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martes, 16 de marzo de 2021

Trepador azul


Escucho nítidamente la voz alarmada del trepador azul Sitta europaea, este pajarillo que trepa y desciende por los troncos de los árboles con una facilidad asombrosa. Tan sólo la ardilla Sciurus vulgaris es capaz de hacerlo boca abajo con la precisión del trepador. 
Está muy atareado en adecentar una oquedad practicada por el pico picapinos Dendrocopos major ya abandonada. 
El viejo tronco del abiótico álamo apenas sirve, tan sólo, para buscar alimento y un lugar de nidificación para ambas aves.

Sale el trepador azul de la oquedad con restos de viruta y otras impurezas una y otra vez del que podría ser el posible nido futuro. Sube y baja, cambia de ramas repetidamente, ramas melladas por multitud de cicatrices provocadas por el pico cincelador del picapinos e insectos barrenadores de la madera.
No le agrada en absoluto al trepador la presencia del pico picapinos, y su audible regaño llega con claridad hasta mis oídos. Pero, no sólo en este árbol inerte emite su protesta, también lo hace en otros que he tenido la oportunidad de observar con las mismas características.
Este pícido, podría perfectamente desfalcar el nido con huevos o pollos de nuestro protagonista, de hecho, también lo hace con las cajas anidaderas que carecen de una protección metálica en la entrada.

La piel áspera del desvencijado chopo cabecero se reviene, envejecida, quebradiza, carente del flujo de savia que la hidrataba en vida. Infinidad de invertebrados rondan tras ella en otro mundo oscuro y separado del exterior. Un mundo cuya llave inmisericorde poseen los pájaros carpinteros, trepadores, agateadores y un sinfín de aves exploradoras de este abrigado nicho ecológico.
Son muy beneficiosos los viejos árboles sucumbidos por el paso implacable de los años. Su proceso de descomposición es el mejor reclamo para atraer insectos xilófagos perforadores de la madera. Renunciar a ellos significa arriesgar la salud de los demás que todavía conservan la vida; incluidos los frutales del agricultor. Siempre fue un grave error talarlos para el fuego. Esos titánicos muertos en pie, han ofrecido una enorme fuente de alimento a las aves insectívoras atraídas por los insectos que devoraban sus resecas entrañas.

Trepador azul Sitta europaea








Pico picapinos Dendrocopos major





jueves, 2 de mayo de 2013

ALGUNOS PÁJAROS DE EL VATICANO




Son los pájaros más cercanos a Dios, y también, los que acompañan durante el trayecto silencioso del profundo pasillo hasta la grandiosa Capilla Sixtina al futuro Papa.
Reconozco que dicha “Capilla” es una obra monumental del genial Michelangelo Buonarroti, aunque después de la gran impresión que me causó dicha obra considerada como su mayor logro en pintura, no lo fue menos descubrir por sorpresa en el pasillo de salida, esta peculiar colección de óleos de aves (de inferior calidad, por supuesto) pintados en las puertas de una larga fila de armarios. Me gustó naturalmente, -no podía ser de otra manera debido al lugar presente de su distribución-, contemplar todos los ejemplares expuestos por ser muy conocidos. 


Martín pescador (Alcedo atthis)


  
Treparriscos (Tichodroma muraria)


Macho de gorrión común (Passer domesticus) hostigado por un jilguero (Carduelis carduelis)

Alcaudón común (Lanius senator) sobre avión roquero
 
Pero, dejando al margen la interesante exposición de aves, hay dos secuencias protagonizadas por el alcaudón común que llamaron toda mi atención. Son dos escenas de caza programada gracias al arte de la cetrería. En la caprichosa corte francesa, cuna de las costumbres más refinadas, el rey y su séquito ejercitaban sus habilidades cetreras con alcaudones amaestrados, a los que lanzaban contra los gorriones del jardín o, en el interior de grandes salas donde soltaban víctimas propicias o disponibles para ser capturadas violentamente por alcaudones reales o por alcaudones comunes. Cuando el lance se desarrollaba en interiores se denominaba “Cetrería de salón”; los asistentes se deleitaban con  la destreza del cetrero y la saña del alcaudón.


Alcaudón común (Lanius senator) acosando a un avión común (Delichon urbica)

Estas aves tienen la costumbre de pinchar sus presas en todo tipo de espinos o elementos punzantes apropiados que utilizan como despensas. No sólo las hacen en época de cría, sino a lo largo de todo el año.
Los cetreros en esta modalidad de caza con alcaudón coinciden en afirmar que estas aves “siempre tienen hambre” y parece que su voracidad es una norma instintiva cuya finalidad es complementar sus despensas para guardar alimento en caso de carencia. Dicen además, que hacen gala de una agresividad impresionante, yendo a la presa directamente con el pico, utilizando las patas para apoyarse y equilibrarse, nunca en las capturas.


Estornino pinto (Sturnus vulgaris)
 

Abejaruco común (Merops apiaster)


Abubilla (Upupa epops)
 

Hembra de pito real (Picus viridis)


Avión común (Delichón urbica) grupo en vuelo
 

Codornices (Coturnix coturnix)
 

Abejaruco papirrojo (Merops supercillosus) y abejaruco común.



Trepador azul (Sitta europaea)
 


Estornino rosado (Sturnus roseus)



 Vuela pero no es un ave: gran pavón (Saturnia pyri)


sábado, 2 de junio de 2012

Observando un nido de picapinos.

Hembra de picapinos; sin mancha roja en la nuca.

No me gusta hacer fotografías a los nidos, porque, de un modo u otro, el fotógrafo entorpece el desarrollo normal de las cebas a los pollos. Para hacer fotografías de gran calidad, uno tiene que estar literalmente pegado al nido. La cosa cambia cuando la ubicación de dicho nido se halla al lado de una carretera; más transitada por coches en fin de semana y llena de paseantes del balneario y, algunos escaladores. En este caso, las aves son más permisivas con la presencia humana. Evidentemente, respetando la distancia respecto al nido. Las especies nidificantes, de una manera u otra, aceptan estos ligeros inconvenientes cuando el lugar es idóneo para sus necesidades.
A principios de año se talaron gran cantidad de chopos en este tramo del río Mesa quedando sus riberas despojadas y vacías. Tan sólo quedó una breve muestra aislada, en la cual, nidifica esta pareja de pico picapinos (Dendrocopos major) a gran altura en un enorme chopo. Pasé todas las horas de la mañana deleitándome con estas policromas criaturas de contrastados blancos, negros y rojos; una combinación fanérica propia de aves fuertemente territoriales.

Es en el pico picapinos donde mejor se aprecian las características propias de nuestros pájaros carpinteros. Disponen en su especializado equipo morfológico de unos pies zigodáctilos; el cuarto dedo queda hacia atrás, y no hacia delante como en otras aves. Sus afiladas uñas se enganchan a cualquier resquicio de la corteza del tronco. El tercer apoyo lo constituyen sus rectrices; plumas de la cola con un raquis elástico pero de fuerte constitución. Finalmente, para soportar la acción percusora mientras trabajan la madera, una estructura ósea engrosada y esponjosa amortigua los golpes en el cerebro. Su larga lengua, útil para extraer las larvas de la madera, dispone de un estuche craneal donde se recoge.
Es comprensible que estas aves despierten tanta admiración cuando percuten en la madera de su futuro nido con tan sobrada capacidad.

Macho de picapinos; con mancha roja en la nuca.
          
En esta foto, no distinguí si el ave capturaba hormigas o remataba algunas imperfecciones de la entrada.

 

Accediendo con alimento al nido desde la parte trasera del tronco.


  
Con comida para los pollos.                   

La limpieza es esencial para mantener la higiene en un habitáculo tan cerrado. Ambos ejemplares después de cebar a los pollos se deshacen de los excrementos del fondo del nido. Por esta causa, las heces quedan envueltas en diminutas astillas; otras aves las prenden directamente de la cloaca de sus pollos.

 
Despliegue fanérico del plumaje; detalle que apenas se aprecia a simple vista durante su vuelo fugaz.



El vuelo de los pájaros carpinteros tiene una trayectoria ondulante. En la foto, como un proyectil, abandona el nido y, en los siguientes pasos; abrirá las alas,  se impulsará y, de nuevo, aprovechará la inercia con las alas plegadas.

Entre la estresante atención de los pollos, unas ramas contiguas al nido hacen de descansadero y puesto de vigilancia.


                             
La madera seca emite con el tamborileo de los pícidos un sonido inconfundible. Según los estudiosos de estas aves, cumple una misión de comunicación acústica para frenar la presencia de otros machos y atraer la atención de alguna hembra. Mientras construyen el nido también el rojo de la nuca envía señales ópticas.
El sonido en las ramas secas es más agudo, y en los troncos más hueco y grave.

Difícil equilibrio; con una pata, rascándose el mentón.

La madera también les es útil para rascarse la cabeza.



Descanso para mantener la pulcritud del plumaje.


 

Tan común y tan extraordinario.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Pico de carpintero (Dendrocopos major)

El pico picapinos es algo mayor que un estornino. La hembra, carece de la llamativa mancha roja exhibida por el macho en la nuca. Ambos, destacan con el carmesí de sus plumas infracobertoras caudales, contrastando además, con el llamativo y alternado negro y blanco del plumaje.

Hay detalles muy interesantes, expuestos durante nuestros recorridos por el monte que no deben escapar a nuestra curiosidad. No sólo tenemos que disfrutar de la observación de las aves, mamíferos y demás seres vivos, sino también de sus obras tan bien estructuradas como: nidos y cubiles o, rastros como; huellas, restos de presas, desplumaderos y otros indicios, advirtiéndonos de su presencia aún sin haberlos visto previamente.

No hace mucho, encontré restos de conos de pino carrasco, cuyas brácteas estaban seccionadas longitudinalmente y algo destrozadas. Había un cúmulo de piñas más abajo del tronco del árbol, debido a la pendiente por la que habían rodado al ser consumidas sus semillas y, desechadas sus carcasas posteriormente.
Se trataba de un “taller” de picapinos (Dendrocopos major). Son lugares donde estos pícidos aprovechándose de la hendidura de los profundos surcos de la corteza de algunos árboles, e incluso, modificándolos ligeramente con su pico como en el ejemplo presente, son utilizados a modo de apoyo para sujetar cualquier fruto con cáscara o protección dura etc. y, acceder a su contenido con más facilidad.
La importancia de estas semillas debido a la gran concentración de productos almacenados en forma de aceites, almidón y proteínas, es crucial para muchos animales, sobre todo de cara al invierno, cuando precisamente se hallan maduras, facilitándoles una nueva fuente de alimento.
El piquituerto, es el más especializado en la extracción de estos frutos, los utiliza como alimento principal para su pollada, cuyas fechas de cría coinciden con el invierno.


El frecuente uso del hueco donde acopla el ave la piña, ha eliminado la aspereza de la corteza dejándola lisa, como lijada.


El cono encaja perfectamente en su hueco. El pájaro carpintero, de este modo, lo puede golpear con su afilado pico sin temor a perderlo. No tiene la finura del piquituerto, pero si, la efectividad.

El material desechado, se acumula bajo el tronco del árbol. En este caso, la mayoría de las piñas han rodado por la pendiente de la ladera.