Jardín botánico de Río de Janeiro 28- 10- 2014; 14´59 horas
Estoy indeciso, sin objetivo concreto ante el vuelo huidizo
de varias aves que desaparecen en el bosque mientras me aproximo a ellas a paso
lento. No consigo de ningún modo fotografiarlas. Hay mucho movimiento dentro
del frondoso y oscuro entramado arbóreo, por contra, la escasa luz me impide obtener alguna
toma decente. Resulta desesperante.
Un guarda del parque botánico me advierte gesticulando y en
voz baja del avistamiento de una garza que ha capturado un pez; supongo que lo
hace al verme con la cámara de fotos. Estoy inmerso en el seguimiento de los
tucanes pero, no quiero hacerle un feo y agradezco su amabilidad, por lo tanto,
acudo con interés. Allí todo es interesante, absolutamente todo.
La garza camina con paso invariable, altanero, portando un
enorme pez atravesado por sus dos arpones, es una buena captura, evidentemente.
Con las mandíbulas presionando la presa insertada no tiene ninguna posibilidad
de zafarse. La estrategia de la garza es la de rematar el preciado pez cuanto
antes, ya que éste mantiene su aleta dorsal desplegada siendo su única opción para
entorpecer al máximo su inevitable destino. El porte de la gran zancuda es
deslumbrante, hablo de una garza de 125 cm de altura la mayor del territorio brasileño; 35 cm mas que nuestra
garza real Ardea cinerea. Una vez alcanzado
el lodazal de la orilla deposita la presa y la arponea varias veces; no es una
escena agradable. Por si fuera poco, a continuación, la presiona contra el fango
como si pretendiera asfixiarla.
La víctima del ardeido es un Hypostomus commersoni, conocido como
casquero, vieja negra, vieja de río, etc. Es un Siluriforme de la familia
Loricaridae habitante de agua dulce tanto de ríos como de pantanos. Puede
alcanzar los 60 cm de longitud y un peso de 1´80 Kg. Su alimentación es
detritívora; consumidor de todo tipo de nutrientes residuales de las
profundidades. A medida que transcurre el tiempo, la paciente y experimentada práctica
pescadora de la garça moura consigue doblegar definitivamente la defensa del
acorazado siluro. Abatido, su membrana dorsal languidece al ritmo de su propia vida,
plegándose lentamente. La incólume zancuda lo enjuaga ligeramente y comienza in
situ el proceso final con la ingestión.
Os dejo con la dramática secuencia fotográfica entre la garza moura y el casquero.