domingo, 14 de junio de 2015

De nuevo, el cárabo (Strix aluco)


En mi ruta hacia los pétreos paredones calizos, paso siempre por el descansadero del cárabo gris Strix aluco. Digo gris, por su fase de coloración en la que domina dicho color. Allí está, somnoliento, despegando levemente sus párpados cada vez que cruje la hojarasca del viejo nogal mientras camino por el oscuro lugar que la hiedra, la cortadura rocosa y el conjunto de corpulentos árboles provocan con su fronda. Es su punto de descanso, de paz notable, ni siquiera los pequeños pájaros abundan por el lugar. No los veo atravesar la hiedra, sólo vuelan sobre las copas de los enormes nogales.

A primera hora de la tarde paso por la senda hacia el tramo del río y, el cárabo, descansa poco receloso en su atalaya favorita.

Hay un estudio  interesante presentado en 2013. En la investigación, realizada en el Parque Nacional de Doñana y cuyos resultados se publicaron en el Journal of Avian Biology, colaboraron también expertos de la Universidad de Évora (Portugal) y la Agencia de Patrimonio Natural de Escocia (Reino Unido). Desvela la compleja interacción del cárabo con el búho real en un mismo territorio. Así los cárabos son capaces de modificar el horario de su canto para no coincidir con el búho real y evitar así, ser depredados por él.
Los cárabos ocupan territorios con el búho real Bubo bubo cuando su elevada población no los puede evitar. Sin embargo, el celo territorial del cárabo con abundancia de rivales, hace que bajen la guardia ante la necesidad de mantener a los competidores a raya. No es por ello, extraño, que aparezcan ejemplares en la dieta del búho real aquí en el cañón del río Mesa. El año pasado, de seis rapaces capturadas, una era cárabo; el resto, cuatro búhos chicos Asio otus y un cernícalo Falco tinnunculus.
Por otra parte, os voy a tranquilizar para comentaros que, probablemente, el ejemplar de la imagen no corra tanto peligro como el resto de parejas que circundan o habitan el territorio del búho real. A diferencia del resto, éste permanece oculto cerca del río y de la huerta y, su zona de acción está lejos del territorio de su gran enemigo. Han de darse unas circunstancias extraordinarias para que el búho real acierte con este ejemplar.  


A la vuelta, de regreso a casa, la luz es bastante escasa y todavía permanece descansando. Hago uso del flash aprovechando que la rapaz tiene los ojos cerrados. 

Un diez de junio de 2007 acerté a pasar por un posadero de cárabo en un pino carrasco Pinus halepensis. En el monte de Calmarza (Zaragoza), el pino carrasco, de repoblación, crece muy alto. Desconozco si es por los nutrientes del terreno o por la limitación del sol debido a la altura de los cortados rocosos. Por lo que fuera, la rapaz abandonó el posadero. Se me hizo raro al ser una hora matinal avanzada en la que el cárabo está cada vez más relajado. Había un grupo de pinos tumbados y secos en la base del cortado, en lo alto de la pronunciada ladera. Pensé que apenas se desplazaría y culminaría su vuelo en un árbol próximo pero, para mi sorpresa, picó en descenso, un descenso vertiginoso que me dejo atónito, sorteando los pinos con una precisión absoluta y sin moderar la velocidad. Casi al final de la ladera, giró hacia la izquierda sin salir del arbolado con precisión de escuadra y desapareció. 
Estoy seguro de que un búho real en estas circunstancias no alcanzaría al cárabo. Probablemente, la captura de cárabos por parte del búho real se deba casi exclusivamente al ardor territorial de los machos de dicha especie, cuando defienden con todos sus sentidos la ocupación de su feudo. Al bajar la guardia el cárabo, aumentan las posibilidades del búho real para actuar con éxito.