, cardos y otras plantas silvestres, y no tanto de cereales como el gorrión común. El nombre de molinero le viene precisamente por su visita a los antiguos molinos, tal vez lo hiciera para alimentarse de cereal triturado mas apropiado para su pequeño pico. 

Se va...
Bueno, se va, pero vuelve para completar el acuerdo.
 
Y, eso es todo. Me puedo pegar tranquilamente toda una mañana mirando con entusiasmo las evoluciones de pájaros tan sencillos como los gorriones molineros y, otro día, puedo hacerlo con otras especies si me lo permiten. Nunca tengo prisa para observar si la ocasión se presta.

sábado, 5 de mayo de 2012

Anu branco y anu preto: cucos sociables.


    
 











 



El primer encuentro con el anu branco (Guira guira), continuando por tierras
brasileñas, me recordó al picamaderos antropomorfo creado por Walter Lantz y 
diseñado originalmente por el dibujante Ben Hardaway; me refiero al Pájaro Loco. Digo esto, por la mezcla de extravagancia y locura desplegada por estas aves mientras tuve ocasión de verlas corretear. Escandalosas y vocingleras, de ojos saltones, y adornada su cabeza con una llamativa cresta eréctil que denotaba su estado de ánimo. No entendía la imparable y extraña necesidad que manifestaban persiguiéndose entre gritos a medida que acababa el día.  Me resultaron sobre todo, bastante graciosas y simpáticas; en definitiva, la alegría de cualquier espacio animado.

 
 
 

Recuerda ligeramente la cabeza y dorso de este ave a la del arcaico hoazín (Opisthocomus hoazin), y su aspecto general al críalo (Clamator glandarius).
Mide cerca de 38 cm. y es conocido como como rabo de palha, alma de gato, pelincho, pirincho y piririgua. Ambos sexos son iguales en el plumaje. Los que lo conocen bien dicen que les gusta mucho ponerse de espaldas al sol durante largo rato. Son aves extremadamente sociables, y cuando están en el suelo, al menor atisbo de peligro emiten la voz de alarma poniéndose inmediatamente a salvo. Los bandos oscilan entre 5 y 20 ejemplares aproximadamente. 

 

Su hábitat preferido alterna zonas de arbolado con pastizales, terrenos de cultivo y zonas habitadas. Bolivia, Paraguay, Brasil y Uruguay son sus territorios de distribución.
Se alimenta sobre todo de insectos, aunque también incluye en su dieta ranas, ofidios, huevos, pollos de otras aves y micromamíferos.
Pertenece a la familia Cuculidae, durante su ciclo reproductor y a diferencia de nuestros cucos, éstos depositan los huevos en un mismo nido, pudiendo albergar hasta 30 unidades. Como es natural, muchos se rompen y sólo llegan a eclosionar entre 6 y 7 de ellos. Los pollos son alimentados por la comunidad de aves, y en la fuerte competencia por el alimento, pocos sobreviven. 


En las noches, sobre todo si son frías, acostumbran a dormir agrupados en hileras considerables. Los últimos que van agregándose al grupo buscan sitio entre los demás, incluso, caminando por su dorso para hacerse con un cómodo y abrigado lugar que no siempre consiguen. El resultado final es el de una apretada hilera que resulta bastante curiosa e incluso graciosa para la mirada humana. Sin embargo, lo peor de todo acontece en los días más crudos del invierno, donde muchos suelen perecer de frío.

   

 
 
 

Acompañado de la entrañable persona que me indicó este lugar, le comentaba lleno de asombro y admiración mientras miraba los cucos persiguiéndose... -¡Están locos, estos pájaros están locos!... Pero me fascinan enormemente-.


En las fotografías posteriores aparece otra especie de la familia cuculidae; es el anu preto (Crotophaga aní) de color negro uniforme, prácticamente, de biología similar.



No os perdais estas fotos tan curiosas y reveladoras de ambas especies. 
Fotos: WikiAves 
(Clicar para ver fotos).







martes, 1 de mayo de 2012

Otra oportunidad para una gineta trampeada.




Me vais a permitir hacer un pequeño inciso entre la fauna brasileña para incorporar un encuentro reciente con este animal tan especial. Seguramente para mi amigo Carlos, el paréntesis sea de agradecer, pues ya me reprochó la insistencia sobre las continuas entradas de la fauna del país suramericano. 

 
















Hace unos días, recibí una llamada comunicándome la captura de una gineta (Genetta genetta). La intención de su receptor tras hacerse cargo de ella, era de liberarla lejos del lugar de origen como efecto disuasorio ¿Por qué?...pues sencillamente, porque había matado unas cuantas gallinas en un cercado apartado del pueblo donde el dueño las guardaba, por lo visto, en un espacio bastante abordable para este implacable vivérrido.

La gineta, cuando llegué, permanecía depositada en el interior de un terrario, cómoda y a buen recaudo por su incondicional cuidador. Las gracias típicas de asombro por una criatura audaz de este tipo no se hicieron esperar… ¿Has acariciado su suave lomo? No, pero prueba tú si quieres…Las bromas, reflejaban nuestra desmesurada admiración, animadas por el compendio de cualidades de éste portentoso y despiadado cazador. En efecto, ganas de acariciarla no nos faltaban a ninguno de los dos, pero, la velocidad relámpago del carnívoro apenas nos daría tiempo para otra cosa que no fuera la de sentir su dentición arcaica, aunque no por ello, menos efectiva, capaz de taladrar nuestra carne de un certero mordisco.


Es una pena y, me duele, cada vez que alguien pierde alguno de sus animales de granja habiendo invertido parte de su tiempo y dinero. Los carnívoros apenas tienen, cada día que pasa, presas que consumir y, la facilidad para asaltar despensas humanas, hacen de ellas un bocado tentador para los predadores oportunistas de lo asequible. Y, como exponía Félix Rodríguez de La Fuente en el capítulo del lobo; “y el hombre, defiende su carne”…Es la lucha eterna del hombre por salvaguardar sus intereses contra otros competidores; el problema es, que todos sus intereses ocupan la totalidad del planeta.

Esta gineta concretamente, por razones que debo omitir, salvó su vida, pero también debo decir que muchas otras son liquidadas al caer en trampas ideadas para tal efecto. Al trampeo, le sigue la muerte de su incauta víctima en la totalidad de las provincias españolas que, todavía, hacen uso de ésta despreciable modalidad de alimañeros.

En el momento de liberarla, ninguno de los dos optamos por utilizar la cámara, teníamos el convencimiento de quedarnos sin ninguna de las dos posibilidades si apostábamos por la fotografía. A veces, la observación directa, sí asegura un momento irrepetible con total garantía pero, concentrarse con la máquina y sus parámetros de control no garantizan una buena foto y, lo peor, puede dar al traste con una gran secuencia vista.

 
















Cuando el transportador estaba en el lugar adecuado, lo orientamos hacia un espacio abierto próximo al río, aprovechando la cobertura protectora del soto. Se abrió la ajustada rejilla y dudó la gineta apenas décimas de segundo, seguidamente, se impulsó sobre la tierra con sus retráctiles garras para salir literalmente volando. Brincó primero la abundante maraña arbustiva del cauce del río, lo cruzó a nado veloz y hábilmente fruto de su fortaleza física, abandonando el agua con agilidad por unas ramas secas colgantes de zarza sujetas a un talud vertical hasta desaparecer finalmente entre la espesura del arbolado.
Una vez terminó todo, nos miramos atónitos, sabiendo de lo que este animal era capaz físicamente pero, sin imaginar cómo.

 

El origen incierto con el que se especula la procedencia de la gineta, tiene tres vertientes; dos de ellas por colaboración humana: pudo ser introducida por los fenicios, comerciantes especializados y grandes conocedores del Mediterráneo; y por los musulmanes, cuando invadieron nuestro país en el siglo VIII pudieron utilizarlas como bellas cazadoras en sus palacios. Sea como fuere, queda la otra opción interpretada como la más lógica: la existencia en el mioceno de una conexión entre África y la Península Ibérica que permitiría el acceso a la gineta; sin embargo, no se han encontrado evidencias fósiles que lo confirmen. Ojala fuera ésta última la hipótesis real, puesto que, de momento, sólo tendrían la presión de los alimañeros de los cotos de caza; de lo contrario, se añadiría también la del comando exterminador de especies invasoras. 

 
















Suerte gineta.   

                                 
                                           

domingo, 15 de abril de 2012

Colibríes: el magnetismo de lo diminuto.


Beija-flor-de-fronte-violeta Thalurania glaucopis (Gmelin, 1788)
Muchos días de infancia los pasé, cuando se me presentaba la oportunidad, mirando con fijación y asombro un insecto volador que nunca se posaba para libar las flores. Se movía con tanto nervio como velocidad frente a su objetivo repleto de polen o néctar, haciendo gala de un extraordinario control de vuelo capaz de variar súbitamente de posición entre las plantas. La esfinge colibrí (Macroglossum stellatarum) me recordaba siempre a otra especie por su acentuada convergencia morfológica, sólo que dicha especie, estaba emplumada de brillantes colores. Era precisamente el colibrí, el que además, había legado su nombre a este hiperactivo lepidóptero ditrisio tanto por su equivalente capacidad de vuelo como por la de explotar el mismo soporte alimenticio. Por eso mismo, al ver a esta espectacular miniatura vertebrada de vuelo zumbante desplazarse delante de mí, no pude menos que recordar aquellas esfinges que avivaron desde entonces el encuentro con este añorado momento.


Picaflores, chupaflores, pájaros mosca son algunos nombres con los que se conoce a los colibríes en sus lugares de distribución, ya sea por su diminuto tamaño como por su modo de alimentarse y converger en el diseño de vuelo. Evidentemente, cabe resaltar la importancia de estas aves como polinizadoras de árboles y plantas en la misma línea que los himenópteros. Poco a poco, iba comprobando de la miniatura del colibrí toda su magnitud, sin dejar de atender ni un segundo el escenario natural que se abría delante de mí.


Conviene prestar atención al buscar colibríes, porque debido a su pequeño tamaño, puede ser fácilmente confundido con un gran abejorro o mariposa nocturna.
Si lo vemos desde escasa distancia y sin apenas ruido ambiental, es posible escuchar el zumbido provocado por el acelerado batir de alas; hasta 80 veces por segundo. Para soportar semejante sobreesfuerzo el colibrí posee la quilla del esternón más desarrollada que en otras aves, en esta pieza ósea, se inserta una poderosa musculación eficaz para este fin. Todo son maravillas anatómicas para colmar las exigencias de esta criatura adaptadas al sofisticado hábito de alimentarse sin dejar de volar. Por eso, hay añadidas en su esqueleto características estructurales donde el húmero y una articulación del hombro les permite variar el ángulo de las alas; de este modo, pueden permanecer estáticos (cerniéndose), volar de lado e incluso marcha hacia atrás. Naturalmente, tanto desgaste energético por el elevado metabolismo muscular requiere de una alimentación constante, siendo por ello, los vertebrados que mas comen en proporción a su propio peso. Y, nada de esto sería posible sin un motor irrigador tan preciso, por eso (se calcula), el corazón del colibrí late unas 1000 veces por minuto.

Así es, más o menos, este vibrante torbellino que como un diminuto y veloz tornado aparece y desaparece, eso sí, dejando no una oleada de destrucción, sino una estela de asombro para quien los mira entusiasmado.



Hibisco colibrí (Malvaviscus arboreus) planta de pétalos cerrados muy visitada por estos minúsculos pajarillos. La lengua protráctil de estos pájaros se contrae y extiende con velocidad a lo largo de la acanaladura de la mandíbula inferior, así consiguen ingerir el alimento del interior de las flores. Cuando el pico no da la medida proporcional al ser la corola muy larga, la perforan lateralmente para alcanzar el azucarado alimento.

Están incluidos en el Orden Apodiformes como los vencejos, aunque forman un suborden independiente. Si un colibrí cayera a tierra, sería incapaz de levantar el vuelo debido a sus cortas patas, exactamente igual que un vencejo.


Los colibríes también incluyen en su dieta insectos blandos que capturan mediante una táctica muy elaborada; consiste en acelerar el aire con sus alas para canalizar a sus presas y proyectarlas al interior de su boca.

Fijaos en las siguientes imágenes el efecto del vuelo del ave entre los abundantes mosquitos.


















Beija-flor-preto Florisuga fusca (Vieillot, 1817)
Ejemplar joven.

Después de agitar la nube de mosquitos, el colibrí hace una breve parada para darles tiempo a reagruparse y, comenzar de nuevo la cacería.


Beija-flor-preto Florisuga fusca (Vieillot, 1817)
Ejemplar adulto; pierde los detalles de coloración rojiza en bigoteras y zona superior de la cabeza.

Los colibríes se distribuyen exclusivamente por las dos Américas; desde Alaska, por el norte, hasta La Tierra del Fuego, por el sur. Las 320 especies conocidas habitan variados hábitats que van desde selvas ecuatoriales hasta desiertos cálidos (Arizona) o fríos (Tierra del Fuego, altiplanicies andinas).
El colibrí gigante de Los Andes alcanza 20 centímetros de largo y es el mayor de todos; el mas diminuto es el sunsún de Cuba, que no llega a los cinco centímetros de longitud.

Tienen genio y agresividad estos diminutos pájaros y, no dudarán en atacar con su zumbante vuelo y punzante pico a otras especies mayores que ellos, incluidas a las rapaces si su presencia les perturba.

Naturalmente tienen enemigos y, entre ellos, arácnidos de gran tamaño que los capturan en sus redes; también la mantis religiosa puede sorprenderlos.

domingo, 1 de abril de 2012

Ferro velho (Euphonia pectoralis)



Mientras observaba la magnitud de los árboles del manto selvático, saciados de agua y de nutrientes pero no de luz, comprobaba atónito la lucha entre ellos a base de metros de altura para alcanzar quizá el bien más preciado, la luz del sol. Seguía con detenimiento los olores y los sonidos del bosque, tan significativos en un ambiente extremadamente tupido, donde la voz y los colores vivos son determinantes a la hora de comunicarse muchas aves que viven encerradas en estas selvas brasileñas.



Que cosas…, fue ver a esta pareja de llamativos pájaros acercarse el uno al otro creyendo erróneamente que se trataba de una exhibición entre macho y hembra y, resulta, que era todo lo contrario; una disputa en toda regla de dos machos. Las fotos, desgraciadamente sin apenas color al hallarse ambos pájaros a la sombra del ramaje, pueden inducir a confusión, puesto que sus colores son más vivos con luz directa. El caso es, que se acercó el ejemplar de la derecha a su oponente, y la voz entre ellos no era precisamente melodiosa, sino áspera e irritada. Ambos se tambaleaban de derecha a izquierda como si fueran púgiles en un cuadrilátero, con las plumas pectorales y dorsales ligeramente erizadas. Sin apenas dar un paso atrás se debatían en un espacio mínimo intimidándose. Pero, no había violencia física, al contrario, el combate parecía desencadenar una serie, creo yo, de improperios con unas voces alteradas que crecían por momentos.



Finalmente, tal vez, abandonara la rama el vencido, abrumado por el desafío y la fuerza del chirriante canto de su adversario. A pesar de no tener ningún fundamento científico esta pequeña observación puntual, siendo mas anecdótica que otra cosa, se puede ver en un video a continuación otra disputa incluso algo más acalorada, donde tampoco ninguno de los dos enfebrecidos contrincantes llega más allá del griterío con el que se amenazan en el comedero. (Video You Tube).



Todo lo contrario le ocurre al gorrión común; en ocasiones, he visto caer sin apenas control a dos machos tan acalorados que, ni en tierra, por el peligro que conlleva, eran capaces de reaccionar presos de su incisivo y belicoso celo.


Fotografía de Dario Sanches (Wikipedia).

Se puede comprobar en este macho como contrasta el azul metálico, amarillo y rojo óxido. Su plumaje está perfectamente pegado al cuerpo, no existe tensión ni alarma aparente.