martes, 20 de octubre de 2009

Búho real: encuentro con una madre de armas tomar


Hay que considerar sin duda alguna, la valentía de un búho real desprotegido durante el día para, defender a sus crías.

Un territorio


Los nidos de búho real suelen instalarse comúnmente, en escarpes verticales de alturas diversas. La abrupta dificultad orográfica del terreno, depende de los materiales geológicos que la componen, como: yesos, calizas, o tajos arcillosos entre otros.

En cuanto a la abundancia de vegetación donde ocultar el nido, también repercute la orientación de los farallones; siendo la cara norte por la humedad acumulada y horario solar menos intenso, la que favorece una mayor cobertura vegetal.

La predilección selectiva de la oquedad, repisa, o fisura para nidificar, es labor de la hembra, y sus preferencias suelen ser muy amplias, dependiendo de sus exigencias individuales: desde espaciosas oquedades de tres metros de anchura por dos de altura; hasta un ajustado hueco de 50 cm. de anchura por 30 cm. de altura.

Los nidos y posaderos, son más habituales en umbría que en solana.

Hay también, nidos accesibles en la base del cortado, y otros, inabordables por su altura, ubicados en la zona media vertical a 40 metros o más.

Es increíble la diferencia de carácter entre ejemplares de la misma especie. La progenitora frente a mí, controla también, los ataques de otros enemigos que atacan por la retaguardia.


En el caso que nos ocupa, el nido además de accesible, -pues no superaba los 2 m. de altura del suelo-, se sitúa en un escalonado bloque calizo de no más de 15 m de altura.

Sin embargo, la cobertura vegetal reinante muy tupida de: romeros, aliagas, ephedras, sabinas negras, enebros, cornicabras, carrascas, etc., le ofrecen la necesaria protección durante el desarrollo de la cría.

Frente a este pequeño bloque rocoso, hay otro de mayores dimensiones (unos 70 m de altura), que es utilizado como alojamiento por la pareja de adultos de dicha rapaz nocturna durante, y fuera del periodo reproductor. Aunque no anidan en él, por la habitual algarabía del centenar de buitres leonados hacinados, que aquí pernoctan. Si lo utilizan como posadero, aprovechando la presencia abundante de poblados arbustos de todo tipo.

Esta imagen, revela la estrategia de la hembra al cambiar de lugar, quizás, buscando mi espalda para desconcentrarme.


Revisión de la zona de cría


La fecha crítica de desarrollo de los pollos había culminado, y éstos, ya no se hallaban dentro del nido. Era el momento ideal para abordarlo y, recoger despojos de las presas más interesantes que habían quedado abandonados. Todo el material de deshecho disponible, serviría para un posterior análisis alimentario del búho real.

Recién llegado a la base del nido, y amagar el ascenso, comienzo a escuchar de la hembra de búho real su estridente voz de alarma.- De todas las progenitoras de esta especie que conozco, es la segunda en reaccionar de modo semejante-. Por lo tanto, su estridencia vocal no me resultaba desconocida.

Las notas son cortas, pero muy agudas y audibles en toda la vaguada montaraz.

-El ulular del macho, es de tono más alto y grave que el de la hembra, a pesar de ser el primero, de menor peso y tamaño-. Sin embargo, la voz de alarma en la hembra, aunque es más aguda, suena más.

Enseguida vuelvo la vista, y la descubro al borde, en lo alto del farallón calizo mirándome fijamente y, apartada de la pequeña encina que le ofrece cobijo. Sus ojos, abiertos al máximo, apenas dejan destacar las imperceptibles pupilas perdidas en un mar anaranjado. Su dorso, con las plumas erizadas y las alas ligeramente ahuecadas, evidencian sin duda, una amenaza en toda regla.

Para cerrar el conjunto de detalles iracundos, el más impactante es; ver sus mechones filiformes (vibrisas táctiles blancas alrededor del pico) y los dedos de sus garras, ensangrentados. Seguramente, de haber alimentado a los jóvenes intrépidos, ocultos en las inmediaciones del nido.


Todo transcurre en torno a las 11 horas de la mañana. Quiero irme, y por ello provoco indirectamente la salida de la rapaz que vuela con decisión, rodeando perimetralmente mi ubicación.

Ya no sé qué hacer, porque cada movimiento mío, lo interpreta como una amenaza. Opto de inmediato por acomodarme, apoyado en la pared y mirándola a placer. Estoy asombrado por la valentía y arrojo de tan guerrera madre, y sin apartar su mirada de mí, va sorteando y esquivando todas y cada una de las aves hostigadoras que la asedian, como: cernícalos, mirlos, aviones roqueros, grajillas etc.

No he visto jamás, tanta entrega en defensa de la progenie, en rapaces.

Tengo que señalar, su capacidad simultánea de control hacia mi persona, y a la de los especímenes aéreos atacantes. Cómo no, sopesando también, la nefasta posibilidad de ataque del águila real cuyo territorio comparten. Casi nada, dos parejas del gran búho real en el mismo feudo que el de la reina de las aves, ésta última, depredadora ocasional de jóvenes búhos.

Territorio de la rapaz; incluidas dos hembras de cabra montés y un recental.


El carácter de una madre


No consentí la posibilidad de una tercera vez, y en prospecciones posteriores para controlar a los jóvenes, desaparecía solamente al oír la voz amenazante de la madre.

Pero no quiero terminar, sin comentar el placer de mí derrota (simulada), ante el audaz desafío del búho real.

Fue el año siguiente muy semejante al anterior, pero, esta vez la rapaz hiló más fino, quiero decir: con mayor presión amenazadora.

Me acechó a tan sólo 20 metros de distancia, porque el joven esta vez, se hallaba en la base del cortado completamente desprotegido. Era una vía de riesgo transitada por mamíferos depredadores. Le cogí rápidamente, lanzándolo con sumo cuidado a una repisa con vegetación abundante, y con vuelo torpe, logró ocultarse adecuadamente. No pasó desapercibida la acción presenciada atentamente por su progenitora, y ello, fue el detonante. Temía incluso, por mi integridad física. Quedé mirándola escasos segundos y reaccioné, ésta vez, le daría la batalla por ganada al salir corriendo.


De impresionante e indescriptible, detallaría la sensación que me provocaba al sentir aquella mirada espectral y de animadversión, incluida la fuerza sonora de chasquidos y desgarradores alaridos. Miré hacia atrás unos segundos, cuidando de no tropezar, y recuerdo sin lugar a dudas, esa sensación de victoria por parte de la hembra de búho real. Se regodeó desde la roca, con un gesto muy propio de satisfacción en las aves al sacudirse el plumaje, y acicalarlo después. Todo un ejercicio de calma posterior, a una labor ofensiva bien realizada.

De nuevo, y alejado ya, volví a mirarla. Se despachó con un potente vuelo de casi dos metros de envergadura y algo más de tres kilos de peso, ascendiendo con soberbia a su posadero habitual de la pequeña encina. Allí se ocultó a continuación, en su puesto estratégico de guardia.


Hembra acicalándose en su encame.

viernes, 16 de octubre de 2009

Araña lobo (Lycos tarentula)

 
La araña lobo (Lycos tarentula) es un arácnido de la familia Lycosidae (Lycos en griego significa lobo), aunque su nombre precisamente, no hace honor a las costumbres del cánido; sobre todo, en lo que a gregarismo se refiere.

Los machos adultos son menores que las hembras, y miden de 19 a 25 mm. Los pedipalpos, son más grandes y las patas proporcionalmente más largas. Su coloración es también más llamativa. La hembra es parda con marcas más oscuras y líneas en las patas. Mide de 27 a 30 mm. Los machos, alcanzan a vivir unos dos años, muriendo poco después de la madurez sexual. Las hembras más longevas, llegan a los cuatro años o más.

Excavan túneles en el suelo que sólo abandonan por la noche. El diámetro de entrada es de 2 a 3 cm, con una profundidad de unos 30 cm, forrada de hierbas y palitos unidos con seda para evitar los ataques del escorpión (Buttus occitanus), su más señalado depredador.

Habitan tanto espacios secos como húmedos, siempre que sean abiertos y soleados.

Las arañas lobo perciben el movimiento con sus ojos pequeños y luego enfocan con dos ojos de mayor tamaño. Pero siguen dependiendo sobremanera de los estímulos táctiles, con el que perciben las vibraciones cómo: los pedipalpos, y vellos sensibles conectados a terminaciones nerviosas.

Se abalanzan sobre la presa, la agarran con sus apéndices anteriores y la dan muerte con una picadura mortal. Su veneno, produce una lesión local en las personas que puede ser dolorosa, con inflamación y ampollas claras, que ceden espontáneamente entre los 4 y 7 días. No hay riesgo de muerte. Tranquilos.

Durante la reproducción, las hembras receptoras cubren el suelo con hebras de seda impregnadas con feromonas, es una señal para los machos. Antes de copular, el cortejo masculino consiste en emitir sonidos (estridulaciones), vibraciones (tamborileo del suelo) y exhibiciones. El macho abraza a la hembra desde arriba e introduce el esperma con sus pedipalpos.

Al cabo de 1-8 semanas aparece la primera ooteca (es el envoltorio esférico de seda para proteger y transportar los huevos). La hembra lo prepara de la siguiente manera: extiende en el suelo la seda con el abdomen mediante movimientos rítmicos hasta tejer una superficie uniforme y circular. Dentro, deposita la puesta y después la cierra uniendo y sellando los extremos hasta conseguir un envase circular. La ooteca queda adherida a las hileras de la hembra, quien siempre la lleva consigo: nunca la deja sola y, la defiende con fiereza.

Las crías suelen nacer al cabo de 3-6 semanas. La madre, transporta a su descendencia a todas partes en su dorso, infatigablemente. Éstas, desmontan en pequeños grupos para alimentarse y beber, volviendo a trepar a la madre.

A veces la hembra muere de vieja llevando las crías, quienes la devoran parcialmente, ya que están programadas para aprovechar toda fuente de energía.

La mayoría de las arañas (más de 34 mil especies) sobre todo, las de menor tamaño que buscan un nuevo territorio o emparejarse, lanzan su seda al aire y se dejan trasportar a cientos de metros, e incluso, centenares de kilómetros de distancia.

Terreno donde se fotografió a la araña lobo, cerca del río Ebro.

La primavera y el otoño, son estaciones propicias para la expansión de los arácnidos voladores, mediante el sistema aerostático, pero sin gas.

Aquí tenemos parte, de otra característica del otoño; la dispersión de las independizadas crías de araña.

Nuestra araña lobo, que tiene su descendencia durante estas fechas, como demuestra las fotografías realizadas en octubre, se dispersará por vía terrestre, como establece su conducta vital, arraigada a la firmeza del suelo.

Es la segunda vez, que tengo el privilegio de observar de cerca a una hembra con sus pequeños. Un placer.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

El coronador de nuestras cumbres. Buitre leonado


Reveladora imagen de un adulto receloso, captado por Javier Abrego, durante el carroñeo de pollos de granja.

El buitre leonado (Gyps fulvus), es la rapaz cuya silueta, siempre aparece en el campo visual de nuestros prismáticos. Planeador constante, viajero infatigable de largas singladuras y sobre todo: eficaz en sus prospecciones cuando de hallar carroñas se trata.

Es un ave muy familiar en el entorno antropógeno, pudiéndosele considerar como una especie más de la

fauna semidoméstica que cohabita con el hombre.


Estampa que define por sí sóla el binomio ancestral entre buitre y ser humano.


Después de la intensa jornada de cría, iniciada desde finales de diciembre hasta últimos de agosto, los progenitores pasan dichas pruebas de atención a su descendencia, con una perseverancia infinita.

Han de efectuar largos desplazamientos, soportar agresivas disputas en las carroñas para llevarles los mejores bocados, procurar menguar los espacios de tiempo entre cebas y, obstinarse en la dura protección del pollo ante la inmisericordia del sol y la lluvia. Son todas ellas, labores de un enorme desgaste físico para estas gigantescas aves planeadoras.

Por supuesto, han de evitar ser victimas del veneno, siendo esta una cuestión de azar impuesta por la

irracionalidad del hombre.


El joven, a la izquierda, ya no tiene acceso al nido. Sus progenitores, le despachan al haber cumplido su etapa familiar.

A pesar de volar correctamente, es ahora, cuando comienza un verdadero calvario para este inexperto.


Una de mis pasiones es precisamente, la prospección de laderas bajo los cortados calizos, en busca de estas y otras aves accidentadas. Son bastantes los cúmulos de plumas hallados bajo sus colonias pero, de jóvenes que perecieron en circunstancias desconocidas. Es tan difícil coincidir en el momento oportuno…

Hay veces en las cuales, la persecución a un joven buitre leonado con problemas se complica, puesto que, aún con sus facultades mermadas, guardan cierta capacidad de desplazamiento. Llegan en ocasiones a agotarme y, a volverme loco en la desesperada carrera monte a través. Lo más dramático, es encontrarlo muerto posteriormente pasados varios días, al no haber logrado el ansiado objetivo.



Los accesibles cadáveres, de las mal llamadas alimañas, son la tentación al hambre de los carroñeros. El alimentarse de su carne, puede suponer la muerte, si han sido previamente envenenados.


El año pasado, cerca del nacimiento del río Asón (Cantabria), hallé a un ejemplar joven de la mencionada carroñera, tumbado sobre la gravilla al lado derecho de la estrecha carretera. Parecía aguardar su destino irreversible, con la línea de la agonía.

La escasa gente de paso por el lugar, curioseaba, pero…, (es de comprender, desconociendo a semejante ave, y con su volumen, que fueran capaces de recogerla). Paré inmediatamente, y a la par, hizo lo mismo otra persona, colocándose algo apartado del ave en cuestión.

Utilizando una vieja colcha y con mucha precaución, se la eché encima; pues el picotazo de una rapaz tan poderosa como el buitre leonado, podría herir de consideración y acarrear serias infecciones.

Todo sobraba en aquel ejercicio de captura, la rapaz, no tenía fuerza ni para quejarse.

Le ofrecimos algo de agua que fue consumida con desesperación. Poca, ya que pasado tanto tiempo sin beber, saciarle, no era recomendable.


No es tan difícil hallar los cuerpos yertos, de los malogrados jovenes


Imaginaros, la lenta agonía que padecen estas criaturas, cuando están abandonadas a su suerte en lugares ocultos, hasta que son devoradas incluso, durante su débil hilo vital.

Pero el caso presente, terminó por fortuna de la mejor manera posible. La persona que también se preocupó del necrófago, tenía a su mujer encargada del centro de recuperación de fauna. Que casualidad más oportuna.


La población de buitres leonados, ha sufrido muchos vaivenes a lo largo de su historia en compañía del hombre moderno. Una de las peores lacras es el veneno, sin olvidar las absurdas normas comunitarias cumplidas a rajatabla para, racionar los animales muertos y distribuirlos en apestosos muladares excesivamente organizados y de salubridad muy deficiente.

Ahora, alzando de manera incontrolable el nivel de dificultad, llegó para este desdichado volador, el muro eólico, enclavado inoportunamente en lo alto de nuestras sierras.

La energía que llaman limpia; y que lo será, cuando la efectividad de sus turbinas, nos deje el cielo despejado de esta emblemática rapaz de vuelo prospector incansable.



Este ejemplar, ha sido una buena reserva de alimento durante más de un día para algún oportunista. Paradojas de la vida, en el mundo del carroñeo.


viernes, 18 de septiembre de 2009

Cardera (Vanessa cardui)



La luz directa del sol ha concluido, y con ella, los brillos. Solamente su reflejo, ilumina tenue y agónico, el final del día.

Los colores, víctimas de la incipiente penumbra, se desvanecen agrisándose. Obviamente, sin perder ni un ápice de su; ahora turbia, suave, pero atractiva policromía alar.



¿No os recuerda a algún pájaro?


martes, 15 de septiembre de 2009

Rana bermeja (Rana temporaria)



En mi semana de estancia en el pueblo de Molló (Girona), cerca de la frontera de Francia, tuve la fortuna de topar con este bello ejemplar de rana temporaria. Estaba sobre una pradera húmeda cercana al río Ritort.
La capturé y, fui incapaz de sujetarla sin que se me escurriera de las manos; así, unas tres veces; parecía una pastilla de jabón.
Finalmente decidí dejarla, y saltó al arroyo; desde allí, me permitió posando con este desparpajo, que le hiciera una serie de fotos.
Para qué engañarnos, ha salido tan preciosa y con esos ojazos que, le sobran todos los besos del mundo.
Espero que os guste.




viernes, 11 de septiembre de 2009

Culebra de belleza y altura









CULEBRA VERDIAMARILLA (Coluber o, Hierophis viridiflavus)

La vi por primera vez en papel, en la página 70 del tomo n º 7 de la enciclopedia Fauna Ibérica, de “Félix Rodríguez de la Fuente”. Fue para mi, el tomo más esperado por su especial contenido, allí, estaban todos los grandes de la montaña.

Su llamativo diseño, con vermiculadas manchas amarillentas sobre un fondo verde muy oscuro, casi negro, llamó mucho mi atención y, su escasa distribución, más todavía.

Estaba relegada a la dureza del norte pirenaico y poco se sabía de ella. Su hermetismo y especialización integrados en el bosque húmedo, la convertían en una misteriosa desconocida, que alimentaba mi curiosidad.

Este ejemplar, fue capturado cerca de la carretera (como no podía ser de otro modo),estaba soleándose entre la recortada hierba, cerca de una pendiente muy pronunciada y boscosa: hayas, robles, servales preciosos, avellanos etc. conformaban este enclave cercano a la cabecera del río.


Mi hija mayor me avisó de la presencia del ofidio, me acerqué y… -¡una verdiamarilla!, a lo que la culebra, supongo, reaccionó de forma distinta… -¡humanos! Poniendo tierra de por medio. Muy veloz deslizándose, traté de sujetarla por su parte terminal para no perderla, y al apreciar su flexibilidad con el giro súbito de la cabeza y la boca abierta de par en par, la solté de inmediato hacia atrás, sin percatarme de la presencia de mi hija menor y mi mujer que curioseaban demasiado cerca, a mis espaldas.

Estaba claro el desenlace…, estampida y horror.

Nunca esperamos ni deseamos que nos echen una culebra, salvo que vaya bien sujeta, y ésta, tenía mucha agresividad.

Era tanta la humedad, que multiplicaba su agilidad, por ello, era comprensible la necesidad de su cotidiana exposición al sol, para escapar del entumecedor efecto de la penumbra forestal de un bosque tan apretado.


La sesión de fotos se produjo en un tiempo muy breve (sufro demasiado el estrés de los animales cautivos), y lo más destacable sin duda, el precioso contraste de sus escamas; amarillo tachonado sobre un fondo oscuro e irisado.

La furia en el ataque, equivale proporcionalmente a un imprevisto de vital importancia como el acaecido; la defensa (huida y, enfrentamiento), aunque no tiene la agresividad de la culebra de escalera (Elaphe o, Rhinechis scalaris).

Recordar como observación adicional, la pareja de águilas culebreras sobrevolando la zona.


Su longitud (ejemplar capturado): es de unos 115 cm., pudiendo alcanzar los 180 cm.

Es una gran escaladora, muy esquiva, dada su costumbre solitaria en la alta montaña.

Hiberna en grietas de las rocas o, cualquier madriguera adecuada, que puede compartir con otros congéneres o especies diferentes al llegar los primeros fríos otoñales.

Abandonado el letargo una vez comenzada la primavera, este esbelto ofidio, gracias a sus características anatómicas, es capaz de capturar ranas, roedores en sus galerías, trepar a los nidos de aves y consumir sus huevos y pollos, además de depredar sobre otros ofidios, incluidas las víboras.



domingo, 6 de septiembre de 2009

Pico de carpintero (Dendrocopos major)

El pico picapinos es algo mayor que un estornino. La hembra, carece de la llamativa mancha roja exhibida por el macho en la nuca. Ambos, destacan con el carmesí de sus plumas infracobertoras caudales, contrastando además, con el llamativo y alternado negro y blanco del plumaje.

Hay detalles muy interesantes, expuestos durante nuestros recorridos por el monte que no deben escapar a nuestra curiosidad. No sólo tenemos que disfrutar de la observación de las aves, mamíferos y demás seres vivos, sino también de sus obras tan bien estructuradas como: nidos y cubiles o, rastros como; huellas, restos de presas, desplumaderos y otros indicios, advirtiéndonos de su presencia aún sin haberlos visto previamente.

No hace mucho, encontré restos de conos de pino carrasco, cuyas brácteas estaban seccionadas longitudinalmente y algo destrozadas. Había un cúmulo de piñas más abajo del tronco del árbol, debido a la pendiente por la que habían rodado al ser consumidas sus semillas y, desechadas sus carcasas posteriormente.
Se trataba de un “taller” de picapinos (Dendrocopos major). Son lugares donde estos pícidos aprovechándose de la hendidura de los profundos surcos de la corteza de algunos árboles, e incluso, modificándolos ligeramente con su pico como en el ejemplo presente, son utilizados a modo de apoyo para sujetar cualquier fruto con cáscara o protección dura etc. y, acceder a su contenido con más facilidad.
La importancia de estas semillas debido a la gran concentración de productos almacenados en forma de aceites, almidón y proteínas, es crucial para muchos animales, sobre todo de cara al invierno, cuando precisamente se hallan maduras, facilitándoles una nueva fuente de alimento.
El piquituerto, es el más especializado en la extracción de estos frutos, los utiliza como alimento principal para su pollada, cuyas fechas de cría coinciden con el invierno.


El frecuente uso del hueco donde acopla el ave la piña, ha eliminado la aspereza de la corteza dejándola lisa, como lijada.


El cono encaja perfectamente en su hueco. El pájaro carpintero, de este modo, lo puede golpear con su afilado pico sin temor a perderlo. No tiene la finura del piquituerto, pero si, la efectividad.

El material desechado, se acumula bajo el tronco del árbol. En este caso, la mayoría de las piñas han rodado por la pendiente de la ladera.