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miércoles, 27 de enero de 2010

Heriaeus melloteei: acechando



Este paraje accidentado, solitario, y surcado por un profundo barranco calizo de encinar tachonado de sabinas y matorral variado, es el territorio de la reina de las aves: el águila real. Se le atribuye tan ilustre distinción, al poder y fortaleza que atesora su espectacular morfología. Aquí anida, y aquí deleita con su vistoso vuelo, a los pocos que acertamos a caminar por este, su espectacular y recóndito feudo.

Dentro de esta extensión, como no; el ubicuo búho real, también se ha hecho su hueco. La cabra montesa y el corzo, el tejón, la garduña, y la jineta entre la gran variedad de especies, conviven en el mencionado espacio sin perder de vista su delicado lomo. Un descuido, y, especialmente los jóvenes, podrían verse sorprendidos sin apenas reaccionar por la efectividad atacante de cualquier depredador oportuno.



Pero no es el águila real ni el búho real; ni siquiera, el depredador más vistoso de nuestros cielos, el temible cazador hallado.

Tan sólo es un minúsculo invertebrado, una araña que, se oculta como nadie entre las coloridas flores al aguardo de sus posibles víctimas para sorprenderlas como lo haría una rapaz nocturna: al acecho.

Se trata de una hembra de “Heriaeus melloteei”, de arrojo indudable a juzgar por la captura de la infortunada abeja que le dobla en tamaño. Su coloración verdosa, y el dibujo lineal a lo largo de su cefalotórax y abdomen, así como el marcado paréntesis cerrado en éste último, no dejan duda.

Hablando de grandes depredadores: lo más apropiado de éste en particular, es su tamaño. Es mejor así.


Orden: Araneae
Familia: Thomisidae
Genero: Heriaeus
Especie: Heriaeus melloteei (Simon, 1886)

Datos obtenidos de:

http://www.insectariumvirtual.com/galeria/Heriaeus-melloteei-img45400.search.html


Ejemplar de araña con abeja capturada e inmovilizada con veneno. Por el hueco de sus quelíceros, irá succionando los fluidos internos de su presa.


El diseño o dibujo del abdomen, converge notablemente con el del cáliz de la Salvia lavandulifolia. Por otra parte, el color verde además las fusiona, y la adaptación de la araña obtiene de este modo su recompensa; no así la planta, que pierde a su polinizadora.

viernes, 16 de octubre de 2009

Araña lobo (Lycos tarentula)

 
La araña lobo (Lycos tarentula) es un arácnido de la familia Lycosidae (Lycos en griego significa lobo), aunque su nombre precisamente, no hace honor a las costumbres del cánido; sobre todo, en lo que a gregarismo se refiere.

Los machos adultos son menores que las hembras, y miden de 19 a 25 mm. Los pedipalpos, son más grandes y las patas proporcionalmente más largas. Su coloración es también más llamativa. La hembra es parda con marcas más oscuras y líneas en las patas. Mide de 27 a 30 mm. Los machos, alcanzan a vivir unos dos años, muriendo poco después de la madurez sexual. Las hembras más longevas, llegan a los cuatro años o más.

Excavan túneles en el suelo que sólo abandonan por la noche. El diámetro de entrada es de 2 a 3 cm, con una profundidad de unos 30 cm, forrada de hierbas y palitos unidos con seda para evitar los ataques del escorpión (Buttus occitanus), su más señalado depredador.

Habitan tanto espacios secos como húmedos, siempre que sean abiertos y soleados.

Las arañas lobo perciben el movimiento con sus ojos pequeños y luego enfocan con dos ojos de mayor tamaño. Pero siguen dependiendo sobremanera de los estímulos táctiles, con el que perciben las vibraciones cómo: los pedipalpos, y vellos sensibles conectados a terminaciones nerviosas.

Se abalanzan sobre la presa, la agarran con sus apéndices anteriores y la dan muerte con una picadura mortal. Su veneno, produce una lesión local en las personas que puede ser dolorosa, con inflamación y ampollas claras, que ceden espontáneamente entre los 4 y 7 días. No hay riesgo de muerte. Tranquilos.

Durante la reproducción, las hembras receptoras cubren el suelo con hebras de seda impregnadas con feromonas, es una señal para los machos. Antes de copular, el cortejo masculino consiste en emitir sonidos (estridulaciones), vibraciones (tamborileo del suelo) y exhibiciones. El macho abraza a la hembra desde arriba e introduce el esperma con sus pedipalpos.

Al cabo de 1-8 semanas aparece la primera ooteca (es el envoltorio esférico de seda para proteger y transportar los huevos). La hembra lo prepara de la siguiente manera: extiende en el suelo la seda con el abdomen mediante movimientos rítmicos hasta tejer una superficie uniforme y circular. Dentro, deposita la puesta y después la cierra uniendo y sellando los extremos hasta conseguir un envase circular. La ooteca queda adherida a las hileras de la hembra, quien siempre la lleva consigo: nunca la deja sola y, la defiende con fiereza.

Las crías suelen nacer al cabo de 3-6 semanas. La madre, transporta a su descendencia a todas partes en su dorso, infatigablemente. Éstas, desmontan en pequeños grupos para alimentarse y beber, volviendo a trepar a la madre.

A veces la hembra muere de vieja llevando las crías, quienes la devoran parcialmente, ya que están programadas para aprovechar toda fuente de energía.

La mayoría de las arañas (más de 34 mil especies) sobre todo, las de menor tamaño que buscan un nuevo territorio o emparejarse, lanzan su seda al aire y se dejan trasportar a cientos de metros, e incluso, centenares de kilómetros de distancia.

Terreno donde se fotografió a la araña lobo, cerca del río Ebro.

La primavera y el otoño, son estaciones propicias para la expansión de los arácnidos voladores, mediante el sistema aerostático, pero sin gas.

Aquí tenemos parte, de otra característica del otoño; la dispersión de las independizadas crías de araña.

Nuestra araña lobo, que tiene su descendencia durante estas fechas, como demuestra las fotografías realizadas en octubre, se dispersará por vía terrestre, como establece su conducta vital, arraigada a la firmeza del suelo.

Es la segunda vez, que tengo el privilegio de observar de cerca a una hembra con sus pequeños. Un placer.