Si hubiera llegado unos minutos antes, seguramente, habría
escuchado el canto del zorzal común Turdus
philomelos sobre la rama del almendro; bajo la cual ahora, yacen sus
restos. Dudo por supuesto, que ante mi presencia, la rapaz viendo clara la escena hubiera
desistido del ataque. Sobre todo, si la rapaz es un gavilán hambriento.
Hay dos rapaces desinhibidas capaces de finalizar su
cometido, incluso, si un humano se halla cerca del escenario de caza; una es el
esmerejón y la otra el gavilán. El gavilán es esa rapaz de ceño fruncido, de
áspero carácter e irascible conducta. Sería ésta una breve y acertada
definición de un ave de presa tan característica por malhumorada. El gavilán
es, tal vez, la rapaz más odiada entre los paseriformes. Allí donde aparece en
vuelo prospector, es abucheado y repudiado por todos los pajarillos que en ése
momento lo ven pasar.
Cuántas veces lo he visto acosado por aviones comunes y
roqueros, mitos, vencejos reales y comunes, en fin, una larga cohorte de
enemigos germinando a su paso víctimas posibles de sus ataques impredecibles. También
entra con facilidad en las peleas contra aguiluchos, cernícalos y córvidos como
el cuervo que osan atravesar su territorio. El gavilán ataca en parques urbanos
ante la mirada asombrada de paseantes. Acecha a los excursionistas siguiéndoles
de cerca sabiendo que algún pajarillo levantará el vuelo a su paso.
Una vez, un gavilán atacó a un escribano montesino que un grupo de tres
personas ahuyentamos. La rapaz pasó entre nosotros a la atura de nuestra
cintura y, más abajo, con las garras adelantadas se empotró en el rosal
silvestre con toda la furia del momento donde el pajarillo se ocultó; no lo capturó.
Sí, así es el gavilán. Atesoro muchas observaciones suyas; si
os topáis con él y no lo habéis visto nunca actuar, tomar asiento y esperar, os
sorprenderá.
Los sesos de sus presas, un bocado especial que no desdeñan sus predadores